Tuesday, June 10, 2008

Capítulo 2. Fölmendal

-Lúne, ¡estás como una cabra!

-¿Si? ¡Me alegro!

Ernel y Lúne estaban sentados sobre una enorme rama de roble cerca de la copa del árbol. Desde ahí se veía una panorámica muy buena de gran parte de la fortaleza exceptuando la residencia de alumnos. El día aún permanecía grís pero ya no nevaba, solamente como testigo había quedado todo el valle cubierto de un manto blanco que con el penetrante frío que hacía tardaría en derretirse. Varios músicos ataviados con violines, flautas y arpas interpretaban unas canciones en el interior del bosque despidiendo el invernal día que llegaba a su fín posiblemente dando paso a una noche helada y a otro día coloreado con una sola pincelada: el blanco de la nieve y de los copos.
Ernel se podía decir que también simpatizaba con Varmal, aunque evidentemente no llevaba ninguna distinción de asignatura. Él era pelirrojo, la cara repleta de pecas, unos ojos verdes muy intensos y ligeramente obeso, lo cual contrastaba con la delgadez de Lúne. Ambos balanceaban las piernas en el aire, distraidos.

-Tienes que ir con más cuidado. Un día te expulsarán del colegio.

Lúne le pasó un brazo en el hombro de su amigo y le sonrió con tranquilidad.

-Observa mi escudo. Bonito, ¿Verdad?

-Ya lo veo. Tres gatos negros rampantes y en el centro una espiral de plata. Precioso escudo el de Varmal. ¿Qué me quieres decir con esto?

-Ernel, aún te queda mucho por aprender. Piénsalo por ti mismo, es muy sencillo- Lúne se puso la capucha y bajó con unos pocos saltos bien calculados al suelo-Recuerda que tenemos reunión justo después del anochecer, en el lugar de siempre.

-Verás Lúne...no sé si deberíamos seguir con esto - Ernel bajó del árbol con algo más de dificultad que su amigo - Es inútil y tarde o temprano terminarán dando con nosotros. Varios profesores ya me miran mal y pondría la mano en el fuego que sospechan.

Lúne, sin ninguna expresión visible en su rostro, dió la espalda a su amigo y empezó a andar en dirección al Oeste y sin mediar palabra alzó el brazo con la mano extendida en señal de despedida.

_Oh, Lúne, a veces ya empiezo incluso a extrañarme de ver humanos interesados en nosotros...o en algo, mejor dicho.

Desde el Mundo Espiral es mucho más fácil acceder al Mundo Feérico, pues los dos Mundos están perfectamente interconectados entre sí. Puede que sea esa la razón porque en el Mundo Espiral existen seres con algo que se podría llamar magia o, simplemente, una forma especial de manipular el entorno que les rodea gracias a un contacto específico con este Mundo Feérico a través de la interacción directa entre las espirales. Desde el Mundo Ordinario es considerado una proeza que roza el milagro ese tipo de contactos.

Acceder al Mundo Feérico desde el Mundo Espiral no resulta difícil si alguien encuentra un punto de energía situado en un lugar dónde confluyen las espirales que conforman la Tierra y todo el Universo. Una vez se ha encontrado el punto confluyente, es necesario una de las fórmulas mágicas más peligrosas y difíciles de encontrar del Mundo Espiral y también es necesario el permiso de los feéricos para realizar la entrada, algo que no es necesario en el caso contrario: viajar desde el mundo feérico al espiral. Ahí la libertad de movimiento es absoluta.
Cuando un ser humano penetra en este Mundo tiene que ser extremadamente cauto, pues las energías del Mundo Feérico són extremadamente cambiantes, como la naturaleza misma, y hay que prestar mucha atención a todo lo que se pueda realizar en él, pues un contrato o un pacto mal realizado puede conllevar desastrosas consecuencias para el individuo. Una vez alguien da un paso en falso, ya no puede volver atrás. El ser humano es como una llama que se debilita, progresivamente, en el interior de este mundo. No obstante, para unos jóvenes rebeldes e inquietos, es una puerta a nuevas sensaciones, una entrada al Palacio de la Sabiduría, siempre lleno de riesgos, de consecuencias imprevisibles.

Lúne, Ernel (que finalmente se había reunido con su mejor amigo) y Velia, una amiga de ambos, estaban congregados alrededor de una hoguera de Foln, un elemento azulado que solo se encuentra en el Mundo Feérico, un elemento que según se cuenta favorece el arte de la conversación y destierra los miedos y las fronteras del corazón.
Quizá tan sólo sea para crear belleza en el ambiente, gracias a la fuerza de su luz, que se expande por los alrededores con gran maravilla y misterio, pero se ha usado siempre cuando se establece un contacto entre humanos y feéricos en el Mundo Feérico.

El anfitrión del encuentro con los jóvenes era un Folnen, un ser pequeño con una enorme barba negra y muy poblada, ya familiarizado con aquellos jóvenes. Sus ojos como dos carbones brillaban, como hogueras ardientes, repletas de curiosidad, y su sonrisa era abierta y despreocupada, a la vez que misteriosa.
Estaban todos congregados en un pequeño claro iluminado por la luna y las estrellas, rodeados por un bosque de árboles gigantescos, cuyos troncos la mayoría tenían una circunsferencia de decenas de metros.

-Es muy sintomático que, a pesar de la amenaza que se cierne sobre Espiral por culpa de los Lamat, solamente un grupo de niños humanos nos vengan a hacer una, mmh, visita. Aunque huelga decir que, a pesar de ser el único pueblo aún abierto al contacto con humanos, muchas veces evitamos el contacto con ellos, sobretodo con los adultos. Solo quieren venir aquí en busca de conocimientos arcanos para augmentar sus poderes. Y eso no les haría ningún bien.

-¿Qué quieres decir con eso? - preguntó Lyres arqueando las cejas.

-Muy sencillo - se amasó la barba, los ojos fijados en la azulada hoguera - En lugar de querer compartir sus corazones con los nuestros, solamente vienen con un propósito, con un interés. Y aquí no conocemos esta palabra tan humana. Nosotros no conocemos el principio ni el fín de las cosas. Hace ya muchos siglos que la sociedad humana ha vuelto a pudrirse, y esta vez es una putrefacción invisible, más terrible aún. Los Lamat solamente són una terrible consecuencia de todo esto que nosotros no podemos detener, pues así tiene que ser. Todas las cosas ocurren por un motivo.

-Lo que no acabo de entender - Lúne arqueó su cuerpo hacia adelante, sintiendo el calor reconfortante de la hoguera y clavando sus ojos en los del feérico - Es por qué los humanos y los feéricos no podemos volver a estar en armonía. Las cosas serían mucho más fáciles, y más en estos tiempos oscuros. Varmal aboga por esa unión, pero siento impotencia y rabia al pensar en el resto de Órdenes, que nos han conducido a la perdición.

El Folnen fue hacia un árbol cercano y acaricio el tronco con suavidad, sin dejar de mirar a Lúne.

-El problema no són las Órdenes, el problema es la división, la desconfianza, el resentimiento.

Justo al decir esto, un viento perfumado de una fragancia tibia y desconocida empezó a acariciar el pequeño claro donde ellos estaban sentados. Provenía del más profundo interior del bosque. De repente, Lúne sintió como si su corazón y su alma fueran Uno con el resto, y en su pecho una extraña calidez palpitaba, incesante.
El Folnen danzaba con una bellísima figura con aspecto de mujer. Indudablemente era de su misma raza, pues su belleza más que terrenal era totalmente eterea y parecía estar rodeada de una neblina casi imperceptible. Sus cabellos eran blancos y ondulaban con aquel leve viento que se había levantado. Era una visión que casi le dañaba, de la maravilla que le invadía al observarla. Ambos danzaban a los pies del gran árbol. El Folnen no cesaba de besarla y de acariciarla. No hacía falta música para escuchar aquel ritmo.
Lúne se levantó, observó la brillantísima Luna y se echó a reir con una gran sonoridad. En seguida el resto de compañeros le imitaron y también se sintieron extrañamente regocijados.

-¡Somos el veneno y la cura! ¡Lo terrible danzando con lo sublime! ¡Somos danzarines guerreros en medio del oscuro pantano! - mientras gritaba aquellas palabras, Lúne saltaba una y otra vez sobre el fuego azul en medio de unos aplausos llenos de entusiasmo, los aplausos de sus amigos_¡Temednos, Sol y lluvia! ¡Temednos elementos del mal y del bien! ¡Hemos llegado, somos Libertad! ¡Somos agua y fuego, tierra y aire! ¡Somos eternos!

El viento se apaciguó y el Folnen volvió con ellos dando pequeños saltitos desenfadados.

-¡Oh, los jóvenes humanos! ¡La llama más intensa, el fuego que más pronto se consume! - susurró, entre risitas y acariciándose el pequeño mentón.

El Folnen se acercó entonces a Lúne y le miró de pies a cabeza, divertido.

-Lúne, Lúne!... Aún eres muy joven para esto y no lo puedes entender. Pero tendrás que aprender a ser menos vanidoso. Siempre la reacción al poder tiene el riesgo de conllevar precisamente a la asunción de otro poder igual de terrible.

El joven lo miró abiertamente extrañado, deprimido por esa caída radical a la realidad después de aquellos momentos de goce y regocijo.

-¿Por qué me dices eso tan repentinamente?

-Muy sencillo, joven humano_el Folnen clavó sus ojos ovalados en el fuego azulado de Foln - Al saltar encima del fuego sagrado de Foln, inconscientemente has hecho un pacto de por vida con Folnendäl y, por ende, con el Mundo Feérico.

Lúne lo miró incrédulo.

_Se ve que a los Folnen os gusta bromear.

El Folnen rió.

_En absoluto. Los seres feéricos no tenemos necesidad de esconder nada. Los humanos estáis todo el tiempo mirándolo todo desde la desconfianza del binomio verdad-mentira; máscara-rostro. Aquí eso no existe.

-Muy bien. Pongamos que sí, que es verdad. ¿Qué quiere decir "tener un pacto de por vida con Folnendäl"?

El folnen acarició el fuego con una de sus diminutas manos y, mirando a todos los presentes, les guiñó un ojo.

Al instante los tres se encontraron de vuelta en el Mundo Espiral, tumbados en el suelo salpicado de nieve y hierba húmeda, como de costumbre. Se levantaron a duras penas, con un fuerte dolor en todo el cuerpo, como si hubieran hecho un esfuerzo inconmensurable. También así era como pasaban de un mundo a otro. Pero algo extraño había ocurrido. El tiempo teóricamente no transcurría con la misma velocidad en ambos Mundos y sin embargo era noche profunda, una noche cubierta sin estrellas y sin Luna.

Se desesperaron.

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