Tuesday, May 19, 2009

La Resistencia. Capítulo 7. El Concilio. Primera parte.

-¡Anda, mira! ¡Ahí vienen estos dos! - exclamó Hanuil con una sonrisa burlesca dibujada en sus labios - ¡Ja, ja, Elrick, se dan la mano! ¡Mis sospechas eran ciertas entonces! Ya sé lo que estuvieron haciendo anoche... - se abrazó a él mismo y gimió - Ahhh...el fulgor de la juventud...

Elrick arrugó la frente.

-Esto no es de tu incumbencia. Además, mira quien fue a hablar, el que casi consigue que nos expulsen de Folmëndal por un lío de faldas - gruñó saludando a la joven pareja con un frío ademán de la cabeza. Hanuil, que tenía previsto bromear con aquel asunto ante Ichiro y Lúne, se mantuvo en silencio y miró hacia otro lado. Elrick era el único ser de los Tres Mundos capaz de producir aquel efecto en él.

-¡Hola chicos! - espetó una Ichiro radiante, con un vestidito color magenta con tirantes iluminado por el Sol crepuscular, cuya luz parecía bailar con las sombras que proyectaban los gigantescos árboles que rodeaban el Palacio.

El Palacio trataba de un complejo circular de grandes dimensiones. Éste se extendía a lo largo de un inmenso claro abierto en el bosque situado en el centro de Ciriol. Era blanco como el marfil y alto, comprendiendo unas escaleras que llevaban a diferentes niveles separados unos de otros, cada uno de ellos coronado por una terraza repleta de flores de distintos colores. Una tenía flores rojas, otra azules, la de más arriba violetas...
Los pequeños edificios que conformaban el complejo estaban unidos solamente por un altísimo techo ondulado que recordaba a las olas del mar. En el centro del complejo se hallaba una gruesa torre que se alzaba, majestuosa, sobre todos los edificios circundantes, poblada de ventanas también de diferentes colores cada una. La última ventana, la que estaba situada más alta, era transparente y brillaba con el color rojo intenso del Sol poniente.

Para acceder al interior y poder así llegar a la Torre había que cruzar una gran puerta situada a ras de suelo pintada con exquisitos dibujos de delfines y ballenas.
Los Viajeros y Lúne se hallaban justo ante ella esperando que, a la hora que se había convenido, la abrieran desde dentro. Desde las terrazas se escuchaban, apagados, una suerte de salmos y coros, apenas audibles. De hecho, se escuchaban mejor los lejanos trinos de las aves que se apresuraban para encontrar refugio en los árboles y así pasar la noche.
Lúne jamás había visto un Palacio tan extraño en toda su vida. Sus ojos se paseaban desde las escaleras hasta las terrazas situadas en cada uno de aquellos diminutos edificios que parecían "colgar" uno sobre otro formando una especie de puzzle, hasta que la armónica disposición del techo ondulado le hacía tener una extraña sensación de paz algo convulsa, desterrando cualquier otro pensamiento sombrío que hubiera albergado antes.

Creía que solamente en el Mundo Feérico podían observarse maravillas como aquella.

-¿Por qué deben tener tantas terrazas? - preguntó Ichiro, también fascinada por aquella compleja construcción.

-Digamos que cada uno de estos pequeños edificios, cada nivel del complejo, tiene una personalidad distinta, encarnada por una ciencia en concreto - susurró Hanuil, respirando con una sonrisa alegre y calmada el viento perfumado de las flores y de los árboles que habían dejado atrás y ahora les rodeaban - Aquí estudian todos los niños de la Orden. Por ejemplo - señaló con la palma de la mano extendida - aquella terraza con flores rojas y violetas es la destinada a los muchachos y muchachas a los que se les ha revelado su propia magia durante el Rito de Iniciación. Ahí aprenden a perfeccionarla mediante meditación y concentración.

Ichiro asintió, boquiabierta y apretando con fuerza la mano de Lúne.

Justo cuando Hanuil había terminado de hablar, las compuertas se abrieron con lentitud, coincidiendo con que los contornos de los dibujos de delfines y ballenas se iluminaban con una cegadora luz roja. Un rayo de aquel Sol moribundo impactaba directamente en la puerta, para luego revelar el oscuro pasillo que se internaba hacia el centro del Palacio.
El pasadizo, de una roca tan blanca como las paredes exteriores del edificio, desembocaba en un enorme patio con losas negras como el azabache, las cuales contrastaban con el resto del Palacio. Rodeando aquel patio, a diferentes alturas (7, en concreto), se alzaban unos pasillos descubiertos que se interconectaban mediante unas escaleras de caracol blancas. A lo largo de los pasillos, se abrían decenas de puertas, cada una con dibujos distintos que desde ahí no podían apreciar. Sin duda, cada uno de aquellos pasillos conectaba con cada uno de aquellos edificios que habían visto desde el exterior, pero desde aquel patio daba la sensación que solamente se trataba de uno solo, rodeando con forma circular a la torre. Parecía algo hecho con magia.
De hecho, ante ellos, imponente, se alzaba la enorme torre cuyas ventanas proyectaban sus diversos colores sobre el resto del Complejo, como un arco iris disperso. Era una visión increible. La presencia de tantas escaleras de caracol a lo largo de todo el interior del Complejo, hacía pensar en una blanca y redondeada cabellera repleta de rizos del mismo color.

En el centro del patio se hallaba un estanque rodeado de grandes piedras redondas, en medio del cual pasaba por encima un pequeño puente también del color de la perla. Sobre él y recostados contra las barandas, de pie, un hombre y una mujer observaban a los visitantes con una seriedad y un silencio casi solemnes. Iban ataviados con túnicas blancas y un cinturón de cuero.

Una vez los tuvieron cerca, ya sobre el puente, les sonrieron con modestia.

-Bienvenidos al Palacio de Ciriol, humildes viajeros. Esta es vuestra Casa - dijeron ambos a la vez con voz aterciopelada, como si fuera una frase estudiada - Por favor... - añadieron, haciéndoles ademán de seguirles hacia una abertura que se internaba dentro de la Torre, sin puertas.

Y eso hicieron.

----------------------------

Empezaron a subir lentamente por las empinadas y estrechas escaleras que trepaban por el interior del enorme edificio, rodeándolo por dentro de forma circular. Lúne e Ichiro no podían disimular el estupor y la fascinación que les provocaba el hecho que cada uno de los tramos que llevaba a un nivel concreto de la torre estuviera poblado por antorchas de un color diferente cada vez. Supieron en seguida que aquel era el mismo color que tenían las ventanas exteriores y esto fue confirmado cuando, en el primer nivel cuya ventana era azulada, se encontraron con una cortina azul que se movía por una suave brisa. En ella estaba escrito en negro un extraño símbolo y desde dentro de la habitación un humo casi invisible flotaba con un agradable perfume de alguna flor.
Y, efectivamente, cada tramo de escaleras y cada nivel de la Torre estaba encarnado con un color distinto, un símbolo distinto y también con un perfume de diferente aroma.

-Esto es una maravilla... - susurró Ichiro la cual, a pesar de tratar de hacer sonar su voz lo más floja posible, no pudo evitar que resonara como un grito en medio de aquel casi sagrado silencio que reinaba en el edificio. Su rostro enrojeció y Hanuil, observando aquella reacción, sonrió de forma algo burlesca.

-Cada uno de estos niveles, con permiso de nuestros dos anfitriones y guías - el joven feérico hizo una leve reverencia hacia los dos individuos que les precedían - está reservado a cada uno de los nobles saberes de Ciriol, pero estos ya no són estudiantes como en el Complejo. Estos ejercen. Los nobles saberes són 7, el orden no tiene nada que ver, pues todas tienen la misma importancia: Agua (azul), que comprende la marinería y los conocimientos relacionados con el mar; Tierra (verde), que comprende el estudio de la medicina y la herbolaria - hizo una pausa, divirtiéndose por el eco engrandecido que provocaban sus palabras mientras ascendían envueltos por antorchas de luz carmesí. Prosiguió con su explicación, haciéndose una coleta de su cabellera rubia - Los que se convierten en especialistas del saber del Fuego (rojo), se dedican a la magia de Resistencia para Ciriol. Se diría que es el "ejército" de la Orden, aunque sólo se dedican a labores defensivas. Después también está Aire (amarillo), dedicados a las Artes como la música, la pintura y la escritura; Luna (violeta), dedicados a mantener la Armonía entre todos los habitantes de Ciriol; Sol (naranja), dedicados al estudio de la Naturaleza y la Astronomía; y Lluvia (gris), encargados del Comercio y el Trabajo - arrugó un momento el entrecejo para meditar algo y prosiguió - Y por último está el último nivel, que no tiene color propio. Se trata de los sabios de la Orden que abarcan diéstramente las 7 artes antes mencionadas junto con el Sacerdocio - respiró profundamente, como aliviándose de haber terminado con aquella charla aclaratoria de las funciones de cada noble saber - Y ni qué decir tiene que el aroma que desprende cada una de esas cámaras constituye el de una flor del color correspondiente con el arte que simboliza. El silencio se debe a dos razones: la gente de Ciriol es así, no dada a hablar a gritos, y también porque estas habitaciones están casi siempre vacías. Solamente se reúnen para llegar a acuerdos puntuales y decisiones importantes. Suelen hacer su trabajo en sus propias casas y, cuando se les necesita, los mismos habitantes visitan sus casas. Es su deber no negarse jamás a una petición que abarque su campo.

Por fín llegaron al último nivel de la Torre, después de flanquear la última zona de antorchas de fuego esmeralda. En aquel último tramo, el cual estaba sumido en la más absoluta penumbra, los anfitriones encendieron unos extraños y diminutos candiles de forma ovalada y que resplandecía con una ténue luz blanca. Parecía ser que las llevaban consigo, dentro de la túnica, preparados para prenderlos en el único sitio sin luz de toda la construcción.
Entraron entonces por una abertura sin cortinas y una pequeña habitación se extendió ante ellos, una habitación cubierta de tinieblas, tímidamente vencidas por una hoguera que se alzaba en el centro. Emitía una suave y agradable luz blanquecina y transparente. Nacía de forma espontánea (daba esa sensación), flotando a medio metro sobre el suelo. Alrededor de ella, dispuestos en un círculo casi perfecto, se hallaba un grupo de hombres y mujeres ataviados con los mismos ropajes que los dos individuos que les habían guiado hacia allá: túnicas blancas y cinturón de cuero.
Lúne e Ichiro observaban estupefactos la presencia de un ventanal en el otro extremo de la cámara, un ventanal totalmente oscuro y opaco, como si al otro lado fuera de noche, una noche sin estrellas. Luego centraron sus miradas justo tras la hoguera, cuya transparencia les permitía ver la silueta entera de Kerrion, el anciano de barba blanca y rala que les había dado la bienvenida a Ciriol el día anterior.

-Por favor - el anciano, que parecía oficiar el concilio, les indicó un espacio vacío en el círculo creado alrededor de la hoguera con un ademán de la mano, una mano arrugada pero firme. Su rostro estaba sereno y no reflejaba ninguna emoción.

Se sentaron, entonces, como ellos, entrecruzando las piernas y en silencio, un silencio y una calma que, al cabo de unos pocos minutos, casi consiguieron acabar con la paciencia de Lúne. Cuando ya le estaban invadiendo unas ganas irresistibles de gritar, escuchó el quejumbroso tono de voz del anciano. Contuvo sus pensamientos.

-Bienvenidos al primer Concilio celebrado después de la Segunda Caída - el hombre bebió de un vaso que tenía a su lado para aclararse la garganta y prosiguió, con el mismo aplomo - Antes de nada, aclarar que dos acontecimientos nos han hecho plantear esta histórica reunión: que Elrick, bien conocido aquí y buen amigo, nos pidiera expresamente la convocatoria de dicho Concilio; y una visita inexperada - carraspeó y sonrió de forma enigmática. Lúne e Ichiro se miraron, interrogativos - En Ciriol nunca olvidamos que, hace casi 2500 años, con la ayuda de los Viajeros pudimos escapar de las tinieblas de Espiral.

-En efecto - sentenció una mujer de voz serena y grave - Los feéricos, a pesar de habernos desoído justo antes del Exilio, siempre fueron nuestros hermanos y, en el Retorno, su ayuda fue encomiable. Les debemos además nuestra cultura, nuestra lengua y nuestra forma de vida, en definitiva. Por eso estamos siempre dispuestos a ayudaros, a pesar que la finalidad sea salvaguardar una tierra, Espiral, repleta de humanos envilecidos por la envidia y el afán de poder - hizo una breve mueca despectiva.

Elrick hizo una breve reverencia con la cabeza y paseó su fría y cortante mirada por cada uno de los presentes.

-He viajado durante décadas a lo ancho y largo de Espiral y del Mundo Ordinario - el fornido Viajero frunció el ceño y esbozó una sonrisa sarcástica - Si Espiral está repleto de salvajes, el mundo ordinario lo está de monstruos - clavó su mirada de hielo en los ojos del anciano, pequeños y brillantes, sin aún entreverse expresión alguna en ellos - Comprendo por historia que aquí en Ciriol os importe una mierda el resto de vuestra raza, pero coincidiréis conmigo que esta vez no estamos ante otra enésima guerra contra los Lamat, no estamos ante otro cierre de Portales, ante otra Caída ni ante otra expulsión. Este muchacho, este hombre - se giró hacia Lúne - ha
sido testigo y víctima de cosas tan abominables que removerían la consciencia del más desalmado de los hombres. Esta no es una guerra corriente. Esta guerra nos conscierne, esta vez, a todos. A todos los Mundos.

Un nuevo y espeso silencio se adueñó de la cámara, siendo solamente audible el suave y monótono sonido de viento en movimiento provocado por la hoguera flotante. Otro hombre, situado a la derecha del anciano, fue el encargado de adornar aquella fría habitación con palabras.

-Elrick, agradecemos siempre tu sinceridad. Tus visitas nos colman a todos de alegría y són como un fuerte viento feérico que nos sacude durante unos días. Lo mismo digo del joven Hanuil - su voz era ronca y cálida, aunque algo cansada - Pero tú sabes, como nosotros, que es la primera vez que dejamos a entrar a un humano que no pertenece a la Orden. Ya antes que tú intervinieras en todo ese asunto, estábamos siguiendo los acontecimientos muy de cerca, alrededor de Fortaleza, e investigando lo que ocurría en el seno de la orden de Varmal. Agros nos llamó la atención usando a un joven, a Lúne, como canalizador de su poder. Lo cual aún nos supone un enigma - hizo una pausa y miró de soslayo a un agitado Lúne, que a duras penas podía ya aguantar sin contestar - ¿Cuál era su objetivo? Al principio creímos quien controlaba a los Lamat era Agros. Y, en verdad, su forma de actuar, en general, nos llevaba hacia esa dirección.

-Haz el favor de ir al grano, Kerrion - a Hanuil no le gustaban los misterios a la hora de hablar. Prefería las cosas claras - Si en verdad conocéis algo más que nosotros sobre el orígen de esta maldita guerra, deberíais iluminarnos con vuestra sabiduría sin rodeos. El tiempo apremia.

Habiendo escuchado al joven feérico, un murmullo de desaprobación se extendió entre todos los miembros del consejo.

-Las cosas a su debido tiempo, mi querido Hanuil. Entendemos que tienes un espíritu inquieto y fogoso, pero esas cosas no funcionan así en Ciriol. Habéis venido a por consejo y a por información, así que te pedimos que seas respetuoso con el pueblo que te ha acogido por unos días. Primero debemos conocer algunas cosas, sobretodo de Lúne, que por eso se encuentra hoy aquí entre nosotros.

-Lúne, ¿Serías tan amable de explicarnos qué pasó entre Agros y tú en Fortaleza? - fue esta vez una mujer quien intervino, con una voz suave y calmada - Sentimos preguntarte tan a la ligera, pero es un caso muy extraño el tuyo.

-Lo siento - respondió Lúne, sintiendo en él todas las miradas de los presentes - Pero tengo derecho a no responder a esta pregunta. Solamente diré que Agros me manipuló, pero desconozco las causas. Eso es todo - luego se dirigió a los Viajeros - Y no ayuda que me hayan traído aquí en contra de mi voluntad. Estos dos - señaló a Elrick y Hanuil - han llegado a Espiral creyéndose dueños de ella, cuando no tienen ni idea de lo que están pasando. Yo, en cambio, he perdido a mis seres queridos en una guerra y conseguí huir con unos pocos de ahí. Yo seguiré mi propio camino, y no tengo nada más que decir.

-¿Veis? - Hanuil rió por lo bajo - No sabe nada. Estais perdiendo el tiempo con un don nadie que cree ser el salvador de su Mundo sin haber hecho aún nada. Nosotros le hemos salvado de la muerte y nos lo está pagando con estas palabras. ¿Qué se puede esperar de un humano? Al fín y al cabo, todos són iguales, mirando solamente por sus propios intereses - hizo una pausa y sonrió con sorna, mirando a Lúne con ojos sarcásticos, repletos de burla - Y, encima, manipulable.

Lúne notó como la sangre se le agolpaba en las sienes, como el redoble de un tambor rápido y desesperado en sus golpes. Apretó los puños y le miró con el ceño fruncido y los ojos centelleantes, en silencio.

-¡Oh, y encima se enfada! - Hanuil se rió a carcajadas - ¡Venga ya, si eres un idiota! ¡Tendrías que estar agradecido por estar aquí, y no enseñarme los dientes!

Lúne sintió como la sangre se agolpaba, sin remedio, sobre sus ojos, cegándole por completo y ya no pudo contenerse más.
Se levantó con gran rapidez, se dirigió hacia dónde estaba sentado el feérico y le propinó un brutal puñetazo en la nariz, dejándolo tumbado en el suelo al instante. Hanuil, sorprendido, se palpó la nariz ensangrentada, en medio de las caras desencajadas de todos los presentes y, acto seguido, se levantó y, de una fuerte patada, tiró al suelo al joven humano, y empezó a darle fuertes puñetazos en el abdomen, mientras Lúne trataba de desprenderse del feérico en vano.

-¡Hanuil! ¡Hanuil! - Ichiro se levantó y trató de empujarle hacia atrás, también en vano - ¡Déjale en paz, por favor! - empezó a llorar, desesperada - ¡Elrick! ¡Detenlos! ¡Lo va a matar!

Elrick, antes de que la feérica dijera esto, ya se había levantado y, sin pestañear, agarró a Hanuil por sus rubios cabellos y lo tiró al suelo sin contemplaciones. Luego lo agarró por la camisa y le escupió en la cara. Sus ojos eran aterradores. Daban miedo.

-Lo estabas buscando. ¿Verdad? Querías que Lúne perdiera los estribos - le dió un puñetazo en la nariz, rompiéndosela ya del todo, y Hanuil gritó de dolor - ¡Fuera de mi vista! ¡Fuera del Consejo o te juro que no vas a poder caminar en mucho tiempo! - Hanuil trató de protestar, pero el fuerte feérico le propinó una patada en la barriga que lo dejó doblado sobre sí mismo - ¡He dicho que largo!

El rubio feérico, sin pensarlo dos veces, abandonó el Concilio con una mano tapando su nariz repleta de sangre. Un momento después, Elrick se dirigió a Lúne y a Ichiro.

-Vosotros dos, venid conmigo - luego dirigió su mirada al Consejo - Perdonad, mis nobles señores, creo que por hoy ya está bien - hizo una reverencia - Dejad que hable con ellos antes de expulsarles.

Kerrion aceptó a regañadientes, haciendo un ademán para que se fueran de allí.

Una vez abajo, Elrick agarró a Lúne por la espalda, visíblemente enfadado. A lo lejos, Hanuil se había sentado sobre una roca, de espaldas a ellos, bajo un árbol, con la cara enrojecida y un reguero de sangre cayéndole de la nariz.

-Ichiro, en una hora estaremos de vuelta. Necesito hablar con Lúne a solas.

Ichiro asintió, comprensiva, aunque sus ojos seguían llorosos y llenos de preocupación por el joven humano. Hizo ademán de darle un beso, pero Lúne giró la cara y de sus labios aparecieron unas palabras. Creyó escuchar un leve "Lo siento".

Wednesday, May 6, 2009

La Resistencia. Capítulo 6: El secreto de Nuán


Canto de golondrinas y gaviotas. El océano, las olas rompiendo contra el gigantesco tronco de un árbol. Perfume de flores y su dulce aroma.
A su lado, una piel serena, suave y tibia como una mañana de Mayo.
En un mar de esmeraldas y lapizlászulis: una piedra de azabache; y su corazón alegre, bombeando ante el misterio y su poderosa presencia.

Solamente algo la inquieta: alguien observándola con odio y rencor sobre las ramas más bajas del Gran Árbol que se alza solitario sobre los mares.
Tiene miedo y, de repente, se siente culpable.

Rompe a llorar.

La muchacha, poco a poco, abre sus ojos llorosos, unos ojos que parecen destilar ríos de miel.
Y lo ve a él, unos ojos grises abiertos, preocupados, y unos cabellos negros cayendo en oscuras cascadas sobre sus hombros.
Oh...sólo era un sueño.

Sonríe...

...Y lo único que permanece de aquel sueño es su corazón acelerado y una ciega alegría brotando desde su pecho.

---------------------------

-Me despertó el canto de las golondrinas y, al mirarte, empezaste a llorar y a gritar unos nombres extraños.

Lúne e Ichiro estaban tumbados en la cama de juncos. Después de hablarle, el muchacho le acariciaba una mano, con suavidad.

El azabache, besado por la Luna Negra.

Ella le sonrió y le besó en los labios, haciendo que el semblante del joven enrojeciera con ardor.

-Fueran los nombres que fueran, ahora solamente me importa que estés a mi lado.

El joven humano dibujó un corazón con su dedo índice en los labios de la feérica y la besó, atrayéndola hacia sí.

-Siempre leí en las historias que cuando un humano y un feérico se enamoran, se desencadena el Caos - la miró a los ojos, con una media sonrisa.

-Quizá el Caos solamente se derrote con más Caos.

Los labios de Ichiro se habían abierto con cierta timidez para replicar al joven, sin embargo no había llegado a pronunciar una sola palabra. No, aquella voz provenía de la ventana, y era una voz que ya habían oído antes.
Ambos miraron hacia aquella dirección y entonces, asomado a la ventana, vieron a un sonriente Solfka, sus ojos negros fulgurantes y su piel cetrina brillando al Sol. Desde aquel momento, los rostros de ambos jóvenes se transformaron en dos erupciones volcánicas.

Se separaron, brúscamente.

-¿Qué...qué demonios haces aquí? - fue lo único que los labios temblorosos de Lúne alcanzaron a mascullar.

-Siento interrumpir esta preciosa escena, pero llevo media hora tocando a la puerta sin obtener respuesta. Y claro, ya me había asustado - les guiñó un ojo - No sé si Ichiro te contó, querido Lúne, que esta es mi casa y, por supuesto, ahora es la vuestra - hizo una profunda reverencia - Mis invitados són mi familia.

El miembro de Varmal miró tórbamente a la feérica, la cual se rascaba la nuca sin saber qué decir.

-Oh, ya veo - prosiguió Solfka - se le olvidó decírtelo. Es comprensible - compuso una expresión grave atenuada por una sonrisa algo burlona - Cuando mi hijo te trajo a casa estabas más pálido que un muerto - su semblante se agravó unos momentos - Ahora en serio. Necesito hablar con vosotros largo y tendido. El tema a tratar reviste de una importancia vital. Os espero en la sala principal, parejita de gorrioncitos - sonrió de nuevo, maliciosamente, y desapareció.

Ichiro se incorporó, arrodillándose, y se compuso el pelo tan bien como pudo. Miró a Lúne, avergonzada.

-Lo siento...Ayer pasaron tantas cosas que yo...

El joven negó con la cabeza y suspiró profundamente con los ojos clavados en el suelo. Sus mejillas aún estaban considerablemente enrojecidas y ahora, además, estaba haciendo una mueca bastante cómica, torciendo la boca, como queriendo decir: ¡Menuda paciencia hay que tener!
Ichiro no pudo soportarlo más y, antes de que pudiera decirle nada, le abrazó, estallando en carcajadas.

-Lo siento...jajaja...no debería reirme pero tu cara es tan...¡Jajaja!

Lúne también se vió contagiado por su risa.

-La próxima vez te asesino. Mira que como este hombre sea el cotilla del pueblo y sepan que tu y yo... - se tiró encima de ella y empezó a hacerle cosquillas. Ella se revolvió y también lo tiró al suelo. Entonces, empezaron a rodar, entre grandes carcajadas.

---------------------------

-¿Vino?

-No, gracias.

-¡Oh! Insisto.

Las estilizadas copas con forma de mujer desnuda se llenaron con un licor espeso y oscuro, el cual tenía un fuerte aroma afrutado. Los tres se hallaban sentados ante una mesa de madera tosca, justo ante un enorme ventanal abierto a unas terrazas con olivares que desembocaban desde gran altura hacia la inmensidad del océano. El Sol de la mañana penetraba a través de unas cortinas anaranjadas. En ellas había unos dibujos de hombres y mujeres de piel oscura danzando, pintados de forma muy minimalista.
Alrededor de aquella mesa se alzaban pequeños estantes de madera negra repletos de estatuillas talladas en alabastro, todas de mujeres danzando y tocando instrumentos, todas en diferentes poses. Cada una de ellas, sin embargo, tenían algo en común: en su pequeña frente tenían engarzada una piedrecita, una joya amarilla. Todas en conjunto brillaban por efecto del Sol, el cual se escurría a través del mar, y los olivares, alumbrando la habitación con un color dorado muy intenso.

Lúne dió un sorbo a su copa de vino y notó un calor intenso ascendiendo desde su estómago hacia sus mejillas y, finalmente, hacia sus sienes. Los dos jóvenes alternaban sus alucinadas miradas entre aquellas enigmáticas estatuas y los olivos besados por el mar.
Fue Solfka de nuevo el encargado de romper el agradable silencio engalanado por el canto de las gaviotas, de los mirlos y de las lejanas olas del mar.

-Seguramente os estaréis preguntando cómo es posible que desde aquí podamos ver este paisaje - hizo una pausa y dió un sorbo de su copa, sonriendo con calma - Id a descorrer las cortinas, si queréis averiguarlo.

El miembro de Varmal titubeó ante lo que les pedía aquel hombre, pero Ichiro no se lo había pensado dos veces, como era habitual en ella, y ya estaba descorriendo la cortina con lentitud.

A medida que la cortina se iba echando a un lado, iba apareciendo un callejón empedrado como el que habían visto desde su habitación.

-¡In...increible!

Lúne también se había sorprendido, a tenor de sus ojos extremadamente abiertos.

-De verdad que me sorprende con cuánta creatividad usais la magia en Ciriol - murmuró para sí Lúne, dando otro sorbo a su copa, observando con fascinación como Ichiro volvía a correr la cortina y, de nuevo, los olivares y el océano se dibujaban en ellas.
Ichiro volvió a sentarse en la rústica silla, contemplando aún con admiración la cortina meciéndose con el viento. Aún siendo aquello una ilusión, el perfume marino mezclado con el de las flores que crecían entre los olivos embargaba el pequeño salón.

Solfka sonrió, de nuevo.

-La magia fluye con la realidad. Puedes enmascararla, embellecerla e incluso moldearla. Pero la realidad siempre acaba predominando. La magia - dió un sorbo más de su vaso con forma de musa - es una bendición de la realidad que hay que usar con respeto a su eterno fluir - rió y sacudió la cabeza, como dándose cuenta, de repente, de algo - Perdonad, estos discursitos aburridos prueban que me estoy volviendo viejo.

-Pero la realidad es muy relativa...-susurró Lúne, observando con extrañeza, sus ojos muy abiertos, las estatuas enjoyadas que se arremolinaban a su alrededor - Con la magia se puede cambiar cualquier cosa que se desee. Luego cada uno la usa para hacer el bien, o para hacer el mal.

-En efecto, pero usarla de este modo solamente conlleva a la Destrucción. Y así es como se ha usado desde hace milenios en el resto de Espiral. Ir en contra de la corriente mágica conlleva a la venganza de la realidad subyacente. El bien y el mal...algo tan humano, tan bélico. Y la guerra solamente trae dolor y destierro.

Otro silencio se extendió entre ellos, y Lúne, a pesar de querer contestarle a Solfka que las guerras, por desgracia, eran inevitables y que la raza humana en este sentido estaba condenada, prefirió callar y escuchar las lejanas olas del mar. Ichiro pensaba en las palabras que había pronunciado aquel hombre.
¿La realidad? Jamás había entendido aquel término. En su mundo, al contrario que el humano, no existían las palabras "real" e "imaginario". Las había leído en novelas del Mundo Ordinario, pero jamás había conseguido descifrar su significado. Tampoco comprendía cómo podía separarse la magia en algo concreto, en una sola palabra, ni cómo podía divirse todo en "bueno" y "malo". Si algo le fascinaba de los humanos era la tendencia que tenían en simplificar el mundo que los rodeaba.

Sintiendo que su mente iba a estallar, centró su atención en aquellas bellas estatuas.

-No quisiera ser metomentodo pero...estas estatuas...¿Por qué todas llevan engarzadas una joya dorada en la frente? ¿Y por qué tantas?

Lúne la fulminó con la mirada.

-Siempre igual, Ichiro. Digo yo que Solfka tiene derecho a tener sus secretos - se cruzó de brazos - ¿Y tú por qué llevas siempre estos vestiditos de una sola pieza?

-¡Eh! ¡Oye! ¡A tí qué te importa! - se sulfuró la muchacha, allanándose el vestido y enrojeciendo paulatinamente - ¿Y tú por qué estás siempre con un humor de perros? - añadió, dándole al joven un suave pero firme capón en la cabeza.

-¡Ay! ¡Aparte de metomentodo, bestiaja! - se palpó la cabeza y la pellizcó en un brazo, haciendo que la joven saltara de la silla como un resorte - ¡Así que a los demás sí pero a tí no! ¿Eh? - la observó con una sonrisa irónica mientras Solfka, de repente, estallaba en carcajadas.

-¡Oh, pero si no es ningún secreto, o al menos aquí, en Ciriol! Ichiro, ¿deseas saberlo?

La feérica juntó las palmas de las manos y sonrió, feliz, arrugando la nariz y sus ojos ambar brillantes de emoción, todo ello alternándolo con esporádicas miradas burlescas hacia Lúne.

-¡Oh si, te lo ruego!

-Por supuesto, pero antes... - el hombre se acomodó en la silla y se cruzó de piernas, moviendo con suavidad el contenido de la copa - me tenéis que hacer un pequeño favor.

Lúne miró hacia otro lado y suspiró, encogiéndose de hombros.

-Oh, sí...¡Pídenos lo que quieras! - le apremió ella, ansiosa.

-Bien - Solfka se arqueó hacia ellos - Vamos a ver, mis pequeños gorrioncillos. No hace falta que finjais más, no al menos delante de mí. Ya os vi antes, abrazados, bien apretaditos - sonrió maliciosamente, como cuando les observó desde la ventana - Daros la mano, mis jóvenes amantes.

Los dos jóvenes se miraron un instante y, acto seguido, apartaron la mirada hacia el suelo con sus rostros congestionados por la vergüenza.

-Eh...es que...verás...aquello no era lo que tú te piensas... - comenzó Ichiro.

-No...de hecho solo somos eso: amigos. Fue un momento... - carraspeó Lyr - ...de debilidad.

Solfka volvió a echarse hacia atrás y abrió aún más su sonrisa.

-Es la primera vez que veo a dos amigos besándose en los labios y diciendo cosas como... - imitó la voz cristalina de Ichiro - "Fueran los nombres que fueran, ahora solamente me importa que estés a mi lado...".
Parpadeaba con una pose femenina muy exagerada.

Ichiro se levantó, indignada y sintiendo sus mejillas más calientes que una caldera ardiendo.

-¡Oye, serás mezquino...! ¡Nos estuviste espiando!

Lúne apoyó la mano en su mejilla y suspiró.

-¡Mirad! ¡Ya estoy harto de tanta comedia!

Solfka se levantó de su silla y, agarrando de repente las manos de ambos jóvenes, los juntó a la fuerza y las entrecruzó.

-¡Pero quien te has creído que eres! - exclamó Lúne, con los ojos desorbitantes de rabia y de vergüenza.

-En Ciriol estoy harto de ver gente que esconde sus sentimientos. ¡Dadme un maldito respiro y sed sinceros con lo que sentís! - dió un puñetazo sobre la mesa y los miró repleto de rabia - ¡Demostrad de una jodida vez que os queréis y no os avergonceis por ello! ¡No hay nada más bonito en esta vida que el amor! ¡Hay que estar orgulloso de demostrarlo!

Lúne e Ichiro se miraron y volvieron a clavar sus miradas al suelo, sin saber qué decir, pero no separaron sus manos, más al contrario, acercaron sus sillas y permanecieron juntos ante la inquisitiva mirada de aquel excéntrico hombre. El amor...aquel término -pensó Ichiro- ¿Cómo podía resumirse todo lo que significaba eso en una sola palabra? Sin embargo, el escucharla hacía que se le erizara la piel. Miró un momento a Lúne y le sonrió. El muchacho le devolvió la sonrisa, acariciándole la palma de la mano con los dedos.

-¡Bien! ¡Bien! ¡Así me gusta! Habéis cumplido el trato, ahora me toca a mí contaros todo lo concerniente a las estatuas. ¿Os habéis creído que me he enfadado? - Solfka entrecruzó los dedos de ambas manos sobre la mesa y sonrió de forma radiante.

-Pues sí, no te negaré que tu actitud fue grosera y maleducada - espetó Lúne con una media sonrisa - Pero bien, en parte tienes razón. No tenemos nada que esconder, al contrario.

-Yo la verdad es que sí tenía ganas de...demostrarlo un poco - admitió Ichiro, mientras le acariciaba la mejilla a Lúne con el reverso de su mano libre - pero es que todo fue muy confuso y Lúne es un poco...seco.

El muchacho volvió a fruncir el ceño, rehuyendo la mirada de todos, y Solfka, de nuevo, estalló en carcajadas, aquella vez muy ruidosas y alegres.

-Al escuchar estas cosas, me encantaría volver a ser joven y fogoso como vosotros. Pero los años pasan y debemos aceptarlos como el ciclo de la vida - ladeó la cabeza y observó las estatuas, analizándolas, como si no fueran suyas - Bien, esas estatuas...Es curioso, hacía tiempo que no reparaba en ellas de esta forma. Es increible cómo, con la costumbre, cosas que antes para tí eran extraordinarias, terminan formando parte de tí mismo y de todo lo que te rodea. Se trata de la rutina, al fín y al cabo - entrecerró los ojos y arrugó la frente como si estuviera recordando algo - En Ciriol cada casa le rinde culto no a una deidad, como sí hacen la mayoría de humanos, sino a unos espíritus que están relacionados con las emociones y nuestra forma de ser. Cuando cumplimos los 8 años pasamos por un ritual bastante complejo en el bosque de Róleac, y allí terminamos por descubrir de qué color vemos el mundo, y qué símbolos se relacionan con nuestra alma. Yo, por ejemplo, en mi ritual soñé en una muchacha desnuda que tocaba el laud a la orilla del mar. Llevaba una diadema con una piedra de oro engarzada - hizo una pausa y terminó de beber lo que quedaba de vino de su copa - Al ponerse el Sol, aquella doncella se ponía a danzar. Aún recuerdo que estuve años, muchos años enamorado de ella, cosa no muy recomendable, pues en este sueño nos vemos a nosotros mismos, y no a otro ser distinto - sonrió de forma melancólica y prosiguió - Entonces, a partir de este sueño inducido, tú mismo moldeas tu propia magia a partir de los sentimientos que te provocó aquella visión.
Así que, resumiéndolo todo, en Ciriol cada persona rinde culto a un espíritu diferente y cada uno tiene su propia forma de ver la magia. Es difícil de entender para alguien externo, pero esa es la forma más sencilla que tengo de explicarlo.

-¿Y esas estatuas las hiciste tú mismo? - Ichiro ni siquiera parpadeaba escuchando aquella historia que le parecía todo un cuento de hadas, aunque suene paradójico decirlo.

-Por supuesto, esas estatuas las moldeé y las creé todas en el mismo bosque que os dije, justo al llegar a la mayoría de edad. Pero no os he traído aquí para hablaros de las tradiciones de Ciriol, precisamente - el rostro de Solfka cambió de expresión y, de un bolsillo, sacó un cajoncito de madera y lo colocó sobre la mesa. Lúne le obsevó con detenimiento, ambas cejas alzadas: aquella historia no parecía real, parecía de cuento de hadas, feérica y, sin embargo...veía a Ichiro igual o más sorprendida que él - Os he traído aquí para hablar de un conocido tuyo, Lúne. Concretamente, de Nuán.

El muchacho de Varmal, por enésima vez, observó a Solfka con los ojos como platos.

-¿De Nuán? - frunció el ceño, descolocado - ¿Y tú de qué conoces a Nuán?

El hombre abrió la cajita que había depositado sobre la mesita y agarró de ella una pipa larga y tosca. Luego cogió una bolsita rellena de una substancia blanquecina y depositó un montoncito en la estrecha boquilla de la pipa, en silencio. Con un simple chasquido de los dedos la encendió y, a la primera bocanada, Lúne percibió un penetrante olor a Líquido de Cristal Ancestral.

-En el resto de Espiral os lo bebéis, aquí se fuma - espetó, con una sonrisa divertida en los labios. Alzó los ojos hacia el techo, pensativo - Nuán, ¿eh? Leíste aquel libro, lo sé. Ichiro también conoce la historia - dió otra calada a la pipa y un humo azulado se extendió por toda la sala.

-¿Acaso nos espiaste? Algo me decía que no eres de fiar, y ahora sé que estaba en lo cierto - el muchacho lo miró con una mirada algo desconfiada, pero Solfka se la mantuvo, sereno.

-Este libro lo conozco desde antes que tú nacieras, Lúne. Yo mismo lo introduje en el barco con el que vinisteis, la noche antes que partiera hacia el puerto de Firya, en vuestra búsqueda.

-¿Y qué tengo que ver yo con todo esto? - el joven se estaba poniendo nervioso y se rizaba los cabellos con rapidez, tratando de averiguar qué intenciones se escondían en la profundidad oscura y brillante de los ojos del hombre.

-Pocos libros de Espiral entran en Ciriol a través del puerto de Firya, muy pocos. Más que nada porque no está permitido - compuso una sonrisa irónica - La educación en Ciriol se compone de estudios compartidos en Firya y en la Morada de la Orden, o sea, la ciudad de Ciriol. En mis últimos años de estudio en Firya me leí este libro, el cual estaba escondido en lo más alto de un viejo estante, y me pareció tan interesante que me lo llevé a la Morada a escondidas, saltándome todos los controles mágicos - se encogió de hombros y sus ojos brillaron con más intensidad.

-Y entonces fuiste tan generoso - Lúne pronunció esta última palabra con énfasis muy sarcástico - que quisiste compartir una de tus lecturas favoritas con nosotros. ¡Gracias, de verdad!

Ichiro le dió un codazo al joven y lo miró con enfado.

-¿Por qué desconfías tanto? ¿No podríais al menos escuchar lo que nos quiere decir?

Lúne suspiró y mantuvo silencio, entornando los ojos.

-No lo culpes, Ichiro. Al fín y al cabo soy un desconocido. Lúne proviene de una guerra dónde ha perdido seres queridos y en Espiral, querida, la traición es casi una religión. Lúne tiene algo que lo hace distinto y no es magia, inteligencia ni nada extraordinario. Va más allá de todo esto y no sabría decirte qué es - luego dirigió su mirada hacia Ichiro - Lo mismo sucede contigo. Una jovencita e inocente feérica que, un buen día, huye de su bello mundo y se lanza de cabeza hacia un mundo destrozado por la guerra.

Otro silencio se extendió por la sala, pero un silencio tenso, espeso. Lyr e Ichiro se miraban extrañados.

-¿Como es que tengo la sensación de que lo sabes todo sobre nosotros? - preguntó una temblorosa Ichiro, apretándose con fuerza hacia el cuerpo de Lúne.

-Esto tiene un sencilla explicación: soy miembro del consejo de Ciriol y ahí se ha hablado mucho, últimamente, de Espiral, algo que no es muy frecuente que digamos. Se habla de la guerra, de Agros, de los Lamat, de Lúne, de los Viajeros...Algo me dice que esta guerra no es como las demás - dió otra calada a su pipa oteando el horizonte oceánico, como si quisiera traspasarlo con la mirada - Mañana os van a convocar en el Concilio, os aconsejarán y os advertirán sobre muchas cosas...

-¡¿En un Concilio?! - le interrumpió Lúne, alzando la voz, indignado - No quiero volver a ser la comparsa de nadie, nunca más. Nos aconsejará gente que jamás ha salido de su burbuja mágica, sabios que teorizan sobre lo que no han visto ni vivido. ¿Verdad? ¡Ya lo veo venir!

-Yo en esto estoy de acuerdo con Lúne - añadió Ichiro, abrazándolo por la espalda - Él tiene derecho a elegir su camino, todos lo tenemos. Yo tampoco dejaría que decidieran por mí...

Solfka prorrumpió en una carcajada y arqueó su cuerpo hacia ellos.

-Mirad - alzó los brazos, como queriendo abarcar toda la sala entera - Esta casa tiene un escudo mágico impenetrable. Mi magia tiene muchos defectos, pero es perfecta para este tipo de encantamientos. Lo que os voy a decir ahora va en contra de las normas del Consejo - se acercó más a ellos y su rostró se agravó considerablemente - en el Concilio van a hacerte una especie de Rito, Lúne, para averiguar por qué Agros te utilizó para sus designios, para saber quien eres y qué poder oculto escondes. Luego planean enviar a Lúne a Firya para que esté a salvo, en un colegio de allá.

-¿A salvo de quien? - Lúne se levantó, desafiante, apretando los puños.

-A salvo de la Orden de Wail.

-¿Y para qué me querría la Orden de Wail? - preguntó, cansado de ser siempre el centro de todas las contiendas.

-Según el Consejo, la Orden de Wail tiene a un archimago escondido en las sombras, que es realmente quien controla toda Espiral y, de paso, también a los Lamat. Incluso se rumorea que pudiera ser alguien con sangre feérica. ¿Las causas del secuestro? Hacer lo mismo que hizo Agros con Lúne: manipularlo. Aún así, las sondas mágicas enviadas hacia la Órden de Wail no són lo suficientemente fiables como para llegar a ninguna conclusión. Y, por eso, os enviarán a los Viajeros para que os infiltréis en la Órden para así averiguar las intenciones de su jefe en la sombra.

-¡Yo no quiero ser enviada por nadie! - estalló la feérica, con el rostro congestionado por la rabia.

-Y yo estoy aquí para impedirlo - Solfka entrecruzó sus manos bajo la barbilla - Id a hablar con Nuán, eso es todo. Yo no os diré lo que tenéis que hacer, no os daré consejos ni advertencias, para eso están los otros, pero sí es posible que tras las montañas de Ilmaren encontréis la respuesta a muchas preguntas. Sé que Nuán conoce muchas más cosas que las que cuenta en su viejo libro.

Lúne estuvo observando largo rato la expresión serena y despreocupada del hombre encargado del Almacén de Ciriol. Él, al notar que no dejaba de mirarle, le devolvió la mirada sonriendo con elegancia. Los ojos del chico normalmente fríos y de expresión ausente brillaban ahora como si albergaran un fuego interior. Ichiro tenía ganas de llorar. Todo aquello le confundía, le llenaba de dudas, de miedo y de incertidumbre. ¡No! ¡Ahora ya no quería separarse de él! ¡Nadie le obligaría a irse con el resto, por muy Viajera que fuera! Los Viajeros no obedecían las órdenes de nadie, eran libres como el viento.

Por fín Lúne habló, y sus palabras la rescataron de su naufragio interior.

-No soy un hombre de primeras impresiones, Solfka, y creo que eso ya lo sabes. Pero... - ladeó la cabeza y, por primera vez desde que entraran en el pequeño salón, sonrió con dulzura - me equivoqué y caí en el error que más odio en este Mundo: prejuzgar a alguien. Algo me dice que tienes buenas intenciones y todos estos riesgos que te estás tomando para ayudarnos... - le tendió una mano, abriendo su sonrisa - Gracias por todo, Solfka. Tendré en cuenta tus palabras.

El hombre suspiró, más relajado.

-Sois más interesantes y especiales de lo que creía. Yo ya cometí el error de no ser valiente y de no saber seguir mi camino. Me niego que esto suceda con vosotros - dió una manotada sobre la mesa y, acto seguido, les tendió a ambos la larga pipa que estaba fumando - En señal de mi amistad, compartamos esta pipa.

Los dos jóvenes le dieron unas caladas a la pipa, sonrieron, satisfechos y, finalmente, se besaron.

Las dudas, la incertidumbre y los miedos dentro de Ichiro desaparecieron, como la marea que vuelve a reflotar una barca encallada en la arena.