Tuesday, June 10, 2008

Capítulo 6. Nocturno

Estaban ya las dos recostadas en la cama y el silencio reinaba en la habitación.

Solamente, a través de la ventana ligeramente abierta con la cortina echada, se escuchaba un solitario buho y alguna que otra ave nocturna. En aquella acogedora habitación de su mejor amiga, Anie solía dormir plácidamente (excepto en verano, cuando acostumbraba coleccionar grillos) pero aquella noche era una excepción.
Los recuerdos le venían como dolorosas mareas en la mente y cuanto más intentaba acallarlos, más dolorosos volvían a aparecer. Se sentía atrapada, apresada y sentía una enorme presión en el pecho. Le costaba respirar y si permanecía más tiempo en aquella habitación a oscuras sentía que se ahogaría y no quería montar un escándalo.

Así pues, decidió salir lo más sigilosamente que pudo de la habitación y, subiendo por una escalera de caracol, salió a la pequeña terraza de la casa. Estaba totalmente llena de plantas de todo tipo y, entre ellas, cuatro bancos de madera que formaban un círculo. El el centro había una fuente con forma de clavel abierto en cuyo centro se alojaba una bella estatua de Mujer del Agua. Se sentó en uno de aquellos bancos, tratando de despejar su mente. No obstante, pese al bello cielo estrellado y a la belleza de aquel sitio y de la maravillosa panorámica de la Fortaleza, no conseguía desterrar aquellos pensamientos que la invadían. Se puso la mano en la frente y se puso a llorar, sin saber realmente por qué lloraba. ¿Qué había sucedido?

-¡Anie! ¡Anie! ¿Qué sucede?

Era la voz de Yume, pero no respondió. Siguió llorando. Yume se acercó y se sentó junto a ella poniendo una mano encima de su falda, acariciándola.

-¿Qué te pasa, Anie? Ya sabes que yo siempre sé si algo va mal. Me he levantado casi al instante, en el momento en qué no he notado tu presencia.

-No...no lo sé...siento un gran vacío, me caigo, me desmorono, me....me ahogo - susurró Anie, sollozando.

Yume la abrazó y al ver a su amiga así (jamás la había visto de aquella forma) no pudo contener unas lágrimas.

-Si te caes yo te sujetaré, si te ahogas yo te daré la mano, siempre estoy contigo Anie...lo sabes.

-Lo sé Yume, lo sé...pero yo necesito salir de aquí Yume, siento que jamás podré volver a mi hogar. Allí tengo mis recuerdos, mi libertad y mi niñez. ¡Estamos encerradas Yume! ¡Estamos apresadas en esta asquerosa fortaleza! ¡Y no sabemos nada!

Yume esbozó una triste sonrisa.

-Anie, tenemos que dar gracias que estamos vivas. ¿Sabes? Fuera hay guerra.

-¿Recuerdas aquellas cosas abominables que nos atacaron de noche a todos?

Anie se levantó airada, con los ojos aún repletos de lágrimas y se puso a gritar.

-¡No vuelvas a mencionar esto, Yume! ¡No vuelvas a hacerlo!

-¿Por qué, Anie? Nunca me hablas de tu pasado. Hace 5 años que somos amigas y aún no te conozco.

Anie se dirigió hacia el balcón y observó los bosques encendidos del Oeste.

-Es demasiado doloroso.

Yume también se levantó y grácilmente se acercó a ella. Las luces de los bosques lejanos dejaban entrever en su mirada oscurecida por la noche un pequeño resplandor azul, casi invisible. Le puso una mano en el hombro y le sonrió, con tristeza.

-Anie, cuéntamelo.

Anie la miró durante un momento y acto seguido volvió a mirar hacia el horizonte.

-Mi hermana pequeña murió, la mataron ellos.

Yume no pudo responder a aquello. Se quedó sin habla, con la boca abierta y en su mirada pareció pasar una espesa niebla.

-Lo...lo siento Anie, yo no...

Anie la miró con serenidad y melancolía, como si se hubiera librado de una pequeña parte de aquella terrible carga.

-Yume. ¿No te extraña todo esto de la Fortaleza y el gran secretismo que hay hacia todo lo exterior?

Yume, aún rehaciéndose del mazazo que suponía conocer aquella parte terrible del pasado de su mejor amiga la miró extrañada, con los ojos rojizos.

-No...supongo que lo hacen para tenernos tranquilos...

-¡¿Tranquilos!? ¿Mientras todo el mundo que nosotras conocimos puede estar siendo destruido?

Yume recuperó la ternura, después de aquel primer estado de shock por el que había pasado.

-Anie...entiendo que recordar aquello es muy, muy doloroso. Pero yo creo que aquí al menos estamos seguros...

-¡¿Esto es todo lo que te importa, la seguridad?! - Anie empezaba a sentirse violenta, llena de rabia, harta de toda aquella calma que la rodeaba - ¿Y que me dices de aquellos dos jóvenes de nuestra edad que se los llevaron fuera de la Fortaleza, alegando que habían contraído una extraña enfermedad? ¿Tienen otra fortaleza para preservar su seguridad? ¿Eso te lo has planteado? ¡Nos tienen prisioneras Yume! ¿No lo entiendes?

-Nuestro profesor Agnus nos comentó que habían movido sus familias a un lugar seguro, para que los niños se recuperaran de su enfermedad. Ellos temían que fuera contagiosa...¿Qué tiene eso de importante? Es normal que lo hagan...algún lugar tendrán para mantenerlos a salvo.

-Y esa posibilidad que baraja el Consejo del Colegio de que fuera la entrada al mundo feérico por uno de los portales que existen en el interior de la fortaleza la causante de esa enfermedad...¿Esto no te parece algo extraño? Desde pequeños nos enseñan que el mundo feérico para el niño e incluso para el adolescente solamente puede acarrear que le cree adicción. El adulto es el único que está en peligro en aquel mundo.

Yume, avergonzada, también se puso a mirar el oscuro horizonte. Su tono de voz era dubitativo, asustado.

-No recuerdo estas lecciones...no debía atender, como siempre.

-No, tú solo te dedicas a tu vida, es normal. Así al menos eres feliz. Yo también debería seguir tu ejemplo así que no hablemos más de estas bobadas... - Anie se giró hacia ella y le sonrió - Lo siento si antes te he hablado de aquella manera. Soy una estúpida. Eres la mejor amiga del mundo, Yume.

Yume se abrazó a ella y, finalmente, rompió a llorar.

-Lo siento, lo siento mucho por tu hermanita. Seguro que está orgullosa de tí allá dónde esté, Anie...Lo...lo siento por no haber sabido nada desde el principio...

-La que lo debe sentir soy yo, Yume - replicó Anie, serena - Lo de mi hermana...ya está pasado..y ya basta de llorar. Vayamos abajo y contémosnos unas cuentas historias en la cama. ¿Qué te parece?

-Vale...

Dándose la mano, las dos amigas bajaron la escalerilla de caracol y entraron en la habitación. Ya no volvieron a salir de allí en toda la noche, mientras fuera el Buho seguía cantando.

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