Tuesday, June 10, 2008

Capítulo 13. El lobo

Lothan hizo lo que aquel misterioso hombre encapuchado le había dicho que hiciera, con amenazas de muerte incluidas si osaba revelar a alguien la fórmula secreta del conjuro. Así pues, justo a aquellas altas horas de la madrugada, arropado por un inquieto silencio solamente quebrado por el ruido de unos lejanos grillos, colocó una trémula mano sobre la roca verde y estriada que le había descrito aquel anónimo personaje, bajo un gran álamo a tres kilómetros de dónde él tenía su aburrido y rutinario puesto de vigilancia. Cerró los ojos, no sin antes pensar si lo que estaba haciendo era el error más grande de su vida, pero al hacerlo, le vino a la mente aquellos preciosos ojos magenta de la joven de la cual aún no sabía el nombre, aquella voz de túrbia miel, más misteriosa que el misterio mismo, y su dulzura. Valdría la pena volver a verla, sí, tenía que verla de nuevo, bajo el precio que fuera. Aquella era su última oportunidad de ser feliz.

Empezó, entonces, a recitar la fórmula mágica, con un tono de voz seguro y ansioso.

Yore Varmal Fost
Ank tyru Lua
Ore Ruma Wost
Varmal Entulah

Otra vez aquel desagradable Paso.

Empezó a dar vueltas sobre si mismo, como si fuera arrastrado por un viento implacable. Pero aquella vez no se sintió flotando sobre una especie de Nada grisácea, por suerte, sinó que directamente notó como si su cuerpo, de forma un tanto extraña, se expandiera en millones de átomos independientes hasta perder su consciencia individual, y luego al cabo de un tiempo volviera a reunirse una vez se encontró de nuevo en tierra, una tierra fría y yerma bajo su cuerpo. Sin sufrir ninguna secuela, solamente una especie confusión, como si hubiera despertado de un molesto y largo sueño, abrió los ojos.

¡Era de día y por la mañana!

El Sol brillaba recién aparecido, aún dibujando en el cielo esos tonos violetas y carmesíes que anuncian el fín de las tinieblas. Se incorporó sobresaltado al observar que había ido a parar a un lugar muy diferente al que él se esperaba, aunque no tenía una noción muy clara de lo que había imaginado encontrarse. El enano sostenía una mirada sorprendida, moviendo la cabeza de un lado a otro absorto con aquel paisaje, desconocido para él, que se le representaba con todo su sencillo esplendor. Bajas colinas se alzaban a semejanza de túmulos aquí y allá, por doquier, cubiertas de verde hierba con grandes prados extendiéndose a su alrededor besados en ocasiones por riachuelos que, de repente, desaparecían en el interior de reducidos bosques de árboles jóvenes y vigorosos, todos frutales: cerezos, manzanos, perales, naranjos, limoneros, ciruelos...dispuestos todos en un orden natural, o sea, en un desorden armónico propio de una naturaleza jamás o raramente hollada por el ser humano. El viento arrancaba de la mojada hierba, acariciada por el rocío, y de los árboles una melodía indescriptible en forma de dulces aromas y fragancias todas distintas que llegaban juntas pintando todas ellas un color nuevo que reflejaba aquel horizonte de esmeraldas vivas y brillantes.

De repente, como si hubiera despertado súbitamente de un gozoso sueño del que jamás querría despertar, una mano, con cierta brusquedad, se posó sobre uno de sus hombros, desde atrás. Lothan se giró hacia atrás de un sólo impulso, sobresaltado.

Era Ella, la melodía principal, la melodía más bella que le faltaba a aquella canción. Al observar sus ojos magenta, los cuales brillaban ahora con un misterioso fulgor, se levantó como un resorte y su corazón empezó a bombear frenéticamente volviendo así a su inquieto presente cubierto por la fascinación, alejado ya de toda dicha natural. Sin embargo, las palabras de la joven se le aparecieron duras y frías, hiriéndole como si se trataran de cuchillos de hielo.

-Lothan, te has retrasado mucho - dijo, con sequedad - El Archimago lleva esperándote mucho tiempo. Tienes suerte que se trata de un hombre paciente y de gran corazón.

El enano intentó serenarse ante aquella chica, ante aquella Yrissi de porte airado y orgulloso.

-¿Archimago? No sabía que la traición hacia la Orden hubiera llegado tan lejos - exclamó, intentando disfrazar sus nervios, su inseguridad, con una voz engolada muy forzada.

-Esto no te incumbe, ni te incumbirá hasta que no poseas la confianza del Archimago y de todos los miembros de Varmal Auténtico - respondió, procurando un especial énfasis a la palabra "Auténtico".

Acto seguido, de forma elegante y altiva, la joven empezó a caminar en dirección contraria a él sin dirigirle una sola mirada.

-Sígueme, tienes algo que hacer antes de poder entrar en Palacio.

¿En Palacio? Aquello era lo último que esperaba escuchar. ¿Tan importante era aquella secta como para tener en su posesión un palacio, aunque fuera creado con la magia de un archimago?
No daba crédito a aquellas palabras, por mucho que vinieran de la mujer que amaba, cuya actitud difería tanto de aquella que adoptó cuando estuvieron juntos durante la fiesta que había llegado a plantearse si se trataba de una hermana gemela. Sin embargo prefirió seguirla en silencio, tratando de alcanzarla, pues aquella, pese a ser bastante baja, andaba a grandes zancadas y a él, lógicamente, a causa de su anormal condición física, le era muy complicado seguir su ritmo por culpa de sus cortas y torcidas piernecillas.

Al fín llegaron a uno de aquellos pintorescos bosquecillos formados por un gran abanico casi inabarcable de árboles frutales, pudiendo casi saborear con su paladar el jugo de la fruta madura que colgaba, con majestad, de las delgadas ramas. Poco tiempo después llegaron a un diminuto lago, el cual estaba rodeado de todos aquellos árboles. Justo en el medio de éste estaba situada una isla rocosa sobre la cual se había colocado una rústica y humilde mesa con dos sillas, una de ellas ocupada por un voluptuoso individuo encapuchado, ataviado con una túnica color verde oscuro y con una máscara de negra madera que representaba el rostro de un lobo con las fauces abiertas y feroces. La joven paró de andar al fín, habiendo llegado ya a la pedregosa orilla. El silencio era casi absoluto, pues no se escuchaba el trino de ningún pájaro y prácticamente no soplaba el viento. Solamente el leve fluir del agua acariciando con suavidad la costa y las rocas de la isla era audible. Mientras tanto, la joven miraba a Lothan con una indiferencia y un gélido aplomo tal que ya le hería de una forma insoportable.

-Dirígete a la isla. Nuestro Señor te está esperando. Os dejo solos.

Dicho esto dió media vuelta y ya hacía ademán de marcharse cuando el enano, sin poder reprimirse más, la agarró por una mano.

- Dijiste que jamás volverías a rechazarme - dijo, con una mirada repleta de desconcierto - Y no solamente eso, sinó que encima ahora me tratas como a un simple desconocido.

La muchacha frunció ligeramente el ceño y quedó algo pensativa, como si de repente hubiera recordado algo importante. Pronto volvió en sí.

-Ahora no es el momento para esas cosas, Lothan - replicó, con una dulce sonrisa - Ya tendremos tiempo para estar solos. Solos...tu y yo.

Al pronunciar aquellas palabras acarició el rojizo pelo del enano y, acto seguido, desapareció en el interior del bosquecillo, a grandes zancadas pero manteniendo siempre una forma de andar muy femenina y arrogante a la vez.
Lothan suspiró aliviado y sintió el calor del cariño ascender nuevamente hacia su pecho. ¡Seguía sintiendo lo mismo por él! ¡Le había acariciado el pelo! De pronto llegó a la conclusión que, solo por aquella sonrisa, había valido la pena realizar aquella locura, pues, por ella, hubiera hecho cualquier cosa, solo por ella. Su mirada, pues, se posó sobre la isla y observó como aquel misterioso personaje se hallaba erguido sobre una roca haciéndole señales con la mano derecha, invitándole a reunirse con él en la isla. Miró, entonces, a su alrededor y no, no había ninguna embarcación por los alrededores...¿Significaba aquello que se vería obligado a llegar a la isla a nado?
Por desgracia, aquello creía y, viendo como aquella figura le seguía haciendo ademanes de ir hacia él, no tuvo más remedio que sumergirse en el agua, y, por suerte, la profundidad del lago no llegaba a un metro. Así pues, a pesar de su corta estatura, pudo alcanzar la rocosa isla sin necesidad de nadar, yendo a pie, aunque por otro lado se había mojado sus ropas casi por completo. El enmascarado, pues, le hizo un cortés ademán para que compartiera mesa con él y, con una extraña calma que le abrumaba, Lothan se sentó ante él y cruzó los brazos esperando que el individuo de la horrenda máscara empezara a hablar. Aún no conocía la razón de por qué había sido llevado hasta allí, pero el solo recuerdo de la mujer que había amado desde la primera vez que la vió en la fiesta le dió coraje y seguridad ante aquella incómoda e imponente situación.

-Seguramente desconoces el por qué estás aquí, mi querido Lothan - dijo el extraño, con un tono de voz jovial y profundo a la vez - Nuestro único objetivo es el de liberar a Varmal del poder y de la mediocridad.

¿Quien era aquel hombre, si se trataba de un archimago de Varmal? Si así fuera, tendría que conocerlo por fuerza y, no obstante, su voz no le era nada familiar. En el rostro del enano, sin querer, cruzó una expresión de sorpresa y de desconfianza que aquel hombre debió captar a la perfección. Entonces, éste echó su cuerpo hacia adelante y le observó bajo aquella siniestra máscara de madera.

- Tu desconfianza es una reacción natural, tranquilo. Hasta este punto ha llegado la falsedad, el deshonor y la innobleza sobre el Mundo Espiral - espetó, con un hablar relajado y amargo - Bien, Lothan, concretemos algo las cosas. Prueba a decir "Traicionaré a mi señor Agros", con toda la convicción de la que seas capaz.

Lothan lo miró extrañado, levemente enojado.

-¿Por qué debería pronunciar estas palabras?

El hombre soltó una graciosa y desenfadada carcajada bajo su máscara.

-No te pido que le traiciones, solamente te ruego que pronuncies esta frase en voz alta y con convicción. Lógicamente eres libre de hacerlo o no.

El enano reflexionó durante unos instantes, pensando si tras aquello se albergaba una trampa o alguna artimaña sucia, planeada por el supuesto archimago. Pero ya que había llegado hasta allí por el amor incondicional que sentía por aquella mujer, no podía echarse atrás. Sin duda, él traicionaría a quien fuera con tal de conseguir el amor de la joven. Así pues, con seguridad y teniendo en mente a su Yrissi, empezó a entonar aquellas palabras.
Y fue justo terminar de pronunciar aquella frase cuando Lothan, de repente, sintió una agresiva punzada en el corazón, como si una daga se hubiera clavado sin contemplaciones en su pequeño pecho. Entonces, semi-inconsciente, cayó redondo al suelo y empezó a vomitar sangre con violencia cortándose su respiración de súbito, sintiendo como se ahogaba. Se le había paralizado el cuerpo y ahora se debatía en unos horribles espasmos. Iba a morir, y solamente imágenes deshechas, sin ningún sentido, se sucedían por su mente, nublándose su visión paulativamente y derramando unas pocas lágrimas que aún eran conscientes de todas las oportunidades que había perdido en su vida, por las que ahora no podría volver a luchar para recuperarlas.

No quería morir ahora, era joven, no podía morir...

Una copa, entonces, fué introducida en sus labios, a la fuerza, por una mano firme y robusta, y un líquido ardiente y espeso bajó por su garganta con lentitud. Su cuerpo le pedía vomitar aquella substancia horrorosa, pero algo le decía que aquella era su única tabla de salvación. Tenía que soportarlo, resistir a las necesidades de su estómago.

Y, por fín, después de treinta infernales segundos, pudo de nuevo respirar y sintió como aquel dolor insoportable que había sentido en el corazón, como si este se encogiera sobre sí mismo y se negara así a bombear, se le alivió por completo, en unos pequeños instantes. Su visión volvió a clarificarse y al notar que podía volver a moverse y que, excepto un pequeño mareo que le azotaba, volvía a sentirse bien, empezó a llorar de felicidad sin pensar en nada más que el hecho de volver a sentirse vivo, de haber burlado la muerte. El individuo de la máscara de lobo, el cual ahora le agarraba de la espalda y lo volvía a incorporar en su silla, se sentó ante él y empezó a hablarle con gravedad y una extraña calma, como si no hubiera pasado nada sobre la pequeña isla.

- Deja de llorar y escúchame, de lo contrario me veré obligado a matarte - aquellas duras palabras, pronunciadas con sequedad, tuvieron un efecto mágico. El enano, temblando aún por la emoción, contuvo sus lágrimas y le empezó a escuchar con atención - Recuerdas el rito por el que un futuro miembro de Varmal tiene que pasar para convertirse en uno de facto. ¿Cierto?

- S...Sí.

- ¿Recuerdas que hace 20 años, cuando Agros se convirtió en el gran maestro de la Orden, cambió las frases históricas que debe pronunciar cada archimago de Varmal colocando sus manos en la frente del aspirante, con el consentimiento de todo el Consejo, alegando que contenían un error histórico que tú mismo documentaste en uno de tus libros? - Al observar que, con una mirada confusa, Lothan asentía con rapidez, el hombre prosiguió, con un tono de voz casi burlesco - Todo eso era mentira. Se trata de un conjuro mortal que evita que cualquier miembro de Varmal se rebele contra su Señor y contra el Consejo y así le traicione. Poco a poco va tejiendo una maraña de miedo dentro del cuerpo del Miembro hasta que éste, a no ser que su voluntad sea de hierro como es, y así lo esperaba, tu caso, llega a ser totalmente incapaz de albergar pensamientos contrarios a los intereses de Agros y de sus archimagos - hizo una pausa, que a Lothan le pareció eterna - ¿Sorprendido?

- N....no es posible... - Lothan le miraba incrédulo, aún mareado por el efecto de aquel viscoso líquido que aún se revolvía en su estómago - Este tipo de conjuros están terminantemente prohibidos en el Mundo Espiral. Los seres feéricos...

El hombre enmascarado rió, resonando su risa de forma sombría bajo aquel temible rostro de lobo.

- ¿Los Seres Feéricos qué? ¿Evitarán que desaparezcamos de Espiral después de cómo les pagamos a ellos su hospitalidad y la piedad de volvernos a albergar en el mundo original que fué creado por ellos, para nosotros? Eres un ingenuo, Lothan. Desconozco cómo llegó Agros a conocer dicho conjuro, que luego fué incorporado bajo un supuesto antiguo cántico de Varmal, manipulando sutilmente la historia - al decir esto se levantó y con los brazos tras su espalda, observó los bosques que se alzaban rodeando el pequeño lago y su voz se tornó distante y melancólica - No me cabe duda que, por tus profundos conocimientos, conoces el nombre de dicho conjuro, Lothan.

El aludido se rascó la cabeza, reflexionando aún cuando se sentía bajo una enorme presión y una angustia que le era imposible controlar. Su mirada, hasta aquel entonces inquieta, se tornó en una expresión de terror.

- S...sí. A...Antes que Agros accediera al poder, recuerdo que...estuvimos estudiando los antiguos conjuros denominados "Conjuros de Vacío", mejor conocidos como...co...conjuros mortales. Recuerdo que este se llama... Muïlus, y sólo puede ser usado por alguien que... - se negaba a terminar de recordar lo que había aprendido siendo un joven estudiante, pero se obligó a sí mismo a ser fiel con sus pensamientos, y más ante aquella figura intimidatoria - por alguien que haya pactado con Féericos Oscuros como los La...Lam... - no pudo terminar, enterrando sus manos en su rostro sudoroso y colapsado.

- Sí, Lothan, los Lamat. ¡Buena memoria la tuya! Efectivamente, Agros ha hecho un pacto con los Lamat para así conseguir subyugar toda Espiral bajo su mando, y en eso estamos totalmente convencidos. Lo que no llegamos a sacar en claro es el por qué de este pacto. Pero, sin duda, a cambio de algo que no sabemos, Agros ha conseguido ciertos poderes que a un simple mortal le són vedados - suspiró, con una especie de sonido gutural - ¿Y qué ganan los Lamat con todo esto? Nosotros creemos que, sencillamente, han convertido a Agros en un títere, usándolo como trampolín para echarnos a todos, de nuevo, hacia el Exilio. Seguramente Agros cree que los Lamat piensan que Varmal es la única Órden que tiene derecho a permanecer en Espiral, pero de lo que no se da cuenta es que, habiendo actuado de esta forma, ha caído en su propia trampa: él mismo ha acelerado el Caos en Espiral, que puede servir a los Lamat para expulsarnos a todos. ¿Entiendes ahora?

- Pero eso no tiene sentido - contestó Lothan, ya un poco más relajado - Los Lamat una vez penetran en Espiral, no pueden volver al Mundo Feérico. No les interesaría pactar con uno de ellos si, total, no pueden volver a su mundo original. Y si eso fuera cierto, podrían haber atacado ellos sin necesidad de usar a Agros, puesto que casi todas las Órdenes ya están suficientemente corruptas.

- Tú mismo lo has dicho: casi todas - hizo énfasis en la palabra "casi" con un tono de voz repleto de sorna - Varmal es, era, la única Órden que seguía funcionando de la misma formal que en sus orígenes, la única que no se había visto salpicada por el afán del poder. Pero con Agros... - soltó una pequeña y amarga carcajada - Pero ya basta de hablar, tengo la boca seca y por mucho que te siga contando cosas quizá, y con lógica, no te lo vas a creer, aunque existan evidencias tan palpables como aquel Conjuro que casi acaba con tu vida. Así pues...creo que ya va siendo hora de presentarme - De repente, el hombre se quitó, con rapidez, aquella pesada máscara de madera.

El rostro de Melack era sonriente, sus pequeños ojos brillantes y serenos, y sus brazos extendidos haciendo ademán de abrazar a su interlocutor. Lothan no pudo reprimir un grito de sorpresa.

- ¡Viejo amigo! ¡Soy feliz de ver que me reconoces! ¡Se te echa tanto de menos en la Cabaña...!

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