Tuesday, May 19, 2009

La Resistencia. Capítulo 7. El Concilio. Primera parte.

-¡Anda, mira! ¡Ahí vienen estos dos! - exclamó Hanuil con una sonrisa burlesca dibujada en sus labios - ¡Ja, ja, Elrick, se dan la mano! ¡Mis sospechas eran ciertas entonces! Ya sé lo que estuvieron haciendo anoche... - se abrazó a él mismo y gimió - Ahhh...el fulgor de la juventud...

Elrick arrugó la frente.

-Esto no es de tu incumbencia. Además, mira quien fue a hablar, el que casi consigue que nos expulsen de Folmëndal por un lío de faldas - gruñó saludando a la joven pareja con un frío ademán de la cabeza. Hanuil, que tenía previsto bromear con aquel asunto ante Ichiro y Lúne, se mantuvo en silencio y miró hacia otro lado. Elrick era el único ser de los Tres Mundos capaz de producir aquel efecto en él.

-¡Hola chicos! - espetó una Ichiro radiante, con un vestidito color magenta con tirantes iluminado por el Sol crepuscular, cuya luz parecía bailar con las sombras que proyectaban los gigantescos árboles que rodeaban el Palacio.

El Palacio trataba de un complejo circular de grandes dimensiones. Éste se extendía a lo largo de un inmenso claro abierto en el bosque situado en el centro de Ciriol. Era blanco como el marfil y alto, comprendiendo unas escaleras que llevaban a diferentes niveles separados unos de otros, cada uno de ellos coronado por una terraza repleta de flores de distintos colores. Una tenía flores rojas, otra azules, la de más arriba violetas...
Los pequeños edificios que conformaban el complejo estaban unidos solamente por un altísimo techo ondulado que recordaba a las olas del mar. En el centro del complejo se hallaba una gruesa torre que se alzaba, majestuosa, sobre todos los edificios circundantes, poblada de ventanas también de diferentes colores cada una. La última ventana, la que estaba situada más alta, era transparente y brillaba con el color rojo intenso del Sol poniente.

Para acceder al interior y poder así llegar a la Torre había que cruzar una gran puerta situada a ras de suelo pintada con exquisitos dibujos de delfines y ballenas.
Los Viajeros y Lúne se hallaban justo ante ella esperando que, a la hora que se había convenido, la abrieran desde dentro. Desde las terrazas se escuchaban, apagados, una suerte de salmos y coros, apenas audibles. De hecho, se escuchaban mejor los lejanos trinos de las aves que se apresuraban para encontrar refugio en los árboles y así pasar la noche.
Lúne jamás había visto un Palacio tan extraño en toda su vida. Sus ojos se paseaban desde las escaleras hasta las terrazas situadas en cada uno de aquellos diminutos edificios que parecían "colgar" uno sobre otro formando una especie de puzzle, hasta que la armónica disposición del techo ondulado le hacía tener una extraña sensación de paz algo convulsa, desterrando cualquier otro pensamiento sombrío que hubiera albergado antes.

Creía que solamente en el Mundo Feérico podían observarse maravillas como aquella.

-¿Por qué deben tener tantas terrazas? - preguntó Ichiro, también fascinada por aquella compleja construcción.

-Digamos que cada uno de estos pequeños edificios, cada nivel del complejo, tiene una personalidad distinta, encarnada por una ciencia en concreto - susurró Hanuil, respirando con una sonrisa alegre y calmada el viento perfumado de las flores y de los árboles que habían dejado atrás y ahora les rodeaban - Aquí estudian todos los niños de la Orden. Por ejemplo - señaló con la palma de la mano extendida - aquella terraza con flores rojas y violetas es la destinada a los muchachos y muchachas a los que se les ha revelado su propia magia durante el Rito de Iniciación. Ahí aprenden a perfeccionarla mediante meditación y concentración.

Ichiro asintió, boquiabierta y apretando con fuerza la mano de Lúne.

Justo cuando Hanuil había terminado de hablar, las compuertas se abrieron con lentitud, coincidiendo con que los contornos de los dibujos de delfines y ballenas se iluminaban con una cegadora luz roja. Un rayo de aquel Sol moribundo impactaba directamente en la puerta, para luego revelar el oscuro pasillo que se internaba hacia el centro del Palacio.
El pasadizo, de una roca tan blanca como las paredes exteriores del edificio, desembocaba en un enorme patio con losas negras como el azabache, las cuales contrastaban con el resto del Palacio. Rodeando aquel patio, a diferentes alturas (7, en concreto), se alzaban unos pasillos descubiertos que se interconectaban mediante unas escaleras de caracol blancas. A lo largo de los pasillos, se abrían decenas de puertas, cada una con dibujos distintos que desde ahí no podían apreciar. Sin duda, cada uno de aquellos pasillos conectaba con cada uno de aquellos edificios que habían visto desde el exterior, pero desde aquel patio daba la sensación que solamente se trataba de uno solo, rodeando con forma circular a la torre. Parecía algo hecho con magia.
De hecho, ante ellos, imponente, se alzaba la enorme torre cuyas ventanas proyectaban sus diversos colores sobre el resto del Complejo, como un arco iris disperso. Era una visión increible. La presencia de tantas escaleras de caracol a lo largo de todo el interior del Complejo, hacía pensar en una blanca y redondeada cabellera repleta de rizos del mismo color.

En el centro del patio se hallaba un estanque rodeado de grandes piedras redondas, en medio del cual pasaba por encima un pequeño puente también del color de la perla. Sobre él y recostados contra las barandas, de pie, un hombre y una mujer observaban a los visitantes con una seriedad y un silencio casi solemnes. Iban ataviados con túnicas blancas y un cinturón de cuero.

Una vez los tuvieron cerca, ya sobre el puente, les sonrieron con modestia.

-Bienvenidos al Palacio de Ciriol, humildes viajeros. Esta es vuestra Casa - dijeron ambos a la vez con voz aterciopelada, como si fuera una frase estudiada - Por favor... - añadieron, haciéndoles ademán de seguirles hacia una abertura que se internaba dentro de la Torre, sin puertas.

Y eso hicieron.

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Empezaron a subir lentamente por las empinadas y estrechas escaleras que trepaban por el interior del enorme edificio, rodeándolo por dentro de forma circular. Lúne e Ichiro no podían disimular el estupor y la fascinación que les provocaba el hecho que cada uno de los tramos que llevaba a un nivel concreto de la torre estuviera poblado por antorchas de un color diferente cada vez. Supieron en seguida que aquel era el mismo color que tenían las ventanas exteriores y esto fue confirmado cuando, en el primer nivel cuya ventana era azulada, se encontraron con una cortina azul que se movía por una suave brisa. En ella estaba escrito en negro un extraño símbolo y desde dentro de la habitación un humo casi invisible flotaba con un agradable perfume de alguna flor.
Y, efectivamente, cada tramo de escaleras y cada nivel de la Torre estaba encarnado con un color distinto, un símbolo distinto y también con un perfume de diferente aroma.

-Esto es una maravilla... - susurró Ichiro la cual, a pesar de tratar de hacer sonar su voz lo más floja posible, no pudo evitar que resonara como un grito en medio de aquel casi sagrado silencio que reinaba en el edificio. Su rostro enrojeció y Hanuil, observando aquella reacción, sonrió de forma algo burlesca.

-Cada uno de estos niveles, con permiso de nuestros dos anfitriones y guías - el joven feérico hizo una leve reverencia hacia los dos individuos que les precedían - está reservado a cada uno de los nobles saberes de Ciriol, pero estos ya no són estudiantes como en el Complejo. Estos ejercen. Los nobles saberes són 7, el orden no tiene nada que ver, pues todas tienen la misma importancia: Agua (azul), que comprende la marinería y los conocimientos relacionados con el mar; Tierra (verde), que comprende el estudio de la medicina y la herbolaria - hizo una pausa, divirtiéndose por el eco engrandecido que provocaban sus palabras mientras ascendían envueltos por antorchas de luz carmesí. Prosiguió con su explicación, haciéndose una coleta de su cabellera rubia - Los que se convierten en especialistas del saber del Fuego (rojo), se dedican a la magia de Resistencia para Ciriol. Se diría que es el "ejército" de la Orden, aunque sólo se dedican a labores defensivas. Después también está Aire (amarillo), dedicados a las Artes como la música, la pintura y la escritura; Luna (violeta), dedicados a mantener la Armonía entre todos los habitantes de Ciriol; Sol (naranja), dedicados al estudio de la Naturaleza y la Astronomía; y Lluvia (gris), encargados del Comercio y el Trabajo - arrugó un momento el entrecejo para meditar algo y prosiguió - Y por último está el último nivel, que no tiene color propio. Se trata de los sabios de la Orden que abarcan diéstramente las 7 artes antes mencionadas junto con el Sacerdocio - respiró profundamente, como aliviándose de haber terminado con aquella charla aclaratoria de las funciones de cada noble saber - Y ni qué decir tiene que el aroma que desprende cada una de esas cámaras constituye el de una flor del color correspondiente con el arte que simboliza. El silencio se debe a dos razones: la gente de Ciriol es así, no dada a hablar a gritos, y también porque estas habitaciones están casi siempre vacías. Solamente se reúnen para llegar a acuerdos puntuales y decisiones importantes. Suelen hacer su trabajo en sus propias casas y, cuando se les necesita, los mismos habitantes visitan sus casas. Es su deber no negarse jamás a una petición que abarque su campo.

Por fín llegaron al último nivel de la Torre, después de flanquear la última zona de antorchas de fuego esmeralda. En aquel último tramo, el cual estaba sumido en la más absoluta penumbra, los anfitriones encendieron unos extraños y diminutos candiles de forma ovalada y que resplandecía con una ténue luz blanca. Parecía ser que las llevaban consigo, dentro de la túnica, preparados para prenderlos en el único sitio sin luz de toda la construcción.
Entraron entonces por una abertura sin cortinas y una pequeña habitación se extendió ante ellos, una habitación cubierta de tinieblas, tímidamente vencidas por una hoguera que se alzaba en el centro. Emitía una suave y agradable luz blanquecina y transparente. Nacía de forma espontánea (daba esa sensación), flotando a medio metro sobre el suelo. Alrededor de ella, dispuestos en un círculo casi perfecto, se hallaba un grupo de hombres y mujeres ataviados con los mismos ropajes que los dos individuos que les habían guiado hacia allá: túnicas blancas y cinturón de cuero.
Lúne e Ichiro observaban estupefactos la presencia de un ventanal en el otro extremo de la cámara, un ventanal totalmente oscuro y opaco, como si al otro lado fuera de noche, una noche sin estrellas. Luego centraron sus miradas justo tras la hoguera, cuya transparencia les permitía ver la silueta entera de Kerrion, el anciano de barba blanca y rala que les había dado la bienvenida a Ciriol el día anterior.

-Por favor - el anciano, que parecía oficiar el concilio, les indicó un espacio vacío en el círculo creado alrededor de la hoguera con un ademán de la mano, una mano arrugada pero firme. Su rostro estaba sereno y no reflejaba ninguna emoción.

Se sentaron, entonces, como ellos, entrecruzando las piernas y en silencio, un silencio y una calma que, al cabo de unos pocos minutos, casi consiguieron acabar con la paciencia de Lúne. Cuando ya le estaban invadiendo unas ganas irresistibles de gritar, escuchó el quejumbroso tono de voz del anciano. Contuvo sus pensamientos.

-Bienvenidos al primer Concilio celebrado después de la Segunda Caída - el hombre bebió de un vaso que tenía a su lado para aclararse la garganta y prosiguió, con el mismo aplomo - Antes de nada, aclarar que dos acontecimientos nos han hecho plantear esta histórica reunión: que Elrick, bien conocido aquí y buen amigo, nos pidiera expresamente la convocatoria de dicho Concilio; y una visita inexperada - carraspeó y sonrió de forma enigmática. Lúne e Ichiro se miraron, interrogativos - En Ciriol nunca olvidamos que, hace casi 2500 años, con la ayuda de los Viajeros pudimos escapar de las tinieblas de Espiral.

-En efecto - sentenció una mujer de voz serena y grave - Los feéricos, a pesar de habernos desoído justo antes del Exilio, siempre fueron nuestros hermanos y, en el Retorno, su ayuda fue encomiable. Les debemos además nuestra cultura, nuestra lengua y nuestra forma de vida, en definitiva. Por eso estamos siempre dispuestos a ayudaros, a pesar que la finalidad sea salvaguardar una tierra, Espiral, repleta de humanos envilecidos por la envidia y el afán de poder - hizo una breve mueca despectiva.

Elrick hizo una breve reverencia con la cabeza y paseó su fría y cortante mirada por cada uno de los presentes.

-He viajado durante décadas a lo ancho y largo de Espiral y del Mundo Ordinario - el fornido Viajero frunció el ceño y esbozó una sonrisa sarcástica - Si Espiral está repleto de salvajes, el mundo ordinario lo está de monstruos - clavó su mirada de hielo en los ojos del anciano, pequeños y brillantes, sin aún entreverse expresión alguna en ellos - Comprendo por historia que aquí en Ciriol os importe una mierda el resto de vuestra raza, pero coincidiréis conmigo que esta vez no estamos ante otra enésima guerra contra los Lamat, no estamos ante otro cierre de Portales, ante otra Caída ni ante otra expulsión. Este muchacho, este hombre - se giró hacia Lúne - ha
sido testigo y víctima de cosas tan abominables que removerían la consciencia del más desalmado de los hombres. Esta no es una guerra corriente. Esta guerra nos conscierne, esta vez, a todos. A todos los Mundos.

Un nuevo y espeso silencio se adueñó de la cámara, siendo solamente audible el suave y monótono sonido de viento en movimiento provocado por la hoguera flotante. Otro hombre, situado a la derecha del anciano, fue el encargado de adornar aquella fría habitación con palabras.

-Elrick, agradecemos siempre tu sinceridad. Tus visitas nos colman a todos de alegría y són como un fuerte viento feérico que nos sacude durante unos días. Lo mismo digo del joven Hanuil - su voz era ronca y cálida, aunque algo cansada - Pero tú sabes, como nosotros, que es la primera vez que dejamos a entrar a un humano que no pertenece a la Orden. Ya antes que tú intervinieras en todo ese asunto, estábamos siguiendo los acontecimientos muy de cerca, alrededor de Fortaleza, e investigando lo que ocurría en el seno de la orden de Varmal. Agros nos llamó la atención usando a un joven, a Lúne, como canalizador de su poder. Lo cual aún nos supone un enigma - hizo una pausa y miró de soslayo a un agitado Lúne, que a duras penas podía ya aguantar sin contestar - ¿Cuál era su objetivo? Al principio creímos quien controlaba a los Lamat era Agros. Y, en verdad, su forma de actuar, en general, nos llevaba hacia esa dirección.

-Haz el favor de ir al grano, Kerrion - a Hanuil no le gustaban los misterios a la hora de hablar. Prefería las cosas claras - Si en verdad conocéis algo más que nosotros sobre el orígen de esta maldita guerra, deberíais iluminarnos con vuestra sabiduría sin rodeos. El tiempo apremia.

Habiendo escuchado al joven feérico, un murmullo de desaprobación se extendió entre todos los miembros del consejo.

-Las cosas a su debido tiempo, mi querido Hanuil. Entendemos que tienes un espíritu inquieto y fogoso, pero esas cosas no funcionan así en Ciriol. Habéis venido a por consejo y a por información, así que te pedimos que seas respetuoso con el pueblo que te ha acogido por unos días. Primero debemos conocer algunas cosas, sobretodo de Lúne, que por eso se encuentra hoy aquí entre nosotros.

-Lúne, ¿Serías tan amable de explicarnos qué pasó entre Agros y tú en Fortaleza? - fue esta vez una mujer quien intervino, con una voz suave y calmada - Sentimos preguntarte tan a la ligera, pero es un caso muy extraño el tuyo.

-Lo siento - respondió Lúne, sintiendo en él todas las miradas de los presentes - Pero tengo derecho a no responder a esta pregunta. Solamente diré que Agros me manipuló, pero desconozco las causas. Eso es todo - luego se dirigió a los Viajeros - Y no ayuda que me hayan traído aquí en contra de mi voluntad. Estos dos - señaló a Elrick y Hanuil - han llegado a Espiral creyéndose dueños de ella, cuando no tienen ni idea de lo que están pasando. Yo, en cambio, he perdido a mis seres queridos en una guerra y conseguí huir con unos pocos de ahí. Yo seguiré mi propio camino, y no tengo nada más que decir.

-¿Veis? - Hanuil rió por lo bajo - No sabe nada. Estais perdiendo el tiempo con un don nadie que cree ser el salvador de su Mundo sin haber hecho aún nada. Nosotros le hemos salvado de la muerte y nos lo está pagando con estas palabras. ¿Qué se puede esperar de un humano? Al fín y al cabo, todos són iguales, mirando solamente por sus propios intereses - hizo una pausa y sonrió con sorna, mirando a Lúne con ojos sarcásticos, repletos de burla - Y, encima, manipulable.

Lúne notó como la sangre se le agolpaba en las sienes, como el redoble de un tambor rápido y desesperado en sus golpes. Apretó los puños y le miró con el ceño fruncido y los ojos centelleantes, en silencio.

-¡Oh, y encima se enfada! - Hanuil se rió a carcajadas - ¡Venga ya, si eres un idiota! ¡Tendrías que estar agradecido por estar aquí, y no enseñarme los dientes!

Lúne sintió como la sangre se agolpaba, sin remedio, sobre sus ojos, cegándole por completo y ya no pudo contenerse más.
Se levantó con gran rapidez, se dirigió hacia dónde estaba sentado el feérico y le propinó un brutal puñetazo en la nariz, dejándolo tumbado en el suelo al instante. Hanuil, sorprendido, se palpó la nariz ensangrentada, en medio de las caras desencajadas de todos los presentes y, acto seguido, se levantó y, de una fuerte patada, tiró al suelo al joven humano, y empezó a darle fuertes puñetazos en el abdomen, mientras Lúne trataba de desprenderse del feérico en vano.

-¡Hanuil! ¡Hanuil! - Ichiro se levantó y trató de empujarle hacia atrás, también en vano - ¡Déjale en paz, por favor! - empezó a llorar, desesperada - ¡Elrick! ¡Detenlos! ¡Lo va a matar!

Elrick, antes de que la feérica dijera esto, ya se había levantado y, sin pestañear, agarró a Hanuil por sus rubios cabellos y lo tiró al suelo sin contemplaciones. Luego lo agarró por la camisa y le escupió en la cara. Sus ojos eran aterradores. Daban miedo.

-Lo estabas buscando. ¿Verdad? Querías que Lúne perdiera los estribos - le dió un puñetazo en la nariz, rompiéndosela ya del todo, y Hanuil gritó de dolor - ¡Fuera de mi vista! ¡Fuera del Consejo o te juro que no vas a poder caminar en mucho tiempo! - Hanuil trató de protestar, pero el fuerte feérico le propinó una patada en la barriga que lo dejó doblado sobre sí mismo - ¡He dicho que largo!

El rubio feérico, sin pensarlo dos veces, abandonó el Concilio con una mano tapando su nariz repleta de sangre. Un momento después, Elrick se dirigió a Lúne y a Ichiro.

-Vosotros dos, venid conmigo - luego dirigió su mirada al Consejo - Perdonad, mis nobles señores, creo que por hoy ya está bien - hizo una reverencia - Dejad que hable con ellos antes de expulsarles.

Kerrion aceptó a regañadientes, haciendo un ademán para que se fueran de allí.

Una vez abajo, Elrick agarró a Lúne por la espalda, visíblemente enfadado. A lo lejos, Hanuil se había sentado sobre una roca, de espaldas a ellos, bajo un árbol, con la cara enrojecida y un reguero de sangre cayéndole de la nariz.

-Ichiro, en una hora estaremos de vuelta. Necesito hablar con Lúne a solas.

Ichiro asintió, comprensiva, aunque sus ojos seguían llorosos y llenos de preocupación por el joven humano. Hizo ademán de darle un beso, pero Lúne giró la cara y de sus labios aparecieron unas palabras. Creyó escuchar un leve "Lo siento".

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