Tuesday, July 22, 2008

Cuento de hadas. Ichiro. Capítulo 2.

El centro de aquella villa estaba ocupado por una extraña y gigantesca plaza cubierta de multitud de mosaicos de los más diversos colores y formas narrando todos ellos las historias y las leyendas de Húgaldic. Contaban las historias orales, transmitidas de generación en generación, que aquella villa había sido la primera construída por los Amaru. Se desconocía cómo y cuando se habían construido aquellos mosaicos que se conservaban en perfectas condiciones, pero lo que era cierto es que aquella zona de la aldea era la única construída sobre una pequeña cuenca de "Mar Esmeralda" en los cuales como ya vimos la magia era presente en una cantidad inimaginable.
Así pues, todos aquellos lisos y pequeños baldosines resplandecían con un aura ligeramente verdosa, y los dibujos que se hallaban pintados sobre ellas se movían lentamente, recreando las historias allí narradas como si se tratara de una película de animación que ahora conocemos a la perfección, en nuestro Mundo Ordinario. Por ejemplo, cómo se decía que los Amaru habían construido su pequeña y pacífica civilización gracias a la ayuda de las Yrissi, viviendo en los bosques mágicos de alrededor, los dibujos de éstas se movían gracilmente, insuflando de magia con sus danzas a los constructores de aquel curioso material granítico.

¿Cómo se sabía que, aparte de aquel aura esmeralda, aquella plaza embaldosada estaba construída sobre un pequeño lago "mágico"? Pues por algo muy evidente y a la vez visible ya sín tener que recurrir a las creencias: cuatro árboles gigantescos que alcanzaban los 100 metros de altura y los cuales cubrían con sus ramas y sus enormes copas todo el pueblo, estaban dispuestos en cada uno de los puntos cardinales de aquella plaza sobre pequeños estanques de agua verdosa, la misma que se hallaba en el bosque de las hadas sobre el qué Ichiro había sobrevolado minutos antes.
Tampoco nadie sabía por qué ni para qué razón aquellos árboles se habían alzado justo en las aguas mágicas, pero sí que había creencias sobre su posible simbología. Para los habitantes de Húgaldic, simbolizaba el recuerdo de las Yrissi, de la unión que tenía su raza con ellas, para que jamás se olvidara.

Y así, esta unión cubría todo el pueblo de este a oeste y de norte a sur.

Sin embargo, lo más curioso de todo era cómo entre los árboles colgaban unos puentes de aquel material parecido a la plata, que abundaba en aquella zona, para que los Amaru, en sus momentos de Ocio, pasearan sobre su pueblo, de árbol en árbol, en diferentes y múltiples niveles. Eran tan extensos y sus ramas en algunos puntos tan gruesas, que incluso se alzaban sobre ellas algunas pequeñas casas que servían tanto a pequeños como adultos para refugiarse y buscar la paz interior, para meditar, para jugar y, sobretodo, para buscar armonía y pasión mágica entre enamorados. Cada uno de los árboles era un mini-universo para cada uno de sus habitantes. Además, cada uno de aquellos árboles era diferente del otro, de otra raza, y desempeñaba diferentes funciones para cada uno de los Húgaldics, dependiendo del corazón y el alma de cada uno.

Pero ahora no nos detendremos en ellos, pues la grácil, delgada y menuda niña de largos cabellos azules y ojos color miel acababa de llegar a la plaza, corriendo y con una sonrisa dibujada en sus labios sonrosados.
De repente, la muchacha se detuvo en un solo movimiento y miró hacia arriba, hacia el Árbol del sur. Allí se encontraba un niño con unos ojos grandes y negros, rodeados por una pequeña circunsferencia púrpura. Los ojos eran el único rasgo distintivo entre los Amaru, pues incluso sus caras eran todas muy parecidas: rasgos suaves, nariz algo puntiaguda, ojos grandes y expresivos, cabellos azules y de baja estatura, siempre dependiendo de la edad.

- ¡Ichiro! Te estuve buscando toda la tarde, pero te esfumaste después de la Instrucción. ¿Dónde te habías metido? - el niño la miraba con el ceño fruncido, visiblemente molesto, mirándola desde el puente plateado más bajo del árbol, a unos 10 metros de altura, apoyado sobre una barandilla decorada con motivos de plantas y flores - ¡Siempre haces lo mismo! ¡No te puedes quedar quieta! ¿No recordabas que habías quedado conmigo en Úril antes de que el Sol empezara a esconderse?

Ichiro sonrió nerviosa y miró a ambos lados de la plaza, sus mejillas sonrojándose a un ritmo alarmante. Colocó, entonces, sus manos en los encajes de su falda amarilla, y, mientras el niño se cruzaba de brazos expectante, sin abandonar su rostro enfadado y reprobable, recogió la mirada más lastimosa que pudo encontrar en su repertorio de miradas lastimosas y la expresó en todo su esplendor.

-Rívon, me entristece no habernos podido ver más tiempo, pero si no aparezco en casa se van a preocupar - su voz, además, había cogido unos tintes infantiles bastante sospechosos para el observador u oyente experimentado. Su mirada se dirigió a los baldosines, simulando una expresión triste - Me sabe muy mal si te hice esperar. Tenía asuntos urgentes que atender.

El niño suspiró, mirando hacia el cielo ya de color malva debido al anochecer, conociendo de antemano la obra de teatro que había acabado de interpretar su amiga...¡Cómo si no la conociera! Desde los tres años la conocía, desde que había empezado su Instrucción. Era una especie de hermana pequeña para él y nada se le escapaba a su mirada crítica y escrupulosa. Entonces, esbozó una leve sonrisa, apoyando sus manos en ambas mejillas, a su vez recostando sus codos sobre la baranda. Su mirada se hizo neutra y dura.

-Ichiro, te recuerdo que mañana hay que entregar un trabajo sobre la sociedad de los Fyru. Que yo sepa no lo tienes ni empezado. Pero yo estoy bien tranquilo, lo terminé esta mañana, mientras seguramente dormías a pierna suelta.

Los ojos de la muchacha se abrieron de par en par, más aún de lo que lo estaban normalmente, dejando que la poca luz que aún restaba en el ambiente por el moribundo Sol que ya había desaparecido, coloreara de forma oscura y trémula su color ambar. Un brillo mezcla entre la ansiedad y la agitación cruzó su corazón. ¡Se había olvidado de aquello! Odiaba las clases de sociedad, pero si mañana no entregaba aquel trabajo...

Iba ya a replicar cuando el interlocutor, que había previsto su reacción, siguió hablando, sin pestañear una sóla vez.

-Si, Ichiro, sí, bienvenida al mundo de la responsabilidad. Pero no creas que con esa cara de circunstancias lograrás convencerme, te conozco desde hace demasiado tiempo para eso - Rívon se incorporó y saltó, volando gracias a la magia que rodeaba al Árbol, hacia el siguiente nivel, situado a 30 metros del suelo - Por tu desplante y por tus mentirijillas, mereces que me marche ya a casa. Ya te las apañarás con tu instructora, yo me lavo las manos.

Empezó a caminar hacia el puente más bajo de todos, el cual conectaba el árbol del sur con el del norte desde el cual podía dirigirse, con más facilidad, hacia su casa, situada en la zona norte de la aldea, limítrofe con el campo. Entonces Ichiro lanzó un gemido de súplica (sonaba como un Ñññññm!, difícil de transcribir) y, acto seguido, corrió hacia el árbol y se dirigió volando, sus cabellos azulados dibujando olas en el viento, hacia dónde él se hallaba, con gran velocidad. Al fín, se plantó ante él, despeinada, apoyándose en la baranda e impidiéndole el paso.

-Ya...ya sabes cómo soy, Rívon - dijo con voz dulce y afectada, mientras lo miraba con unos ojos extremadamente abiertos, que recordaban a una niña pequeña, los labios apretados - ¿Me perdonas? ¿Sí?

El muchacho lanzó otro suspiro, agitando ligeramente la cabeza, como si ya conociera aquella escena a la perfección. Pese a todo, jamás se había podido resistir a sus súplicas, pues sabía que realmente su actitud era arbitraria, no se daba cuenta de sus actos, y realmente lo sentía. Había vuelto a caer en su trampa...que débil era con las mujeres, aún cuando se trataba de la impertinente Ichiro.

-Deja de comportarte así delante mío, cómo si no te conociera de nada - mientras decía eso, le pellizcó una mejilla haciendo que ella frunciera algo el ceño, lo cual divirtió al joven - Venga va, basta de palabrería y vayamos a Úril antes que se haga muy tarde. Eres un caos andante.

Al oir aquello, Ichiro se regocijó, abriéndose su sonrisa como una delicada flor que da la bienvenida al Sol después de haber disfrutado de la vida de la lluvia, y le cogió de la mano con ternura. Él no pudo evitar, a pesar de todo, el devolverle la sonrisa añadiendo un rápido guiño con su ojo derecho y, así, ambos se dirigieron, de un sólo salto, al penúltimo nivel del Árbol del Sur, dónde se encontraba la casa de Úril, construida de forma natural a partir de las ramas y de la magia que brotaba del Árbol. Estaba edificada a partir de hojas muertas, de sabia, de ramas y de plantas parasitarias como el muérdago. Para nosotros sería algo prácticamente imposible de imaginar, pero para ellos era la Realidad, algo corriente. Justo cuando cruzaron el umbral, que era una puerta compuesta de enredaderas y ramas, después de andar unos metros sobre la plataforma, sintieron, como siempre al entrar en aquel lugar, una sensación de plenitud interior que les llenó el alma de calidez y de libertad.

Úril también era llamada "La Casa de la Sabiduría", pues allí los pensamientos volaban más deprisa que las hojas arrastradas por un fuente vendaval. Si se entraba con las manos juntas a la otra persona, los pensamientos y sentimientos de ambos se unían y, así, podían observar ambos la misma estancia, como mezcla de lo que veían sus ojos y sus mentes en solitario. Cada uno veía la estancia de diferente manera que el otro, dependiendo de sus ilusiones, deseos y sueños. Así se entenderá que aquel lugar fuera de Ensueño para alguien que viviera en Espiral o en el mundo Ordinario, pues estaba repleto de cosas que hacían más fácil el flujo conjunto de pensamientos y sentimientos. Por ejemplo, desde el punto de vista de Ichiro, en el centro de la estancia corría un pequeño riachuelo que desembocaba en una ventana por la cual caía el agua libremente; y desde el punto de visde de Rívon, brillaba una extraña luna sobre sus cabezas, entre las ramas que formaban un entramado sobre ellos mostrando un cielo ya nocturno, aunque aún el Sol irradiara su energía, brillando el astro sobre un lago. Toda la estancia desprendía paz, y se parecía a una gran cueva natural dentro de la cual una voz femenina, muy lejana, cantaba con voz clara y dulce, acompañada por un arpa. Así era el poder de la mágia de los árboles.

Ambos se dirigieron, una vez felices por el reencuentro de aquel constante río de sueños encadenados y conjuntos, hacia unas piedras que se hallaban al lado de una ventana que daba directamente hacia el Bosque de las Yrissi. A 90 metros de altura, el horizonte, bello, acompañado por los menguantes colores del ocaso y del perfume del muérdago que pisaban y les rodeaba con sus rojizos frutos, aparecía de forma homogenea, sobre grandes extensiones de floresta, de montañas y valles lejanos, agudizando de forma curiosa sus intelectos.

Rívon, por fín, sacó de su séquito, un pequeño libreto y una bonita pluma de fénix, junto al bote de tinta.

Tuesday, July 15, 2008

Cuento de hadas. Ichiro. Capítulo 1

Sobre el océano esmeralda (lo llamaremos así para hacernos una idea aproximada de lo que era, pues de hecho no tenía mucho en común con un Océano. Era más bién un líquido tan denso como el agua pero por encima del cual se podía andar en perfectas condiciones), justo habiendo acabado de entrar en una resplandeciente y rojiza floresta que despedía con sus ramas de cristales multicolores el Ocaso, se hallaba Ichiro, una niña de aspecto peculiar, como todos los seres que habitaban el Mundo Feérico. Tenía los cabellos color celeste ensortijados con una preciosa diadema de algún metal parecido a la plata pero con la diferencia que esta destilaba un aura extraña a su alrededor, de color blanquecino. Sus iris parecían pintados por un pintor extremadamente cuidadoso, de color ambar, de un ambar profundo y líquido, como si dentro de ellos estuviera encerrada una cantidad inabarcable de magia. Respecto a su forma física, era más bien menuda (1,50) y bastante delgada, aunque ya empezaban a asomar en el amanecer de la adolescencia sus primeras curvas en las caderas y unos pequeños pechos como dos jóvenes manzanas. Llevaba un vestido largo de una sola pieza, de color amarillo chillón. Iba descalza, como todos los de su raza.

La niña volvía silbando una alegre canción, los ojos semi-cerrados y contemplando como el cielo se iba tiñiendo de fuego tras las enormes montañas del Oeste. Venía del pueblo vecino habiendo ido a cambiar unos productos por otros, en concreto frutos a cambio de hortalizas. Así pues, llevaba una gran cesta de caña diseñada con bonitos dibujos de Druks y Kameidas.

Justo al entrar dentro del bosque, le entraron ganas de dejarse llevar, como cada vez que penetraba en él y el aire tibio del verano le acariciaba y mecía sus larguísimos cabellos azulados que le llegaban hasta la parte superior de sus muslos, y entonces pensó para si misma, dibujando una bonita sonrisa hacia los cristales de todos los tamaños y colores que se amontonaban indistintos sobre su cabeza, que quería volver a sentirse libre.

Los árboles de cristal crecían de forma natural en aquellos océanos esmeralda, pues eran las zonas dónde la magia se concentraba con más fuerza. El tronco, las ramas, las hojas y los frutos, todo era de cristal. Cada vez que dos cristales, fueran de la forma, tamaño o color que fueran, chocaban entre sí, una melodía preciosa era arrancada, cada una distinta, sin que nunca se repitiera ninguna. Aquellas melodías eran audibles inconscientemente desde muchos kilómetros a la redonda y mantenían la paz y la armonía entre razas y pueblos, pues, entre aquellas melodías, merodeaban las Yrissi, una raza de Hadas presente en todo el Mundo Feérico, que se encargaban con sus florecidos cantos, sus dulces palabras y sus bellas danzas, de mantener la naturaleza y todos los seres que habitaban con ella en una paz inquebrantable.

Éstas estaban siempre presentes en aquellas grandes florestas situadas en los océanos esmeralda, junto al cual estaba situado el pueblo de Ichiro.
¡Había tenido tanta suerte de tener tan cerca a las Yrissi! Desde pequeña siempre había ido, todas las noches, a jugar, a bailar y a cantar con ellas, y también a escuchar sus alegres palabras y sus risas, que llenaban de colorido los cristales del bosque aún de noche, haciendo que la Luna brillara aún con más intensidad. Éstas Hadas tenían la apariencia exacta de niñas de 8 años, midiendo casi todas alrededor de 1,30, todas poseyendo gran belleza y sin embargo muy distintas entre ellas: las había tímidas, orgullosas, charlatanas, traviesas, ruidosas, juguetonas, algunas otras quizá ligeramente hurañas; unas tenían el pelo corto y pelirrojo con ojos negros, solamente hasta los hombros, otras tenían pelo largo y negro con los ojos violeta, y todas las variantes que cualquiera se pueda imaginar. Pero todas tenían algo en común: su magia regeneradora.

Ichiro, entonces, soltó una risita, alzó los brazos con lentitud, cerró los ojos y notó como una luz que era una mezcla de todos los colores de los cristales penetraba en su pecho, como siempre cuando se dejaba embriagar con aquella experiencia que ella tenía la suerte de repetir a menudo. Notó como su cuerpo se levantaba como si de una simple pluma arrastrada por el viento se tratara, y empezó a volar, riendo a carcajadas, rozando a menudo con sus pies los cristales para hacer resonar distintas notas armónicas, profundas y graves unas, agudas y alegres otras, mientras se iluminaban a su paso, gracias al aura que ahora despedía, un aura color púrpura.

Las Hadas le saludaban a su paso, encaramadas sobre las ramas acristaladas, tumbadas algunas, otras persiguiéndose entre pequeños saltos de árbol en árbol, y otras simplemente hablando o contemplando el ocaso en silencio, recostadas sobre los troncos.

-¡Ichiro! ¡¿A la noche vienes verdad?! - le gritaban con aquellas melosas y graciosas voces acampanadas y musicales - ¡La Luna hace tiempo que ya salió!

-¡Claro que sí! ¡Hoy es Luna Llena! - contestó la chiquilla, dando vueltas sobre si misma, sin parar de reir, con los ojos cerrados, mientras seguía tocando levemente los cristales con la yema de sus dedos.

Antes de salir definitivamente del Bosque, para evitar lo que le había pasado las primeras veces que se había dejado embriagar libremente por aquella magia casi infinita (al salir de él, su vuelo se había interrumpido de repente y había caído estrepitosamente sobre la playa arenosa que besaba suavemente el Océano Esmeralda), descendió suavemente y, sobre aquellos mares verdes, caminó hasta superar el arenal y, sobre él, volver encauzar el camino de alta hierba, florecido permanentemente con una veintena de diferentes flores que solamente se podían hallar en el Mundo Feérico.
Y entonces por fín llegó a Húgaldic, una pequeña Aldea de calles perfectamente empedradas con piedras preciosas y las casas construídas con una especie de piedra granítica y rosada llamada Rúi. Era uno de los orgullos de la raza Amaru, a la cual pertenecía Ichiro.

En las callejuelas había una gran actividad, repleta de hombres y mujeres con aquellos característicos cabellos celestes, todos silbando, cantando e interpretando una gran variedad de instrumentos, la gran mayoría invisibles, tocados con la mente. Aquellos extraordinarios músicos gozaban de una gran estima por parte de sus habitantes, pues sumían a estos en una permanente alegría y les conservaba la energía durante todo el día, haciendo también que sus sueños fueran armónicos y bailaran con sus melodías, mientras dormían, quedándose estas en los recuerdos.
Respecto a su forma de tocar, aquello no era extraño en un pueblo como el Amaru, pues estos se caracterizaban con poder comunicarse mediante telepatía. De hecho, era esta una forma de comunicación común en el Mundo Feérico, y la mirada jugaba un papel esencial en sus vidas, haciendo que sus relaciones fueran más profundas y sinceras. Sin embargo, los feéricos solían hablar en viva voz, dejando solamente la telepatía para los sentimientos que no podían traducir con palabras (el habla y el poder de la palabra era muy respetado). Los músicos mentales combinaban esas dos formas de comunicación y solían entrelazarlas, jugando con ellas, a veces cantando con música telepática de fondo, y otras tocando música y cantando a través de la mente.

A ambos lados de las callejuelas había una gran cantidad de tiendas en dónde se vendían innumerables libros de todo tipo y artilugios mágicos que servían para llevar a cabo pequeños conjuros casi siempre referentes a la salud y al amor, sin dejar de lado el ocio. Últimamente entre los chiquillos se habían puesto de moda unas pequeñas bolitas voladoras de un metal plateado con aura, que se usaban para hacer carreras entre ellos, para luchar mediante toquecitos o simplemente para juntarlas entre ellas y hacerlas danzar formando todo tipo de figuras en el aire.

Sin embargo, Ichiro se contentaba con la Instrucción, con salir por las noches con sus amigas hadas y con probar nuevos artilugios que su padre conseguía cada semana en una de aquellas tiendas, apropiándoselo sin que él se diera cuenta. Pero su actividad favorita era leer. Le encantaba leer, y sobretodo, soñadora y extraña como ella era incluso para su raza, le había dado por leer leyendas sobre el Mundo Ordinario, leyendas que no gozaban de demasiada popularidad, precisamente. Historias de heroes y guerreros famosos.

Aquel oscuro y terrible mundo. ¿Cómo sería en realidad?

Wednesday, July 2, 2008

Capítulo 18. Espiral prevalece.

Todos, incluso Anie, la cual había vuelto a la vera de Yume para acariciarle la espalda con cariño, se habían sorprendido ante las palabras de Lúne, cargadas de poder y esperanza. Parece mentira, una gran paradoja, pero... ¡Qué fugitivos són los sentimientos cuando uno se halla en una situación límite! Ahora todos habían dejado de quejarse y de llorar, y se habían dispuesto alrededor de Nuán y Lúne, los cuales empezaron a diseñar estrategias y a pensar en su futuro inmediato. Lúne, con su dedo índice, dibujó una gran Espiral en el suelo liso y rocoso de la cueva y, mientras les hablaba, les miraba con tal determinación y tanta energía que había empezado a obrar un milagro: que todos de nuevo sintieran como su sangre corría por sus venas, como su vida había vuelto a cobrar importancia a pesar de su desesperación.

-Lo primero que debemos tener en cuenta - espetó Lúne - es que los Lamat tarde o temprano, a pesar de nuestra privilegiada situación en esta bien escondida cueva, nos encontrarán, pues poseen sentidos que los seres humanos no poseemos y que les ayudan a sentir nuestra presencia a pesar de no poder vernos y de no gozar, en la mayoría de veces, de ojos.
El sólo hecho de salir de aquí y de dirigirnos a otro sitio, siento decirlo, pero llamará su atención y seremos perseguidos sin tregua hasta nuestro destino.

Hubo un tenso silencio provocado por el miedo irracional que se desprendía de los cuerpos de los presentes. Lúne lo sintió y empezó a hablar imponiendo una voz muy musical y sencilla, adornándola con un toque de tenacidad y fuerza.

-Yo he perdido a mis seres queridos, como casi todos vosotros, y comprendo cómo os sentís. Os sentís enjaulados, solos, perdidos y acechados por la muerte. Sin embargo, aún estáis vivos y ahora se os ha dado una última oportunidad: la oportunidad de resistir y de escapar hacia otros horizontes y de luchar por este Mundo cuando llegue nuestra hora. No debemos ser esclavos de nuestros miedos, pues el miedo es nuestro mayor enemigo: tiene más fuerza y tenacidad que un Lamat, y nos amenaza con no abandonarnos jamás - mientras hablaba andaba de izquierda a derecha, como si de un general de ejércitos se tratara. Hasta él mismo se sorprendía, pero la verdad es que desde que Agros había muerto, a pesar del dolor que le producía, en el fondo de su alma, la pérdida de sus padres y el estado en qué había quedado Yume, le ardía un fuego extraño, un fuego multicolor que le animaba a seguir luchando y a querer cambiar, por primera vez en su vida, su entorno, más que a sí mismo - Propongo que nos dirijamos al Nor-oeste, hacia las enormes y rosadas piedras de granito que hasta hoy, junto con la magia protectora de Agros que desapareció por culpa de su contraconjuro y que, creemos, desencadenó la entrada de los Lamat, como ya os explicó Nuán, encierra nuestra ya desprotegida y vulnerable Fortaleza. Creo que es el mejor sitio para huir de aquí con éxito, dónde los Lamat tienen menos posibilidades de cogernos, pues aquellas montañas poseen cientos de recovecos y bosques sombríos que las rodean. Además...

El joven se había acordado de las últimas palabras de Agros: "las piedras rosadas". Era obvio que se había referido a las montañas de granito, las únicas existentes quizá en toda Espiral, unas montañas nunca frecuentadas por nadie, pues albergaban muchas historias y leyendas sombrías, ninguna de ellas agradable. Pero, siendo realistas, era la vía más segura para evitar a los Lamat y despistarlos, pese a ser también muy peligrosa debido a sus formas escarpadas y a sus irregulares y confusos senderos, no hollados en decenas de años, o quizá centenares, quién sabe. Pero...¿habría algo más allí que Agros le quisiera revelar en su momento?. Era extraño que el archimago ya fallecido solamente se hubiera interesado por ellas simplemente por su configuración que permitía una huída en secreto. No, tenía que haber algo más, pero ¿Qué? ¿Más sorpresas le esperaban, más aún? Ya estaba harto de las sorpresas. Él solamente quería salir de allí, de aquella prisión a merced de los monstruos feéricos que solo tenían una idea en la cabeza: la expulsión de los seres humanos de Espiral.

-Bueno, ya no tengo más que decir - había dejado aquél "Además..." en el aire, lo cual dejó a todos sedientos de saber a qué quería referirse - Cedo la palabra a nuestro director, Nuán.

El aludido, vestido con su túnica grís, se acarició sus propios cabellos caoba con lentitud, mientras reflexionaba sobre lo que iba a decir. A pesar de que aún su corazón estaba destrozado por infinidad de razones, también se sentía ligeramente animado por las palabras llenas de fuerza y esperanza de Lúne, viniendo además de alguien que había sufrido tanto y de las maneras más injustas y terribles. Aún a pesar de todo, mantenía aquella actitud de rebeldía y aquello le hubiera dibujado una leve sonrisa si no fuera porque estaba ante tanta gente que había perdido todos sus sueños en un abrir y cerrar de ojos.

-Después de haberlo reflexionado con prudencia y serenidad, estoy convencido que el camino propuesto por Lúne es el único que tiene garantías para poder esquivar y despistar a los Lamat, los cuales se pueden contar por miles. Sinceramente, sin la idea de Lúne jamás hubiera tenido en cuenta ese camino para poder huir de aquí, ni siquiera sé si hubiera tirado la toalla y me hubiera desesperado - fue hacía el joven miembro de Varmal y le acarició sus cabellos, ahora sí sonriendo ligeramente - En estos momentos la confianza es nuestra única aliada, queridos hermanos. Y este joven nos la ha brindado, así que espero que, si todo sale bien, perdonéis sus acciones que, aún así, no fueron deliberadas. Te doy las gracias por tu vitalidad, Lúne, por saber superar tu tristeza y tu oscuridad y ofrecernos esta luz a nosotros. En media hora partiremos, así que debemos organizarnos- hizo una pausa, para tragar saliva, y le dió más énfasis y claridad a su voz, para que fuera escuchado en unas últimas palabras cruciales - Nos dividiremos en dos grandes grupos y, si somos capaces de superar las antiguas montañas de granito, nos volveremos a ver todos en el pueblo de Tzut, el más cercano a Fortaleza como todos sabéis, situado al sur-oeste, a 5 km de ella. Allí entre sus ruinas permaneceremos escondidos y trazaremos un nuevo plan.

Lúne, con serenidad, desenvainó la espada y se apoyó en ella mientras se volvía a dirigir al nutrido y, ahora, nervioso y ansioso grupo que le rodeaba con constantes murmullos y susurros. Sin embargo, ahora le miraban de otra manera, y, al ver que les volvería a hablar, le escucharon con atención, deseando oirle y recibir más de su renovada y grandiosa energía que emanaba de sus palabras.

-Ambos, Nuán y yo, sabemos cómo hacerlo para llevaros fuera de la Fortaleza, no os preocupéis. Nuán os dirigirá por el bosque de Urun hacia el norte. Una vez lleguéis a las inmediaciones de la frontera del Norte delimitada por los valles de Kult, os llevará por las florestas evitando así, lógicamente, los caminos. Por mi parte yo os llevaré por el bosque de Lar, dirigiéndonos al Oeste hacia la frontera y luego una vez allí hacia el norte, por los marjales de Bastim. Así, yendo todos separados, podremos despistar con más facilidad a los Lamat. Mañana por la mañana estaréis a salvo y, a pesar de no estar aún fuera de peligro, tendremos una infinitamente mayor libertad de movimiento y de decisión para, finalmente, hallar un sitio dónde poder vivir en paz. ¿Entendido? - dijo, sonriendo y guiñando un ojo - Haré todo lo posible para intentar que confiéis en mí. Que hagan un paso adelante los que quieran ir con Nuán.

Con la cabeza gacha, todos dieron un paso adelante, lo que arrancó una amplia sonrisa en el rostro del joven.

-Entonces lo tendremos que echar a suertes, me temo - añadió, encogiéndose de hombros.

Una vez todos hubieron pasado por aquel sorteo, finalmente se delimitaron los grupos. Yume y Anie iban con él, lo cual no había sido precisamente por una casualidad. Pese a que tenía que haberse hecho con ecuanimidad, Lúne eligió el grupo dónde estaban englobadas ellas dos: había prometido que cuidaría de Yume, pasara lo que pasara.

Al saber que tendría que soportar el tener que viajar, entre muchos peligros y posibles decisiones drásticas, con su mayor enemigo, Anie se dirigió a él con el rostro ligeramente congestionado por la vergüenza.

-Lo siento por todo lo que te dije antes. En realidad, pese a todo, no deseo tu muerte, pero jamás te perdonaré lo que le hiciste a Yume.

Lúne asintió, comprensivo, a lo que le acababa de decir.

-Está bien, te entiendo. Sólo quiero que, mientras dure esta aventura, seamos dos compañeros de viaje más, a pesar de todo el odio que albergas hacia mí.

Finalmente, después de todos los preparativos adicientes, ambos grupos se dirigieron
hacia sus respectivos caminos todos con un único objetivo: dejar la Fortaleza a sus espaldas, para siempre.

Espiral prevalecía.

Tuesday, July 1, 2008

Capítulo 17. Guerra. Parte 3

Nuán, con urgencia, había improvisado un refugio para todos los supervivientes que había hallado en su precipitada huída, junto con los guardianes de la torre que habían decidido, jurando lealtad, acompañarle con todas las consecuencias que ello conllevaba. Aquellos, junto con Lúne, habían viajado hacia el sur evitando en todo momento los caminos principales, adentrándose todo el tiempo en la espesura protectora de los bosques.
Aún así, algunos Lamat les habían estado siguiendo de cerca y Nuán tuvo que recurrir a todo su ingenio y a su profundo conocimiento de aquellas tierras para conseguir despistarles con éxito, a pesar de seguir oyendo los lejanos y temibles gruñidos y aullidos amenazantes que les erizaba la piel constantemente.

Antorchas en mano, justo después que la noche cayera sobre ellos al completo, se internaron por escarpados y peligrosos senderos que se introducían en el interior rocoso de una colina flanqueada por viejos y siniestros robledales.
Al cabo de unas horas caminando por aquellos laberínticos e invisibles caminos los cuales muchas veces morían peligrosamente en acantilados, se personaron al fín en una cueva que nacía de forma natural en la roca y se adentraba hacia el corazón de la pequeña montaña.
Nuán apagó la antorcha, con sumo cuidado, dejando que solamente una de ellas, amarrada a una estalactita, permaneciera encendida, evitando así que los temibles seres feéricos pudieran, con sus desarrolladísimos sentidos, intuir presencia humana desde las inmediaciones.

Según lo que pudo ver Lúne con aquella casi ausencia de luz, solamente unas 30 personas se hallaban sentadas todas juntas, la mayor parte de ellas abrazadas las unas a las otras, algunas llorando en silencio, y otras cuchicheando y suspirando.
Se respiraba un ambiente de aflicción y de desesperanza que inundaba la cueva de un profundo temblor que no se podía explicar con palabras.

-No hemos podido encontrar a tus padres, Lúne. Lo siento...lo siento tanto... - dijo Nuán, acariciándole los largos y oscuros cabellos al joven, visiblemente abatido y haciendo un inhumano esfuerzo por evitar el llanto - Yo confié en él. Todo ha sido culpa mía.

Lúne clavó su mirada al suelo pero, era tal su desconcierto y tantas las sensaciones que había vivido en un sólo día, que se veía incapaz de razonar y de sentir una emoción concreta por nada. Entonces, en sus pequeños y estrechos labios se dibujo una leve y dulce sonrisa y, acto seguido, abrazó al director, dándole unas cariñosas palmadas en la espalda.

-Un buen corazón nunca tiene la culpa - y, separándose de él, su rostro de pronto se ensombreció como si hubiera recordado, de repente, algo que tenía exprimiéndole sus deseos hasta dejarle seco por dentro, por miedo a recordar, por temor al dolor - Yume...¿Está viva?

-Ven, sígueme - susurró Nuán, echando a andar hacia el interior de la cueva con paso renqueante y cansado.

Mientras recorrían el pequeño trecho de la gruta, las gentes que allí se hallaban sentadas, en su mayoría niños y jóvenes que, seguramente, se habrían quedado huérfanos, observaban a Lúne con una mirada torba y agresiva, e incluso alguno se atrevía a insultarle por lo bajo, tratando sin éxito que no se escucharan sus palabras, debido al gran eco que producía la profunda cavidad. Pero el joven no se molestó. Seguramente le habían visto luchar junto a Agros, el verdugo de todas sus famílias. No, no podía culparles.

Aquella jovenzuela que estaba hecha un ovillo, con los ojos entornados, fijos en un punto sin estar fijos en él, y los labios dispuestos en un rictus serio, sin expresión, era muy parecida a Yume, pero no podía ser ella en absoluto: sus cabellos de oro estaban totalmente descuidados, cayendo ante su cara, y robando de forma casi completa la belleza y la antigua y perdida vivacidad de sus ya fallecidos ojos azules. Aquella era la imagen de una persona perdida, desolada y muerta en vida.
Lúne, entonces, aterrado, se giró hacia Nuán, interrogativo, sin casi poder aguantar su mirada, una mirada que ahora le confirmaba sus peores presagios. No hacía falta que se lo dijera con palabras, pues sus ojos tristes y un casi imperceptible asentimiento con la cabeza, le hizo saber que aquella joven demacrada que estaba ante ella resultaba ser Yume...

-Yume... - susurró Lúne, tomándola de su mano fría y careciente de fuerza alguna, y clavándole su grisácea e iluminada mirada en sus dos hielos profundamente enterrados por una nieve que sentía dentro del corazón de la antaño danzarina y risueña chica de cabellos dorados - Yume... ¿Qué te ha pasado? Soy yo, Lúne...¿Me oyes? ¿Me reconoces?

Sin embargo, no halló respuesta alguna más que el leve viento tibio que se filtraba a través de las cavidades, y una leve negación con la cabeza junto con un parpadeo de ojos que denotaban el desconcierto que se obtiene ante un desconocido que de repente asegura conocerte. Después de aquello, siguió mostrando aquella mirada inexpresiva y rocosa hacia ninguna parte.

No era posible.

La incredulidad del joven era tan grande que era incapaz de creer que se hallara realmente ante ella. Entonces, justo cuando iba a volver a dirigirse a ella ya acercándose más a su rostro, Nuán lo detuvo y se lo llevó a un rincón de la cueva.

-Yume ha perdido a toda su família en solamente unas horas. Ella se hallaba justamente en un sitio perdido del bosque del norte, por lo que pudo escapar de los Lamat. Pero al restrear la casa de su família, vimos los cadáveres y no tuvimos más remedio que comunicárselo - dijo Nuán, con una voz repleta de dolor y aflicción, ronca por la emoción, y casi incapaz de proseguir - Gracias a los Feéricos que su mejor amiga, Anie, pudo salvarse del horror, aún cuando sus padres han desaparecido...al igual que los tuyos, Lúne... - suspiró, y, sin ya poder decirle nada más, le agarró con fuerza de un hombro y lo miró con intensidad - Nunca, repito, nunca frivolices con las guerras, Lúne. Són todas cruentas, muestran lo peor del ser humano y causan dolores irreparables, corazones rotos, ilusiones destrozadas y almas luminosas ahogadas en sangre. La Guerra es nuestro Fracaso.

Lúne bajó la mirada abatido y cerró los ojos con fuerza, sin querer creerse lo que acababa de ver. Nunca se le hubiera pasado por la cabeza, a pesar de su permanente estado de negativismo, que todo terminaría de aquella forma tan trágica. Parecía una pesadilla, como si de repente todos los seres del mundo hubieran conspirado contra ellos, seres inocentes en su gran mayoría (excepto él, un maldito monstruo que había luchado junto al infame Agros y había asesinado a dos amigos suyos).

-¿Por qué...no me reconoce? - fueron estas las únicas palabras que amanecieron del horizonte quebrado de su boca.

Nuán desvió unos momentos la mirada hacia Yume, de manera dulce y triste a la vez, y la volvió a posar en el rostro del joven miembro de Varmal, mancillado por aquellos eventos tan surreales y terribles.

-Debido al shock producido, Yume se desmayó al conocer la notícia y, al despertar, empezó a sufrir unos terribles espasmos que casi le quitan la vida. Parecía como si, de manera inconsciente, quisiera acabar con su propia vida y reunirse así con su família en la Celeste Sala, por eso tuve que administrarle, con urgencia, un potente sedante que le hiciera perder la memoria por unos días, hasta que su mente se estabilice...cosa que de momento parece improbable - replicó el director, acariciándose la frente con una mueca torcida en su boca que denotaba impotencia y desesperación - Lamento decirlo, pero no sé a ciencia cierta si Yume va a volver a ser la de antes, Lúne.

El joven, al fín, sintió como todo el peso de aquellas aflicciones juntas le derrumbaba en el suelo y, sin poderse controlar, empezó a sollozar, tapándose la cara con las manos y recostándose en la pared, sintiéndose perdido y culpable de todo lo acontecido. Pero Nuán, al observar cómo se derrumbaba, en vez de quedarse de brazos cruzados, le agarró por un brazo y lo volvió a levantar, con sus ojos llenos de una extraña energía profundísima e insondable que jamás había visto en él, unos ojos duros e implacables.

-Lúne, debes ser fuerte, y más en estos momentos. Prométeme que cuidarás de Yume a partir de ahora. Sé que tu eres el único que puede devolverle su alma perdida, quien sabe dónde ahora. Sé que tu eres el único que conoce el camino para ello - después de aquellas palabras, anduvo hacia el centro de la cueva y aquella vez se dirigió a todos los presentes.

-¡Mis queridos amigos y hermanos! - exclamó con voz potente y desgarradora - Cada uno de nosotros, incluido yo, hemos perdido lo que más apreciábamos, nuestras tierras, nuestras familias, nuestro futuro. Entiendo y comparto vuestra incurable pena, y no pretendo curáosla con falsas esperanzas, pues ahora el dolor es demasiado profundo para ser curado ni siquiera en sueños - apretó el puño derecho, haciendo un esfuerzo por no desfallecer en aquel intento de demostración de fuerza y esperanza que dentro de él ahora era incapaz de hallar - No obstante, estamos vivos. Se me ha notificado que el ejército de Melack ha sido totalmente destrozado, y su lider asesinado por los Lamat. Que en paz descanse.

De repente, bajo la sorpresa de muchos, una voz femenina se alzó por encima de la de Nuán con un tono airado y rabioso que conseguía rasgar y romper el aire. Se trataba de una menuda joven morena, de ojos negros.

-¡Lúne de Guibrush, aquí presente, luchó con Agros siendo su mano derecha en la guerra, siendo complice del asesinato de todas nuestras famílias! ¡Además mi mejor amiga, mi querida Yume, fue agredida por él una semana antes de su investidura! ¡Mirad el estado en qué se encuentra! ¡Lúne es la fuente del mal! ¡Él es el causante de la guerra! ¿Por qué entonces ocurrió durante su investidura? ¿¡Por qué?! - efectivamente, la que hablaba era Anie, y por su forma de hablar, estaba completamente fuera de sí - ¡Merece...la muerte! ¡La merece! ¡Una muerte lenta y dolorosa!

Nuán, entonces, adoptó su posición de profesor, pese a no ejercer en aquel momento, y se plantó ante la chica que intentaba agredir fisicamente a Lúne, el cual restaba en el suelo, sentado contra la pared y ajeno a todo lo que le rodeaba pero consciente de todo lo que había dicho Anie, aquella joven que según Nuán era la mejor amiga de Yume.

-Jamás me hubiera imaginado que una joven inteligente como tú cayera en un fanatismo propio de idiotas e inconscientes - espetó Nuán, visiblemente molesto - Sabed todos - añadió, girándose hacia el resto de los congregados, los cuales no habían dejado de mirar mal a Lúne - que este joven fue vilmente manipulado por Agros hasta que este murió y ahora por fín se ha liberado de las cadenas que le unían a él. Él no tiene culpa de nada, pero si queréis lincharlo adelante, lo tenéis aquí, indefenso, inocente y derrotado y sintiéndose culpable a pesar de su inocencia. Si lo hacéis, vosotros seréis los que no merecereis vivir, y yo pienso renunciar a seguir guiándoos si esta es vuestra decisión. Así que elegid - hizo otra pausa, y esta vez no tuvo consideración con la mirada que le dedicó a Anie, esta vez llena de reprobación y de decepción - Por culpa de Agros, niña, porque eres una niña y hoy me lo has demostrado, este joven que tengo a mi lado ha sufrido alucinaciones durante parte de su vida, ha estado en constante depresión y siempre bajo la manipulación del poder corrupto del Varmal creado por Agros. Lo que más me decepciona, Anie, es que tú siempre te creíste sabia, siempre quisiste informarte de todo, pero hoy has demostrado ser una hipócrita y una inmadura - hizo una pausa y suspiró, ya más relajado, observando como el rostro de Anie se sonrojaba ligeramente, pese a que todavía conservaba su ceño fruncido - Debes seguir aprendiendo de tus errores y no volver jamás a promulgar juicios no demostrados contra cualquier persona, pues todos tenemos derecho a la presunción de inocencia. Y nadie, ni siquiera nuestro peor enemigo, merece la muerte.

Ante aquel apasionado discurso todos callaron, y Lúne, al contrario de lo que pensaba, se sintió fortalecido y muy agradecido por las palabras de su profesor. En verdad, él había cometido errores, pero aquella joven no tenía derecho a juzgarlo de aquella manera. Aún así, comprendió sus sentimientos y, decidido, se levantó y dió un paso adelante, repentinamente sereno, hacia Anie, colocándose cara a cara con ella con el gesto serio y grave.

-Permíteme que me presente y que vuelva a disculparme por todos mis errores pasados - hizo una leve reverencia, con el rostro visiblemente afectado - Como ya sabes me llamo Lúne de Guibrush. ¿Cuál es tu nombre?

Anie no le devolvió la mirada, manteniendo sus brazos cruzados contra su pecho. Pero su honor le impedía no responderle.

-Me llamo Anie Piroln - contestó con sequedad.

Lúne, al observar que aquella le giraba la cara, le agarró la barbilla suavemente a la joven la cual, sin esperarse aquello, no tuvo tiempo ni de reaccionar. Entonces lo miró sorprendida y su ceño se relajó, pese a que sus ojos aún destilaban una ira incontrolable.

-Sé cómo salir de Fortaleza. Y si vamos a seguir juntos, todos debemos confiar y mantenernos unidos. Ahora las afrentas y las penas se deben enterrar. Espiral prevalece.