Sunday, October 18, 2009

Capítulo 11: Ensoñación

Al día siguiente la lluvia seguía cayendo intermitentemente sobre la portuaria ciudad de Firya, las aves trinando nerviosas en los árboles buscando ahí sus refugios. Para algunas aulas ya habían terminado las clases por aquel día, así que muchos de ellos se dirigían o bien a casa o bien a la gran biblioteca situada al oeste del recinto, todos andando por los cobertizos que rodeaban todos los edificios de la escuela para evitar mojarse.

Una de tantos alumnos que recorrían los atestados cobertizos era Lily, una muchacha alta con un cuerpo muy voluptuoso para su edad. Sus anchas caderas y sus grandes pechos contrastaban visiblemente con el resto de chicas de la escuela, casi todas rondando los 16 años. Iba siempre vestida con una gran exquisitez debido a su alto rango social (era hija de una familia de comerciantes ricos de la ciudad). Llevaba siempre vestidos largos ricamente adornados con joyas y broches de oro y plata, calzas y zapatos altos de charol.

Aquel día vestía de color negro y púrpura.

Bajo el vestido dejaba entrever una blusa blanca inteligentemente desabrochada para dejar entrever una gran joya carmesí engarzada en un collar, brillando en su pecho.
Era de piel tostada y sus facciones eran felinas, cosa que solía ahuyentar a cualquier hombre que se acercara a ella. Sus ojos, de hecho, parecían los de un gato: eran de color dorado y muy penetrantes, y sus negros cabellos estaban finamente peinados en bucles y cubiertos por una casi invisible rejilla plateada.

Andaba con cierta altivez y con gran velocidad, haciendo resonar sus tacones con un amplio eco alrededor suyo, haciendo que su presencia fuera siempre advertida por todos la que la rodeaban.

Pero a ella, sinceramente, no le importaba en absoluto.

Bajo su brazo enguantado por un guantalete blanco llevaba una pila de libros de Encantamientos Mágicos, su asignatura preferida, y se dirigía sin vacilar hacia la biblioteca para terminar de preparar una receta mágica para luego llevarla a la práctica en la clase de Prácticas.

-¡Ey, Lily! - una voz masculina se alzó sobre todas las demás - ¡Con este paso marcial vas a terminar destruyendo la Escuela!

Lily se detuvo y, conociendo perfectamente aquel tono de voz, ya se puso en guardia, con los brazos en jarras. Sí, era ni más ni menos que Evan, el cual se hallaba sentado en un banco del cobertizo. El muchacho se mesó su barba de tres días mirándola de arriba a abajo, con aquellos ojos verdes claros y escrutadores que la ponían histérica. Luego, empezó a rizarse uno de sus cortos mechones de color plateado que le caían caóticamente sobre el rostro.

-Ya sé que nunca tienes nada que hacer, Evan, pero yo sí estoy muy ocupada - dijo, con su orgulloso y seco tono de voz la joven - ¿Qué quieres?

-Estoy aquí sentado esperando que salga Lloyd, así que pensé que tú también querrías esperarle junto a ese precioso sonido de la lluvia fluyendo entre los árboles - dijo, encogiéndose de hombros y colocándose bien su boina azul la cual llevaba pegada una pluma rojiza. Iba vestido con unos estrechos y ajustados pantalones negros y una camisa con motivos florales azules y grises. Siempre iba vestido de una forma muy llamativa y extraña. Lily suspiró, negando con la cabeza.

-Pff...Siempre con tu verborrea, Evan. Los filósofos, los poetas y los musicos sois unos cansinos. Siempre repetís las mismas frases hechas. Pero en fín... - se sentó a su lado y cruzó con delicadeza sus cubiertas piernas. Al levantarse algo la falda, aparecieron sus medias negras con florituras granate dibujadas en ellas - Hoy estoy muerta de asco con este tiempo, y encima hoy tuvimos un sustituto muy malo en clases de magia. Me vendrán bien unas cuantas risas, supongo. Aunque sea rodeada de dos tarados.

-¡Así me gusta, ricachona! - replicó Evan, con las manos tras la nuca y sonriente - Que te unas al reverso oscuro de los bizarros de la escuela. Aunque bueno, tú también lo eres, a tu manera. ¿Qué tal tu nueva clase?

Lily se quitó con un movimiento brusco sus dos guantaletes blancos pues sus brazos, debido a la alta humedad, empezaban a sudar de forma alarmante. Los puso a su lado y suspiró, visiblemente cansada.

-Un auténtico aburrimiento. La misma historia de siempre: el grupo de los aduladores al profesor; el grupo de las hormonas desesperadas; el grupo de las niñas histéricas; el grupo de los callados...Y encima este año hay 3 nuevos alumnos, de la expedición esa que huyó de Fortaleza. ¿Y a que no adivinas quien está ahí? - sus ojos resplandecieron como inundados en un enigma.

-No me digas que vas a clase con... - el joven alzó una ceja.

-Efectivamente. Lúne va a mi clase. Y es un auténtico antisocial.

-Como tú, entonces.

-Yo no llego a esos extremos - respondió ella, mirándolo de reojo y con el mentón levantado - Al menos uso mi voz, pocas veces, pero la uso. De él aún no he escuchado ninguna palabra.

-Se cuentan cosas extrañas de él. ¿Escuchaste esos rumores que le vinculaban con Agros? - Evan entrecerró los ojos, como si estuviera indagando en un misterio.

-Eso són chorradas. A la gente le encanta alimentar rumores. No está bien hablar de alguien sin conocerle.

Tras ellos, la lluvia había cesado concediendo una tregua a la ciudad. Unos claros se habían empezado a abrir por el norte, dejando entrever unos rayos de sol que caían oblícuamente sobre los rojizos tejados de la brumosa ciudad. Ante ellos seguían pasando los vociferantes alumnos que parecían haber notado el repentino cambio de la atmósfera alegrándoles un poco el corazón. Empezaron a escucharse risas y conversaciones ya más subidas de tono. Algunas de ellas iban dirigidas a Lily, y no eran precisamente buenas, refiriéndose a sus trajes y a su apariencia engreída y orgullosa. Pero ella ya había aprendido a convivir con aquellos susurros tras su espalda.
Tras aquella muchedumbre, ambos entrevieron a un joven menudo y con la mirada perdida en sus pensamientos. Llevaba grandes gafas montadas, sus cabellos pelirrojos recogidos en una larga cola. En su espalda llevaba un hatillo por el que sobresalían una ingente cantidad de libros que le hacían andar casi como un jorobado. Lily sonrió, divertida.

-¡Lloyd! ¡Aquí!

Pareció no escucharla y siguió andando con rapidez, como una pequeña ratita de biblioteca perdida entre la muchedumbre. Evan, sin hacerse esperar, se levantó y se dirigió hacia él.

-¡Bu! - le zarandeó desde atrás - ¡Sordo!

-¡Joder, que susto Evan! - el joven iba vestido con una desfasada toga grisácea y unos pantalones anchos y desgastados del mismo color. Sus grandes ojos lilas augmentados por las gafas parpadearon varias veces y se dirigieron tras el joven, directamente hacia Lily - ¡Hola Lily! ¡Me emociona saber que me habéis esperado! Lo siento, es que acababa de salir de clase de astronomía y estaba...

-Sí - Lily se levantó y le imitó, encorvándose ligeramente hacia el suelo y agravando su voz - "Estaba pensando en la supernova descubierta recientemente y haciendo los cálculos de tiempo y espacio pertinentes..."

Evan estalló en carcajadas, mientras que Lloyd la miraba con ojos rencorosos.

-Pues no. Estaba pensando en la relación de reciprocidad entre dos estrellas hermanas, listilla.

-Un día te va a estallar la cabeza, pequeñín - Evan le dió unas palmaditas en la mejilla a Lloyd - Deja de pensar en tanta estrella, que un día te las van a hacer ver de otra forma.

Lily ya estaba harta de estar en la escuela e hizo un ademán de marcharse, dejando atrás a aquellos dos extraños chicos.

-Bueno, yo me voy a la biblioteca. Ya me diréis si esta noche quedamos para ir al descampado, que yo tengo cosas que hacer.

-¡Oh sí! - Evan se acercó a ella e hizo una burlesca reverencia, como si se tratara de una dama de alta alcurnia (aunque en verdad, lo era) - Si a vuesa merced le parece conveniente, a las 11 de la noche en el descampado.

Lily puso los ojos en blanco y suspiró, mirándolo como diciendo: "¿Qué hago yendo con esos dos perturbados?"

-Ahí estaré, par de idiotas. Hasta esta noche - se volvió hacia el camino que antes había estado tomando y volvió a andar de aquella sonora y altiva manera que tanto la caracterizaba, alejándose de aquellos dos.

-------------------

-No sé cómo decirle a Elrick que me quiero quedar contigo, Lúne, pero lo haré. Te lo prometo.

Lúne e Ichiro, los cuales venían de cenar juntos, habían decidido dar una vuelta por los cuidados bosques que rodeaban la ciudad por la zona sur. Los caminos estaban todos iluminados con lámparas de color plateado que colgaban de algunos de los árboles dispersos aquí y allá, y se hallaba todo repleto de indicaciones. Sin duda, era un lugar perfecto para pasear en un sitio tranquilo y pacífico sin perderse. La tierra del bosque olía a lluvia reciente y ya los búhos y las aves nocturnas hacían acto de presencia entre los árboles. Ambos se daban la mano, caminando con lentitud.

-Me hicieron prometer que, al convertirme en Viajera, siempre viajaríamos por todo juntos, pasara lo que pasara - siguió hablando la feérica, con el rostro algo preocupado - Pero no sé por qué Elrick se empeña en seguir los consejos de esos sabios de Ciriol. Yo... - miró al joven de Varmal, con la mirada brillante y alegre - creo más en Solfka y en tí.

Lúne despreocupado y sereno, algo poco común en él. Los bosques siempre conseguían aquel efecto en él. Sentía como si su consciencia se expandiera con el aroma de los árboles y de las flores nocturnas.

-Yo jamás voy a tratar de convencerte para que te quedes - Ichiro le miró con sorpresa después de aquellas palabras, pero el joven le acarició la mejilla, sonriente - Obviamente, me encantaría que me acompañaras. Sin embargo, ten en cuenta una cosa - observó el cielo poblado de estrellas, un cielo limpio y cristalino después del paso de la lluvia - Me encaminaré hacia lo desconocido, solamente guiado por rumores. Puede que tras las montañas no haya nada más que desiertos. Puede que los sabios de Ciriol tengan razón. Piensa en ello.

-Yo no sabría decirte por qué - Ichiro le acariciaba la mano mientras hablaba con su dulce voz - pero tengo la sensación que el camino escogido por Elrick es demasiado...evidente.

-De momento no sabemos más que unos pocos detalles. Aún tengo que hablar con Nuán y, luego, quizá podrás tomar una decisión. Aunque Nuán no parece muy interesado... - hizo una mueca de impaciencia - Pero seguramente Elrick elegirá el mejor camino posible. Es un hombre muy inteligente y sabe lo que hace.

Un agradable silencio se instaló entre ellos mientras andaban por el bosque, los suaves susurros de las hojas mecidas por el viento nocturno. Los grillos y los búhos eran los únicos testigos, junto con los faroles, del tranquilo paseo de los dos jóvenes.
El joven se giró momentaneamente, para observarla con sus intensos ojos grises. Ichiro notó la fuerte energía de su mirada sobre su rostro y se giró hacia él, con sus ojos muy abiertos irradiando una luz ámbar mezclada con el color plateado de las lámparas circundantes. Lúne se sonrojó ligeramente y sonrió, manteniendo la mirada de nuevo hacia adelante.

-¡Qué adorable!

La feérica lo abrazó por detrás con fuerza, casi haciendo trastabillar al humano. El sonrojo de Lúne fue en augmento hasta transformar su rostro en una hoguera bien alimentada. Nunca jamás se había sentido tan incómodo y tan feliz a la vez al observar a una chica. Era un sentimiento muy extraño que le daba la sensación de hacerle flotar y de ser capaz de hacer cualquier cosa y de ir a cualquier parte que pudiera pensar o soñar. Pero era más que eso. Era...inexplicable.

-¿Sabes? - prosiguió la feérica, abrazada al joven mientras andaba - Es curioso que lo diga una feérica, y creo que te hará...mucha gracia - sonrió, observando las estrellas - Pero me siento como en un cuento de hadas.

Lúne la miró, con una sonrisa sorprendida.

-¡Pero si eres un hada! Yo soy quien debería decir eso.

-Elrick me prohibió hacerlo en Espiral, pero... - se paró en seco, separándose un poco de él, sus dos manos tras la espalda y una mirada coqueta. Sacó la lengua, llena de picardía - Te voy a enseñar algo...¡Pero no se lo digas al gruñón!

El humano se rascó sus cabellos oscuros y frunció algo el ceño sin perder su leve sonrisa.

-Oh...adelante. Te prometo que no se lo diré a nadie...Te confieso que me estás dando algo de miedo - bromeó.

La feérica alargó su mano derecha, la cual, no sabía si por una ilusión óptica, pero brillaba con un apagado color azulado recorriendo las lineas de la palma.

-Dame la mano de nuevo - susurró ella, con un rostro lleno de confianza y de un extraño poder que emanaba de sus ojos, un poder latente e invisible.

Lúne obedeció, agarrando su mano algo dubitativo. Ichiro cerró los ojos y perdió su cálida y tierna sonrisa. Suspiró, profundamente, y fue ahí cuando el joven se dió cuenta que no andaba errado respecto a la mano de la feérica. Aquel color azulado, casi invisible, empezó a rodear a Ichiro en una especie de aura azulada en movimiento que parecía un fuego crepitante. Sentía un intenso calor en su mano y rápidamente notó que aquel calor reconfortante se expandía por todo su cuerpo, liberándole de algo que no sabía explicar bien. Se miró a él mismo y a su alrededor se había formado, de la nada, un aura de un verde muy intenso.

-¿Qu...Qué ocur...?! - masculló, algo nervioso.

-Calma - abrió los ojos, y el iris se había acristalado, como un prisma, resaltando aún más la belleza de la feérica. Resplandecían como dos enormes zafiros. De repente, sus ojos, por arte de magia, habían cambiado de color.

Era increíble...

Ni siquiera se dió cuenta cuando empezó a levitar pues, estando en el suelo, ya sentía su cuerpo frágil como una pluma. Miró hacia abajo y de repente ya se encontraban a varios palmos por encima del suelo, flotando y ascendiendo con lentitud hacia las copas de los viejos y altos árboles.

-¡Es...estamos volando! ¡Ichiro! ¿¡Cómo...?!

-Shhht... - se abrazó a él y, por fín, sonrió, sin ya tener que hacer esfuerzos para concentrarse - He invocado magia del mundo feérico. Quería mostrarte...un pedazo de mi mundo.

Ascendían y ascendían, como dos hojas arrastradas por un viento, en ese caso, un viento mágico que los rodeaba por completo.

-¿Y esa aura verde que me rodea? ¿Por qué no es como la tuya? - preguntó Lúne, parpadeando, repleto de confusión, mientras se agarraba a la feérica con fuerza, como si se viera en el suelo, de un momento a otro.

-Cada uno de nosotros tiene un aura diferente. Eso es lo que nos une a humanos y feéricos - dijo con visible alegría y besándole en los labios, sintiendo el joven la energía de la feérica fluir a través de su boca, lo cual le hizo temblar de placer - No somos tan diferentes. Es lo que en Ciriol denominan Sén. ¿Recuerdas? Piensa en algo que te gustaría hacer conmigo, ahora - añadió, resolutiva.

-Bailar contigo entre las ramas de los árboles, bajo las estrellas - replicó él, sin pensar, recordando algunas leyendas de enamorados que hacían lo mismo, en el Mundo Feérico.

-¡Me encanta esta idea! Eso es...de la leyenda de Briac y Lória, ¿verdad?

Lyr asintió, mirándola a los ojos y recuperando la confianza perdida debido a la anómala situación en qué se encontraban, ya a la altura de algunas de las copas más altas del bosque iluminado por las lámparas plateadas. De hecho, aquello parecía un inmenso océano de plata que se agitaba con el viento. A lo lejos, las parpadeantes y débiles luces de Firya.

-Y nosotros crearemos nuestra propia leyenda. ¿Qué te parece?

Ichiro lo soltó, agarrándolo sólo de una mano, y sus mejillas se colorearon de rojo, los ojos brillantes de excitación.

-¡Me parece fantástico! Y ahora...¡Déjate llevar! ¡No temas!

Lúne hizo lo que la feérica le pedía, cerrando los ojos y sintiendo cómo fluía con fuerza su propia aura alrededor de su cuerpo y el agradable hormigueo que le producía.

-"Quiero sentirme libre, por una vez en mi vida. Libre, y lleno de amor. ¡Y quiero bailar, reir!" - pensó, sintiendo como su cuerpo respondía al instante a sus pensamientos y empezaba a volar entre las ramas de los árboles junto con la feérica.
Ambos empezaron a bailar en círculos, dándose las manos, el perfume de las acacias y los fresnos llenándoles por completo los corazones.

Tenía la sensación que, en la lejanía, como proviniendo de un mundo que no era el suyo, podía escuchar una apagada y alegre canción de voces femeninas cantando al unísono. Ambos reían, se besaban, daban saltos sobre las últimas y más altas copas de los árboles y ascendían de nuevo para abrazarse sobre la marea forestal, bajo ellos, y sobre ellos una media-luna bañándolo todo con su melancólica y hechizante luz.

Ellos dos, juntos, eran el verdadero Cuento de Hadas.

----------------------

Los tres jóvenes se hallaban sentados ante una pequeña hoguera encendida sobre las pocas ramas secas que habían sido capaces de recoger del bosque, aún empapado por la reciente lluvia. Habían dispuesto unas mantas en el suelo para no mojarse los traseros con la hierba encharcada.
Lily había traído a escondidas, de su lujosa casa, un grande y estilizado candelabro para iluminarles en la oscuridad. Era negro y tenía una forma retorcida, recordando a las ramas de un viejo y fantasmagórico árbol.

Evan estaba tocando la guitarra, con la misma indumentaria que había traído a clase solo que con un sombrero distinto: era rojo, lo llevaba de lado y con una pluma azul sobre él meciéndose ligeramente con el viento. Se hallaba sentado solo, a un lado de la hoguera, ante Lloyd y Lily. Ambos escuchaban atentamente, concentrados, lo que estaba relatando Evan en aquel momento junto con una bonita melodía de guitarra.

-Conseguís infiltraros con éxito en la Fiesta de la Primavera, vestidos con unas bonitas túnicas color turquesa. Veis muchos vendedores en puestos, vociferantes, a uno y otro lado, y una música de timbales y de flautas resonando de fondo. Al fín, veis a un hombre que os hace señas sentado en el suelo. Lleva una larga barba y tiene una serie de objetos destinados a la adivinación. Está todo repleto de gente con vestiduras igual que las vuestras, pero solamente se ha fijado en vosotros. ¿Qué hacéis? - preguntó, mirándolos con una sonrisa enigmática.

Lily y Lloyd se miraron ambos, interrogantes, empuñando con fuerza sus dados. Aquel juego de rol estaba basado en la Orden de Féntar escondiéndose aún en la clandestinidad, durante los turbulentos y agitados años en el Mundo Ordinario durante los cuales estuvieron organizándose. Una época llena de guerras y de traición, las más bajas pasiones de los hombres saliendo a la luz. El objetivo principal del juego se trataba de ir captando adeptos y de ir potenciando la magia mediante la adquisición de libros de conjuros, escondidos por todo el mundo. Se llamaba "El Inicio del Retorno" y era, sin lugar a dudas, el juego favorito de todos ellos.

Lily, para aquellas ocasiones, siempre se vestía con algo mucho más cómodo que los caros vestidos con la que iba ataviada en los días de clase. Llevaba puesta una cómoda blusa granate manga larga y una falda del mismo color y lisa, sin ningún adorno. No es que la apasionara vestir de una forma tan poco elegante, es que, de todas formas, a aquellas horas no hacía falta presumir ante nadie, y menos durante un juego de rol. Además, aquello le servía para relajarse y dejar a un lado sus preocupaciones.

-No creo que sea buena idea hablar con extraños, y menos ahora - susurró Lily, con el ceño fruncido, pensando en alguna salida a aquello - Debemos ser cautos. Recordemos que estamos infiltrados en una fiesta de un Reino que se halla en guerra. Si nos delatan, nos ejecutarán, por alquimistas y herejes.

Lloyd se quitó sus grandes gafas para limpiarlas con un trapo y suspiró, con la mirada fija en la hoguera.

-No hace falta decirle quienes somos, podemos inventarnos nombres falsos - espetó, encogiéndose de hombros y jugueteando con los dados entre sus manos - Por algo debe ser que nos ha llamado sólo a nosotros. Y si nos ha reconocido, igual ya es demasiado tarde. No hay nada que perder y puede que quiera decirnos algo de importancia...

Lily negó con la cabeza y sonrió, con ironía.

-¡Vamos a ver, cabeza hueca! Acabamos de entrar en la fiesta y ya quieres que nos delaten. ¿Es eso? ¿Y no sería más inteligente de nuestra parte seguir caminando y escuchar, con disimulo, posibles conversaciones interesantes entre cortesanos y nobles? Tenemos un largo camino por recorrer y no podemos perder el tiempo hablando con mendigos - se apartó de delante de sus ojos sus cuidados y oscuros cabellos. Su piel morena relucía bajo la luz de la Luna mientras Lloyd la miraba con sus grandes ojos morados tras sus gafas.

-Bien, entonces decido separarme de tí - contestó el menudo y enclenque joven, resolutivo - Yo me quedaré hablando con el apestoso mendigo - pronunció aquellas últimas palabras con algo de sarcasmo - Y si consigo buena información no te la pienso comunicar.

Lily se limitó a sonreir y a asentir con la cabeza, mientras Evan se ponía a tocar de nuevo la guitarra y a relatar la separación de ambos miembros de la Orden de Féntar ahora reconvertidos en nobles de un Reino en guerra y en plenas fiestas nacionales.

Pero algo sucedió ante los ojos de Evan mientras éste relataba los acontecimientos acompañado por su instrumento. Dejó de tocar la guitarra y sus ojos se empequeñecieron, extrañados y sobresaltados, como si estuviera tratando de entrever alguna cosa muy lejana.

-¿Qué són aquellas dos cosas que están sobrevolando los árboles, ahí, a lo lejos? - preguntó, señalando con un dedo y haciendo que ambos compañeros se giraran también. En efecto, con gran velocidad, veían como dos objetos de color verde y azul se entrelazaban y flotaban como si se trataran de dos luciérnagas. Si eran dos luciérnagas, eran las más grandes que había visto en su vida. De repente, le vinieron ganas de salir de ahí. No le gustaban los insectos. Para nada.

Lloyd se levantó, agitado y tocándose las gafas, como si eso le permitiera ver mejor.

-Pues yo no veo nada.

-¿Qué vas a ver, cegato? No me ves ni a mí - Lily sí los veía, y bien claro. No, aquello no eran dos insectos, precisamente. No sabía qué eran, pero era algo muy, muy extraño. De hecho, volaban de una forma muy consciente, como si supieran en todo momento lo que estaban haciendo - Vamos a ver qué es eso y saldremos de dudas. Van deprisa, pero a veces se detienen sobre los árboles, juntándose.

-No creo que sea una buena idea... - se levantó Evan del suelo, dejando la guitarra a un lado - ¿Y si se trata de monstruos parecidos a los Lamat? Igual han conseguido flanquear la magia de Firya...

Lily lo miró con gran desprecio y empezó a encaminarse hacia allí, levantando algo su falda para no manchársela de barro.

-Para el rol sois muy valientes, pero para la vida real sois dos cobardes - gritó, mientras se alejaba de ahí.

Era realmente difícil conseguir acercarse a aquellas dos figuras pues a veces desaparecían en el interior del bosque y les perdía la pista. Tuvo que empezar a correr por el interior de la floresta, sin seguir los caminos, y empezó a lastimarse las piernas con algunos espinos sueltos. Pero de alguna forma, aquello la atraía y tenía que descubrir de qué se trataba. No podía permitir que aquellos dos mentecatos se rieran de ella por haber vuelto con las manos vacías.

Y por fín observó cómo aquellas dos formas coloreadas se quedaban quietos durante un tiempo sobre uno de los árboles, a poca distancia de ahí. Aún así, solamente podía ver una especie de auras muy juntas, pegadas la una a la otra.

-"Bien" - se dijó, corriendo con sigilo entre los árboles - "¡Esta vez no escaparéis!"

Se acercó más y más, y aquellas dos formas que al principio le parecían vagas y borrosas empezaron a coger forma humana. ¿¡Eran dos personas con poderes mágicos!? No podía ser. No existía forma humana de crear magia a partir de la nada y allí que ella supiera no existía ninguna Morada dónde la magia pudiera realizarse sin ningún problema ni atadura. Tenía que ser un efecto óptico, sus ojos seguro que la estaban engañando.

Lily se escabulló detrás de un árbol cercano a aquel y, aguantando la respiración, se asomó por detrás del tronco, y lo que vió casi la hizo trastabillar.

Lúne y una chica de cabellos azules, que jamás había visto en Firya, estaban flotando a poca distancia de una de las ramas y se estaban besando con pasión, ahí mismo, envueltos por aquellas extrañísimas auras. Las manos escurridizas de ambos amantes se acariciaban por todo el cuerpo y, poco a poco, se iban desnudando paulativamente. Lily notó como el calor le inundaba el rostro y, sin querer, retrocediendo un paso hacia atrás, pisó una rama quebradiza, produciendo un ruído más que evidente en el tranquilo silencio de aquella noche. Lúne e Ichiro dejaron lo que estaban haciendo y sus auras desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos, cayendo ambos sobre una rama baja del árbol.

-¿Hay alguien ahí? - musitó Lúne, con voz de gran sospecha - Seguro que es un mirón de esos que disfrutan de ver esas escenas.

-Lo siento Lúne - susurró Ichiro, acariciándole el brazo y poniéndose de nuevo la blusa que el joven le había quitado en un arrebato de deseo. Lo mismo hacía el joven, que se había puesto de nuevo la camisa - Si nos ven así, tendremos problemas. Y yo he sido la culpable.

-No te preocupes por eso, Ichiro, ha sido maravilloso - la miró, con ojos tiernos - Vamos a echar un vistazo tras aquel árbol.

Lily empezó a sentir temblores en sus miembros y siguió aguantando la respiración, notando como su frente se llenaba de sudor. ¿Qué iban a pensar de ella? ¡Ella no era ninguna pervertida! Tan sólo había tenido curiosidad, eso era todo. ¿Y a qué se refería aquella chica diciendo que si les veían así tendrían problemas? ¿Acaso...eran feéricos? No, eso era imposible. O bueno, ya no sabía qué pensar. Lo único que quería era que se la tragara la tierra y que no la vieran, por nada del mundo.
Entonces, oyó un cuchillo que se desenvainaba. ¡Oh, por Firya! Un terror inmenso empezó a apoderarse de la opulenta chica. Si se ponía a correr quedaría en evidencia que había hecho algo malo, pero si se quedaba ahí...¡Un cuchillo! ¿La iba a matar? Se habían oído muchos rumores de Lúne, y no eran todos precisamente buenos.

-Ajá, aquí tenemos a la ratita que nos espiaba - el joven de Varmal volvió a envainar su cuchillo en una pequeña vaina que le colgaba de un lado del pantalón - ¿Qué? ¿Te lo pasabas bien? - se puso a reir, un poco nervioso. Seguramente era una jovencita que había sentido curiosidad, pero no estaría mal asustarla un poco.

-¿Y vosotros? ¿Qué hacíais ahí con esas auras tan extrañas? - decidió contraatacar Lily, recuperando algo de su orgullo y cruzando los brazos, mirándolos de forma acusadora - Vi dos luces a lo lejos y quise averiguar qué eran, eso es todo. No tenéis derecho a realizar prácticas extrañas en una ciudad que no es la vuestra.

-Creo que todo ha sido un malentendido - dijo Ichiro, reconciliadora - Solamente estábamos jugando en el árbol, pasándolo bien y... - no supo cómo terminar la frase, colapsada por la vergüenza.

Lúne apoyó una mano en el tronco y miró a Lily, desafiante.

-Lo que hagamos o dejemos de hacer no es de tu incumbencia.

Cuando la aludida estaba abriendo la boca, algo insegura de lo que iba a replicar (la mirada grisácea, intensa y helada del joven la hacía sentirse muy nerviosa) unas voces se alzaron desde los lindes del ya lejano claro.

-¡Lily! ¡No te vayas en medio de una partida de rol, aguafiestas!

-¡Te has ido porque sabes que elegiste mal no hablando con el vagabundo! ¡Lo sé! - Lloyd estaba convencido que así era, pues con su corta vista no había logrado ver aquellas luces.

La joven se dirigió hacia la dirección desde dónde provenían las voces y contestó de nuevo con plena confianza en su voz.

-¡Corred! ¡Venid aquí! ¡He encontrado 2 feéricos!

Ichiro se agarró al brazo de Lúne, temerosa y sorprendida por aquella situación que se había creado.

-Vámonos, Lúne - susurró, sintiéndose muy culpable - No quiero causarte más problemas.

Él sonrió con tranquilidad y la atrajo hacia sí sin moverse un ápice del sitio dónde estaba.

-Al contrario, Ichiro - espetó con un tono grave y calmado - Esto se está poniendo muy interesante - sus ojos brillaban de forma maquiavélica.

Al cabo de poco tiempo, los dos compañeros llegaron, resoplando, al lugar dónde ellos se hallaban. Lloyd, acostumbrado a una vida sedentaria y sepultado por el peso de la sabiduría de los libros, se tuvo que sentar en el suelo, agarrándose el costado con fuerza. Evan, que llevaba ahora su estilizada gorrita apretada con ambas manos en su cabeza para que no se le cayera, observó la escena con infinita curiosidad.
Nunca había visto el rostro de Lúne, pero no parecía diferenciarse del de un joven humano corriente con mirada algo arrogante y presuntuosa. La chica, que se hallaba a su lado agarrada a él, era tan bonita que casi le deslumbraba, por lo cual su corazón se aceleró, sin remedio, al observar sus enormes ojos color ámbar.

-Pues yo no sé dónde les ves el aspecto feérico, Lily - dijo él con toda rotundidad. Luego se acercó unos pasos hacia la pareja y simuló una cortés reverencia de saludo - Me llamo Evan, un placer conoceros. Perdonadle - señaló a Lloyd con el dedo, el cual aún se hallaba sentado en el suelo y respirando con dificultad - Él se llama Lloyd, es muy listo, a veces demasiado, pero de pocas palabras. Además, si trata de hablar ahora se quedará en el sitio - añadió, sonriente.

-El placer es nuestro - Ichiro, inesperadamente, se erigió como portavoz de la pareja con su dulce y delicada voz - Mi nombre es Ichiro y este es mi novio, Lúne - le besó, con dulzura, y una sonrisa alegre. A Lúne se le ruborizó el rostro inevitablemente al escuchar la palabra "novio" saliendo de los labios de la feérica y una secreta alegría le invadió el pecho - Y ahora, si sois tan amables, debemos partir.

-¡Un momento! - espetó Lily, sus ojos felinos resplandeciendo, fieros, bajo la Luna - Estoy harta de tanto secretismo y de tanta soberbia - puso los brazos en jarras y estrechó aún más sus ojos - Os hemos acogido excepcionalmente en la aislada y pacífica ciudad de Firya para que escapéis de la guerra. Creo, pues, que merecemos una explicación sobre vuestras verdaderas intenciones. Y, sobretodo, por lo que acaba de suceder.

La reacción más lógica y acorde con el carácter de Lúne hubiera sido contestarle de forma airosa y dejar a aquellos 3 metomentodo atrás y con la palabra en la boca. Sin embargo, en vez de eso, esbozó una torcida sonrisa. Respiró profundamente, controlando su enfado, y se colocó las manos en el cinturón de cuero, hinchando el pecho.

-En primer lugar - empezó, con una voz calmada y amistosa - tenemos el beneplácito y el apoyo de vuestra alcaldesa, así que no tenemos por qué explicarles nada a 3 desconocidos que deambulan por el bosque en busca de un buen sitio para jugar a rol, escondiéndose de los demás. En segundo lugar - repasó a sus 3 interlocutores con una mirada intensa y haciendo creer que era algo desconfiada - Nos han asignado unas misiones a nosotros, no a vosotros. Me pregunto por qué os interesa tanto de repente conocer la vida privada de unos desconocidos, sobretodo a tí, ricachona entrometida - se acercó a ella y le clavó sus ojos oscuros.

-¡No...no hay derecho que un extranjero venga aquí con esos delirios de grandeza! ¡La guerra no es culpa nuestra, es culpa vuestra, del resto de Espiral! - Lily no esperaba que Lúne se mostrara tan seguro de sí mismo en una tierra que no era la suya y se sentía algo desarmada. Sus mejillas habían enrojecido ligeramente: odiaba sentirse menospreciada y tratada como una niña pequeña.

-Oh, vamos Lily! - Evan mantenía su sonrisa alegre y dspreocupada, y la observaba con algo de sarcasmo - Reconoce que te encanta el Mundo Feérico y deseas conocer a todos estos seres. Lo demás són solamente excusas - miró a Iciro y le guiñó un ojo, poniendo la feérica cara de circunstancias y sin saber cómo reaccionar ante aquello.

Lily le miró con rabia contenida.

-¡Siempre tienes que hablar de más! - miraba hacia un lado, sin poder aguantar más la mirada divertida de Lúne - ¿Y qué más da si me gusta el Mundo Feérico? ¡Y a tí te gusta no hacer nada en todo el día! - cerró los ojos y alzó la barbilla, tratando de recuperar su dignidad perdida.

-Oh, perdóname - Evan se quitó el sombrero y le hizo una reverencia a Ichiro, trazando unos armoniosos círculos con él en el aire - Ciertos tipos de belleza arrebatan la poca razón que aún se balancea, peligrosamente, en el corazón del poeta.

Ichiro sonrió confundida y halagada, sin saber qué decir, mientras Lily fulminaba a su amigo con la mirada. ¿Qué les pasaba a aquellos humanos? Eran gente muy extraña.

-Ven Ichiro - espetó Lúne, echándole una mirada poco amistosa a Evan - Quiero decirte un par de cosas sin que estos tres desgraciados me escuchen.

-Oh...de acuerdo - la feérica alzó las cejas, algo sorprendida, y se vió arrastrada por él tras él árbol, con gran rapidez. El joven acercó sus labios a su oído y empezó a susurrar.

-Demos la vuelta a todo, Ichiro. Ya estoy harto de esconderme de todo y todos - esbozó una sonrisa divertida.

-¿Cómo? - lo miró extrañada, alzando la voz - ¿Qué quieres decir?

-¡Sshhht! - se llevó un dedo en los labios y prosiguió, acercándo de nuevo su boca a la oreja de la feérica - ¿Te importaría volver a repetir aquel hechizo? Esta vez en su presencia - su sonrisa se intensificó, volviéndose algo traviesa.

-Pero Lúne... - Ichiro no comprendía nada, susurrando ya al oído del humano - ¿Por qué deberíamos hacer esto? No me digas que... - alzó una ceja y lo miró, reprobativa - ¿Quien te has creído que soy? ¿Una proveedora de magia feérica? - puso los brazos en jarras y giró la cabeza hacia otro lado, enojada.

-Venga, vamos Ichiro - se encogió de hombros y le acarició las mejillas con dulzura con sus dedos - De todas formas ya nos han visto. No tenemos nada que perder.

-Está bien, pero no te acostumbres. Estudié en mi escuela que si un hechizo feérico se usa varias veces en un humano, este puede quedar un poco impregnado de magia feérica. Y las consecuencias - entornó los ojos, visiblemente preocupada - són imprevisibles. ¿Estás seguro?

El humano la agarró de la mano y sonrió, lleno de confianza.

-Sé cuales són las consecuencias, y no me importa. Será el último favor que te pediré, no te preocupes.

-Bueno, entonces hagamos uno sencillito - Ichiro le guiñó un ojo y, por fín, ambos se dirigieron a los 3 compañeros de clase, de los cuales Evan ya estaba tras ellos tratando de escuchar lo que se susurraban, sin éxito.

Sin decir una sola palabra, Ichiro cerró los ojos y, sin esfuerzo aparente, sus azulados cabellos empezaron a brillar levemente flotando con un viento invisible que parecía aparecer de la nada. Los pliegues de su vestido también empezaron a flotar y su piel parecía estar volviéndose oscura por momentos, apagada, pero más bella que nunca.
Al principio Lúne solamente pudo sentir las suaves vibraciones que acariciaban su mano derecha agarrada a la de la feérica, pero pronto empezó a sentir como aquel invisible viento mágico le sacudía de pies a cabeza. Sintió un intenso cosquilleo por todo el cuerpo y tuvo una sensación idéntica a cuando, unos meses atrás, había viajado al Mundo Feérico por primera vez.
No sabía explicar exactamente cómo se sentía, pues solamente aquellos que han viajado alguna vez al Otro Lado saben exactamente qué les ocurre, aunque sus palabras no alcancen a poder transmitirlo. Era algo muy, muy agradable, y sentía cómo si su alma se hubiera desligado de su cuerpo de forma suave y paulatina.

Abrió los ojos y no pudo dar crédito a lo que veía en aquellos momentos. Se encontraba junto con la feérica, dándose ambos la mano, sobre un alto puente plateado que colgaba entre unos árboles gigantes. Miró a su alrededor y vió algunos seres con los cabellos azules paseando con tranquilidad sobre los numerosos puentes iluminados por luces que flotaban, incandescentes, sobre ellos, de diferentes colores según en el árbol en qué estaban. Las que les rodeaban a ellos eran de color morado, esferas del tamaño de pequeñas frutas, como si fueran grandes luciérnagas durmientes.
Acto seguido se observó su propio cuerpo y lo que vió aún le sorprendió más: era transparente, como si su cuerpo fuera una leve brisa que flotaba en aquel sitio y, aún así, podía oler el arrebatador perfume de flores nocturnas y observar como, bajo aquellos enormes árboles, flotaba una especie de marea verde y transparente.

-Ichiro... - susurró él, con la voz entrecortada - ¿Dó...dónde estamos?

La feérica le observó, alegre y sin ningún síntoma de preocupación en su rostro. De hecho, parecía feliz, muy feliz a su lado. Sus ojos de color ámbar, a pesar de ser transparentes, parecían concentrar una cantidad de magia de inimaginable poder.

-Estamos en mi pueblo, Lúne - su voz sonaba más melancólica y lejana que de costumbre - No te preocupes, nadie nos puede ver, puesto que aparecemos como una niebla ante ellos - hizo una pausa y acarició la mano del humano - ¿Te gusta? Este es mi mundo.

Lágrimas empezaron a escurrirse por las mejillas del joven, mientras observaba las preciosas casas de mármol que se alzaban alrededor de aquella plaza repleta de mosaicos de colores.

-Me encanta, me siento...como en casa.

La ensoñación, sin embargo, desapareció tan rápido como había parecido, dándole a Lúne la sensación como si le estuvieran arrancando violentamente de un sueño en el que habría querido quedarse para siempre. Se encontró de pie, justo en el sitio dónde había estado, y parpadeó varias veces para asegurarse que aquel fantástico lugar desde dónde la feérica procedía había desaparecido. Se sentía muy agitado, nervioso, y también muy abatido y con una gran sensación de impotencia, aunque no sabía por qué.

Alguien le palpó el antebrazó haciando que volviera por fín a la realidad.

-¡Lúne! - Ichiro esbozaba una media sonrisa, encogida de hombros - ¡Aquellos se han marchado! ¡Corriendo! - se tapó la boca, ahogando una carcajada - ¡Deberías haber visto la cara de la chica! ¡Era el terror personificado!

El humano recobró la sonrisa, sacudiendo ligeramente la cabeza, pues ésta ahora le dolía, y mucho.

-Ya verás qué resultados más inmediatos vamos a obtener de esto - le guiñó un ojo, abrazándola y acariciándole los azulados cabellos - Va a ser muy divertido.

Tuesday, October 13, 2009

Capítulo 10: Un silencioso amanecer

-¡Anie!

La joven, que se hallaba arrebatada contra la pared y golpeando con impaciencia el suelo con uno de sus zapatos de charol, se giró reconociendo de inmediato la voz que la llamaba. Suspiró, repleta de paciencia y observándola de arriba a abajo con sus ojos rasgados.

Yume volvía a hacérsele tarde y la haría llegar tarde a clase también a ella. Tardaba siempre lo indecible para vestirse y arreglarse, al contrario de Anie, la cual se contentaba con mojarse el pelo con rapidez, peinarse sus cortos cabellos castaños por encima y vestirse con lo primero que encontraba en su nuevo armario de la Residencia. Llevaba puestos unos pantalones anchos y negros y un jersei a rayas de color azul y negro.

Yume, al contrario, era el contraste perfecto. Salió de la Residencia vestida a la última moda de Firya (ya se había encargado el día anterior de ir de compras y había sido un infierno para Anie). Ahora llevaba sus bonitos y dorados cabellos trenzados que le llegaban hasta la mitad de su espalda. Llevaba puesta una pintoresca falda de colores que parecía estar hecha de trapos superpuestos, unas calzas blancas acompañadas con zapatos de charol rojos y una blusa también roja decorada con flores blancas alrededor de sus torneados pechos.

Sus ojos azulados volvían a ser aquellos que había conocido Anie antes de toda la tragedia: vivos, inquietos y cálidos. Anie sonrió al verla tan animada.

Aunque no era para menos.

Lúne había vuelto de Ciriol y aquel mismo día iba a incorporarse a las clases, que ya hacía varios días habían empezado. Sin duda, se la veía muy bella y radiante, sus mejillas ligeramente sonrojadas.

-¿Lista para un nuevo día? - preguntó Yume, después de darle a su amiga dos enérgicos besos en las mejillas - ¡Arg! ¡Estoy histérica! - la agarró del brazo, con fuerza - ¡Anie! ¡Que hoy vuelve ÉL!

-¡Oye! ¡A mí no me metas en tus líos! Ya sé que estás emocionada por la vuelta de tu principito, pero por las mañanas nada de gritos ni de gestos de niñita enamorada.

-Jo... - Yume apretó el paso para ponerse a la altura de Anie, andando por una de las estrechas y animadas callejuelas de Firya y dirigiéndose hacia la enorme universidad de la ciudad - ¡No me digas que no te lo pasas en grande ahí! ¡Seguro que ya hay alguien que te gusta! - dicho aquello se puso a dar saltitos. Su amiga no tardó en fijarse que la mitad de los chicos que pasaban a su lado se fijaban en ella y se hablaban en susurros, mientras reían.

Anie resopló nuevamente y esbozó una sonrisa, mirándola de soslayo: volvía a ser la Yume plasta de siempre y la que se ponía a bailar y a hacerse notar por todo dónde iban.

-Acabamos de empezar. Estoy más preocupada por los estudios, sinceramente - se encogió de hombros - Hay que ponerse al día con los demás, pues nos llevan un mes de ventaja. Llevo también mucho tiempo sin tocar el cello. Ya habrá tiempo para... - puso los ojos en blanco - esas cosas.

Anie nunca había tenido éxito con los chicos, aunque Yume siempre le insistía que si se arreglaba más y se cuidaba su aspecto, los tendría a todos a sus pies con un simple chasquido de dedos. Pero aquello poco le importaba. No es que no le gustaran los chicos, al contrario. Pero todos le parecían estúpidos y simples como cazuelas vacías. Su amiga era muy diferente. A los pocos días ya se habían metido en el bolsillo a todos los jóvenes de la clase y a algunas chicas. Otras la evitaban siempre, celosas de su popularidad. Pero aquello aún parecía divertirla más.

-¿Cómo me ves, Anie? - preguntó Yume, con rostro preocupado.

-Arrebatadora - replicó ella, con voz seca - No te preocupes tanto, anda.

-------------------

Después de cercionarse qué clase habían asignado a Lúne, Yume entró en el aula con el corazón en un puño. ¡Solamente 4 horas le separaban de su reencuentro con él!
La última clase era la de Historia de Espiral, su asignatura más odiada después de Cálculo. Se la pasó mirando por la ventana la bella estampa que ofrecía Firya desde la colina dónde estaba ubicado el complejo universitario. Una caótica disposición de casas con los techos de color rojizo se extendía hasta llegar al mar. Sobre las colinas, unos bosquecillos brillaban con la ténue luz del Sol de principios de Invierno. Allá abajo, en el centro de la ciudad, se estaba celebrando el Mercado, repleto de vendedoras y vendedores que ofrecían sus productos gritando a mansalva. Los juglares, mientras tanto, deleitaban a los numerosos transeuntes y trabajadores que copaban las estrechas calles y las placitas. Nunca se hubiera imaginado que le gustara tanto aquello. No quería recordar, quería recuperar su vida, el tiempo que le habían robado.

Sonrió, al pensar que aquel día recuperaría del todo su alegría y su felicidad. Sin embargo, ante el profesor, su cara aparecía con una sonrisa embobada dirigida hacia las escasas nubes que flotaban en el cielo. Sus ojos se hallaban perdidos, reconcentrados en sus pensamientos.

-¡Yume! ¡Yume! - espetó el profesor, airado - ¡Te estoy haciendo una pregunta!

La joven salió del estupor, como si hubiera despertado de un sueño, y observó al profesor de forma desconcertada.

-Eh...dígame.

-¿Qué año los Lamat atacaron por primera vez Espiral?

-Eh...espere...lo tengo en la punta de la lengua... - en realidad no había escuchado nada de lo que le había preguntado - El...¡El año pasado!

Todos los compañeros de clase rieron a carcajadas y ella se sonrojó ligeramente. Pero aquel día solamente tenía ganas de sonreir y se unió a la risa general.

-A mí no me hace gracia, Yume. No creo que te rías tanto cuando saques el 0 que me espero de tí.

La joven se encogió de hombros y le guiñó un ojo al resto de la clase. Los chicos cambiaron su semblante, sonriéndole y, algunos de ellos, suspirando.

-----------------

Lúne aún se hallaba mareado por la larga travesía en barco y, encima, había tenido que aguantar otra vez un primer día en una Escuela desconocida. Había entrado en clase y, tal y como venía haciendo desde siempre, se había sentado en el pupitre de atrás, contemplando y analizando al resto de la gente sin interés aparente. Para rematarlo todo, él era el único alumno nuevo en aquellos momentos de toda la escuela y, por tanto, no dejaban de mirarle y de hablar de él a sus espaldas. Se había limitado a tomar unos cuantos apuntes con desgana, a escuchar a los varios profesores que les llenaban la cabeza de sermones sobre las diferentes asignaturas y a presentarse ante ellos con extrema frialdad, sin mencionar de dónde venía ni cuáles eran sus intenciones al acabar los estudios, pues aquel era el año previo a los Estudios Especializados.

Tenía preocupaciones mucho más grandes en su mente, sin duda alguna. Ya había tratado de entablar una conversación con Nuán (el cual había entrado en la escuela como nuevo profesor de una nueva asignatura en la escuela: Sociedades Feéricas. Al saber de la estancia en Firya de un hombre famoso y sabio como él, la misma directora del centro se lo propuso) justo una hora antes de empezar las clases, pero aquel le había dicho que reposara y que ya hablarían mañana. ¡Otro día! ¿Qué pretendía? ¿Cómo se podía mantener tan sereno rodeados de guerra como estaban? ¿Acaso ya se debía conformar con sentirse a salvo en Firya?

Se hallaba sentado en un banco cerca de la salida, justo debajo de un cerezo que, debido a la estación, estaba perdiendo poco a poco sus hojas, lo cual era un espectáculo precioso. Las hojas rosadas caían suavemente alrededor del banco, formando una bonita alfombra de aquel color. De hecho, la escuela se hallaba rodeada de cerezos y ciruelos. Observó cómo los jóvenes y las jovencitas pasaban a su lado riendo, gritando y hablando. Algunos de ellos le observaban con extrañeza y seguían haciendo comentarios en voz baja. Seguramente, muchos habrían escuchado los rumores que le atañían. Cuando alguno de ellos le miraba y él mantenía posados sus ojos sobre él, se la apartaba, con rapidez.

¿Le tendrían miedo? Si era así, no le importaba.

Aquel día iba vestido con una elegante casaca azul con botones y remaches con forma de espiral plateados, y pantalones y calzas negras junto con unas botas altas del mismo color. También se había puesto un pequeño sombrero con una pluma negra encima, que solía usar en Fortaleza para sus clases de esgrima. No solía ser partidario de vestirse de aquellas maneras, pero aquella mañana a Ichiro le había encantado verle así y le había rogado que se acostumbrara a vestir mejor. ¡Maldición! Pero le había prometido que se verían en la plaza de Firya 2 horas después de clase, para dar un paseo. Tenían que hablar de algunas cosas importantes, muy importantes. Y además, anhelaba estar en su compañía, besar sus labios, verla sonreir...

Imbuído en sus pensamientos y esbozando una sonrisa pensando en la feérica, no se percató que la persona que estaba esperando se acercaba corriendo hacia él.

-¡Lúne! ¡Lúne!

El joven se giró, súbitamente, como despertado de una bella ensoñación, y entonces la vió.

Era ella, más bella que nunca, con ojos llenos de emoción y con una sonrisa que era el símbolo de la felicidad más absoluta. Solamente habían pasado unos días, pero en ella volvía a reconocer a la Yume con la que había estado saliendo en Fortaleza. ¡Había cambiado tanto! Se alegraba mucho por ella, excepto por tener que confesarle aquello. Y, ahora más que nunca, sentía un miedo aterrador en decirle la verdad. Él no tenía derecho a interferir en su recuperada felicidad. Pero tenía que hacerlo por Ichiro.

-¡Ho...hola Yume!

La joven se tiró, literalmente, sobre él, sentándose sobre sus rodillas y, sin tiempo de reaccionar, recibió un intenso beso en los labios y un abrazo paralizador. En seguida, se levantó y se separó de ella, lleno de confusión y agarrándose al banco.

-¡Ala! ¿Y eso a qué viene, Lúne? ¿No te ha gustado verme de nuevo?

-S...sí, claro que me ha gustado - esbozó una sonrisa, sintiéndose más falso y mentiroso que nunca - Es que he venido muy cansado. Han sido días de muchas preocupaciones.

Yume le agarró ambas manos y sonrió, tranquilizadora. Notó que algunos jóvenes que aún salían de la escuela le miraban con desprecio y envidia.

-Para eso estoy yo, Lúne, para animarte y estar contigo cuando más lo necesites - fue a darle otro beso en los labios pero él se apartó y le dió la mejilla - Pero...¡Lúne! ¿Qué haces?

El rostro de Yume se oscureció un poco y frunció el ceño, extrañada.

-Yume...yo...necesito tiempo - en aquellos momentos sabía que no se vería con coraje de decirle toda la verdad, algo que aún le hirió más - Han pasado...algunas cosas. Pero no quiero que esto te entristezca. Creo que... - hizo un esfuerzo, al observar que los ojos de la chica empezaban a refulgir con una mezcla de rabia y tristeza - lo nuestro no puede funcionar. Además, estoy muy implicado en toda esta guerra, más de lo que crees.

-¡Tonterías! - gritó Yume, pellizcándole una mejilla, y tratando de recuperar su sonrisa - Estás confundido por el viaje, eso es todo. Necesitas a tu lado a una chica que te comprenda y te saque de tu burbujita - añadió, con un tono algo agresivo y mirándole de arriba a abajo.

"Ya la tengo" - pensó Lyr, suspirando y tratando en vano de decirle lo que sentía de verdad - "Pero...sería injusto decírtelo tan deprisa. No puedo permitir que vuelvas al infierno del que viniste"

-Te lo digo en serio, Yume - cruzó los brazos y decidió pasar al ataque, mirándola con sus expresivos e intensos ojos grises - Te ví en Fortaleza con otro joven, y estabais a punto de follar - decidió ser lo más incisivo posible - Así que no me mires con esa cara. Lo has pasado muy mal, pero yo también he perdido a mis padres y, encima, te ví a tí de esa forma. Y para más inri, estoy metido en toda esta mierda.

Las lágrimas empezaron a resbalar por las mejillas de la joven, las cuales estaban rojas como una ventosa puesta de Sol. Se separó de él y le miró con sus ojos abiertos como platos y empañados.

-¡Eso...eso quedó en el pasado, Lúne! ¡¿Por qué me vienes con esas ahora?! ¡¿Qué pasa?! - le agarró de la casaca, con fuerza - ¡Te has enamorado de otra! ¿Verdad? ¡Eres un sinvergüenza, un cretino y un mentiroso! - le dió una bofetada en la mejilla.

A Lúne empezó a arderle el pecho, lleno de ira, sintiendo un intenso cosquilleo en su mejilla izquierda. Yume no se merecía aquello, pero también estaba siendo muy egoísta y muy niña. Y odiaba aquello. Agarró sus brazos y tiró hacia abajo, quizá con demasiada fuerza, haciendo que la chica cayera de rodillas al suelo.

-Tú no eres la única que ha sufrido. Trata de entender un poco a los demás - dijo, frío como el hielo, a pesar de que la velocidad intensa de su corazón indicaba lo contrario - He tratado de hablarlo con tranquilidad, pero tú aún eres una niña. Si querías saber por qué quiero cortar, ahí tienes la respuesta, con tus propias acciones. Adiós.

Se dió la vuelta y se fue, con paso rápido, dejando atrás a la muchacha que ya había roto a llorar desconsoladamente, con sus manos en el rostro. Lyr solamente quería irse de ahí. En cierta medida sí, se sentía un completo sinvergüenza. Había dejado a una chica llorando y ni siquiera la había ayudado a levantarse. Y encima le había sacado algo del pasado que no venía a cuento. Pero...¿Qué otra cosa podía hacer?

Cuanto antes le odiara, mejor.

--------------------

Ichiro ya empezaba a sentirse un poco impaciente, a pesar que ella no era una persona nerviosa. Hacía ya 10 minutos que Lúne debería estar ahí, en la plaza de Firya, y solamente pensar que empezaba a ponerse el Sol y los comerciantes se afanaban en recoger sus tenderetes callejeros, le invadía una gran inquietud. Se había levantado un poco de frío y a lo lejos empezaban a escucharse rumores de tormenta. El ambiente estaba electrificado.

Sentada sobre el pedestal de una enorme estatua equestre dedicada a Féntar, jugueteaba con las bolitas blancas que colgaban de su rosada falda. Solamente había visto a Yume en contadas ocasiones, pero era una joven muy bella y coqueta, y sin duda sabía vestir muy bien. Era el tipo de chica que atrae a los hombres como un imán, con una especie de magnetismo inexplicable y Lúne le había comentado que aquella misma tarde cortaría con ella. Pero...¿Y si...?

No, no podía desconfiar de él, además, sabía que no querría hacer daño a Yume, escondiéndole sus sentimientos por más tiempo. Ella nunca había sido celosa, o eso al menos creía. Se observó sus medias azules y blancas a rallas, sus zapatos rosados y la blusa color miel que dejaba entrever un poquito de escote. No se lo había dicho a Lyr, pero aquella misma tarde había ido de compras para hacerse con algunos bonitos vestidos, que bien falta le hacían. En el Mundo Feérico la vestimenta estaba relegada a un lejano segundo plano, pero en los mundos humanos la gama de coloridos y diferentes vestidos era un calidoscopio que le llegaba a marear. Nunca se había preocupado por aquellos detalles, ni tampoco en peinarse cuidadosamente los cabellos.
Se descubrió a sí misma pensando como una frívola adolescente de Espiral. "¡Maldita sea!" - pensó y suspiró, derrotada.

-Bueno - susurró, para sus adentros - Un día es un día. Espero al menos que le guste.

-No me gusta.

¡Lúne se había deslizado por la parte de detrás de la estatua y la había pillado totalmente desprevenida! El rubor de sus mejillas empezó a intensificarse. Lo miró, torciendo una ceja.

-Lu...¡Lúne! ¿Cómo osas asustar así a una chica indefensa? - espetó, levantándose de improviso y planchándose con rapidez su ropa - Eres un cotilla... - lo miró, con recelo, sus ojos melosos empequeñecidos y simulando enfado - ¿De veras no te gusta?

El humano la agarró cuidadosamente por la cintura y le acarició los labios con el dedo índice.

-Quería decir que "gustar" se queda corto...Me encanta - la besó con ternura, atrayéndola hacia su cálido pecho - Lo siento por llegar un poco tarde. La conversación con Yume se alargó innecesariamente y luego tuve que volver a la Residencia para dejar todos los libros - añadió, con un tono de voz tranquilo y sosegado.

Ichiro ladeó levemente la cabeza, simulando despreocupación sin dejar de mirar a aquellos bonitos ojos grises.

-Al final...¿Cómo fue?

La mirada de Lyr varió ligeramente y pareció querer mirar el horizonte con melancolía, apartando su mirada de ella. Sin embargo, sonreía con tranquilidad, como si se hubiera quitado un peso de encima.

-Hemos cortado. Eso es todo. Ya no tenemos por qué escondernos, Ichiro - le devolvió la mirada y ella, con un impulso que venció a sus pensamientos, le abrazó por el cuello y le besó. Después, su rostro se ensombreció, sin poderlo evitar. Desvió su mirada.

-Siento...haber interferido entre vosotros dos. No...no lo hice a propósito - susurró, con la voz cortada - ¡Sé que muchas chicas en Espiral dicen eso para...quedar bien! Pero...pero es verdad, yo...lo siento...

-Lo importante ahora somos nosotros, esta tarde es nuestra. ¿De acuerdo? No debes pedir perdón de nada. Hay cosas en la vida que són inevitables, para mal...o para bien - le dió un pellizquito en la cadera y le guiñó un ojo.

-¡Sí! - Ichiro recuperó la sonrisa y le agarró de la mano. La tormenta, poco a poco, se aproximaba, pero aquello ya era lo de menos. Nada podría impedir que estuvieran juntos, fueran rayos, tsunamis o aludes de nieve - ¡Vamos a dónde está aquel grupo de gente! - señaló una gran multitud, al otro lado de la plaza, que rodeaba a algo o alguien que no podían ver - ¡Ardo en curiosidad!

-Será algún juglar. ¿No prefieres ir a pasear al lado del mar? - la miró, poniendo los ojos en blanco. Los juglares solían ser unos auténticos bandidos. Nunca había confiado en ellos.

Ichiro tiró de su brazo con insistencia y, al notar que se resistía y que no podía arrastrarle, empezó a entrarle una risa descontrolada.

-¡No seas tímido! ¡Vamos! - trataba de contener las carcajadas sin éxito - Por favor... - dejó de tirar y se acercó a él abriendo los ojos exageradamente y haciendo morritos. Lyr se sonrojó ligeramente y suspiró.

-Está bien...pero sólo un ratito.

-Jeje, lo sabía, tienes tu corazoncito - le sacó la lengua y esta vez sí se dejó arrastrar por ella hacia la multitud. Lúne la miró de arriba a abajo, pues ella iba delante suyo. Nunca la había visto vestida a la moda humana. Los vestidos de los viajeros eran muy sobrios, pero aquel día ella estaba realmente arrebatadora. Con los largos vestidos que solía llevar no había podido observar su cuerpo con todo detalle, pero por primera vez veía todas las curvas. Un fuerte calor descendió desde su pecho hacia abajo. "Maldito pervertido" - pensó - "Empiezas a parecerte a Hanuil".

Llegaron por fín junto a aquella marabunta y, efectivamente, todos coreaban diferentes canciones de todo lo largo y lo ancho de Espiral. Algunos de ellos, la mayoría los típicos hombres obesos de taberna, estaban en un estado ebrio muy avanzado, jarras de cerveza en mano.
En el centro se hallaba una figura muy familiar para Lúne, el cual había asistido a muchos recitales cuando era pequeño. Era sin lugar a dudas un juglar errante, de los que abundaban en Espiral: sombrero verde con pluma azul, una desgastada y vieja túnica también de color esmeralda, pantalones anchos de rayas azules y blancas y unos llamativos y puntiagudos zapatos rojos con cascabeles. Observando su alargada nariz roja y sus movimientos, pudo saber perfectamente en qué estado se hallaba aquel músico. Aún así, tocaba el laud más que bien pese a su voz ronca debido quizá a muchas copitas de ron.

Ichiro, entusiasmada, empezó a dar palmas junto al resto del público mientras miraba de reojo a Lyr.

-¡¿Te la sabes?! - gritó, en medio de la enfervecida muchedumbre - ¡Es increible! ¡Es como las leyendas que he leído! - casi lloraba de la emoción.

-Claro que me la sé. Es una vieja canción campesina del oeste - el joven miembro de Varmal, a pesar de su inicial negación para ir a ver el espectáculo, esbozaba una sonrisa, rememorando viejos tiempos - Se llama "La pastorcilla solitaria".

-Ovejas de día
y una pinta de cerveza
sobre la paja del establo
suspiraba
suspiraba la pobre
pastorcilla.

Una noche
borracha perdida
salió al bosque
y un oso la raptó
un oso se la llevó.

Días después
la família del oso
recibió una extraña
carta:
"2.000 monedas
o les envío
la cabeza de su hijo"

Y con aquel rescate
la pastorcilla
se hizo condesa
en un palacio lejano.

Y cuando se pone el Sol
los aldeanos cuentan historias:
de niños-oso
que pululan libres
en los bosques.

Ichiro se tuvo que secar las lágrimas con un pañuelo, de tanto reir. ¡Era la canción más divertida que había escuchado en toda su vida! Aplaudió con fervor. Lúne también se unió a los aplausos, pero de forma más desapasionada. Era una canción muy popular.
El juglar borracho paró de tocar el laud, supuestamente para descansar, aunque en verdad lo hacía para pasearse entre los presentes con su pandereta vuelta del revés, recaudando las pocas monedas que le daban. El músico, una vez hubo recogido el dinero, dando las gracias con profundas y exageradísimas reverencias, volvió a sentarse sobre su taburete. Sin embargo en vez de seguir tocando, empezó a escrutar a los presentes con una mirada brillante y perdida en alcohol.

-Bueeenio, buenio...Auorra nnneshesito unn vuoluntiario...sino...me negio a 'antar.

Todo el mundo estalló de nuevo en carcajadas al escuchar las palabras entrecortadas del juglar. Ichiro, sin pensarlo un sólo momento, agarró el brazo de la casaca azul de Lúne y tiró de ella con fuerza.

-¡Lúne! ¡Sal a cantar, por favor! - trató de componer de nuevo una mirada adorable y brillante con sus irresistibles y enormes ojos ámbar, pero Lúne, aquella vez, pareció no caer en la trampa.

-
¿Estás loca? - sonrió Lúne, amagando una carcajada burlesca y apretando con suavidad los carrillos de la feérica con una mano - ¿Y por qué no vas tú?

-Do dengo uena oz - replicó ella, con los carrilos apretados. Una vez se libró de sus manos, siguió empujando al humano hacia adelante - ¡Anímate, anda!

-¡Parieche que eshte moichiacho se va a 'nimar! - el juglar, que no se veía claro ni a sí mismo, creyó ver que Lúne trataba de acercarse al escenario sin observar que en aquellos momentos estaba siendo empujado por su chica. Se acercó dando saltos hacia dónde se hallaba Lúne, el cual ya estaba fulminando a la feérica con su mirada. Ella apretó sus dos manos, emocionada.

-¡Ánimo, Lúne, lo vas a hacer fenomenal!

-La venganza se sirve fría, Ichiro - sonrió, maliciosamente, mientras todos los presentes empezaban a aplaudirle con una gran ovación, más para que siguiera el espectáculo que por él. El juglar se abrazó a él y le enseñó sus asquerosos dientes amarillentos, no sin antes eruptar en su cara con un no demasiado agradable olor a ron.

-¿Cionoshes lllaa...canshiioon... - se puso a pensar, con ojos vidriosos, mientras volvía a sentarse al taburete y a empuñar su viejo laud - "¿Ll...la vidda puedie ser maravishosha?"

-En pocos lugares se permite cantarla - respondió Lúne, el cual se sentía totalmente abrumado por el gentío que le observaba desde todos los ángulos. No solía ponerse nervioso, pero en aquel momento sentía su corazón latir con una fuerza inconmensurable - Por supuesto que la conozco. La cantaré y luego me voy. ¿Entendido?

-Shi claro, joven - volvió a sonreir con aquellos dientes mellados - Vamos pues.

El juglar empezó a tocar, de forma grácil, la lenta y bonita melodía que servía de introducción a la canción. Por la expresión de los rostros de la gente, no se la sabía casi nadie. Eso, contra pronóstico, divirtió a Lúne, el cual empezó a sentirse con ganas de estrenar su voz después de tanto tiempo sin cantar. Carraspeó, justo cuando llegaban los acordes que indicaban la entrada de su voz. Se puso una mano en el pecho y cerró los ojos. La recordaba bien. ¡Vaya si la recordaba! Sólo permitían cantarla en Varmal, y se ve que también en Firya.

-La vida puede ser maravillosa
vayas dónde vayas
jugar con el destino podrás.

Bajo un árbol ancestral
copas de Lera
y magia flotando
en derredor.

Manjares y furcias,
ensalzaremos nuestra gloria
con humildad
rodeados de riqueza.

Todos escuchaban, embelesados, la dulce y aflautada voz de Lúne.
Ichiro se había quedado muda, con el pecho estallándole desde dentro.
En el parón instrumental, Lúne miró hacia el cielo, observando las primeras estrellas de la noche aparecer en el cielo azul oscuro, escuchando los truenos cada vez más cercanos. Luego, retomó la canción.

La vida puede ser maravillosa
entre bardos, condesas
y cortesanas.
¡Benditos sean los escotes
y los libros sagrados!

Luego miraremos a otro lado
señalando a otros
para seguir en nuestro camino
el más bello e iluminado
sin mácula que declarar.

La vida puede ser maravillosa
si se tiene dinero
para en una Orden entrar.

Lyr, por vez primera en su vida, se encontraba totalmente inmerso en un auténtico baño de multitudes. Todos le aplaudieron fervorosamente e inmediatamente ya le estaban pidiendo que cantara otra canción más. Esbozó una tímida sonrisa de agradecimiento junto con un gesto de negación con su cabeza, y volvió junto a la feérica, la cual le miraba como si el joven se hubiera convertido en un extraño.

-¡Es increible, Lúne! ¿Cómo...cómo es que no me lo habías dicho nunca? - le abrazó, mirándole con una mezcla de extrañeza y alegría - ¡Tienes una voz maravillosa!

-Bueno, no será para tanto - sonrió Lúne, encogiéndose de hombros - ¿Vamos a ver la puesta de Sol?

-¡Oh! ¡Está bien! ¡Vayamos!

El joven de Varmal se sentía extrañamente ligero, con ganas de gritar a los cuatro vientos. Agarró a Ichiro entre sus brazos, por sorpresa, y, levantándola del suelo, empezó a dar volteretas. Una vez volvió a dejarla en el suelo, Ichiro estaba roja de tanto reir.

-¿Ves? Por mucho que disimules, te ha gustado que te aplaudieran - le guiñó un ojo.

Lúne se limitó a sonreir y a cogerla de la mano. Si, en verdad no había estado nada mal.

------------------

-¿Y para esto has venido a mi apartamento, para decirme que te sientes traicionada?

Anie estaba ya vestida con un sencillo pijama de rallas rojas y blancas, y escuchaba paciéntemente los lloros y los gritos de Yume sentada en una destartalada silla y con las piernas cruzadas. Movía hacia adelante y hacia atrás su pie derecho, tratando de contenerse.

-¡Me ha estado traicionando! ¡Me ha engañado! - la rubia dió un golpe sordo contra la mesa de madera que separaba a ambas amigas, sobre la cual reposaban un montón de libros y dos tacitas de te - ¡Me he vestido como una ramera por él, me doy vergüenza!

-Nunca te había visto así, Yume, tranquilízate un poco, anda - Anie dió un sorbo de te y lo dejó reposar de nuevo sobre la mesa, con toda la calma que pudo reunir. Prosiguió - Bueno, ahora ya estais en paz. ¿No? Tu también me viniste a llorar un día, diciéndome que le habías engañado con otro. Además, tú siempre vas vestida así - Anie cogió un libro que rezaba "Encantamientos" y empezó a hojearlo, como si estuviera dejando zanjado el tema.

-¡Pero como puedes ser tan fría! - Yume se arqueó hacia ella y se dió un puñetazo sobre la palma de su mano - ¡Claro! Tu también estás coladita por él. Es eso. ¿Verdad? Por eso le defiendes.

Anie alzó sus rasgados y escrutadores ojos castaño del libro y la observó con una mirada brillante llena de burla.

-Claro, Yume. He estado tirándomelo en secreto desde que os conocisteis. Yume, deja de ser tan niña, anda - volvió a hojear el libro, indiferente - Yo también he tenido problemas con algún chico y nunca me he puesto de esta manera. Me pregunto si Lúne te lo reprochó alguna vez, cuando nos sacó, junto con Nuán, de Fortaleza y nos salvó el pellejo.

-¿Ves? Antes le odiabas y ahora se te caen las babas, Anie. Deja de fingir - Yume sonrió y se sentó en otra silla junto a su amiga, echándole una intensa mirada - Si fueras tú la que me ha quitado a Lyr, no me enfadaría, te lo juro Anie. Pero confiésalo, anda. Y no me vengas con esas, que tú eres una solterona desde que te conocí.

Cuando Anie volvió a alzar su mirada, aquella ya no tenía nada de burlesco ni de calmado. Ya empezaba a sentirse harta. La fulminó con sus ojos.

-No sigas por ahí, Yume. Lúne nunca me ha interesado ni me interesa. Solamente estoy tratando de ver las cosas con perspectiva - cerró el libro y suspiró, profundamente - No es momento de obsesionarse por estas cosas, estamos en medio de una guerra, no sé si lo has olvidado. Además, sé que casi todos los chicos de la escuela van detrás tuya. En este sentido, no te puedes quejar - sonrió amargamente - Es cierto, nunca tuve éxito con los chicos. Pero los pocos con los que estuve, no lo he ido diciendo por ahí.

-¿Me estás llamando presumida, acaso? - la miró con los ojos entornados.

-Por supuesto que sí. Eres muy presumida y en eso rádica parte de tu encanto - replicó la interpelada, con una sonrisa torcida - ¿Podemos cambiar ya de tema?

Yume frunció el ceño y se llevó las manos a la cabeza, sintiéndose derrotada y frágil como una rosa en Invierno.

-No me rendiré, Anie, eso tenlo por seguro - dijo, con un hilillo de voz.

-No me esperaba menos de tí - Anie abrazó a su amiga, ahora con una dulce sonrisa en su rostro, acariciándole la espalda con cuidado - Ahora trata de distraerte con otras cosas. El tiempo es más sabio de lo que crees y no me gusta verte así - Yume había roto a llorar - Ya está, ya pasó. Tu sabes que todo lo que te propones, siempre que pienses en positivo, lo logras. Quiero a mi Yume de siempre. Sonriente y feliz.

Yume la miró con una sonrisa en los labios, sin que su torrente de lágrimas cesara de brotar de sus bonitos ojos claros.

-Gracias por aguantarme, Anie.

-Venga va, no te me pongas sentimental - se separó de ella y se levantó, dirigiéndose hacia el armario que compartía con otras chicas de la Residencia. Lo abrió y escogió dos pequeñas espadas de madera y volvió de nuevo a su sitio, con una sonrisa un tanto maliciosa. Yume se quedó perpleja, limpiándose las lágrimas con un pañuelo de seda rojo.

-¿Qué haces con esas espadas de entrenamiento? - preguntó, aún sollozando un poco - ¿Ahora te ha dado por ser guerrera?

-Oh, no exactamente - dejó la espada sobre las piernas de la rubia y se puso a observar la suya, con detenimiento - Digamos que he empezado a atender a clases de lucha con espada. Nunca se sabe cuándo te van a servir, y más en estos tiempos. Una mujer tiene que saber defenderse. Ah y también te recomiendo asistir a clases de encantamientos y contra-encantamientos - la miró con una seriedad llena de disciplina, como si se tratara de una profesora.

Yume la miró de arriba a abajo, aún sorprendida por lo que le estaba diciendo su mejor amiga. Luego, sin poder resistirse, empezó a reirse con fuerza.

-¡Anie! ¡Yo no sirvo para estas cosas! Prefiero dedicarme a la danza.

-Pues si no quieres aprender, te tendré que enseñar yo. Si alguien te ataca y mueres, al menos no me pesará la consciencia, porque te habrás defendido con un par de ovarios.

-¡Qué malvada eres! - gritó Yume, dándole un suave bofetón en el brazo con su puño - Te repito que yo estoy hecha de otra forma. Me gustan las cosas más...digamos... - pensó cómo lo podía decir para no enojar a su amiga - sutiles.

Anie se levantó espada en mano y, delante suya, la retó con el arma de madera dirigiéndose hacia ella.

-¡Querías decir que no soy suficientemente femenina! ¿Verdad? - espetó, con un tono de voz simulando enfado y con el ceño fruncido - ¡Levántate! Ahora vas a saber lo que es bueno. Coge tu espada. Voy a enseñarte, debilucha.

-¡Oye! ¡No me digas eso! - se levantó, empuñando la espada con una mano, como si estuviera sosteniendo un palo - ¡Ahora verás!

Yume dió un torpe y lento paso hacia adelante y, trazando una curva en el aire, le dirigió un espadazo directo a la pierna derecha de su amiga. Pero ésta, con facilidad, lo esquivó y, con un rápido giro, la agarró con suavidad pero con firmeza desde atrás por el abdomen con su mano libre, y rápidamente le colocó la espada en el cuello. Lo había hecho todo con una facilidad pasmosa.

-Tienes dos opciones - dijo Anie, sonriendo con sarcasmo - La primera es morir; y la segunda...¡Que me devuelvas los libros que te dejé el año pasado y aún no te has molestado en leer, ladrona!

-Sí, sí, te los devolveré, Anie. ¡Suéltame, te lo suplico!

-¡De rodillas!

-Ehm...Anie...

La muchacha dejó libre a su amiga y soltó la espada al suelo, empezando a reirse a carcajadas.

-¡Yume! Vamos a ver...mira cómo lo hago yo. Ponte en guardia, así, con las dos manos blandiendo la espada hacia arriba, recto, y adelantando tu pie izquierdo hacia adelante, quedándote de lado. ¡Así! ¿Ves? Eso sirve para esquivar mejor los golpes del enemigo en caso de que él ataque primero. Él tendrá menos espacio dónde golpearte, y tú más libertad de movimiento. ¡No! Aguanta la espada más arriba - era un espectáculo digno de ver: una delgada jovencita vestida con un pijama de rayas, dando lecciones a una presumida chica vestida a la última moda de Firya - ¡Así es! Ahora voy a hacer el ademán de atacarte.

-Oh, no, otra vez no Anie...he pasado un miedo... - tragó saliva, sus dos manos agarrando la espada como si le fuera la vida en ello.

-Tranquila. Ahora te estoy enseñando.

Fuera, a través de la ventana de madera, empezaron a caer las primeras gotas de lluvia y a escucharse con más claridad los truenos de la tormenta que empezaba a pasearse sobre la ciudad. Pronto, la llovizna se convirtió en un auténtico aguacero.

-Creo que me tendría que ir ya, Anie, recuerda que vivo en otro edificio de la Residencia. ¡Voy a empaparme toda! Este vestido me costó una fortuna...

-Te dejaré marchar si me prometes que asistirás, al menos, a una clase de entrenamiento - se acercó a ella con ojos amenazantes y apuntándola de nuevo con la espada. Yume tiró la espada al suelo y se apresuró a abandonar el apartamento, justo en el momento que llegaban las otras chicas que compartían vivienda con Anie, empapadas y caladas hasta los huesos.

-¡Te lo prometo, Anie! - sonrió, guiñándole un ojo y abriendo la puerta con rapidez - ¡Gracias por todo!

-A ver si has aprendido con esto el espíritu guerrero que te falta, jovencita - simuló la voz de un hombre de armas experimentado, poniendo los brazos en jarras e hinchando el pecho.

-Sí - replicó Yume, antes de cerrar la puerta - ¡Pero das miedo!

Thursday, October 1, 2009

Capítulo 9: El camino de Lúne

-¿No se suponía que volvíamos al Palacio? - se atrevió a preguntar Ichiro en un susurro, en medio de aquel sepulcral silencio que se había instalado alrededor de aquel roble gigantesco. El árbol se hallaba justo en el centro de aquel enorme jardín, corazón de Ciriol, y era tan alto que la copa desaparecía entre las bajas nubes amenazantes de lluvia que cubrían el valle, y tan ancho que solamente podían rodearlo por completo unas 20 personas adultas.
¿Cuántos años debía tener aquel árbol? Se preguntaba Ichiro. Y solamente de pensarlo le entraba un escalofrío que le recorría todo el cuerpo.

Elrick se limitó a mirarle a los ojos y hacerle un ademán con el dedo en la boca, para que guardara silencio, y siguió observando con aquella mirada desapasionada que le caracterizaba cómo los sacerdotes del Palacio se congregaban alrededor del árbol, dándose las manos y murmurando unos extraños versos. Lúne se hallaba al lado de la feérica con sus ojos entrecerrados y grisáceos clavados en aquellos individuos ataviados con togas blancas.

Al cabo de unos minutos de oraciones, justo en la base del tronco, una luz azulada dibujó el contorno de una gran compuerta de unos 3 metros de alto por 2 de ancho. Lentamente fue abriéndose hacia dentro e instantes después apareció desde la oscuridad un individuo con un aspecto sumamente extraño. Era menudo, encorvado e iba ataviado con unos harapos verdosos que le colgaban por todo el cuerpo pero, cuando uno se fijaba mejor, veía que no eran harapos, sinó grandes cantidades de musgo que parecían surgir de su propio ser. Llevaba un bastón para andar y su cara aparecía cubierta por una máscara de aquella extraña ave presente en los Almacenes de Ciriol.

El círculo de sacerdotes se abrió mientras aquel enigmático personaje iba avanzando lentamente hacia afuera, creando finalmente un círculo alrededor suyo e inclinando su cabeza ante su presencia. Todos menos Kerrion, el sumo sacerdote, que mantenía su mirada firme hacia la figura renqueante que ya se hallaba en el centro del círculo, sin pestañear.

-¿Dónde está el joven? - siseó con lentitud el extraño, con un tono de voz que recordaba a cuando una rama cruje.

Lúne se prometió a sí mismo que aquella sería la última concesión que les haría a los sacerdotes de Ciriol puesto que ya había puesto en demasiadas dificultades a Elrick y a Ichiro. Tenía que hacer un último sacrificio y luego, de vuelta a Firya...

-Soy yo, Lúne de Guibush - replicó, con tono orgulloso y altivo.

El individuo se acercó renqueante hacia dónde el joven se hallaba, ante la atenta mirada del copioso grupo de sacerdotes y de los 3 Viajeros. A medida que se iba acercando, un fuerte y desagradable olor a raíces podridas se impuso al resto de fragancias, hasta el punto que Lúne sintió como le entraban nauseas. Pero se sobrepuso a ello, una vez la menuda y encorvada figura enmascarada se hallaba justo ante él.

-Veo mejor que nadie y soy ciego. Y en tí veo un suspiro del Sén, en tí y en cada uno de nosotros - susurró, como si estuviera hablando desde un pasado muy remoto - Y los suspiros cambian a cada instante, aún cuando su esencia siempre queda intacta - alargó su mano hacia el pecho del joven sin llegar a tocarlo, y en el cuerpo del joven se produjo un escalofrío. El anciano se combó hacia atrás y alzó su cabeza enmascarada hacia el cielo ya poblado por algunas estrellas.
Empezó a emitir sonidos extraños y confusos. Lúne esbozó una sonrisa ante el descontento de los sacerdotes. ¿Por qué toda aquella comedia? Seguramente habría ingerido una droga y ahora trataba de entrar en trance a través de una mezcla entre el efecto del narcótico y la concentración. Aquello no tenía nada de mágico.

Aquello era otra cosa y tenía ganas de que se acabara pronto.

No soportaba estar ante aquel viejo lunático un segundo más, el cual empezaba a hacer extraños gestos con las manos y a murmurar palabras inconexas. Observó a Ichiro de reojo, la cual le miraba también a él con ojos tristes, quizá por el distanciamiento que se había producido entre ellos, desde lo de Hánuil...Tenía ganas de abrazarla, de llevársela a un lugar a salvo de todo, dónde poder llevar una vida excitante y repleta de aventuras, pero con un hogar sin guerra al que volver. ¿Y Yume? Él la había traicionado, después de haberle dado esperanzas, después de haberse acostado con ella aquella noche en Firya. Se sentía un miserable. Tenía ganas de estar sólo.

Quería tiempo para pensar. Quería buscar un camino suyo, solamente suyo. Tenía que volver y hablar con Nuán, cuanto antes. "Más allá de las montañas de Ilmaren se halla el secreto" había dicho Solfka. El libro de Nuán también dejaba entrever algo parecido, con leyendas de seres extraños en la región. Todo le sonaba a un cuento de hadas difícil de creer. ¿Por qué Nuán no había mencionado nada sobre aquello, desde que le conocía y, sobretodo, desde que habían tenido que huir de la Fortaleza?

-¡Lyr! ¿No has escuchado lo que te ha dicho el Señor del Bosque? - Kerrion, el sumo sacerdote, se hallaba ante él en vez de aquel pintoresco personaje de antes. Sin duda, sus pensamientos le habían abstraído durante unos minutos de la realidad que le rodeaba - ¿No has sentido nada?

-¿Qué se suponía que debía sentir? - preguntó Lúne, encogiéndose de hombros.

-El Señor ha dicho que no tienes nada especial y que, sin embargo, tienes un Sén de un color que él jamás había sentido. Él pensaba que ya no existían, que se habían extinguido siglos atrás - Lúne observó el tronco del gigantesco roble, y no advirtió nada anormal en él. La compuerta mágica había desaparecido - Jamás el Señor ha sido incapaz de entrar en la consciencia de un ser humano, y así ha sucedido hoy. Pero, como siempre, lo ha aceptado con total serenidad.

Era increíble. No había notado que aquel anciano se hubiera marchado. ¿Tan pensativo había estado?

-De alguna manera - prosiguió el sumo sacerdote - sí has entrado en trance, pues es evidente que no te acuerdas de sus palabras ni de su partida. Has estado en trance y solamente has podido observar tus pensamientos - asintió, resignado, ante la evidencia de no haber podido desentrañar el misterio del supuesto poder del joven, y se mesó su larga barba.

-¿A qué te refieres con el color de mi Sén? - preguntó el joven, irritado e impaciente.

-El Sén no puede explicarse - espetó Kerrion, con el rostro grave y retraído - Fluye en todo el Universo, y va más allá del concepto de Universo, pues este concepto es humano. Los seres humanos y los seres feéricos tenemos unos colores que fluyen en nuestro interior, dependiendo de la naturaleza de nuestra alma, que constituye un suspiro de Sén. Los hay más comunes, y los hay más extraños. Pero el tuyo solamente se ha observado contadas veces y, para que lo comprendas, tienes el mismo color de Sén que Féntar, el mítico hombre que inició el Retorno a Espiral. ¿Si eso tiene importancia? No estoy seguro. Poco sabemos aún al respecto. Lo que me extraña...es que el Señor no ha visto un poder especial en tu interior.

Lúne había estado escuchando aquello con gran excepticismo. Nunca había creído en supersticiones, en linajes especiales ni en poderes inexplicables. Ya no soportaba por más tiempo que estuvieran analizándole constantemente.

-Todo esto que me estás explicando - replicó, con un tono de voz sarcástico - no són más que creencias religiosas que me importan bien poco. Creía que habíamos venido para buscar consejo, no para que indagara en mi interior un pseudo-mago que vive aislado en el interior de un roble. Me importa un rábano de qué color es mi alma, con todo el respeto hacia vuestras creencias - sin duda, Solfka había tenido razón: "Yo ya cometí el error de no ser valiente y de no saber seguir mi camino. Me niego que esto suceda con vosotros". Sonrió, satisfecho, y miró a ambos lados del consejo, como si estuviera buscando a alguien - ¿No falta nadie en vuestro consejo? - se limitó a preguntar.

Los ojos del sumo-sacerdote brillaron con la luz oscura de la ira, por primera vez desde que lo había conocido. Unos susurros y cuchicheos se alzaron entre los sacerdotes. Kerrion se dirigió hacia el centro del círculo y con un ademán de sus manos, mandó que se impusiera el silencio.

-Mañana se celebrará el último consejo por la mañana, y por la tarde los Viajeros y Lúne volverán a Firya. El ritual ha concluído.

------------------------

Aquella noche iban a hospedarse en el mismo Palacio, en unos sencillos pero coquetos dormitorios con una gran balconada central que miraba al inmenso patio en dónde habían estado andando aquella misma mañana en dirección a la Torre. En realidad muchas de las dependencias que rodeaban a la Torre servían para la instrucción de los estudiantes de Ciriol, así que por los pasillos los niños y las niñas, vestidos todos con togas celestes (las del aprendizaje integral), no podían evitar mirarles con curiosidad y a veces tratar de entablar convesaciones chapurreando el Idioma Común. No estaban acostumbrados a recibir visitas, ni mucho menos.

Lúne se hallaba sentado ante el balcón, en una sencilla silla de mimbre, observando las suaves y armoniosas formas del techo del complejo circular, que recordaba a las olas del mar. Uno de los sacerdotes se había sentado en el puente y estaba tocando una triste tonada con una pequeña flauta rudimentaria, quizá tan pensativo como él, aunque seguramente con preocupaciones muy dispares ocupando sus mentes. La tonada empezaba de una forma suave, cadencial, como si se tratara de una melancólica nana. Pero poco a poco, la tonada iba creciendo en intensidad hasta llegar a un estribillo que era más un lamento que el suspiro fugaz de un recuerdo. Le dieron ganas de cantar, como cuando pertenecía al coro de su escuela, mucho antes de que su familia se trasladara a Fortaleza. Siempre le había gustado mucho cantar, pero...¿Cuando tendría tiempo para mirar por él mismo?

Escuchó unos pasos que se aproximaban a él y, en un momento, una presencia se hallaba junto a él, asomada al balcón y observando seguramente al improvisado flautista que había cercenado el silencio que antes reinaba en todo el recinto.

Era Hanuil, su cabellera rubia cayendo en bucles por su espalda.

-No ha parecido sorprenderte la decisión del Consejo - dijo el feérico, con un tono de voz distante impropio de él.

Lúne se mantuvo en silencio, aún molesto con la actitud que había tenido para con él aquella misma mañana. No recordaba haber hablado nunca seriamente con él antes de aquella pelea.

-Solfka, ¿Verdad? - prosiguió Hanuil, el cual ya se había sentado junto al joven humano en otra silla de mimbre, cruzando las piernas y con sus ojos azules observando el cielo nocturno - Es un hombre extraño. Yo también le conocí - se incorporó unos segundos, cogiendo algo que había a su lado. Se oyó como vertía un líquido dentro de dos recipientes: eran dos vasos de vino. Le ofreció uno a Lúne, ante su sorpresa - No suelo hacerlo - dijo, con una sonrisa amistosa el rubio - pero te pido perdón por haberte juzgado sin conocerte. Tomémonos un vino juntos bajo las estrellas.

-Gracias - espetó el humano, tomando el vaso de vino con delicadeza mientras seguía escuchando el melancólico trino de la flauta. Todas las estancias del Palacio estaban ya iluminadas con débiles y mágicas velas de color púrpura las cuales, a la vez, teñían tímidamente las oscuras losas del patio de aquel color. Unos lejanos grillos se alzaban como si fueran el coro del flautista - No tiene importancia. Al fín y el cabo, el mundo de los humanos está a punto de cambiar para siempre ya sea para bien, o para mal. Las pequeñas disputas suenan ridículas al lado de todo esto - dió un sorbo a la copa y sonrió, tímidamente - Y pronto nos separaremos, también. Tal y como me dijo Solfka, los Viajeros debéis ir a la Órden de Wail e infiltraros ahí, para tratar de descubrir al verdadero Jefe de la Orden. Yo en cambio, seré retenido en Firya, bajo protección. Una cárcel al aire libre, hablando en plata - añadió, con una sonrisa sarcástica.

-Ciriol nunca da consejos en vano, por eso cuando no pueden darlo, no lo dan. Y éste ha sido tu caso - el feérico removía el vino dentro de la copa, observándolo, mientras hablaba - Pero gracias a ellos ahora tenemos una hoja de ruta y sabemos cual puede ser el mejor camino. Más vale una vela en la oscuridad que nada. Y, sin duda, Wail está tramando algo muy gordo. Con la muerte de Agros, no terminó la gran invasión de los Lamat. Hay alguien que los está atrayendo, de eso estoy convencido.

-Quizá a la muerte de Agros alguien le sucedió - los ojos de Lúne relampaguearon - Y quisiera pensar que la facción de Varmal que luchó contra él, sigue su camino de forma clandestina. Pero...albergo pocas esperanzas.

-¿Y conoces cómo funciona esta facción? ¿Sus ideales y objetivos? - Hanuil le sondeó con su mirada azulada.

De repente se acordó de Melack, del tabernero que realmente había resultado ser un archimago que conocía desde el principio las oscuras intenciones de Agros. Éste había llamado a los Lamat, de eso no cabía duda, y también le había estado manipulando. Pero...¿Por qué? ¿De verdad si seguía los consejos de Solfka hallaría la respuesta? ¿Por qué les había confinado a todos en una Fortaleza? ¿Fue él también el autor de las matanzas que sucedieron alrededor de Espiral? ¿Y por qué Melack había atacado justo el mismo día de su investidura como miembro de Varmal? ¿Qué había pretendido con ello?

Se llevó las manos a la cabeza, confuso, y con ganas de olvidarlo todo. Bebió otro sorbo de vino.

-Se hacen llamar Varmal Verdadero, pero aparte de su oposición contra el abuso de poder de Agros, no sé nada más. Demasiadas preguntas y casi ninguna respuesta.

-Varmal Verdadero... - se quedó pensativo, el feérico - Nunca dejará de sorprenderme la facilidad que tenéis los humanos en dividiros. En el Mundo Feérico los únicos que estamos separados del resto, somos, precisamente, nosotros, los Viajeros - compuso una sonrisa irónica - Pero ya no me importa.

Lúne alzó una ceja, extrañado.

-Lo más lógico es que os vieran como Héroes. Hay que tener mucho valor para viajar a Espiral en estos tiempos - sentenció el humano, oteando la oscuridad con sus ojos grisaceos.

-¿Héroes? - preguntó, riendo, Hanuil - Este concepto no existe en el Mundo de las Hadas. Ni ningún otro de estos conceptos tan subjetivos que tenéis aquí. Mezclarse con humanos ahora, es sinónimo de debilidad y de decadencia. No es considerado "malo", pero prefieren apartarnos de los demás.

Lúne le miró fijamente, retirándose sus largos y oscuros cabellos de delante de su rostro. Hacía un poco de viento.

-Entonces, ¿Por qué os empeñais en abandonar vuestro Mundo, un lugar dónde no hay guerras ni decadencia, un lugar dónde la magia fluye por todos lados y los individuos són más libres y felices?

-Verás, Lúne - el feérico se levantó y volvió a asomarse, con rapidez, por el balcón, como si las palabras que iba a pronunciar necesitaran de esa acción - Cada uno de nosotros tenemos una razón diferente para convertirnos en Viajeros.
Yo no huyo de mi mundo. Lo amo y lo odio a partes iguales, pero no huyo de él - sus ojos brillaban con una extraña aura morada producida por las antorchas encendidas en los recintos de enfrente, al otro lado de la plaza - También creo que has leído demasiada literatura feérica pues, ni somos más libres ni más felices que cualquier ser humano. Desde que los portales están casi todos cerrados, nos estamos apagando y desvaneciendo, como una débil vela ante un viento huracanado de autocomplacencia. Nuestro deber, desde hace miles de años, siempre fue el mantener la armonía entre Espiral y el mundo Feérico, pues ambos se colapsan el uno sin el otro. Espiral necesita de nuestra magia y de nuestra armonía, y el mundo feérico necesita de vuestra fuerza y de vuestro afán de superación.

Lúne, que siempre había considerado que lo ideal hubiera sido nacer en el Mundo Feérico, no podía aceptar aquello que estaba oyendo.

-Pero si vosotros nos creasteis, es evidente pensar que no nos necesitáis para sobrevivir - el humano también se levantó y se situó al lado del feérico, esta vez fumándose su pipa. Hacía tanto tiempo que no fumaba en pipa...El humo exhalado desaparecía en el aire perfumado de Ciriol, como si fueran fantasmas huidizos - Vosotros nos enseñasteis todas las artes, las ciencias y la civilización. Somos nosotros los que os lo debemos todo. Y os lo hemos pagado con guerras, caos y sufrimiento - dijo, con un tono de voz ácido.

-Bebe más vino anda, me jode verte siempre abatido, Lúne - replicó el feérico, divertido, echándole más líquido rojizo a su copa - Hay que olvidar lo pasado, y construir el futuro a través del presente. Lo que hayan hecho los demás humanos con Espiral no debería ser de tu incumbencia. Tú tienes tus ideales. La pregunta es: ¿Los quieres llevar a la práctica, sean cuales sean?

Lúne se quedó callado ante aquella pregunta tan comprometida. ¿Cuáles eran sus ideales, su visión del Mundo? Siempre se había quejado de lo que le rodeaba, pero nunca había ideado una solución para todo ello, más allá de querer marcharse a vivir al mundo feérico algún día. Y aquello, sabía él, era imposible. Agarró su copa de vino y se la bebió entera, de un trago. El calor empezó a subir por su rostro, y la angustia comenzó a aminorar dentro de su corazón. Rió, con algo de tristeza.

-Tienes razón, siempre estoy deprimido, Hanuil - el feérico se apresuró en verterle más vino, con una sonrisa amistosa - Pienso demasiado, y aún no tengo claro qué es lo que debo hacer. Debo...dirigirme tras las montañas de Ilmaren. Eso es lo único que sé. Y nadie me detendrá. No dejaré que nadie se entrometa, esta vez no - el orgullo volvió a crecer dentro de él, junto con el estado de relajación y de euforia que le traía el leve efecto del vino.

-Entonces ya tienes un punto de partida. Ya sabes cual es el camino y lo que venga después dependerá de tí mismo. No busques más. Retén esa senda y encamínate por ella. Y no, no pienses más - Hanuil también apuró su copa de vino de un trago. Le dió unas cariñosas palmadas al hombro del humano - Además tienes a Ichiro. Las mujeres nos alegran el corazón y són capaces de elevarnos sobre cualquier obstáculo, aunque éste sea más alto que la torre más alta de los 3 mundos - alzó las cejas y le guiñó un ojo, lo cual hizo enrojecer levemente al humano - Por cierto, mañana tendría que intentar apurar mi tiempo con la marinera, antes de marcharme - sus ojos le chispearon, maliciosamente.

Marcharse...Pronto se separarían. Hasta aquel momento no había querido hablar con nadie acerca de sus sentimientos, pero en aquellos momentos se sentía ligero, tenía ganas de confensarle a alguien lo que le estaba matando por dentro.

-A Ichiro... - suspiró, con ambas manos apoyadas en sus mejillas y tratando de retener sus lágrimas - Dentro de poco no la volveré a ver. Y quizá sea para siempre.

-La amas, ¿Verdad? - Hanuil le abrazó por la espalda y le miró muy de cerca con una mirada enigmática, lo cual hizo que Lúne aún se sintiera más indefenso con sus sentimientos. Sin embargo, de repente, le habían entrado ganas de reir.

-Me resulta extraño, pues la conozco desde hace tan poco tiempo...Pero...sí, la amo...con locura.

-¡Jajajaja! - Hanuil le atrajó hacia él abrazándole aún con más fuerza y desordenándole los cabellos. Lúne, al principio algo sorprendido por aquella repentina reacción, también se echó a reir aún con su rostro ardiéndole mezcla del vino y de la vergüenza - ¡Hay que amar con locura, hay que enloquecer por el cuerpo de una mujer!

-Oh, y que lo digas. Tengo unas ganas de abrazarla, de besarla, de...¡Jaja, en serio Hanuil, no quiero que se marche! Y no puedo hacer nada...

-¡Claro que puedes, Lúne! - le agarró de los hombros y lo miró con esa seriedad sagrada de borracho a borracho - Si de verdad la amas, harás cualquier cosa para que no se marche. Prescinde de cualquier otra cosa. ¡Recuérdalo, Lúne! Tienes el camino y tu princesa. ¿Qué más necesitas?

-Solamente necesito que los pensamientos oscuros desaparezcan - replicó, con una sonrisa.

-Eso está hecho - vertió más vino en la copa del humano. Ya ni siquiera prestaban atención al flautista, el cual seguía tocando la misma y monótona melodía del principio. El feérico alzó la copa, seguido por Lyr - ¡Por los sueños y las bellas mujeres!

-¡Y por el Consejo ese de mierda, de sabios aburridos! ¡Se lo merecen, por aguantarnos!

Ambos se combaron hacia atrás, y se unieron en un coro de carcajadas.

-----------------------

Un rayo de Sol cruzó la habitación consiguiendo cruzar el estrecho umbral de las dos cortinas blanquecinas que se movían con brusquedad, a causa de un viento bastante fuerte. En Ciriol los fuertes vientos eran muy comunes. Lúne abrió los ojos lentamente, sintiendo, con rapidez, un severo dolor de cabeza y un embotamiento que se le extendía por todo el rostro.

Tenía una resaca de 3.000 demonios.

Oía respirar compasadamente a alguien a su lado, con lo cual, alarmado, se giró bruscamente hacia su izquierda y sus peores temores se hicieron realidad.

Era Hanuil. El rubio feérico se hallaba durmiendo a pierna suelta boca arriba, con un hilo de saliva cayéndole de sus labios de piñón. A los pies de la cama se hallaban dos botellas de vino totalmente vacías y alrededor de la habitación podían verse los desperfectos causados por una borrachera nocturna entre dos jóvenes: una mesita de noche tirada en el suelo, unos papeles con muchos garabatos ininteligibles, un lápiz roto por la mitad y un vaso hecho añicos. ¿Qué diantres había ocurrido? ¡¿Habían enloquecido?! Intentó hacer memoria y recordó algunas cosas que prefería no contar a nadie.
Horrorizado, recordó que Hanuil le había enseñado a besar bien, justo cuando ya empezaban a ir muy ebrios y se dedicaban a hablar sobre mujeres y amores no correspondidos. ¡Se habían besado! Se limpió los labios con fuerza, asqueado, y compuso una mueca repleta de resignación y enfado. Debían haberlos oído todo el Palacio, pues también se acordaba que habían empezado a escribir y luego vociferar poemas y a cantar canciones picantes que se acordaban de sus distintos pueblos. El humano se sentó de espaldas al feérico, sobre la cama, y se puso las manos sobre la cabeza. Necesitaba beber agua con urgencia.

-Buenos días, cariñito mío.

Una mano pequeña y suave le acarició la espalda. Lyr sintió un escalofrío y, automáticamente, se levantó y se giró hacia él, indignado.

-¡Déjate de bromas, Hanuil! ¡¿Qué coño hicimos ayer?!

-Tengo un resacón que no me aguanto - contestó el feérico, masajeándose las sienes - Pues nada, terminamos gritando y cantando como dos adolescentes en celo. Hacía tiempo que no me emborrachaba de esta forma. Fue divertido - se encogió de hombros y se levantó de la cama. Estaba desnudo.

-Vístete al menos. ¿Ves para qué ha servido venir a Ciriol? - empezó a sonreir de forma irónica - Me ha servido para que 4 viejos me digan que no saben quien soy y para acostarme con un tío. Menuda maravilla.

-Joder, necesito un café. ¿Tú no, Lúne?

-Por supuesto. Aunque creía que los feéricos no bebíais de esto.

-La costumbre. He viajado tanto por Espiral y por Ordinario que terminé siendo adicto, y más con una resaca encima. Al menos espero que ahora sepas besar mejor... - se acercó a él y le acarició una mejilla. Lúne se echó hacia atrás y suspiró, dándose una palmada en la frente.

-Si, encima recuérdamelo. Ichiro durmiendo plácidamente en la habitación contigua, y yo besándome con un feérico. ¿Alguien da más?

Golpearon a la puerta, sonoramente. A Lúne casi se le salió el corazón del pecho. ¡Mierda! ¡No podían verles así! Él tan solo llevaba unos calzoncillos y su camisa para dormir, pero el feérico iba totalmente desnudo y se paseaba de un lado a otro de la habitación, como si nada. Tan sólo se puso unos calzoncillos que, por cierto, llevaban unos corazoncitos pintados, y abrió la puerta.

Era Elrick, con su expresión rocosa de siempre, con la única diferencia de unas ojeras que casi le llegaban al suelo.

-Os debería matar aquí mismo por no dejarme dormir en toda la noche - espetó, seco y con cara de pocos amigos - Pero hay prisa y debemos marcharnos en seguida. Nos vemos directamente en el Puerto, dentro de 1 hora.

Y se fue dando un sonoro portazo. Hanuil empezó a reirse a carcajada limpia.

-Y seguro que había venido a Ciriol para, como dice él, "encontrar la paz interior" - le imitó, con una voz grave - Y se encontró con dos borrachos ávidos de vida, de batallas y de amores.

-Oh sí, cuanta razón tienes - replicó Lyr, con sarcasmo, mientras se vestía con rapidez y trataba de peinar sus abundantes y oscuros cabellos delante de un espejo.

Cuando ya estuvieron vestidos y habían intentado arreglarse lo mejor que podían y habían hecho ya los hatillos con ropa y comida de viaje (las ojeras era lo único que no podía esconderse), abrieron la puerta y se internaron por los bonitos pasillos de las dependencias estudiantiles, decoradas todas con mosaicos que representaban los colores de cada una de las especialidades, representadas a su vez por animales. Por ejemplo, el color rojo estaba representado con un dragón rampante. A ambos lados del pasillo, se abrían unas puertas que posiblemente llevaban a las clases. En aquellos momentos, por suerte, los niños se encontraban dentro. Lúne suspiró, aliviado de que no les vieran así.
Sin embargo, justo cuando enfilaban las blancas escaleras de caracol que llevaban directamente a la plaza central, se oyó un sonoro ruído de una puerta abriéndose y unos pequeños y rápidos pasos dirigiéndose hacia ellos.
Se giraron para ver quien era, y Lúne, al comprobarlo, se quedó con la boca abierta.

Ante ellos se hallaba un resoplante Neru, el hijo de Solfka, con los ojos emocionados y sonriente.

-Eh...¡Hola! ¡Yo muy feliz ver a tú! - le tiró de la camisa verde y desgastada que se había puesto Lyr (se había negado ponerse de nuevo su toga de Varmal) - Yo querer despedir de tú. Padre mucho trabajo. Yo ver a tú por ventana y... - de repente, el niño no supo cómo decir lo que quería decir en un idioma extraño para él y unas lágrimas asomaron por sus ojos - Eh...Eh...¡Halet! Ynä mariolen íos. Firya hy Ynä, trus lomme - dijo aquello entre lágrimas. A Lyr le resultó comprensible solamente una palabra: "Ynä", usada por todas las órdenes de Espiral para referirse a los miembros de esta. Significaba "Hermanos". ¿Qué habría querido decir? - Yo...sentir mucho. Común lengua, yo ser malo aún. Eh...

Lúne se arrodilló en el suelo y le abrazó, atrayéndole hacia sí. También le vinieron ganas de llorar, pero por la repentina ternura que sentía por aquel niño. Le revolvió sus cabellos castaños y sonrió, pellizcándole la nariz con dulzura.

-Ynä...hermanos. ¿Verdad? ¡Halet!...¿Cuidado?

El niño asintió, con un brillo esperanzado en sus ojos húmedos.

-Hermanos Ciriol...no buenos - se limitó a afirmar el niño, en voz baja y mirando hacia todos los lados, como si en cualquier momento pudieran descubrirle - Firya y Ciriol...

-Claro, Firya pertenece a Ciriol.

-¡Sí! - el niño volvió a recuperar la sonrisa, al observar que Lúne trataba de comprender lo que había dicho en su idioma - Yo...regalo padre y...de yo...para tú, para...Ichiro, también. ¿Dónde, ella?

Como si la hubiera invocado con sus palabras, Ichiro apareció al fondo del pasillo caminando enérgicamente hacia ellos y con el rostro cansado y serio. Sus ojos de color miel estaban entrecerrados y se notaba que tampoco había dormido bien. Incluso parecía haberse puesto lo primero que había cogido de su hatillo, sin pensar: una falda larga de color granate y una camisa larga y grisácea junto con unas sandalias también grises. No iba bien vestida pero, aún así, el corazón de Lúne se aceleró: estaba preciosa y, se notaba, enfadada con él. Pasó junto a ellos sin decirles nada, sus cabellos azules casi rozándole y una dulce fragancia de flores la seguía como si ella misma fuera una de ellas. Parecía no haber advertido a Neru, el cual se hallaba de espaldas a ella. Pero él sí advirtió a la feérica, al instante, justo cuando pasó por su lado.

-¡Ichiro! - gritó, con un agudo tono de voz - ¡Por favor!

La feérica se detuvo y se giró, mirándole al principio con ojos extrañados. Pero en un instante lo reconoció y su semblante pareció cambiar por completo. Sonrió, totalmente sorprendida, y corrió hacia él, abrazándole.

-¡Neru! ¡Me alegro mucho de verte! ¿Qué haces aquí? - le miró, también revolviéndole el pelo con cariño. Sin embargo, en ningún momento se giró para mirar ni a Hanuil ni a Lúne.

-Yo...despedir y triste...regalo para tú, para Lúne... - miró a ambos, sin entender por qué parecía que ahora no se conocían de nada. No sabía cómo decir en aquel idioma si se habían peleado o qué sucedía entre ellos para que parecieran dos extraños. Le vino una frase a la cabeza, pero no sabía si sería la apropiada. Después de pensarlo un rato, les miró de nuevo - Lúne, Ichiro...¿Ya no amor?

-Oh, no te preocupes Neru - dijo Lyr, rascándose la cabeza y evitando hablar de aquellas cosas con el niño - Estamos bien.

Ichiro miraba hacia el suelo, sin saber qué decir.

-¡No, mentira! - gritó el niño, visiblemente enfadado - ¡Lyr, Ichiro...amor!

Agarró la mano de Lyr y la de Ichiro, y, con una fuerza que no se habrían imaginado de un niño, las unió en un sólo instante. Ambos se quedaron de piedra. No sabían cómo reaccionar. De hecho...¿Por qué se habían peleado, realmente? Se miraron durante unos instantes, avergonzados, y apartaron las miradas para observar al niño que, de pronto, había empezado a revolver dentro de sus bolsillos. Finalmente, sacó dos pequeñas estatuas de arcilla. Una estaba hecha con una fineza asombrosa: representaba a dos amantes abrazados y mirando a lo lejos, sonriendo, con las palmas de sus manos sobre la frente. La otra seguramente estaba hecha por K'nol: se trataba de un monstruo alado hecho de forma muy irregular y, sobre él, se hallaban dos individuos abrazados y un niño montado sobre ellos. Todos sonrientes. Estaba mal hecho, pero tenía mucha gracia.

-Primera estatua: Ichiro, Lúne...esperanza, sueño, juntos; segunda estatua... - se puso a reir sin poder terminar aquella frase, con una risa contagiosa que hizo sonreir al humano y a la feérica.

Al fondo, un hombre vestido con una túnica roja empezó a llamarlo a gritos, muy enfadado, en su lengua. Seguramente le estaba diciendo que tenía que volver a clase cuanto antes. Neru le contestó, con un tono de voz entre aburrido y harto.

-¡Volver a ver! ¿Sí? ¡Yo visitar Firya! ¡Ir mucho!

-Claro que sí, Neru, nos volveremos a ver - respondieron ambos, al unísono, como si se hubieran puesto de acuerdo. Se miraron de nuevo, y se echaron a reir, rompiendo el hielo que había estado creciendo, sin saberlo, entre ellos.

El niño volvió a clase corriendo, despidiéndose de ellos con grandes ademanes con las manos y feliz por haber conseguido verles de nuevo.

Lúne e Ichiro, sin querer, se encontraron abrazados el uno al otro, viendo como se alejaba el hijo de Solfka. Se miraron y sonrieron, tímidamente. Hanuil lo miraba todo arramblado a la pared, como un espectador que está viendo una película romántica, también con una sonrisa en la boca, algo más burlesca.

Sin decirse nada, el humano y la feérica se besaron, sonriendo, tremendamente felices y aliviados.

-¡Bravo! ¡Bravísimo! ¡Aprendiste bien de mis clases de beso! - aplaudió Hanuil, desde la pared.

-¿Cómo? - la feérica no podía creer lo que le estaba diciendo Hanuil. ¿Clases de beso?

-Déjalo - replicó Lyr, asesinando con su mirada al feérico - Es la resaca.

-------------------

Me solía contar mi madre que, justo en el momento que nací, un rayo cayó por la chimenea de casa y luego salió por ella, con forma de bola de fuego. El trueno nos dejó momentáneamente sordos, a todos. En vez de ponerme a llorar, me quedé callado, mientras mi padre corría en busca de agua para apagar el fuego. Siempre pensé que, desde el principio, el Mundo no quería que yo naciera y así, envió un rayo para hacerme desaparecer. Esto permaneció en mi subconsciente durante mucho tiempo.

Crecí en un pequeño pueblo montañoso, siendo un niño distante y callado. Los otros niños me observaban con rabia, puesto que yo siempre les miraba con desprecio. Y la verdad, no me importaba. Me quedaba largas tardes en casa leyendo libros sobre el mundo feérico, observando a mi padre pintar y escuchando historias sobre hadas que me contaba mi abuelo, junto al fuego. Aún recuerdo que por las noches me encantaba quedarme media hora tumbado en la cama, imaginándome como un trobador de un reino de hadas, o también como un guerrero legendario que combatía a los Lamat.

De cada vez estaba más y más alejado de mi propio mundo. Empecé a volverme de cada vez más huraño y soberbio, y, ya en mi adolescencia, buscaba sin cesar libros dónde se narraran historias de viajes al Mundo Feérico. Empecé a obsesionarme con ello y a pensar que realmente había nacido en el sitio equivocado. Incluso dejé de hablarme con mis padres y con mis abuelos. Dejé de hablarme con todos y mi desconfianza era ya tan grande, que me negaba incluso a ir a la Escuela. Cada día que pasaba sabía que tenía que irme lejos, que aquel era mi destino, pero no sabía dónde y me asustaba pensar en la soledad, en un mundo dónde tendría que forjar mi propia identidad. Dos sentimientos encontrados que me herían hasta lo más profundo de mi corazón. Mis padres, desesperados por mi comportamiento y viendo que no había mejoría, decidieron dejarlo todo atrás y cambiarnos de casa hacia los dominios de la orden de Varmal, hacia una ciudad llamada Surä. Además, mis padres creían que allí tendrían más trabajo que en un pueblo solitario de las montañas.

Y fue un acierto.

Aún recuerdo como si fuera ayer, mi primer día en una de las Escuelas de Varmal. Entré con cara de pocos amigos, esperándome, como siempre, una fría bienvenida por parte de mis compañeros y de los profesores. Me senté en una mesa al final del todo y me crucé de brazos, totalmente apático, hasta que me llegó el turno de presentarme ante todos ellos. El profesor al instante me preguntó qué quería ser y hacer con mi vida, y, sin vacilar, le contesté: "Quiero ser un duende". Me acuerdo aún de las carcajadas de mis compañeros y de la sonrisa divertida de aquel profesor. Todos creyeron que había gastado una broma y aplaudieron mi supuesta ocurrencia y fue allí cuando sentí que por fín había encontrado mi lugar. Me sentí en paz conmigo mismo y, al cabo de unos meses, ya había hecho unos cuantos amigos con los que inventaba historias y cantaba antiguas canciones que aparecían en libros de leyendas. ¡Nos inventábamos el ritmo y las melodías!

Empecé a especializarme en canto y en leyendas del mundo feérico. Mis padres estaban alegres al verme tan concentrado en mis tareas y mi abuelo, el cual murió al año siguiente, se sentaba muchas veces a escucharme cantar aquellas canciones que había inventado con mis amigos. Aún albergaba muchas dudas y miedos en mi interior, pero tenía la certeza de que, si seguía progresando en mis estudios, algún día conseguiría cortar las marañas que me impedían saber dónde empezaba mi propio camino.

Y entonces sucedió, como una maldición.

Los Lamat atacaron la ciudad como una jauría de perros hambrientos. A pesar de todo tuvimos suerte, pues nuestra casa estaba situada en las afueras y los guardias tuvieron tiempo de evacuarnos y de indicarnos hacia dónde teníamos que encaminarnos para estar a salvo. ¿Pero mis amigos? ¿La vida que había empezado a forjar por mí mismo? ¿Dónde evacuarían todo esto? Los perdí para siempre, seguramente muertos mientras dormían. No sentí miedo en ningún momento. Lo único que sentí fue resignación y rabia. Dentro de mi ser quería convertirme en un soldado, en un maestro de la espada, para matar a aquellos Lamat que habían arrebatado mi vida.

En Fortaleza mi vida volvió a dar un brusco cambio. Empecé a tener ideas revolucionarias, a investigar quienes eran realmente los Lamat y sus oscuros motivos. Empecé a interesarme por la historia de Espiral, desde las primeras Órdenes, pasando por el retorno de Fentar y terminando en todas las acusaciones que pesaban sobre Varmal respecto a sus costumbres relajadas y a sus supuestas prácticas de magia negra. Estudié todas las Órdenes, sus prácticas y toda su historia. Me obsesioné en conocer la verdad de aquel misterioso ataque que me había arrebatado mis amigos y mis sueños. Me pasaba horas y horas yendo de la biblioteca al campo de entrenamiento, en dónde me preparaba para ser soldado y volví a desconfiar de cualquier persona que se me acercaba a mi lado. Empecé a frecuentar la Cabaña del Vigía y a emborracharme con parroquianos que tenían ideas parecidas a las mías, acusando al resto de órdenes por alejarse del Mundo Feérico por el afán de poder.

Y entonces Agros me atrajo hacia él y obró un conjuro para tenerme atado a sus designios.

¿Y cuales eran sus posibles intenciones?

Aún siguen los Lamat pululando por Espiral y él ya está muerto. Tiene que haber mucha más gente implicada. ¿La completa destrucción de las órdenes para volver a organizar a la humanidad de una forma más armoniosa? No, aquello era demasiado retorcido. Miles y miles de vidas perdidas no podían justificar aquella meta.

La muerte de mis dos mejores amigos de Fortaleza, saber que yo les asesiné por culpa de Agros. Eso aún pesa en mi consciencia. Eso hizo que mi vida se hiciera añicos y que, hasta ahora, haya estado caminando a ciegas, apático, como si tuviera que expiar todos mis pecados con mi muerte, sin que ésta me importara. Siempre les recordaré, y siempre querré pensar que, finalmente, solamente fue un espejismo y aún siguen vivos en algún lugar de este Mundo.

Ahora escribo estas lineas dirigiéndome a Firya en barco y, acordándome de mi pasado, ahora sé que, en contra de lo que he estado pensando últimamente, de cada vez estoy más y más cerca de mi propio camino. Es tortuoso, oscuro y a veces solitario, pero tengo el valor y el coraje de afrontarlo. Porque ahora sí sé cual es mi ideal, y sé por quien quiero luchar. Por mis padres, que quizá aún estén vivos en alguna parte, por Nuán, Yume, Anie, por los Viajeros y por Ichiro, que se halla junto a mí, durmiendo con una sonrisa en los labios. El amor te hace ver la vida de otra forma. Aprendes a sonreir con más facilidad. A abrir tu corazón y a desterrar la desconfianza y el temor.

¿He engañado a Yume? Sí, y creo que jamás podré perdonarme por ello. Pero...¿Tenía otra elección?

Ya no pienso en aquel rayo, no pienso en seguir huyendo de este Mundo. Aún creo que necesito visitar de nuevo el País de las Hadas, tal y como hice aquella vez en Fortaleza. Mantengo ese sueño de fantasía, repleto de magia, que no ha hecho más que crecer a medida que trato de reconciliarme con mi propio Mundo. Esté dónde esté, el camino empieza a serme revelado.

Lyr de Guibrush.
Barco Ciriol-Firya.