Saturday, August 29, 2009

Capítulo 8: Lluvia.

-Elrick - murmuró Lyr con el ceño fruncido - ¿Por qué has decidido aplazar el Concilio para mañana? Ya sé que al final todo...

-Hoy ya habéis hecho el ridículo suficiente. No se os ha expulsado porque me conocen y me consideran casi como uno de ellos. Sinó, ya estaríais de vuelta en un barco - contestó el enorme feérico, con frialdad.

Estaban los dos en una barca, sobre el pequeño lago situado en el gran jardín de Ciriol. Desde ahí, entre los árboles, se podían entrever, ya casi en las tinieblas de la noche, teñidas de un ténue rojo, las terrazas del Palacio. Elrick remaba con tranquilidad.

-Hanuil no debería haber dicho estas cosas de mí - protestó el joven humano, observando cómo unos individuos vestidos con togas blancas se paseaban, en grupo, por las orillas del lago - Siento que mi reacción fuera desproporcionada, pero parece haberlo hecho aposta.

-Ya he hablado con Hanuil, no te preocupes - Elrick le miró de reojo y esbozó una sonrisa a medias - No sabía que tuvieras tan mal genio. En estos tiempos, uno debe saber contenerse. Sé que a veces resulta casi imposible, pero ahí radica la diferencia entre ganar o perder. Y quien pierde los nervios, tiene las de perder.

El oscuro cielo estaba totalmente encapotado y un trueno resonó, lejano, más allá de aquel valle. Al principio fueron unas pocas gotas las que cayeron sobre los dos, pero al cabo de poco tiempo, se había desatado una fina y desagradable lluvia. Resonaron más truenos y los rayos empezaron a hacerse visibles, muy lejanos aún.

-Llevaba mucho tiempo sin perder los nervios, aguantando - respondió Lúne, apretujándose contra una esquina de la barca y haciendo una mueca de estar molesto por aquella repentina lluvia - Os agradezco que me salvarais la vida aquel día - añadió, sonriendo levemente - pero hasta ahora me habéis arrastrado dónde habéis querido. Y yo ya estoy harto de esto. No voy a consentir que sigais tratándome, tanto vosotros como ellos, como un simple objeto.

Elrick, una vez se encontraron en el centro del lago, alzó los remos y los introdujo en la barca, a un lado. Estaban ambos repletos de algas de color rojizo. El feérico se sentó junto al joven y suspiró, aliviado. Le encantaba la lluvia y como limpiaba y regeneraba el mundo que los rodeaba. En el mundo feérico también era así, aunque allí no había tantas cosas que regenerar.

-Hace ya muchísimos años, en mi Mundo... - sus ojos negros destilaban algo de melancolía. Hizo una pausa para rascarse su cabeza calva y tatuada y prosiguió - Cuando era pequeño fui siempre diferente a los demás. Pero no por ser más inteligente o más despierto. Simplemente, el mundo se me hacía pequeño en el pueblo dónde vivía. Sentía fascinación por los humanos, y tenía mucha curiosidad por conocerles en persona. En aquel tiempo ya prácticamente no quedaban Portales, pero existían algunos más que ahora. Junto a mi pueblo permanecía abierto uno de ellos, pero raras veces nadie lo cruzaba excepto... - miró al humano, como esperando que respondiera por él.

-Los Viajeros - murmuró el joven, que ahora tenía todos sus largos cabellos negros empapados y pegados en la espalda y las mejillas.

-Exacto. Y yo decidí convertirme en uno de ellos, justo cuando se sabía que estaban en clara decadencia, a punto de desaparecer. Imagínate cómo se tomaron esto todos los que me rodeaban - sonrió, con amargura - Así, acabé abandonando mi casa, harto que cada día me echaran en cara que estaba loco y que no estaba actuando de forma correcta. Lo mismo acabaron haciendo Hanuil e Ichiro. Quizá por eso a veces actuamos de una forma un tanto extraña. Y tu también, Lúne. Sin querer, hemos estado recorriendo unas estrechas y laberínticas sendas que desembocaban en el mismo camino. No somos tan diferentes.

El joven humano se levantó y se sentó sobre el borde de la barca, dejando que la lluvia le empapase hasta el último rincón de su cuerpo. Ichiro...había abandonado a su familia también. Fue escuchar el nombre de la feérica y sus mejillas parecieron enrojecer de forma casi imperceptible. ¿Y si era él quien se estaba comportando como un crío? Había pasado un infierno, pero no había pensado que los demás también habían sufrido sus propios infiernos. Se quedó en silencio, sin saber qué responder, y con la sensación de querer llorar.

Elrick se levantó y se puso a su lado. Le pasó su pesada mano sobre el hombro y sonrió con dulzura, de una forma que el joven aún no le había visto.

-Nosotros estamos aquí para ayudarte, Lúne, y te prometo que no volveré a interferir en tus deseos. Creo que todos hemos sido un poco egoístas, y nosotros no tenemos potestad para decirle a un humano qué hacer en su propio mundo - Lúne tenía deseos de quitarse la mano del feérico del hombro, pero al oirle hablar con aquella paz y aquella tranquilidad, decidió mirarle sin ningún rencor y escucharle en silencio - Y te daré un sólo consejo: no escuches todo lo que el Consejo te diga, pues ellos han estado apartados del mundo durante demasiado tiempo como para hacer todo lo que ellos digan. Sin embargo, són unos buenos aliados en la sombra. Y saben muchísimas cosas. A veces, demasiadas - puntualizó, observando como la niebla empezaba a cubrir el jardín que los rodeaba y que la lluvia estaba cesando.

-A pesar de haber sido víctima de la guerra y haber sido una persona manipulada por el enemigo, Elrick, yo aún estoy perdido. ¿Por qué esta guerra? ¿Qué está ocurriendo en Espiral? ¿Por qué la amenaza está oculta? - las preguntas iban fluyendo desde su interior, vaciándole, como si se estuviera liberando de una gran carga que había estado soportando hasta aquel momento quizá por orgullo, o por desconfianza.

-Yo no tengo esa respuesta - Elrick dió unos pasos en la barca y se colocó en proa, con los brazos cruzados, observando la niebla que ya rodeaba el lago por completo, dando la sensación que estaban en un lugar sin tiempo y aislado del resto del mundo - Pero alguien está usando a los Lamat, de eso estoy convencido. Nunca había visto un número tan elevado de ellos en Espiral, desde que soy Viajero. Los Lamat son seres feéricos corruptos por la sed de sangre humana. En nuestro Mundo los tenemos aislados, pero siempre se las ingenian para abrir portales por ellos mismos. Són muy poderosos - hablaba con un tono de voz airoso - pero su poder crece cuando la armonía en Espiral se rompe de algún modo. Y la Orden de Wail sólo ha hecho empeorar las cosas, según lo que vi aquel día que os atacaron mientras huíais de Fortaleza. Temo que se esté acercando la Tercera Caída y el mundo feérico no está haciendo nada para que esto no ocurra. Lo que me extraña - frunció el ceño - es que Agros tuviera poder sobre ellos. Jamás un humano había podido controlar a los Lamat, y de hecho, dudo mucho que él fuera directamente dueño de lo que hacía. Quizá detrás de él hay otro individuo, escondido en la oscuridad. Pero solamente són conjeturas, Lúne.

-Quizá nos lo merezcamos - dijo el muchacho, con un murmullo - al fín y al cabo, los seres humanos siempre acabamos peleando entre nosotros - miró al feérico con los ojos brillantes - Pero yo, Elrick, a pesar de todo, necesito saber que aún existe una esperanza, aunque sea mínima y remota, de elevar este Mundo a su antigua armonía. El problema es que no sé por dónde empezar, y tampoco soy el más apropiado para pensar así - bajó la mirada - Yo, que lo único que he hecho ha sido errar de un sitio a otro sin una meta ni un destino.

-¿Hablaste con Solfska?

Aquella pregunta le devolvió los pies a tierra, o, mejor dicho, sobre la barca. ¿Cómo sabía que habían hablado con él? Y, por cierto, ¿Dónde se había metido Solfska? ¿No era él del Consejo? Al principio creyó apropiado no contárselo a nadie, pero ya estaba harto de tener que llevar cargas y secretos dentró de sí.

-Sí, ayer Ichiro y yo nos reunimos con él.

Elrick sonrió con la mirada alejada de allí, como si estuviera recordando algo.

-Entonces, si algo os dijo, confiad en sus palabras. Es uno de los hombres más sabios que jamás he conocido. Lo único malo es que casi siempre rehuye de la conversación con gentes de fuera - el rostro del feérico se agravó y miró a Lúne con ojos penetrantes - Pero cuando habla solamente dice verdades. Y si os eligió para deciros algo, es que ya os esperaba desde hacía mucho tiempo.

Lúne asintió, sintiendo cómo su alma se había limpiado por completo, como si la lluvia hubiera borrado las huellas del miedo en un sólo instante. La niebla nocturna se estaba disipando, y las estrellas empezaban a aparecer en el cielo, reflectándose en el lago como niños perdidos que encuentran por fín su casa entre las tinieblas.