Friday, February 19, 2010

Capítulo 10: El Viaje (en proceso)

Ichiro temblaba. La emoción había hecho presa de ella desde que aquel ancestral rito había dado comienzo, algo de lo que solamente había leído. Y soñado.
Hanuil, Elrick y ella se hallaban sentados en la cámara principal de una pequeña pirámide construída justo encima del Portal, el cual era invisible. La forma piramidal era perfecta para canalizar las espirales mágicas que conectaban un mundo con el otro, y era la única forma de viajar con éxito, sin riesgo alguno. Además, la construcción estaba hecha de una piedra especial denominada Yuke, la única roca capaz de filtrarse entre los dos mundos.

Y a pesar de todo, Ichiro, en medio de aquella oscuridad casi total, se sentía nerviosa e insegura.

En la cámara de piedra no existía ninguna decoración, y solamente el débil resplandor que provenía de la abertura que daba al exterior de la pirámide a través de un túnel, iluminaba la oscuridad, con timidez.
¿Qué hacían sentados ahí, en el interior de una pirámide oscura y fría? Ella se había imaginado un rito muy diferente a aquel: todos dándose la mano y bailando y cantando fórmulas de Contacto para así poder viajar al Otro Lado.
Viendo cómo Hanuil y Elrick se mantenían quietos y serenos como rocas, la feérica empezó a escrutar el silencio, en busca de algún ruído que le indicara el comienzo del Viaje, pero lo único que pudo discernir de aquel espeso silencio fue un rumor lejano, muy lejano, como el que produce una cáscada pero más grave. ¿Acaso habían empezado a obrar el rito, colocándose todos alrededor de la pirámide?
Sin embargo los conjuros, hasta dónde ella sabía, no producían ningún ruído.

-¿También lo escuchais? - preguntó ella con un susurro que, dentro de aquella cámara, sonó como un grito - Ese rumor apagado...

Elrick, el cual tenía los ojos cerrados desde hacía unos minutos, los abrió lentamente y esbozó una misteriosa sonrisa.

-Espirales.

Un escalofrío mezcla de emoción y de desconcierto recorrió la espalda de la Viajera.

-¿Es...Espirales? - tartamudeó Ichiro, con sus ojos de miel abiertos como dos flores en primavera - ¿Y...y cómo haremos para...?

-¿Ves? - Hanuil puso los ojos en blanco, arreglándose la cola que se había hecho para recoger sus largos y rubios cabellos - Ya te lo advertí, Elrick. Las mujeres són incapaces de concentrarse y no digamos Ichiro. Siempre pensando y pensando...en las musarañas.

La joven frunció el ceño y sintió sus mejillas encenderse, echándole una retadora mirada al rubio Viajero.

-¡Pues las mujeres al menos pensamos, no como vosotros, que sois todos unos necios!

-¡Basta! - Elrick les atravesó as ambos con su fría y oscura mirada - ¡No quiero escucharos más! Y tú, Ichiro - relajó su forma de hablar, componiendo un rostro de infinita paciencia - concéntrate un poco, anda. Són las espirales las que nos agarran, y no nosotros a ellas. Parece mentira que estés tan cegada por los cuentitos humanos que ya te hayas olvidado que la magia de nuestro mundo fluye sin necesidad de conjuros ni ritos.

-Pe...pero cómo hago para concentrarme? - se rascó la cabeza, dubitativa. De hecho, ni siquiera conocía el significado de aquella palabra.

Hanuil suspiró, profundamente.

-Simplemente centra tus pensamientos en algo concreto - se encogió de hombros - por ejemplo, el ruído de las Espirales.

Ichiro asintió, algo confundida, y guardó silencio. Al cabo de poco tiempo volvió a escuchar aquel rumor lejano y contínuo. Hizo un titánico esfuerzo y trató de eliminar el resto de los pensamientos y sentimientos que la asaltaban en cada instante. Entonces, poco a poco, aquel rumor empezó a crecer en intensidad y dentro de él comenzó a distinguir una amplia sucesión de notas armónicas que resonaban tras aquel rumor, unos sonidos parecidos al que producen las cuerdas de un Violonchello.

Y, entonces, empezó a tener sensaciones extrañas, que jamás había experimentado: su cuerpo se le puso extremadamente rígido, como una piedra, y empezó a notar cómo las vibraciones musicales le producían pequeños y placenteros calambres por todo su cuerpo, dependiendo si la vibración era más grave o más aguda. La cámara de la pirámide primero se contrajo hasta tener la sensación que solamente ella cabía ahí dentro. Luego se expandió, de una forma parecida a cuando uno lanza una piedra al mar, produciendo una onda expansiva en el agua.

Flotaba.

Los muros habían desaparecido y ahora se encontraba rodeada por un profundo y oscuro océano de dimensiones gigantescas.

Y las sintió, todas a su alrededor y en su interior: espirales vibrando cada una con diferentes sonidos y formas. A Hanuil y a Elrick no les veía, pero los sentía con más intensidad y precisión que en persona: cada uno se había fundido o unido a una de las espirales, y ya ambos se alejaban con rapidez de ella a través de aquel océano de negritud insondable.

¡No! ¡No podían dejarla ahí sóla! ¡No podían irse sin ella!

Necesitaba concentrarse, tranquilizarse. Cerró los ojos y trató de averiguar la forma de unirse a una de la miríada de espirales que llenaban el espacio, pero no había manera, y la gran cantidad de sonidos y vibraciones empezaba a hacerla enloquecer.
Decidió, como último recurso, dejarse llevar, olvidarse del miedo que en aquellos momentos sentía, fluir con todo lo que la rodeaba.

Y entonces, comprendió.

Tenía que escuchar denbtro de ella, puesto que ahora mismo ella YA era una Espiral. Y así escuchó un sonido muy familiar que brotaba desde su interior. No hizo falta comprobarlo ni verlo: aquella ERA su vibración. Sintió una gran calidez en su pecho, una alegría rebosante como un jardín con miles de fuentes desbordantes del agua más pura que jamás hubiera imaginado.

Por fín partió con gran velocidad hacia adelante, fluyendo dentro de su Espiral y fue en aquellos momentos cuando pudo ver como aquella sucesión caótica de espirales confluían en una Espiral gigantesca que las abarcaba a todas.

Y entonces, comprendió algo que, no obstante, siempre había intuído: ambos mundos eran el mismo.

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Wednesday, January 20, 2010

Capítulo 9: El Viajero: La Aurora de Hanuil

-Aurora...¿Dónde me has llevado?

Se encontraban sentados en la arena de una gran playa y, a sus espaldas, se alzaba una gran extensión de bosques. Ante ellos, la inmensidad del mar levemente iluminado por la tenue luz de la aurora que precede al amanecer. 

La muchacha sonrió, enormemente satisfecha, y se abalanzó sobre él, abrazándole con gran efusividad.

-¡Bienvenido a mi mundo, al mundo que he estado creando para nosotros dos durante todos estos años! - alzó entonces su cabeza hacia el cielo teñido de un rosa casi imperceptible entre grandes trazos de oscuridad, iluminada por las estrellas - ¿Ves esta aurora? La creé de tal forma que fuera eterna, para que siempre te acuerdes de mí cada vez que mires al cielo.

-Es preciosa... - el Viajero parpadeó, entre desconcertado y maravillado con lo que veía - No sé qué decir. No sé cómo compensarte por tanto trabajo que has hecho, pensando en mí - se ruborizó un poco y la besó en los labios, mirándola con sus ojos azules e interrogativos y apartándole sus largos cabellos de color canela de su rostro.

Aurora le miró de arriba a abajo, divertida, y luego se separó de él y fue hacia la orilla para bañarse los pies, dándole así la espalda a Hanuil.

-Quiero saberlo todo sobre tí, esa es mi condición - se giró hacia él con las manos tras la espalda y le guiñó un ojo, sonriente, tirándole un beso al aire.

-¿Y qué me harás si no lo hago? - replicó él, con unos ojos retadores y una pícara sonrisa.

La muchacha se acercó hacia él y se arrodilló en la arena, colocando sus manos sobre sus propios muslos.

-Solamente yo sé el conjuro que nos lleva de vuelta a Folmendäl. Si no lo haces, nos quedaremos aquí los dos juntos para siempre, hasta que quieras contármelo, claro está. Y hasta que... - apartó la mirada y se ruborizó - Me hagas un contrato mágico de Retorno, de Retorno Breve.

Hanuil frunció el ceño.

-¿Me has traído aquí...para hacerme chantaje? Se trata de una broma de una chiquilla inmadura como tú seguramente. ¿Verdad?

-No es ninguna broma, Hanuil - se acercó más a él y le tumbó en la arena, colocando la palma de su mano sobre su pecho y le besó, echándose sobre él y rodeándole la cintura con sus piernas, impidiéndole así moverse. Luego sonrió, maliciosa - Antes decías que no te conozco, pero en verdad eres tú quien me conoce peor. Me has subestimado. ¿Recuerdas el dragón pintado en mi trapo? 

-¡Aurora! ¡Explícame qué juego perverso es este! - trató de desembarazarse de ella, pero no pudo - ¿Qué te he hecho yo para que me trates así? Hasta ahora te he tratado de diferente forma que a las demás muchachas. Y como sigas así, eso va a cambiar chiquilla. Y sí, recuerdo aquel dragón. ¿Por qué?

-Porque así soy yo, querido. Cuando hallo mi tesoro lo consigo, sea de la forma que sea.

Su rostro había cambiado como de la noche a la mañana, y ahora su rasgada mirada era fiera y temible. Había caído en la trampa de aquella araña sin escrúpulos la cual le estaba usando como uno de sus juguetes preferidos. No, aún no se lo podía creer. 

-Aurora, te juro que volveré y que te contaré todo mi pasado para que así me conozcas mejor, pero deja de hacer idioteces. Como sigas así me voy a enfadar, y te aseguro que no querrás verme enfadado - por fín consiguió desembarazarse de ella, empujándola contra su voluntad al suelo, y levantándose de ahí tremendamente mareado - Creía que no eras como las demás chiquillas de tu edad. Pero se ve que me equivocaba.

La muchacha empezó a sollozar, su rostro contra la arena.

-Yo...yo no quiero sufrir más. No era mi intención...encerrarte aquí - alzó su rostro, el cual había vuelto a experimentar un tremendo cambio y ahora parecía el de una niña desamparada. Se enjuagó las lágrimas con su blusa y prosiguió, aún en el suelo y de cuclillas, enseñando sus muslos desnudos - Ponte en mi lugar. Eres Viajero. ¿Qué debo esperar, 10, quizá 20 años más? ¡No podría soportarlo!

Hanuil suspiró profundamente y su enfado se evaporó como el rocío en una soleada mañana. Se sentó tras ella y la rodeó con sus brazos, enterrando su rostro en su hombro.

-Estás siendo muy egoísta, Aurora. Ser Viajero es mi vida. Pero no siempre estoy fuera, y...te juro que cuando vuelva al Mundo Feérico, te vendré siempre a ver. ¿De acuerdo? - le acarició lentamente las caderas y sonrió, con dulzura - Pero no quiero verte triste, ni tampoco como una niña caprichosa. Eso no es lo que me hizo enamorarme de tí.

Aurora, lejos de calmarse, siguió llorando de forma aún más desconsolada y se levantó, apartándose de su abrazo. Le miró, repleta de ira.

-¡¿Eso les dices a todas con las que te acuestas, bastardo?! ¡Sé de tus aventuras, y no creo una palabra de lo que dices! ¡Seguirás llevando esa vida que llevas, y te va a dar igual lo que yo sienta! - le agarró por la camisa con fuerza - ¿Cómo crees que me sentía cada vez que te veía con esas mujeres, en Folmendäl, a cada cual distinta? ¡Los Viajeros sois todos unos golfos, unos mujeriegos!

-No eres la más indicada para hablar, señorita casada con el noble de turno. ¿Gritaste mucho cuando te quitaron la virginidad? - se dirigió hacia ella con una sonrisa torcida, caminando con grandes zancadas por la arena - ¿O es que tu marido no te toca y por eso estás actuando como una adolescente desesperada por una buena sacudida?

La aludida alzó su pequeña mano y le pegó un fuerte bofetón en la mejilla al Viajero.

-¡No tienes ningún derecho a hablarle así a la hija del Señor de Folmendäl!

Hanuil, entonces, la agarró por los hombros y la miró con fiereza, sintiendo cómo su mejilla izquierda le ardía de forma muy intensa.

-Jamás perteneceré a tu mundo, puesto que cada uno de nosotros ya posee uno. Conténtate con el que tienes, y deja de comportarte como una cría.

Aurora desvió la mirada, sus mejillas visiblemente enrojecidas.

-Jamás pensé que fueras tan poco romántico. Me has decepcionado.

Hanuil se quedó de piedra al escuchar aquellas palabras. ¿Qué demonios quería decir con aquello? ¿Se estaba haciendo la víctima, después de aquel secuestro que había sufrido en toda regla?

-¿Poco romántico? ¡Pero tú qué sabrás de mí si nos acabamos de conocer! - no, no podía creerlo.

La joven le miró con desprecio, soltando un bufido repleto de desprecio y mirándole con una extraña y nueva indiferencia.

-Primero de todo, y por tu bien, quítame las manos de encima - dijo, con gran frialdad. Hanuil lo hizo, sin acordarse ya que seguía agarrándola por los hombros - Bien, pues muy sencillo. Ambos sabemos que los feéricos no necesitamos de palabras innecesarias para expresar nuestros sentimientos. ¿O es que ya estás perdiendo facultades de tanto andar con humanos?

Hanuil sintió hervir su sangre.

-¡Me acabas de secuestrar y ahora encima pretendes mantener una posición dominante! ¡No me lo puedo creer!

Aurora se llevó una mano a la frente y se dirigió hacia las aguas para bañarse los pies. Sintió un alivio inmenso y, paradójicamente, cuando más aliviada se sentía, más nervioso y desconcertado se encontraba el Viajero.

-¿Ves? Ya hablas como uno de ellos. Esa actitud humana de querer conocer a la otra persona hasta que ambos acaban hartos el uno del otro y se termina el misterio. Sí, mi abuela me contó historias de cuando aún solían viajar con frecuencia al Otro Lado, y siempre me advirtió: jamás te enamores de un humano, pues solamente buscan apagar tu esencia feérica, o lo que es lo mismo, tu magia, tus sueños. Y tu ante mis ojos eres uno de ellos - se giró hacia él y se encogió de hombros.

-¡¿A qué viene ese cambio repentino de actitud?! - el Viajero se rascó la nuca, totalmente desconcertado y sorpredido - Hace unos momentos estabas loca por mí y ahora me sueltas todas estas historias sin sentido.

Y mentía. Algo de sentido sí que tenían. ¿Cuantas veces no le había sucedido lo mismo que había relatado Aurora? Miríadas de veces. Quizá por eso siempre huía de las relaciones sentimentales, pero...¿Qué había de malo en divertirse y no querer atarse a nadie? ¿Qué sentido tenía comprometerse siendo un Viajero? Y, en verdad, no concebía estar con alguien sin tratar de conocerle lo mejor posible, antes de dar un paso tan radical cómo ella había pretendido...

¿En verdad se estaba convirtiendo en un humano huraño y desconfiado?

-Hanuil - la muchacha se acercó a él contorneando de forma sensual sus voluptuosas caderas, las cuales se intuían bajo su fino vestido blanco que brillaba levemente con la ténue luz del alba. Al fín, se detuvo a pocos centímetros de sus labios y lo miró con intensidad durante unos instantes, en silencio. El Viajero tragó saliva. ¿Qué pretendía ahora? - Quiero hacer el amor contigo, aquí y ahora. Y trataré que esta vez no vuelvas a huir, como tantas veces ya habrás hecho. En otras palabras - sonrió, pícara - Me gustaría devolverte un poco de tu yo feérico, porque aún y con todo, te sigo amando.

En contra de su voluntad, el Viajero sintió como una gran cantidad de sangre se le agolpaba en su rostro, sin remedio, y fue incapaz de disimularlo. Observó sus preciosas facciones, una mezcla entre inocencia misteriosa y de sabiduría algo maliciosa que brillaba en sus ojos y el deseo dentro de él empezó a crecer como la marea bajo el influjo de la Luna, y la Luna era ella, pero ella era sin duda...su cara oculta. Le besó, lentamente, y sintió el calor de sus labios contra los suyos y el corazón acelerándose en el pecho. Quería decir algo, pero en aquellos momentos no sentía la necesidad de hacerlo.

La entendía, sin palabras, una sensación que no sentía desde hacía tanto tiempo que ni siquiera lo recordaba. ¿Qué había de malo en entregarse sin reservas a otra persona, sin atenerse a explicación alguna? ¿No era aquello, acaso, el amor verdadero?

La abrazó y la atrajo hacia ella, con suavidad y ambos sonrieron, como si estuvieran perfectamente sincronizados el uno con el otro, como si sus dos mundos se hubieran superpuestos el uno sobre el otro, mezclándose, ávidos de compartirse.

-Aurora, yo...tenías razón...

-Ssshht - le puso un dedo en los labios y abrió su sonrisa, divertida.

Se revolcaron sobre la arena y empezaron a reirse a carcajadas, mientras rodaban por el suelo como dos niños y de repente a Hanuil le entraron unas ganas totalmente salvajes de tomarla ahí mismo, de hacer participar su cuerpo con el de su amada. Sí, era su amada, y ahora lo entendía, sin decir nada.
No le importaba nada más que aquel primitivo impulso que ya les impulsaba a desvestirse con rapidez y a besarse con una pasión desenfrenada. No, no era Viajero, era Hanuil, simple y llanamente, un Hanuil que se había perdido en un laberinto oscuro hacía ya mucho, mucho tiempo. Su lado feérico reencontrado, consumado con aquella unión. ¡Había sido tan necio, tan egoísta! Ya lo entendía: ella solamente había pretendido sacarle de su vida mediocre, de su deambular sin meta alguna, entregado a placeres superfluos, que se marchitaban con una sola palabra que intentaba definir algo que no era.

El tiempo se había detenido, y el universo entero se había reducido a ella y a él, ambos unidos mediante caricias, jadeos, risas y besos.

-¡Aurora! ¡Pe...pero qué significa esto!

Y todo terminó como había empezado: de forma inesperada. Ambos se giraron, alarmados, hacia el orígen de aquella voz repleta de sorpresa e incredulidad. Se trataba de Kirin, el barbudo padre de Aurora, el cual se hallaba petrificado ante aquella escena con los ojos tan abiertos que parecía que, de un momento a otro, le saldrían de sus órbitas.

Aurora empezó a tartamudear sin saber qué responder y Hanuil, sencillamente, no se creía lo que estaba ocurriendo. ¡¿Cómo demonios había llegado el padre de Aurora hasta allí, si se suponía que ella era la única creadora de la piedra?!

-No...no es lo que piensa. Se estaba ahogando y...ehm... - bajo la cabeza, sin atreverse a mirar a los ojos del anciano - Le estaba haciendo boca a boca...

El rostro de Kirin se transformó en una careta carmesí de la cual de un momento a otro iba a empezar a desprender un humito blanco. Apretó los puños y luego dejó caer de su mano derecha una piedra transparente que cayó, grácilmente, sobre la arena.

-¡S...sí! - por fín pudo replicar Aurora, frotándose las manos con gran nerviosismo - Papá, es cierto, casi me ahogo y Hanuil me ha salvado, deberías estarle agr...

-¡Calla! - gritó Kirin, con los dientes apretados - ¡Como no os vistais ahora mismo, en 10 segundos, os envío a ambos a Espiral de una patada en el culo! ¡Viajeros del diablo! - añadió, agarrando de nuevo su piedra transparente y metiéndosela en el bolsillo. Acto seguido, desapareció.

Thursday, December 24, 2009

Capítulo 14. Final: Ocaso.

Apreciado Nuán,

Confinados, apresados en nuestra propia tierra por mis antiguos hermanos, la Órden de Húlen ahora se halla literalmente secuestrada por la Órden de Wail. Como desgraciadamente ya sabes, unos años atrás los Lamat destruyeron casi todas las casas de Taürion matando también a los que habitaban en ellas. Pocos logramos escapar aquella noche, de aquellos terroríficos y enormes monstruos, y aún celebro con todo el júbilo de mi corazón que lograras huir para empezar una nueva vida, mi querido Nuán, a pesar de haber tenido la desgracia de no poderte apenas conocer. Pocos de nuestros hermanos sobrevivieron e incluso nuestro Jefe fue asesinado con una crueldad extrema por uno de aquellos abominables seres. Una decena de nosotros pudimos confinarnos en una Morada provisional gracias a mis conocimientos en este campo de la magia (nuestra antigua Morada estaba demasiado lejos para escondernos a tiempo de los Lamat), pero el conjuro, que normalmente necesita de más archimagos especializados, casi acabó con mi vida. Pero, al menos, aún seguimos con vida, a pesar de lo amarga y dolorosa que resulta ésta para nosotros.

Cuando los Lamat hubieron abandonado Taürion, dejando un reguero de sangre y de dolor tras ellos, salimos prestos de la Morada que yo había creado y conseguimos curar a algunos heridos y rescatar a las pocas familias que habían quedado con vida pero atrapadas entre o bajo los escombros de las casas. ¡Es imposible describir, para mí, la tristeza que emanaba de todos nosotros aquella noche! Si no te había enviado una carta durante todos estos años es porque está absolutamente prohibido enviar correo fuera de las fronteras de Taürion, que ahora está controlada con mano de hierro por Wail, al igual que muchas otras aldeas, ciudades y Órdenes. Me las he arreglado para poder saltarme el control mágico que mantienen sobre el envío de correspondencia, aunque han estado apunto de descubrirme.

Ellos, la Órden de Wail, entraron en Taürion justo cuando tratábamos de reconstruir la aldea y yo estaba creando murallas mágicas de protección alrededor de la aldea para ganar tiempo si los Lamat volvían a atacar. Se apoderaron de todo: de las casas, de los bienes de sus habitantes y del ganado que había sobrevivido al ataque de los Lamat. Su excusa: protegernos a todos de los Lamat. Según ellos, són los únicos capacitados para proteger Espiral contra los feéricos oscuros. Pero solamente es una excusa. Obviamente se han aprovechado de esta confusión para apoderarse de toda Espiral, algo que jamás hubiera esperado de mi antigua Órden, a pesar de lo poderosa e influyente que siempre ha sido durante estos últimos 700 años.
Nos obligaron a deshacernos de nuestros hábitos, y ahora tenemos que vestir sus hábitos esmeralda y jurar lealtad a su Órden en contra de nuestra voluntad. Tampoco está permitido tocar música, cantar y reunirnos entre nosotros como antaño. Pero, en secreto y cada vez que podemos, nos seguimos reuniendo en aquella Morada secreta que creé durante el ataque de los feéricos oscuros. La represión es muy dura: los soldados de Wail han convertido a los habitantes de Taürion en esclavos y les obligan a trabajar mientras se mantienen ociosos en un pequeño castillo que han construído en el centro de la aldea. Las violaciones, las torturas e incluso las penas de muerte, están a la orden del día. Todos tienen la sensación que sobrevivimos al ataque de unos lobos, para caer en las garras de otros.

Pero no solamente te envío esta carta para contarte las penurias que nos están sucediendo, sinó porque tenemos un plan que, aunque es desesperado y con mucha seguridad fracase, ya es la última esperanza que nos queda, el único camino que podemos recorrer para escapar de este infierno: mediante correspondencia mágica (perdona si esa carta con alas te ha asustado, entrando por tu ventana, pero era la única forma de guardar el secreto que merece esta misión). También he podido enviar cartas parecidas a ésta a otros miembros de Órdenes secuestradas por Wail para llevar a cabo lo que hemos pensado: la reunión de todos los miembros supervivientes en las sombrías Cuevas de Türa para así crear una nueva Órden.

Sé que es arriesgado, pero es uno de los pocos parajes dónde Wail no se ha atrevido a meter su garra y, debido a la ausencia de humanos en la inhóspita región, tampoco los Lamat són una amenaza allí. He propuesto a los demás jefes de las Órdenes tu nombre para encabezar esa nueva Órden, de nombre todavía pendiente de confirmar, pues se discutiría en esa reunión. Es la única vía con la que contamos, por el momento. Nos encontraremos dentro de 3 días, al alba a la entrada de las Cuevas, pues la urgencia es máxima: de cada vez la presencia de Lamat es mayor en Espiral, y la Órden de Wail se ha apoderado de casi todos los caminos y accesos de este Mundo.

Cuanto más esperemos, más difícil será sortear estos obstáculos.

Aún no acabo de comprender la dimensión de todo esto, pero todos tenemos sospechas y, creo, entre todos podremos llegar a una comprensión mayor de toda esta guerra que nos está abocando, quizá, a una Tercera Caída o quizá a algo mayor que va más allá de mi conocimiento. Pero no todo són malas notícias, Nuán. Quizá Varmal aún conserva su esencia, a pesar que no se sabe apenas nada de ellos desde que Agros murió. Su papel, tanto como el nuestro, puede ser determinante si actuamos con discreción y con sabiduría, pero aún es pronto para aventurarse: no confío demasiado en la actual mujer de Lothan, un buen hombre, pero me temo que influenciable. Como ya sabrás, esta mujer era la mano derecha de Melack, el líder de la facción contraria al infame Agros. Pero de eso ya tendremos tiempo de hablar, no precipitemos acontecimientos.

A pesar de todo, amigo Nuán, no todo són malas notícias: Mirta, amiga tuya y miembro de Varmal, finalmente no murió, aunque su conjuro casi acaba con ella. Conseguimos rescatarla de entre la destrucción, justo después que huyeras obligado por el ataque de los Lamat. No debes culparte por haberla dejado atrás, pues incluso nosotros no fuimos capaces de notar su pulso cuando la encontramos. Pero el destino quiso que reviviera, milagrosamente, quizá gracias a su gran fortaleza interior, y ahora está junto a nosotros y desea ayudarnos con una hipotética alianza con Varmal Verdadero. También tiene muchas ganas de verte...¡Siempre está hablando de tí, de los viajes que realizasteis juntos cuando tocabais en vuestra banda de músicos errantes! Sus historias nos alivian el corazón y nos dan algo de luz en medio de todas estas tinieblas.

Ahora mismo volverán los soldados de Wail a inspeccionar mi casa, como siempre hacen, y quizá también me vuelvan a amenazar y a pegar porque para sus ojos soy un traidor a su Órden. Me quieren tener intimidado, pues conocen de mi poder, a pesar de mi vejez y del poco tiempo que seguramente me queda en este mundo.

El Sol se está poniendo en el horizonte, tras las murallas de piedra que Ellos han levantado, y el Ocaso está teñido por la sangre de miles, de millones de vidas inocentes y ahora nos debemos a ellas para seguir luchando, y, si es necesario, para sacrificarnos por ellas.

Que la luz de la sabiduría guíe tu camino, Yne.

Hyunde, 2 de Diciembre.

Taürion.

Nota: Junto a esta carta, una flor verde te adjunto.

Thursday, December 17, 2009

Capítulo 13: Misterios del norte

-No deja de sorprenderme que un desconocido confiara en vosotros... - dijo Anie, bebiendo un sorbo de su pinta de cerveza que tenía ante ella y mirando a Lúne con ojos extrañados y las cejas enarcadas. Dejó de nuevo el vaso sobre la mesa y apoyó sus manos sobre sus mejillas, interesada en todas aquello que le había contado el joven de Varmal, fiel a su promesa - ¿Y todo pasa por hablar con Nuán? ¿Qué garantías tienes de encontrar algo ahí, si él solamente ha escrito sobre leyendas que hay en la zona? - no entendía realmente hacia dónde quería llegar el joven, pero en el fondo sentía una secreta fascinación con todo lo que tenía que ver con secretos y misterios.

Lúne dió una calada a su pipa y se acomodó en su silla. Observó el sitio que había elegido Nuán para hablar con ambos y sonrió con algo de ironía: se trataba de una tosca posada situada en los muelles de Firya y, en aquellas horas (justo acababa de ponerse el Sol) aquel antro se había empezado a llenar de marineros, algunos de ellos de aspecto siniestro y vociferantes, bebiendo grandes tragos de licor mientras piropeaban a una camarera que se paseaba de arriba a abajo de la estancia sin ninguna expresión aparente en su rostro. Otros, simplemente, comían o bebían con tranquilidad después de un duro día de trabajo en alta mar. Seguramente había por ahí algunos piratas y cazarecompensas. Recordó que, en su pueblo natal, ese tipo de esbirros solían también frecuentar las tabernas en busca de nuevos tripulantes que quisieran enrolarse en una arriesgada pero fructuosa aventura dedicada al saqueo.
Nuán le había dicho que se verían precisamente justo al ponerse el Sol en aquella posada llamada "El Rincón del Mar" y, observando la cantidad de grandes peces disecados colgando de las paredes, las pinturas de barcos navegando en mares rugientes, muestras de nudos marineros y el penetrante olor a pescado fresco que brotaba desde la cocina, no era difícil imaginarse el por qué de aquel nombre.

-¿Lúne? ¿Me has escuchado?

Efectivamente, se había quedado pensando en las musarañas. Dió un brinco, como recién despertado de un profundo sueño.

-Oh, perdona, de repente me puse a pensar por qué precisamente Nuán quiere reunirse con nosotros aquí - se encogió de hombros y sonrió - Nunca imaginé que nuestro antiguo director frecuentara esas tabernas de mala muerte - agregó, observando a un hediondo marinero bajando las escaleras que llevaban a las habitaciones de la posada con una jovencita que, a tenor de cómo iba vestida y de su exagerado maquillaje, se trataba de una prostituta - Pues sinceramente no tengo garantía alguna, pero tampoco la tienen los que creen que infiltrándose en la Órden de Wail van a conseguir averiguar qué es lo que está ocurriendo en Espiral, como ya te expliqué antes. Además, entre tu y yo - se combó hacia adelante apoyando sus brazos en la mesa y susurró - no confío demasiado en esta secta de Ciriol. ¿Por qué confiar en gente que nos viene odiando siglos atrás y no en personas íntegras como Nuán?

Anie puso los ojos en blanco.

-Puede que Nuán lo sea pero...¿Y qué me dices de este tal Solfka? ¿No decías que también pertenece al Concilio? - murmuró, emulando a su compañero y mirando a ambos lados por si había alguien escuchando. Sabía de sobras que en Firya era preferible no hablar de la Orden, tan apreciada allí.

Una vez Lúne iba a contestar siguiendo aquel código de secretismo que ambos habían adoptado, la puerta de la posada se abrió y apareció, justo a la hora acordada, Nuán vestido con una de aquellas túnicas de color azul que tanto le gustaban forrada con un forro de lana para protegerse del frío. Le bastó pasear su mirada unos pocos instantes por la atestada posada para, al fín, reparar en los dos jóvenes que se hallaban sentados ante una pequeña mesa en un rincón de la estancia. La primera en reparar en él fue Anie, sentada de tal forma que podía ver la desgastada puerta de madera frente a ella. No obstante, tras él la puerta volvió a abrirse y, mientras Nuán ya se dirigía hacia ellos con el rostro sonriente y tranquilo (¿Cómo podía mantener siempre aquella tranquilidad de espíritu con todo lo que había sucedido?), apareció para tremenda sorpresa de Anie aquella joven feérica de cabellos azules que les había acompañado hacia Firya. ¿Qué hacia con Nuán aquella chica? Alzó las cejas y avisó al joven.

-Ahí vienen - espetó, sonriendo ya a Nuán y asintiendo con la cabeza a modo de saludo - Ha venido la feérica aquella de los cabellos azules, la que fue contigo a Ciriol junto con los otros viajeros. Creía que ellos se dirigían hacia otro camino. ¿Por qué habrá venido?

¡Ichiro! El joven se giró con rapidez y se sobresaltó sobremanera al verla, sin fijar sus ojos en ningún momento en Nuán, pues todo a su alrededor había desaparecido excepto ella. Sus miradas se encontraron y ambos desviaron sus miradas, como si de nuevo un muro extraño e invisible se hubiera levantado ante ellos. Había deseado verla por última vez antes de que ambos se separaban, pero resultaba muy doloroso, demasiado. Pero no quería olvidarla, jamás. El amor que sentía por la feérica era mucho más poderoso que el desasosiego que le producía el separarse quizá para siempre jamás...De hecho, ella ya le había comentado que si desobedecía a Elrick y no era leal a la orden de Viajeros, sería expulsada de ella. Que no tenía más remedio que irse con ellos. Eso, recordaba, le había enfurecido tanto que se había marchado de su habitación sin darle una contestación. Pero...¿Y si había cambiado de idea?

Ambos se sentaron en dos sillas que les proporcionó la inmutable camarera, alrededor de la mesa, y Nuán, abriendo su sonrisa, agarró las manos de los dos jóvenes, con fuerza y visiblemente emocionado. Lúne se vió forzado a devolverle aquella sincera sonrisa, aunque sus pensamientos estuvieran vagando en otra parte tratando que su corazón se acallara, por fín. Ichiro se hallaba mirando por la ventana apoyando su mano en la mejilla, y parecía molesta por algo. ¿Quizá viéndoles juntos a Anie y a él había creído lo que no era?

-¡Estoy encantado que hayais querido compartir conmigo vuestras inquietudes! ¡Y más viniendo de Solfka, uno de mis mejores amigos! - exclamó Nuán, dirigiéndose sobretodo a él y a la feérica con sus ojos castaños brillantes y vivos como barro encendido. Se amasó la barba con insistencia mientras pedía para él un vaso se agua - Antes de adentrarnos en el tema...Ichiro, ¿Vas a tomar algo? La camarera se impacienta.

La feérica no contestó y siguió contemplando los muelles nevados con la mirada perdida. Nuán frunció un poco el ceño sin perder su sonrisa y luego miró a Lúne y le hizo una leve seña girando los ojos hacia ella como diciéndole: "Anda, dile algo, que parece molesta contigo". Sin duda, Nuán tenía una mirada muy expresiva.

-Ichiro... - murmuró Lúne, con la voz algo quebrada, sintiéndose culpable por no haber contado con ella, a pesar que ella misma le había asegurado que no podría acompañarle en su aventura - Yo...solamente es una amiga. Además tu ya me dijiste que...

-Ya lo sé - contestó, sin apartar su mirada de la ventana empañada por el hielo y el vaho del penetrante viento helado que soplaba fuera - Quizá esperaba, ilusa de mí, que me vendrías a buscar a pesar de todo. Pero se ve que tus planes són más importantes que según qué personas - lo miró, por fín, con sus ojos de color miel llenos de desprecio. El joven de Varmal bajó los ojos, sin saber qué responder.
Anie se sentía incómoda con el ambiente creado entre aquellos dos. Ahora lo comprendía todo, todo lo que había pasado entre Lúne y Yume aquellas últimas semanas: él y la feérica estaban saliendo juntos. No se lo terminaba de creer...¿Qué podía ver en aquel ser soberbio y frío que no viera en otros chicos más apuestos y amables? En fín, el amor era ciego.

-¿Acaso creías, Ichiro, que me iba a quedar con los brazos cruzados mientras decidías separarte de mí, después de haberme prometido que seguiríamos juntos? - replicó él, visiblemente ofendido por la reacción de la feérica, queriéndole hacer sentirse culpable.
Ahora fue Ichiro quien no contestó a aquello y volvió a girarse hacia la ventana con los brazos cruzados, haciendo morritos.

Nuán soltó una cristalina carcajada ante la riña entre los dos jóvenes que duró un buen rato, hasta que se atragantó y tuvo que beber unos sorbos de su vaso de agua.

-¡Pero bueno, Anie, mira lo que tenemos aquí! - se giró hacia ella y la muchacha, al ver el rostro fingidamente asustado del profesor, no pudo más que secundar sus risas - ¡Parecen un matrimonio! Me pregunto, cuando en el pasado eran más frecuentes las uniones entre humanos y feéricos, si estos últimos acabaron cerrando los portales por este tipo de disputas - se encogió de hombros, sin abandonar su sonrisa - Ahora no es momento de discusiones que no llevan a ningún lado. Ichiro vino en mi busca porque también había hablado con Solfka, eso es todo. Y ahora tenemos que centrarnos en lo realmente importante.

La feérica y el humano se miraron de reojo y luego, posando sus miradas sobre la mesa, enrojecieron ligeramente, permaneciendo en silencio. Anie, entonces, aprovechó aquella oportunidad para hablar.

-Lúne ya me ha hablado sobre la conversación que Ichiro y él tuvieron con Solfka, pero sigo excéptica en cuanto a todo esto que tienen planeado hacer, o tiene...en este caso - observó a Ichiro pero aquella aún parecía ajena a la conversación, enfrascada en una disputa silenciosa con Lúne, así que su mirada se focalizó de nuevo en el profesor - Solamente se basa en leyendas.

El rostro alegre de Nuán adquirió, entonces, unos tintes algo melancólicos con su mirada errática hacia el techo y sus ojos brillando, como si recordara algunas cosas maravillosas que ocurrieron hacía mucho tiempo.

-Solfka sabe tan bien como yo que no se trata de simples leyendas - murmuró, con un tono algo sombrío lleno de hermetismo - Cuando aún habitaba en Taürion escribí un libro sobre mis viajes a través de aquellas montañas, en los tiempos cuando yo todavía era un músico bohemio y viajero sin mayores preocupaciones que conseguir una cama, algo de comida y compañía femenina a mi lado, sobretodo en las frías noches de invierno - suspiró, y esbozó una sonrisa - Cuando ya hube publicado el libro, una neblinosa y fría mañana de Primavera me visitó un extraño personaje encapuchado que decía llamarse Solfka y pertenecer a la enigmática y para muchos en Espiral inexistente orden de Ciriol. ¡Aún recuerdo la cara de sorpresa que puse! Os juro que no sabía si dejarle entrar o cerrar la puerta en sus narices, pues al principio creí que era un estafador...

-¿Y cómo pudo escapar de los cercos mágicos de Ciriol para venir hasta a tí? - le interrumpió Ichiro, por fín, ya recuperada del enfado con Lúne. Sus ojos ya habían recuperado su luz repleta de curiosidad.

-Y es más... - murmuró también Lúne, con sus ojos grises entrecerrados y también tratando de olvidar la riña que había tenido con ella - ¿Cómo consiguió localizarte?

-¡Oh, calma, a eso iba! - bebió un sorbo de agua y prosiguió. En aquella ocasión cerró los ojos, como si así le fuera más fácil visualizar las escenas del pasado - Estaba muy interesado sobre todo lo que había escrito, pues según me contaba, jocoso, lo único que unía a Ciriol con el resto de Espiral era la absoluta ignorancia sobre las misteriosas leyendas de Ilmaren, considerándolas todos como invenciones de pueblos aislados de las montañas.

-¿Y qué tienen de especial estas leyendas? - preguntó Anie, impaciente - Conozco algunas de ellas, sobretodo contadas por mi abuela y por mi madre. Pero no recuerdo que tuvieran nada de especial. Recuerdo que tenían un regusto feérico, como el resto de leyendas en Espiral...

-Disiento - replicó Nuán, justo en el momento que Lúne abría la boca para contestar - Precisamente Solfka quiso que hablarais conmigo porque algunas cosas que observé en las montañas de Ilmaren nunca las escribí, más que nada, porque en aquel tiempo nadie me hubiera creído. Preferí quedármelas para mí, hasta que alguien estuviera preparado para escucharlas. Y ahora creo que es el momento para contároslas - justo en aquel momento, un hombre empezó a tocar un laud junto al fuego encendido en la chimenea de la posada. Era una canción lenta y melancólica que hablaba sobre viajes alrededor de los mares. Los 2 humanos y la feérica le miraban con los ojos abiertos como platos, dispuestos a escucharle - Una noche, mientras los músicos de mi compañía y yo dormíamos sobre la paja, en un establo a las afueras de un pueblo de Ilmaren, fuí despertado a mitad de la noche por ruídos apagados de ramas crujiendo, que parecían provenir del bosque que se alzaba cerca del establo, a los pies de una alta montaña. Me levanté, algo alarmado, y fuí a inspeccionar los lindes de aquel bosque, solamente iluminados por la débil luz de la Luna menguante. Hacía frío, mucho frío... - hizo una larga pausa, y así pudieron escuchar al bardo cantar con una voz llena de dolor.

"Navegaba ciego
aunque de día fuera
atado al palo mayor
para no sucumbir
al deseo de un comienzo
inesperado
lleno de olvido
y de nuevas decepciones"

-
Mientras me acercaba al linde de la floresta, más audibles se hacían los incesantes ruídos de algo que se movía entre los matorrales de forma intermitente. También empecé a escuchar unos susurros que parecían camuflarse con el viento - Nuán seguía teniendo los ojos cerrados, pero acompañaba la historia con gestos de sus manos - Estaba realmente asustado, pero una fuerza me impulsaba a seguir hacia adelante y cuanto más me acercaba, más cosas extrañas ocurrían a mi alrededor: sombras que me rodeaban: caras sonrientes y alargadas que provenían del bosque como si me dieran una macabra bienvenida que volaban arriba y abajo. Era aterrador, pero no podía detenerme - abrió sus ojos aterrorizados para fijarlos en cada uno de los presentes en la mesa. Se estremecieron - Aquellos extraños espíritus desaparecieron y el aire se aclaró bajo las estrellas. Y un brazo desnudo, que parecía del de una mujer, apareció tras el tronco de un árbol que se hallaba ante mí, yo estando apunto de entrar en el bosque. Todo estaba cubierto por tinieblas menos aquel brazo, que parecía resplandecer con una luz propia provinente de una fuente desconocida. Tenía el puño cerrado - hizo el ademán - y poco a poco fue abriendo la mano hasta tenerla extendida del todo, invitándome a darle la mano. Y no dudé, no pensé un solo segundo si aquello estaba bien o mal, si aquello era razonable o peligroso: corrí hacia aquella mano y se la di, entusiasmado. Entonces, creí que tiraría de mí, guiándome así por el bosque y arrastrándome hacia un olvido que estaba anhelando, pues mi mente ya no me pertenecía. Pero permaneció en su sitio, sin soltarme - Nuán suspiró, pasándose una mano por el rostro y, de repente, viéndose visiblemente cansado - Perdí la consciencia y tuve la extraña e increible sensación que mi alma abandonaba mi cuerpo internándose dentro, muy dentro del sombrío bosque. Corría y corría, en busca de aquel ser que me había prestado su mano, loco de desesperación, como si me fuera la vida en ello. Y aquí y allá, empecé a vislumbrar, a lo lejos y entre las ramas, claros iluminados por hogueras y sombras alargadas moviéndose de forma frenética conformando círculos. ¿Acaso estaba soñando, o realmente estaba viajando en otra dimensión, sobrevolando un extraño bosque sin mi propio cuerpo? ¿Dónde estaba aquella muchacha de la cual solamente había visto su brazo, que me había invitado a entrar? - bebió otro sorbo de agua y sonrió, al observar cómo sus interlocutores parecían contener la respiración, rogándole que siguiera su relato con miradas ansiosas. De repente, se sintió como un anciano que les contaba un cuento a sus nietos. Abrió aún más su sonrisa - Bien, vayamos al grano - cruzó sus piernas y se amasó de nuevo la barba - En aquel misterioso sueño, el tiempo era flexible. Me explico: a veces era de día, a veces de noche y en otras ocasiones amanecía y atardecía, y eso en cuestión de segundos, y cada vez me hallaba en sitios diferentes. Aquellos claros iluminados por hogueras desaparecían con un simple parpadeo, y de repente me hallaba sobrevolando cascadas, ríos y fuentes cristalinas, y también a veces me hallaba pasando entre arcadas llenas de vegetación que llevaban hacia unas cavernas vacías pero llenas de colores y presencias invisibles. Y, he aquí la parte más importante de mi historia: me encontraba explorando una cueva llena de pequeñas salas, cada una de las cuales aguardándome con más presencias invisibles que podía sentir perfectamente, pero no verlas, y entonces, en una de ellas, por fín encontré a la muchacha que me había ofrecido su mano: estaba bañándose en un estanque natural, en el centro de la estancia creada por la naturaleza, su desnudez bañada por los rayos del Sol teñidos de la esmeralda de las hojas del bosque, puesto que un gran agujero abierto en la estancia daba directamente al bosque que había dejado minutos antes, que ya me parecían años. Me sonrió, su cabellera era rubia y larguísima y flotaba sobre el agua transparente del estanque y con sus ojos celestes me sonrió sin mover los labios, sin pronunciar una palabra...¿Cómo supe que era ella? Lo supe, y no sé cómo. Volvió a alargarme una mano, invitándome a que me uniera a ella y me zambullí sin pensarlo en el estanque, sintiendo el agua manar por todo mi cuerpo a pesar de haberlo dejado atrás, sin conocimiento, en el linde del bosque. Me acarició el rostro con sus manos, y me besó el pecho con dulzura, y sentí cómo mi alma flotaba, se regocijaba de tal manera que ya no quería volver al mundo de dónde venía. Acercó sus labios a mi oído y me susurró:

-Entraste sin miedo en Gäul, con el corazón de un niño, sin pretender encontrar. Solamente aquel que conserva la inocencia, el dón de creer, puede caminar por nuestros senderos sin principio ni final. Un sabio vendrá del Oeste, y entonces el destino empezará a allanarse aún ciego por el odio. Y desde el odio y la muerte, llegará un nuevo viento perfumado: y así a Gaül, nuevos soñadores se encaminarán sin pretender encontrar...y encontrarán.

Me besó en los labios y aquella vez me sonrió de verdad, con alegría, como si, diciendo aquello, se hubiera quitado un peso de encima. Luego, desde dentro del agua, sacó una diadema de madera con extraños símbolos grabados en ella de color azul y me la colocó suavemente sobre mi cabeza, sí, a pesar de no tener mi cuerpo conmigo - Ichiro y Lúne, ya habiendo olvidado del todo su riña de hacía unos minutos, ya se daban la mano bajo la mesa, mirándose de vez en cuando de reojo, emocionados, y Anie tenía los ojos abiertos y brillantes como el de una niña pequeña - Y, por última vez, me dijo...

-Dásela a aquellos que, en los tiempos más difíciles, sean capaces de entender lo que hay ahí escrito. E irán más allá de las montañas, más allá...

Se produjo un nuevo silencio, observando todos cómo Nuán había vuelto a cerrar los ojos y su voz aterciopelada y melancólica se escuchaba más profundamente que todos los gritos de los marineros, que el bardo que ahora cantaba estridentes canciones, que las risas picarescas de los piratas...

-¿Y todo fue un sueño, finalmente? - preguntó una ansiosa Ichiro, con la cabeza descansando sobre el hombro de Lúne, el cual le acariciaba los cabellos azules con ternura, aún escuchando las enigmáticas palabras del profesor en su interior. Lúne y Anie se limitaron a esperar que Nuán contestara a aquella pregunta, pero aquel permaneció en silencio con los ojos aún cerrados. Contrastando con la tensión del momento, se escuchaban las risas y los aplausos de los marineros y la pervertida poesía del juglar, que ahora tocaba un rápido reel con una mandolina mientras guiñaba un ojo a las muchachas que reían entre dientes en las mesas.

-A la hija de Orbei
le gusta vestirse de seda.
¡Pero más le gusta mi flauta
que no es de hierro
ni de madera!

La hija de Orbei
detesta mi música
mis modales.
¡Pero bien que le gusta
que le rasgue sus cuerdas
gritando a raudales!

-Perdona Ichiro...¿Decías algo? - preguntó Nuán, simulando no haberla escuchado y luego se echó a reir - ¡Ya nos ha estropeado la magia este maldito bastardo!

Todos se echaron a reir en medio de aquel momento tan surrealista, en el qué habían pasado de conocer una de las historias más misteriosas que jamás hubieran escuchado, a unirse a las palmadas de todos los parroquianos que seguían vitoreando y gritando ante las fantásticas ocurrencias del bardo sobre sus supuestas aventuras amorosas.

-No te vas a librar, Nuán. Ahora mismo nos cuentas este final, que nos has dejado en ascuas... - espetó Lúne, encendiendo su pipa y sonriendo de medio lado, empezando a sentir cómo la cerveza le subía a la cabeza poco a poco después de la segunda pinta - ¿Quién diablos es Orbei?

Nuán y todos los que escucharon la pregunta, formulada en esta ocasión con voz bastante fuerte debido ya a la deshinibición que producía el alcohol, estallaron en una carcajada unánime y uno de los marineros que parecía un pirata por sus indumentarias ajadas, sus numerosas cicatrices y la presencia de un cuchillo clavado sobre la mesa repleta de ron derramado se giró hacia él con el rostro congestionado por la borrachera.

-¡Niño! ¡Debería apalearte por no saberlo! ¿En qué mundo vives? - sus compañeros se unieron a las carcajadas y el marinero prosiguió - ¡Orbei es el jefe de la puta Orden de Wail, y su hija como ya has visto se lo traga todo menos la sopita que le da su mami!

Más carcajadas y Lúne se sonrojó un poco al empezar a ser objeto de todas las burlas por no haberse sabido el nombre del hombre más odiado ahora mismo en Firya. Pero luego empezó a reirse de sí mismo y pronto le dejaron en paz. Ichiro le abrazó, riendo también a carcajada limpia.

-¡Pobrecito! ¡Yo tampoco lo sabía!

-Pero tu eres feérica... - replicó él, dándole un beso en los labios y simulando estar decepcionado y triste por haber quedado en ridículo.

-Bueno, míralo por el otro lado - espetó Anie, la cual seguía más interesada en seguir escuchando el resto de la historia que en toda aquella retahíla de estrofas picantes y de bardos fantasmas. Aún así, esbozó una sonrisa burlesca y le guiñó un ojo - Ahora todo el Colegio cree que eres feérico. Así te puedes excusar.

-¡Bueno, bueno! - exclamó el joven de Varmal, cruzando los brazos y simulando estar enfadado con el resto de los presentes - ¿Por dónde íbamos, profesor Nuán?

-¡Oh! - Nuán carraspeó, justo después de soltar una carcajada aún recordando lo sucedido antes - Tienes razón, este juglar nos desvió del tema que estábamos tratando - apuró el agua que le quedaba en el vaso y prosiguió - Contestando a la pregunta de Ichiro, sobre si todo fue un sueño: al día siguiente desperté en los lindes del bosque tumbado en la hierba y con un insoportable dolor de cabeza. Al principio creí que, efectivamente, todo se había tratado de un extraño sueño, inducido por el cansancio acumulado durante nuestra gira por los pueblos de Ilmaren: íbamos de pueblo en pueblo como músicos ambulantes y apenas teníamos tiempo de descansar. Pero entonces vino uno de mis compañeros y, al verme, se echó a reir. Aún recuerdo sus palabras.

-"¿Dónde diablos has conseguido esta diadema de madera? ¿Te fuiste de borrachera al pueblo y después de acostarte con una zorrita le robaste su diadema? ¡Eres un monstruo!"

El profesor sonrió con los ojos mirando hacia ningún sitio y siguió con su relato.

-Con asombro me palpé la cabeza y, efectivamente, llevaba una diadema puesta en la cabeza y me la quité, observándola de cerca, esperando poderle enseñar los extraños símbolos azules que estaban escritos sobre ella y así poderle contar el resto de la historia para que me creyeran. Pero no, ya no había nada escrito sobre ella. Los símbolos habían desaparecido.

-Eso con magia es posible, pero... - Anie frunció el ceño, pensativa - Tiene que obrarse un contraconjuro para hacer desaparecer inscripciones o eso es lo que nos enseñaron en clase. Es muy extraño...

-En el mundo feérico eso sí es posible - respondió Ichiro, que se había quedado anonadada ante aquella historia - Con un solo pensamiento o sentimiento, la magia puede aparecer o desaparecer. Pero esto no es el Mundo Feérico...

-¿Y por qué una diadema? ¿Qué simboliza esto? - se unió Lúne a la invasión de preguntas - ¿Y qué se supone que quería decir con aquello:
y así a Gaül, nuevos soñadores se encaminarán sin pretender encontrar...y encontrarán? ¿A quien se refiere, a nosotros? ¿A los que lleven la diadema?

Nuán se encogió de hombros y parpadeó, dubitativo.

-Lo de la diadema sigue siendo un misterio para mí, pero he llegado a suponer que para volver a entrar en Gaül la diadema tiene que volver a mostrar las inscripciones azules en ella. Tengo ese presentimiento - suspiró, enjuagándose el sudor que inundaba su frente, de tanto pensar - ¿Cómo hacerlo para que vuelvan a aparecer? Busqué y rebusqué en muchas bibliotecas, en todo tipo de leyendas, cuentos e historias, y también en libros de conjuros y de objetos mágicos pero no encontré absolutamente nada.

Anie seguía muy excéptica con todo aquello.

-No me jodas que se trata de otra historia típica de los "Elegidos" tan manida en las leyendas...Porque según estoy entendiendo, se supone que nosotros somos ellos y ahora viene la parte en qué nos das la diadema. ¿Verdad? - dijo, con algo de ironía.

-Oh, Anie, eso es muy relativo... - Nuán esbozó una sonrisa, mirándola con sus ojos luminosos - ¿Cómo puede saber uno si es un Elegido o el mero producto del Azar? Lo importante es actuar como el corazón dicte y no pensar en esoterismos inútiles. Y sí, os daré la diadema puesto que, aunque quizá sea una simple ilusión, es lo único que tenemos para proseguir y tener esperanzas. ¿No crees? - Justo dicho aquello, el profesor rebuscó en su jergón y sacó una simple diadema tallada en madera oscura y la colocó sobre la mesa con un ruído sordo. Algunos marineros se giraron para observarla, pero al ver que se trataba de un objeto tan común, prosiguieron sus acaloradas conversaciones alzadas de tono - Y ya me estoy imaginando la siguiente pregunta: ¿Por qué nosotros y no otros? - se encogió nuevamente de hombros y sonrió - Es muy sencillo: Solfka, por alguna razón que desconozco, confió en Ichiro y en Lúne para esta misión y él es uno de mis mejores amigos. Os aseguro que alguna razón importante tendrá para quereros enviar a Ilmaren, puesto que tras su personalidad afable y sencilla, se esconde uno de los hombres más sabios que jamás he conocido. Por otro lado, cuanta más gente quiera emprender esta aventura, mejor, y sobretodo si se trata de soñadores, de personas que aún conservan la fe en lo desconocido, en un más allá y en un otro lado invisible pero existente. Y Anie me parece perfecta para ello también, ella y Yume, y algunos más - abarcó con sus manos a toda la posada, como si allí se hallara más gente dispuesta a emprender el viaje con ellos - Abrid vuestros corazones a soñadores llenos de coraje como vosotros, a los incomprendidos, a los inconformistas, a los que aún conservan su inocencia y su capacidad de asombrarse, y estoy seguro que Gaül os abrirá los brazos con una calurosa bienvenida.

Ichiro había cogido cuidadosamente la diadema y la acariciaba con suavidad, totalmente abstraída en sus pensamientos.

-Iré - dijo finalmente la feérica, levantando la vista y sonriendo, llena de alegría - Me da igual si me expulsan de los Viajeros, me da igual si tengo un tiempo limitado para volver a mi Mundo, pero siento que eso es lo correcto.

Lúne la abrazó con fuerza y la besó, feliz de escuchar aquellas palabras, y Anie sonrió ante aquella escena. De verdad se querían, y así era la vida, y a su amiga Yume le había tocado sufrir un amor que, aquella vez, no le había correspondido. Quizá a ella, algún día, le pasaría lo mismo. Aún albergaba muchas dudas sobre aquella alocada e irracional aventura, pero algo le decía que aquella sería, para ella, una oportunidad única, que no podría perderse por nada del mundo.

-Yo también iré, con Lúne e Ichiro...y trataré de convencer a Yume - Nuán sonrió, satisfecho y visiblemente emocionado, sus ojos resplandeciendo hasta el punto que parecía como si estuviera a punto de llorar de felicidad y acarició los cabellos castaños de la joven.

-No sabéis la alegría que me habéis dado esta noche - los miró a todos, de uno en uno - a pesar de toda esa oscuridad que se cierne sobre nosotros. Siento como si, por fín, alguien confiara en mis palabras, en mis historias. No sabéis lo importante qué es eso para mí. Mañana debéis partir, pues la guerra se acerca. Partiréis junto con los Viajeros bajo los túneles de la Escuela.

-¿Aún sigues estando segura, Ichiro? - preguntó Lúne, acariciando sus mejillas con cariño - Ser Viajera era la ilusión de tu vida...

La feérica agarró su mano y se la llevó hacia su regazo.

-¡Tan segura como que te amo! - exclamó, ante las sonrisas cómplices de Anie y Nuán.

Friday, November 6, 2009

Capítulo 12: Preludio

La guerrera empuñaba una larga espada cabalgando sobre un caballo sin silla ni bridas. Se abrieron las puertas de la muralla y salió, ella sola junto a unos pocos más, ante un millar de enemigos. Hinchó sus pulmones y lanzó un grito rabioso. Estaba harta, harta de esperar tras los muros de la vergüenza, tras hombres corruptos y cobardes. Miró a su derecha y de nuevo a su izquierda y no vió a nadie, absolutamente a nadie. ¡Todos habían caído! Los caballeros enemigos se abalanzaron sobre ella, como aves de presa ávidas de sangre en sus capas verdosas.

Sonrisas perversas.

Y empezó a recordar, a acordarse de todo lo que dejaba atrás: la música, Yume y los pocos pero nuevos amigos que estaba haciendo, con lo solitaria que siempre había sido. Luchar...¿Para morir? ¿De verdad valía la pena arriesgar todas sus esperanzas en una batalla ya perdida de antemano? Empezaron a escurrírsele las lágrimas por sus mejillas y el terror se apoderó de su corazón, sintiendo como las saetas, lanzas y flechas estaban apunto de atravesarla sin remedio.

Y escuchó un gritó tras la montaña que se alzaba a su izquierda. Y pronto los vió, sus figuras recortadas por un rojo atardecer. Sus negros caballeros, armaduras de acero engalanadas con azabache y capas oscuras con el maldito símbolo de Varmal. Lúne...Lúne estaba a la cabeza, empuñando una enorme espada de color escarlata. Y a su lado observó a un Agros sonriente, victorioso, su yelmo con la forma de una serpiente.
Y descendieron como una oleada, precipitándose contra los enemigos. Aquellos decidieron volver su atención a los atacantes pero ya era demasiado tarde: todos cayeron bajo su yugo. Anie se sintió feliz por sentirse viva de nuevo, y se culpó por sentir también agradecimiento...

¡No, jamás! ¡Ellos habían destrozado sus vidas! ¡Y Lúne también!

Avanzó con su caballo hacia el este, tratando de huir de aquella escena. Quería estar sola. No quería ver a nadie. Quería empezar de nuevo...

¿Dónde estaba Yume? Se había quedado dentro de la ciudad, eso era seguro. Más, tenía un mal presentimiento. Bajó del caballo, presa de un pánico repentino y, sin más dilación, empezó a rebuscar entre los numerosos cadáveres de los enemigos. Y la vió. Muerta, con el escudo de Wail sobre ella. Se arrodilló sobre ella, desesperada, y trató de reanimarla con golpes en el pecho, llorando desconsolada. ¡No podía ser! ¡No era posible!

-¡Anie! ¡Anie, despierta dormilona!

Abrió los ojos en medio de un chillido que la asustó a ella misma. Se llevó la mano en el pecho, su corazón bombeando como un jinete desbocado. Como un jinete...Sí, se alegraba de haber despertado. Quizá llevaba demasiados días entrenando muchas horas con la espada y había empezado a obsesionarse con la guerra. Tenía que distraerse, no podía seguir así.
Observó a su compañera de habitación, una joven de tez morena que la miraba con rostro preocupado y ya con la mochila de clase preparada y vestida para la ocasión con una sencilla blusa roja de encaje.

-Perdona Katya, tuve una pesadilla. ¿Qué tiempo es? - se quitó las legañas con ambas manos y se sentó sobre la cama, bostezando con fuerza.

La joven observó el reloj de Sol situado sobre la ventana y se rascó la nuca, algo sonriente.

-Chica, faltan 10 minutos para empezar la clase. Como no sepas algún sortilegio para vestirte con un chasquido de dedos...

-¡Mierda!

Fue tal la embestida de Anie hacia el armario que justo al saltar de la cama cayó de bruces al suelo. Sí, tenía que dejarse de batallitas o sinó la expulsarían - pensó, mientras se palpaba la dolorida frente.

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No se había peinado y había cogido lo primero que había encontrado en su ropero. Ni siquiera había tratado de disimular el fuerte golpe que se había dado contra la frente al tratar de llegar al armario. Se palpó los pantalones un momento para asegurarse bien si se había llevado dinero para comprarse el desayuno para después y notó, en seguida, que se había puesto los pantalones al revés. ¡Menudo día de mierda! Aquellos despistes eran más propios de Yume que de ella. ¿Qué diablos le estaba pasando? Aquel día solamente tocaría el violoncello y luego se olvidaría del resto, lo juraba.
Llegó por fín, atropellada y puntual, al jardín del colegio de Firya después de haber corrido todo el camino. A pesar de todo el entrenamiento que llevaba a sus espaldas, le faltaba el aliento y tuvo que pararse un momento a descansar en un banco agarrándose el costado con una mano temblorosa. Escuchó unos pasos lentos yendo hacia ella desde detrás, apagados, como si no quisiera hacer ruído a toda costa. Se giró, entonces, alarmada.

Era Lúne, el cual se enjuagaba la frente llena de sudor, con rostro de preocupación.

-Perdona que te moleste Anie - resopló, mirando a todos lados - ¿Has visto gente esperándome o vigilándome por aquí?

Anie se sobresaltó ante la presencia del joven. Media hora antes había soñado que la salvaba junto al abominable Agros. Estuvo tentada en irse de ahí y dejarlo con la palabra en la boca pero solamente había sido un sueño. No quería ser tan niña. Aún así, sus ojos se empequeñecieron.

-¿Qué mosca te ha picado? ¿Te acosan las colegialas ahora?

-No exactamente. Es una historia algo larga de contar - sonrió, distraído - Oh, no...

Por la puerta empezaron a salir una gran cantidad de alumnos, todos sonrientes y alegres, y con los rostros casi tan brillantes como el Sol que resplandecía sobre los rojizos tejados de Firya.

-Seguramente se ha suspendido la primera clase - Anie suspiró, satisfecha.

El rostro de joven de Varmal, sin embargo, se había transformado en una mueca cercana al terror. Al cabo de pocos segundos, una multitud ya se hallaba rodeándolo por todos los lados, casi todo jovencitas adolescentes que susurraban con grandes carcajadas entre ellas mientras le observaban descaradamente.

-¡Lúne! - gritó una de ellas, exaltada y emocionada ante su presencia - ¡Por favor, enséñanos algo del Mundo Feérico!

-¿Verdad que es un chico muy misterioso? ¿Deben ser así todos los feéricos? - le comentaba en voz baja una a otra, tapándose la boca y ahogando una sonrisita pícara - Dicen que han venido a Firya unos cuantos como él.

-La verdad, yo me los imaginaba más etereos. Es demasiado...humano...¿No?

Anie sonrió torciendo los labios, mirándole de reojo.

-Así que era eso. ¿Eh? Acoso escolar. Yo casi diría que sexual.

El joven la miró con ojos de pedirle una ayuda suplicante, alzando las cejas, pero ella lo ignoró completamente. Le dió la espalda y se dirigió hacia el interior de la escuela, para preparar su siguiente clase. ¿Qué diablos habría hecho para que creyeran que era un ser feérico? Sacudió la cabeza, meditabunda, mientras cruzaba la arcada de la entrada. ¡Qué chico tan raro! ¿Y si la habían visto con aquella feérica que les había acompañado en su viaje hacia Firya? pensó, rascándose la barbilla mientras subía las escaleras de piedra que rodeaban el edificio para ir a las distintas aulas. No, aquellas cosas no eran para ella. Le importaba la vida de Lúne menos que una piedra.

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Anie rasgaba el violoncello con suavidad, los ojos entrecerrados y cuidadosamente posados sobre la partitura que tenía enfrente suya. Aquella pieza le agradaba especialmente, una melodía que parecía que acariciara con cuidado el ambiente que la rodeaba transformándolo todo en otra realidad muy distinta y sutil. Sonreía débilmente, moviendo la cabeza léntamente al ritmo de la música, de un lado a otro.
A pesar de la gran concentración que mantenía, junto a una guitarra, un contrabajo y a un violín a los que acompañaba, por el rabillo del ojo observó, con sorpresa, como de repente empezaba a nevar en el exterior. Su sonrisa se prolongó un poco más mientras recordaba como, desde pequeña, siempre le había encantado la nieve. Recordó aquellos inviernos, en la playa nevada, jugando con su hermanita. Cuánto la echaba de menos...

-¡Anie! - una palmada del profesor que, en aquellos momentos, actuaba como director del cuarteto de cuerda, silenció a los músicos - ¿La espada te ha hecho olvidar cómo pasar de una tonalidad a otra?

La joven se sobresaltó, como despertada de una sesión de hipnosis y dejó caer, accidentalmente, el arco del instrumento al suelo. Se sonrojó, ligeramente, y se rascó la nuca, sin saber que responder y mirando al suelo.
Evan, el cual se encargaba de tocar la guitarra, la miró con ojos llenos de sospecha y sonrió, maliciosamente. Entonces, rasgueó su instrumento de nuevo trazando 4 sencillos acordes de una canción romántica muy conocida en Firya.

-Oh, deja que la nieve
se derrita bajo la Luna
que refleja los cabellos
rojizos como una hoguera
incandescente
de mi enamorado.

-
¡Evan! ¡No toques sin mi consentimiento! - espetó el profesor, ahogando una carcajada.

-
¡Iros todos a la mierda! - gritó la muchacha, lanzándole al guitarrista el arco del violoncello a la cabeza y yéndose del aula tras dar un sonoro portazo tras ella el cual apagó las carcajadas de Evan. ¿De verdad existía un mundo sin tal cantidad de idiotas? Ya lo dudaba mucho. ¿Decía que estaba distraída con la espada? ¡Pues demostraría que no, que para nada estaba equivocado. ¡Dentro de poco la necesitarían cuando el enemigo cayera sobre ellos!
Apretó los puños y se dirigió a la sala de entrenamiento, con el rostro congestionado de la ira que sentía.

Empezó a luchar incansablemente contra "el muñeco danzarín", que era así cómo le llamaban al homúnculo de madera ataviado con una espada y un escudo y accionado por unos elásticos que le hacían moverse hacia todos lados según dónde se le atacara. Con su espada de madera y su escudo del mismo material, la joven parecía ejecutar una danza bélica alrededor del muñeco, mientras lo golpeaba con su arma en todos lados y con unos ágiles saltos evitaba que le impactara con su espada. Se estaba imaginando, con plena satisfacción, que la cabeza sin rostro del muñeco era en realidad la cabeza de Evan, quizá por eso casi todos sus golpes se dirigían hacia aquella dirección.

-¡Maldito soberbio de mierda!

Tomó carrerilla, decidida a darle el toque de gracia, y se precipitó hacia adelante corriendo y formando un gran arco sobre su cabeza con su espada, blandiéndola con sus dos manos. Saltó ante el estático muñeco y fue tal el impacto que recibió la cabeza de madera que su espada se astilló con un golpe sordo y la brutal fuerza que había depositado sobre ella la recibió de un duro golpe de escudo del "muñeco danzarín" en su hombro, lanzándola hacia un lado. Tuvo la terrible sensación que le habían arrancado el brazo literalmente y empezó a sollozar en el suelo, silenciosamente. ¡Tonta, más que tonta! Y después decía de los demás...

-Anie...¿Te encuentras bien?

Alzó los ojos, esperando que alguien, de nuevo, se riera de ella, humillándola de nuevo. De todas formas, aquel no era su día. Se levantó, renqueante, y se frotó sus llorosos ojos para ver mejor quien tenía delante.

-¡Lúne! ¿Qué...haces aquí? - trató de recuperar su compostura y frunció el ceño, empequeñeciendo sus ojos y taladrándole con la mirada.

El joven se encogió de hombros y se dirigió hacia la estantería dónde se hallaban almacenadas las distintas espadas de entrenamiento. Blandió una y se plantó delante del muñeco, poniéndose en guardia de forma elegante con el puño izquierdo apoyado en la cadera y dirigiendo la punta de su espada hacia adelante, colocando su cuerpo de lado.

-Pues lo mismo que tú, supongo - replicó, con un tono de voz seco y tajante. En su mirada se podía entrever una gran preocupación y, a la vez, una ira latente que empezó a crecer cuando empezó a dar rápidas y huracanadas estocadas al ya vapuleado muñeco de madera.
Anie no quería reconocerlo ante él, pero sentía como su hombro le ardía de una forma casi insoportable. No obstante, para tratar de desentumizar los músculos, empezó a entrenar estocadas con su brazo derecho en el aire como si ante ella se encontrara un enemigo invisible.
Al cabo de unos momentos, no obstante, un fuerte ruído a su derecha le llamó la atención y detuvo su lucha imaginaria. La imagen que vió, si no hubiera sido por el ambiente enrarecido que existía en el ambiente, era bastante cómica: la cabeza del muñeco rodando en el suelo y Lúne sentado sobre el pavimento, apoyando ambas manos en su rodilla con su rostro cargado de dolor.

-¿Te encuentras bien, Lúne?

Ambos se miraron interrogantes y, precisamente, lo que le hizo gracia a Anie es que el joven le mirara como si no supiera lo que estaba pasando. De repente, empezó a reirse sin poder parar.

-¡Lo siento! Creo que ahora estamos empatados. Veo que tampoco hoy es tu día.

-Ni mucho menos - el joven se levantó y cojeó acercándose un poco hacia ella. Luego apoyó la espada de madera en el suelo y suspiró, enjuagándose el sudor con la manga de su oscura camisa de mosquetero - Me acaban de dar dos notícias excelentes - dijo, con sarcasmo - Firya está rodeada por los Lamat por un lado, y por la Orden de Wail por el otro. Acabo de hablar con la alcaldesa y, a pesar de repetirme hasta la saciedad que la magia de Ciriol es la más segura de Espiral, la he visto más que preocupada - miró hacia otro lado, pensativo y preocupado.

-Vaya... - Anie sintió como un escalofrío de desasosiego cruzaba toda su espalda de arriba a abajo - Entonces antes de lo previsto va a llegar la guerra a esta ciudad. Parece que un destino funesto no deja de perseguirnos desde que dejamos Fortaleza - lo miró y, por primera vez, ambos sintieron compartir un mismo sentimiento, aunque fuera triste y doloroso - Estoy harta de ser zarandeada de un lado a otro, si te soy sincera. Ya no sé qué hacer...Sé que quiero luchar, pero quiero saber hacia dónde nos lleva todo esto.

Lúne se acercó más hacia ella y, contra todo pronóstico, el joven posó sus dos grandes y estilizadas manos sobre los hombros de la joven. Esta abrió los ojos, sorprendida. ¿Qué estaba tratando de hacer? Se sonrojó un poco, pero le aguantó su oscura y penetrante mirada.

-Anie, después del entrenamiento quiero que vengas conmigo para hablar con Nuán. Tengo el presentimiento que eres la única que podrás entender lo que pretendo hacer - sonrió, débilmente - Sé que suena muy extraño, pero quizá la clave de todo lo que nos preguntamos reside en lo que él nos pueda revelar.

-No sé qué decir, estoy...muy extrañada - sintió unas ganas irreprimibles de golpearle ante el atrevimiento de haberle puesto sus manos en los hombros, con lo que ella odiaba aquello, pero su sincera mirada y sus palabras repletas de honestidad impidieron que cometiera aquella acción - ¿Por qué yo? Aquí hay gato encerrado, ¿verdad? Algo que tú sabes y yo no sé.

Se separó de él y lo miró de nuevo con los ojos entrecerrados, como un gato desconfiado a punto de atacar.

-Te lo contaré en el momento propicio, Anie. Ahora ya no hay tiempo.

-No - respondió, torciendo una sonrisa la joven, blandiendo otra espada de madera que había ido a buscar de la estantería - Te retaré a un combate y, si gano, me lo tendrás que contar todo, de principio a fín, listillo. Conmigo no funciona tu misterio y tu vocecilla.

Los ojos de Lúne brillaron, en lo que parecía una mirada divertida e interesada.

-Acepto - replicó, poniéndose de nuevo en guardia y esbozando una media sonrisa, con la espada también vuelta hacia ella - Si yo gano, harás lo que yo diga.

-Acepto. ¡En guardia!

La primera en atacar fue Anie, lanzando una estocada sorpresa dirigida a las costillas del joven corriendo hacia él y saltando de lado, cubriéndose al mismo tiempo, su cuerpo dando una ágil voltereta en el aire. Lyr tuvo que arriesgar y atajar la estocada lanzándose al suelo y, apoyando una mano en el piso, alzó la espada chocando ambas en un golpe sordo. Luego saltó hacia atrás esquivando por muy poco una segunda estocada que, sin darle casi tiempo de reacción, le había llegado tras su espalda. Sonrió, gratamente sorprendido.

-Vaya - resopló, poniéndose de luego en guardia - Eres una espadachina excelente.

-Deja de halagarme y sigue luchando - replicó ella, con una mueca de desagrado y agarrando con las dos manos su arma. Desencantada observó como Lúne no daba ninguna muestra de quererla atacar - Si tratas de cansarme para luego contratacar, esa es una técnica ya demasiado manida.

El joven de Varmal frunció algo el ceño y, como un súbito y rugiente viento, se precipitó corriendo sobre ella lanzando espadazos a diestro y siniestro, mientras Anie, ágil como un pájaro, esquivaba todos sus golpes y retrocedía hacia la puerta de entrada a la sala de entrenamiento. "Tengo que revertir el ataque" - pensaba, notando ya casi su espalda sobre la puerta, entre dos frentes - "O sinó este mequetrefe me atrapará en su trampa". Trató de darse la vuelta, para de nuevo poner tierra de por medio con el joven, pero éste parecía haberle adivinado las intenciones y con inteligentes fintas le impidió cualquier salida posible hacia el centro de la sala con su propio cuerpo. Anie trató de golpearle el pecho con una patada, pero Lúne, muy atento, agarro su pie con gran fuerza y la volteó, haciéndole caer literalmente sobre la puerta, abriéndose ésta en un gran estruendo. La muchacha, que había caído con todo su peso al suelo del pasillo, esquivó el golpe de gracia que él le propinaba desde arriba hacia su pelvis rodando en el suelo y poniéndose de nuevo en guardia, frente a él. Se palpó rápidamente el costado dónde sentía un agudo dolor y sonrió.

Ya hacía puesto tierra de por medio, aunque hubiera sido de aquella manera tan aparatosa. Lúne también sonreía y volvió a su posición propia de mosquetero, con su pierna izquierda y su espada dirigidas hacia la muchacha y el puño sobre su costado.

-Ahora mismo hay dos opciones: dejarlo para seguir luchando en un lugar más propicio, o destrozar el colegio al paso que vamos. Tú eliges. A mí tanto me da.

-¿Quieres una respuesta clara y sin segundas?

-Por supuesto.

Anie bufó y se dirigió hacia él caminando, manteniendo la espada con la punta mirando hacia el suelo. Lúne alzó una ceja y la observó de arriba a abajo con sus ojos grises y expresivos. Un cambio muy profundo había obrado en ella. Empezando por sus ojos: ahora eran tercos y algo felinos, sus cabellos oscuros y caídos en bucles andaban sueltos sobre sus hombros sin ningún complejo. Llevaba puestos unos negros leggins de espadachín que quizá había agarrado del armario de la sala de entrenamiento, unas botas altas de cuero, unos pantalones de seda a rayas blancas y negras que le llegaba a las rodillas y una sencilla camisa también de espadachín toda de cuero.

Tenía ante él a una guerrera, y no ya a una niña. Pero...

-Estaba considerándolo - se detuvo a unos pasos de él y cruzando los brazos sobre su pecho - Pero viendo este análisis que me estás haciendo con esos ojos de suficiencia infinita, como si lo supieras todo de mí, he cambiado de opinión.

Con un potente sprint se abalanzó sobre la pared que se situaba a la derecha de Lúne, se dió impulso con su pie derecho y, dando una voltereta en el aire, apareció en el otro lado del joven, como por arte de magia. En un desesperado intento de atajar el inesperado ataque de Anie, el joven lo atajó con su arma, pero la fuerza de aquella le hizo trastabillar y le obligó a rodar por el suelo atajando más ataques de aquella, mientras trataba de encontrar algún hueco dónde poder maniobrar bien para levantarse y contraatacar, antes de ser llevado...hacia las escaleras y de espaldas a ellas. ¡No! ¡No podía volver a llamar la atención!

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-¡Jaja! Deberías haberle visto la cara a esa chica. De veras que no tenía desperdicio. ¡Se enfadó por una simple canción! Imagínate si llego a gastarle una broma más pesada...¡Igual mi cabeza habría acabado sobre una pica! - Evan llevaba consigo su guitarra guardada en su estuche de cuero colgando de su espalda y sonreía con rostro falsamente sorprendido.

Lily sonrió con ironía, envuelta en uno de sus caros y recargados vestidos, enseñando aquel día un generoso escote que volvía las miradas a muchos de los presentes que en aquellos momentos volvían a sus clases después de aquella súbita interrupción de las clases.

-No pocas veces me dan ganas de hacer esto mismo contigo, Evan. Yo disfruto más con las caras de angustia de Lúne. ¿No quería intimidad? ¡Pues, por bocazas, ahora todo el colegio va tras él! - sonrió, tapándose la boca con su mano finamente enguantado con guantes de seda - Bueno, bardo gandul, me voy a clase. Nos vemos luego a la hora de siempre.

-¡Oh, Niero, Su'ma! (Oh, Adios, belleza)

-Niero - torció la boca la joven, mientras se despedía con un ademán de la mano - Pero viniendo de tí no sé si considerarlo un piropo, sabiendo dónde se posan siempre tus ojos.

Evan se encogió de hombros y sonrió, de forma picaresca, haciendo intención de dirigirse hacia las escaleras que llevaban a los corredores de su curso de letras y música, pero unos fuertes golpes provinentes de las escaleras más elevadas de todo el colegio (las que llevaban a las salas de armas y de entrenamiento) hizo que todos los alumnos se detuvieran en seco y trataran de averiguar con sus sorprendidas miradas qué era lo que estaba sucediendo ahí arriba. Al cabo de pocos segundos alguien empezó a pronunciar el nombre de Lúne y todos los presentes, uno a uno, le reconocieron luchando junto a una joven al parecer igual de habilidosa con la espada que él.
Tal y como se esperaba, muchas jóvenes empezaron a murmurar entre ellas, quedándose al principio heladas por las estocadas de ambos jóvenes, pero luego emocionadas al saber que el feérico era además de misterioso, un guerrero.

-Ya puedes ir retirando lo que dijiste sobre una pica y una cabeza de tu vocabulario irónico, Evan - Lily le guiñó un ojo mientras observaba las piruetas que realizaban ambos sobre las escaleras de tal forma que a veces parecía que se precipitarían hacia abajo. Los presentes habían empezado a vitorear y a aplaudir a ambos combatientes animando, sobretodo las chicas, al supuesto joven feérico.

-¿Quieren espectáculo? - resopló Lúne, harto de ser el centro de atención desde que les hubiera hecho creer a aquellos 3 metomentodo que era feérico - Pues lo tendrán.

-Ajá - replicó una sudorosa Anie que no paraba de atacar a su adversario con todas sus fuerzas disponibles - Se ve que es la única cosa que sabes hacer. Todo, menos luchar.

Dicho aquello, el joven de Varmal, sin previo aviso, subió de un salto sobre la baranda de un rellano de las escaleras y se quedó haciendo equilibrio y dando estocadas, a la vez. Abajo se escuchó un rugido entre asustado y entusiasmado. Dando saltos sobre la peligrosa baranda iba esquivando las estocadas de la joven, hasta que, de una fuerte patada en el pecho, lanzó a Anie hacia la pared de enfrente, chocando contra ella y quedándose dolorida en el suelo y llevándose ambas manos a la espalda, con la cara desencajada. Lúne abrió los ojos, sorprendido: Había jugado sucio, no era propio de él una patada así, a destiempo, y menos en un entrenamiento. Fue hacia ella, preocupado por si Anie se habría fracturado algo y se arrodilló junto a ella.

-Perdona, no fue honorable lo que hice. ¿Te encuentras bien?

La chica lo miró con los ojos brillantes, que denotaban que, efectivamente, estaba mejor de lo que él creía y, en menos de un segundo, sintió el duro golpe de la madera sobre su cabeza. Cayó al suelo, semi-inconsciente, y cuando quiso levantarse la bota de la muchacha se encontraba sobre su pecho, impidiéndole moverse.

-He ganado - espetó ella, silbando disimuladamente y sonriendo - Yo también sé usar mis trucos, querido Lúne.

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Elrick observaba, desde el gran ventanal del salón para invitados, cómo la nieve caía lentamente sobre las sucias y laberínticas callejuelas de Firya mientras, aquí y allá, aparecían grupos de soldados ataviados con capas de color púrpura y empuñando lanzas y espadas. Aquella sombría e invernal tarde no existía el constante y alegre ajetreo y la vitalidad tan propia de la ciudad, más al contrario: las gentes paseaban con el rostro grave, agrupándose entre ellos mientras señalaban con sus dedos a los pelotones de infantería y a los arqueros.

Se avecinaba la guerra.

-Hacía siglos que no teníamos necesidad de desplegar tropas - dijo la alcaldesa tras él, como si hubiera adivinado sus pensamientos - La gente está asustada y no entiende esta situación.

Elrick cruzó sus musculosos brazos sobre el pecho y suspiró, sus ojos clavados en el brumoso horizonte que se perfilaba sobre el grisáceo océano.

-Esta guerra - espetó el feérico, con la voz ronca - es el final de un ciclo y el principio de otro. Sus consecuencias, sin embargo, són imprevisibles - se giró hacia la alcaldesa apoyando su espalda contra el ventanal. La alcaldesa presentaba un rostro severo y sombrío y unas grandes ojeras bajo sus ojos verdes que denotaban un gran cansancio. La mujer había dejado de lado sus obligaciones en aquellos delicados momentos para reunirse con los 3 feéricos viajeros y ahora se hallaba en aquel sencillo pero bonito salón en dónde, entre otras cosas, se alzaba una pulida mesa de madera en el centro, rodeada por cómodas sillas ricamente tapizadas.

-Dejemos ahora de lado este penoso tema y centrémonos en vuestra misión - replicó la mujer, de nuevo, repasando con su mirada al resto de los presentes: Hanuil e Ichiro - Necesitaréis un mapa detallado que os permita salir de Firya sin ser advertidos por el enemigo, aparte también de unas ropas más...adecuadas.

Hanuil se encogió de hombros, sonriendo con sarcasmo y acomodándose en su silla tapizada con motivos vegetales y florales de colores vivos.

-Tiene razón alcaldesa, gracias por haber venido - dirigió su mirada hacia Elrick - Respecto al plan, sigo preguntándome, Elrick, por qué debemos infiltrarnos en Wail, y más aún, por qué deberían confiar en nosotros, unos desconocidos que tratamos de descubrir el escondite de su Jefe verdadero - arqueó las cejas, incrédulo - No es que desapruebe la recomendación del Concilio de Ciriol, pero creo que estamos dando palos de ciego.

Ichiro, la cual sentía una gran congoja en el pecho y un vacío que la devoraba por dentro, asintió, en silencio. Elrick se sentó en una de las adornadas sillas y se dirigió a los dos otros feéricos, arqueando su cuerpo hacia ellos y manteniendo la serenidad.

-Debido a las circunstancias actuales, internarse en el interior de Wail, teniendo éstos desplegados a casi todas sus tropas fuera de sus tierras, es lo más sensato que se puede llevar a cabo - Hanuil le devolvió una mirada interrogativa y prosiguió -Aunque suene extraño, ahora mismo es el único lugar seguro hacia dónde podemos dirigirnos para tratar de averiguar el origen de todo este caos.

-¿Y las montañas de Ilmaren? - Ichiro por fín rompió su silencio y su dulce y aflautada voz acarició con su calidez las frías y tapizadas paredes del salón con motivos legendarios y mitológicos, casi todos del mundo feérico - Solfka nos dijo a mí y a Lúne que Nuán conoce cosas de aquella región que podrían darnos muchas respuestas. Creo que deberíamos hablar con él.

Su corazón se aceleró al recordar que, al día siguiente, si partía con sus compañeros, quizá no volvería a ver al joven de Varmal. Elrick se frotó su calva tatuada ahora recubierta de sudor, y no precisamente por el calor.

-¿Otra vez con lo mismo, Ichiro? Ya lo hemos hablado miles de veces antes de tener esta charla - observó a la alcaldesa, que en aquel momento se hallaba de pie ante el ventanal, con el ceño fruncido, observando cómo se había puesto a nevar sobre la ciudad, de nuevo - Lúne es libre de hacer lo que quiera, pero no podemos arriesgarlo todo por un puñado de leyendas infundadas. Si seguimos por ahí, vamos a terminar con la paciencia de la alcaldesa, que ha venido sacrificando un tiempo precioso.

-Cada uno es libre de hacer lo que quiera con su vida, tú mismo lo has dicho - intervino Hanuil, cruzando las piernas y visiblemente enfadado con Elrick y componiendo una mueca de disgusto - Sinceramente, es más fiable un puñado de leyendas que esa locura que tratamos de cometer. Yo por mi parte no estoy plenamente dispuesto a emprender esta aventura si no disponemos de más información.

La alcaldesa, que observaba ahora a Elrick por el rabillo del ojo y veía cómo su rostro iba enrojeciendo paulativamente y estaba a punto de perder los nervios de acero que poseía, decidió acercarse a todos ellos y, sobre la mesa que se hallaba en el centro del salón, ante todos ellos, depositó un pergamino que había extraído desde dentro de su chaqueta entallada y lo extendió sobre la superficie de madera.
Se trataba de un detallado mapa de Firya y de la región circundante a ella.

-Acercaos, por favor, y haced el favor de no pelear en estos momentos tan delicados. Hay que empezar a tomar decisiones rápidas. No siempre dispondremos de toda la información - alzó los ojos y miró con reprobación a Hanuil y a Ichiro, luego prosiguió, señalando el mapa - Sea cual sea la decisión que toméis, es preciso primero saber cómo salir de esta ciudad de la forma más inadvertida posible - su dedo ascendió hasta un punto del mapa que marcaba una construcción que les resultaba muy familiar. Estaba en el lenguaje de Ciriol, pero al estar situado sobre una colina que dominaba la ciudad, dentro del área directamente dominada por la Orden, se pudieron ya hacer una idea.

-¿La Escuela de Firya? - Ichiro abrió los ojos, sorprendida.

-Sí. Bajo la Escuela existe una red de túneles construída por el primer rector de la Escuela. El Tunel del Oeste va a parar al bosque de Síberet, fuera ya de las murallas y a salvo. Es un bosque muy espeso y traicionero, pero mejor perderse antes que caer en manos de los Lamat o de la Orden de Wail, ¿Verdad? - la alcaldesa sonrió de forma algo maliciosa, rebuscando de nuevo en su chaqueta y sacando otro pergamino. Sin duda, ya lo había previsto todo. Extendió el nuevo pergamino sobre el anterior y resultó ser, precisamente, el mapa de los subterraneos y de los túneles situados bajo la Escuela - Este pergamino mañana os puede salvar la vida - les guiñó un ojo, ya más serena, y con un lápiz dibujó una X sobre el túnel que debían coger - Una vez en el bosque dirigíos más hacia el Norte y, si no os perdéis, encontraréis una aldea dónde, al menos, poder descansar una noche.

Elrick, con una leve inclinación de la cabeza, le agradeció a la alcaldesa el gesto de enseñarles el camino más seguro para salir de Firya en momentos tan delicados como aquel y se guardó el pergamino en uno de los bolsillos interiores de su chaqueta. Hanuil se levantó y se dirigió hacia la alcaldesa.

-Habéis sido muy amable en perder el tiempo con unos viajeros andrajosos y perdidos como nosotros - Elrick le propinó una mirada reprobatoria, pero Hanuil sonrió, impasible - No sé cómo podremos devolverle todo lo que está haciendo por nosotros. Me considero en deuda con usted y con su ciudad.

La alcaldesa sonrió, débilmente, mirándole con ojos distraídos.

-Agradézcanlo al consejo de Ciriol, que són los que realmente velan por nosotros. Por mi parte - sonrió ahora algo más abiertamente, abarcando con sus brazos a todos los presentes - Era lo mínimo que podía hacer. Toda ayuda es bienvenida, y más si proviene del mundo feérico. Estoy segura que encontraréis el modo de ayudarnos y devolvernos el favor, por eso estoy tranquila.

Los tres inclinaron la cabeza e Ichiro, sin más dilación, se apresuró en dirigirse hacia la puerta de salida.

-Lo siento, tengo que irme urgentemente. Necesito despedirme de alguien - espetó, sonrojada por la poca educación que había tenido para con la alcaldesa. Ella, sin embargo, pareció comprenderlo perfectamente a tenor del cambio que se obró en su rostro, volviéndose algo alegre y divertido.

-No te preocupes Ichiro. Adelante. Ésta es tu casa.

-¡Gracias! - se inclinó haciendo una torpe reverencia para luego desaparecer tras la puerta, corriendo. Necesitaba ir a ver a Nuán urgentemente, para así poder unirse a Lúne en su aventura. No, no permitiría que Elrick se la llevara forzada de Firya. Si ambos caminos eran inciertos, el camino del corazón era el que quería seguir. Y aquel era el que transcurría junto a Lúne.

Sunday, October 18, 2009

Capítulo 11: Ensoñación

Al día siguiente la lluvia seguía cayendo intermitentemente sobre la portuaria ciudad de Firya, las aves trinando nerviosas en los árboles buscando ahí sus refugios. Para algunas aulas ya habían terminado las clases por aquel día, así que muchos de ellos se dirigían o bien a casa o bien a la gran biblioteca situada al oeste del recinto, todos andando por los cobertizos que rodeaban todos los edificios de la escuela para evitar mojarse.

Una de tantos alumnos que recorrían los atestados cobertizos era Lily, una muchacha alta con un cuerpo muy voluptuoso para su edad. Sus anchas caderas y sus grandes pechos contrastaban visiblemente con el resto de chicas de la escuela, casi todas rondando los 16 años. Iba siempre vestida con una gran exquisitez debido a su alto rango social (era hija de una familia de comerciantes ricos de la ciudad). Llevaba siempre vestidos largos ricamente adornados con joyas y broches de oro y plata, calzas y zapatos altos de charol.

Aquel día vestía de color negro y púrpura.

Bajo el vestido dejaba entrever una blusa blanca inteligentemente desabrochada para dejar entrever una gran joya carmesí engarzada en un collar, brillando en su pecho.
Era de piel tostada y sus facciones eran felinas, cosa que solía ahuyentar a cualquier hombre que se acercara a ella. Sus ojos, de hecho, parecían los de un gato: eran de color dorado y muy penetrantes, y sus negros cabellos estaban finamente peinados en bucles y cubiertos por una casi invisible rejilla plateada.

Andaba con cierta altivez y con gran velocidad, haciendo resonar sus tacones con un amplio eco alrededor suyo, haciendo que su presencia fuera siempre advertida por todos la que la rodeaban.

Pero a ella, sinceramente, no le importaba en absoluto.

Bajo su brazo enguantado por un guantalete blanco llevaba una pila de libros de Encantamientos Mágicos, su asignatura preferida, y se dirigía sin vacilar hacia la biblioteca para terminar de preparar una receta mágica para luego llevarla a la práctica en la clase de Prácticas.

-¡Ey, Lily! - una voz masculina se alzó sobre todas las demás - ¡Con este paso marcial vas a terminar destruyendo la Escuela!

Lily se detuvo y, conociendo perfectamente aquel tono de voz, ya se puso en guardia, con los brazos en jarras. Sí, era ni más ni menos que Evan, el cual se hallaba sentado en un banco del cobertizo. El muchacho se mesó su barba de tres días mirándola de arriba a abajo, con aquellos ojos verdes claros y escrutadores que la ponían histérica. Luego, empezó a rizarse uno de sus cortos mechones de color plateado que le caían caóticamente sobre el rostro.

-Ya sé que nunca tienes nada que hacer, Evan, pero yo sí estoy muy ocupada - dijo, con su orgulloso y seco tono de voz la joven - ¿Qué quieres?

-Estoy aquí sentado esperando que salga Lloyd, así que pensé que tú también querrías esperarle junto a ese precioso sonido de la lluvia fluyendo entre los árboles - dijo, encogiéndose de hombros y colocándose bien su boina azul la cual llevaba pegada una pluma rojiza. Iba vestido con unos estrechos y ajustados pantalones negros y una camisa con motivos florales azules y grises. Siempre iba vestido de una forma muy llamativa y extraña. Lily suspiró, negando con la cabeza.

-Pff...Siempre con tu verborrea, Evan. Los filósofos, los poetas y los musicos sois unos cansinos. Siempre repetís las mismas frases hechas. Pero en fín... - se sentó a su lado y cruzó con delicadeza sus cubiertas piernas. Al levantarse algo la falda, aparecieron sus medias negras con florituras granate dibujadas en ellas - Hoy estoy muerta de asco con este tiempo, y encima hoy tuvimos un sustituto muy malo en clases de magia. Me vendrán bien unas cuantas risas, supongo. Aunque sea rodeada de dos tarados.

-¡Así me gusta, ricachona! - replicó Evan, con las manos tras la nuca y sonriente - Que te unas al reverso oscuro de los bizarros de la escuela. Aunque bueno, tú también lo eres, a tu manera. ¿Qué tal tu nueva clase?

Lily se quitó con un movimiento brusco sus dos guantaletes blancos pues sus brazos, debido a la alta humedad, empezaban a sudar de forma alarmante. Los puso a su lado y suspiró, visiblemente cansada.

-Un auténtico aburrimiento. La misma historia de siempre: el grupo de los aduladores al profesor; el grupo de las hormonas desesperadas; el grupo de las niñas histéricas; el grupo de los callados...Y encima este año hay 3 nuevos alumnos, de la expedición esa que huyó de Fortaleza. ¿Y a que no adivinas quien está ahí? - sus ojos resplandecieron como inundados en un enigma.

-No me digas que vas a clase con... - el joven alzó una ceja.

-Efectivamente. Lúne va a mi clase. Y es un auténtico antisocial.

-Como tú, entonces.

-Yo no llego a esos extremos - respondió ella, mirándolo de reojo y con el mentón levantado - Al menos uso mi voz, pocas veces, pero la uso. De él aún no he escuchado ninguna palabra.

-Se cuentan cosas extrañas de él. ¿Escuchaste esos rumores que le vinculaban con Agros? - Evan entrecerró los ojos, como si estuviera indagando en un misterio.

-Eso són chorradas. A la gente le encanta alimentar rumores. No está bien hablar de alguien sin conocerle.

Tras ellos, la lluvia había cesado concediendo una tregua a la ciudad. Unos claros se habían empezado a abrir por el norte, dejando entrever unos rayos de sol que caían oblícuamente sobre los rojizos tejados de la brumosa ciudad. Ante ellos seguían pasando los vociferantes alumnos que parecían haber notado el repentino cambio de la atmósfera alegrándoles un poco el corazón. Empezaron a escucharse risas y conversaciones ya más subidas de tono. Algunas de ellas iban dirigidas a Lily, y no eran precisamente buenas, refiriéndose a sus trajes y a su apariencia engreída y orgullosa. Pero ella ya había aprendido a convivir con aquellos susurros tras su espalda.
Tras aquella muchedumbre, ambos entrevieron a un joven menudo y con la mirada perdida en sus pensamientos. Llevaba grandes gafas montadas, sus cabellos pelirrojos recogidos en una larga cola. En su espalda llevaba un hatillo por el que sobresalían una ingente cantidad de libros que le hacían andar casi como un jorobado. Lily sonrió, divertida.

-¡Lloyd! ¡Aquí!

Pareció no escucharla y siguió andando con rapidez, como una pequeña ratita de biblioteca perdida entre la muchedumbre. Evan, sin hacerse esperar, se levantó y se dirigió hacia él.

-¡Bu! - le zarandeó desde atrás - ¡Sordo!

-¡Joder, que susto Evan! - el joven iba vestido con una desfasada toga grisácea y unos pantalones anchos y desgastados del mismo color. Sus grandes ojos lilas augmentados por las gafas parpadearon varias veces y se dirigieron tras el joven, directamente hacia Lily - ¡Hola Lily! ¡Me emociona saber que me habéis esperado! Lo siento, es que acababa de salir de clase de astronomía y estaba...

-Sí - Lily se levantó y le imitó, encorvándose ligeramente hacia el suelo y agravando su voz - "Estaba pensando en la supernova descubierta recientemente y haciendo los cálculos de tiempo y espacio pertinentes..."

Evan estalló en carcajadas, mientras que Lloyd la miraba con ojos rencorosos.

-Pues no. Estaba pensando en la relación de reciprocidad entre dos estrellas hermanas, listilla.

-Un día te va a estallar la cabeza, pequeñín - Evan le dió unas palmaditas en la mejilla a Lloyd - Deja de pensar en tanta estrella, que un día te las van a hacer ver de otra forma.

Lily ya estaba harta de estar en la escuela e hizo un ademán de marcharse, dejando atrás a aquellos dos extraños chicos.

-Bueno, yo me voy a la biblioteca. Ya me diréis si esta noche quedamos para ir al descampado, que yo tengo cosas que hacer.

-¡Oh sí! - Evan se acercó a ella e hizo una burlesca reverencia, como si se tratara de una dama de alta alcurnia (aunque en verdad, lo era) - Si a vuesa merced le parece conveniente, a las 11 de la noche en el descampado.

Lily puso los ojos en blanco y suspiró, mirándolo como diciendo: "¿Qué hago yendo con esos dos perturbados?"

-Ahí estaré, par de idiotas. Hasta esta noche - se volvió hacia el camino que antes había estado tomando y volvió a andar de aquella sonora y altiva manera que tanto la caracterizaba, alejándose de aquellos dos.

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-No sé cómo decirle a Elrick que me quiero quedar contigo, Lúne, pero lo haré. Te lo prometo.

Lúne e Ichiro, los cuales venían de cenar juntos, habían decidido dar una vuelta por los cuidados bosques que rodeaban la ciudad por la zona sur. Los caminos estaban todos iluminados con lámparas de color plateado que colgaban de algunos de los árboles dispersos aquí y allá, y se hallaba todo repleto de indicaciones. Sin duda, era un lugar perfecto para pasear en un sitio tranquilo y pacífico sin perderse. La tierra del bosque olía a lluvia reciente y ya los búhos y las aves nocturnas hacían acto de presencia entre los árboles. Ambos se daban la mano, caminando con lentitud.

-Me hicieron prometer que, al convertirme en Viajera, siempre viajaríamos por todo juntos, pasara lo que pasara - siguió hablando la feérica, con el rostro algo preocupado - Pero no sé por qué Elrick se empeña en seguir los consejos de esos sabios de Ciriol. Yo... - miró al joven de Varmal, con la mirada brillante y alegre - creo más en Solfka y en tí.

Lúne despreocupado y sereno, algo poco común en él. Los bosques siempre conseguían aquel efecto en él. Sentía como si su consciencia se expandiera con el aroma de los árboles y de las flores nocturnas.

-Yo jamás voy a tratar de convencerte para que te quedes - Ichiro le miró con sorpresa después de aquellas palabras, pero el joven le acarició la mejilla, sonriente - Obviamente, me encantaría que me acompañaras. Sin embargo, ten en cuenta una cosa - observó el cielo poblado de estrellas, un cielo limpio y cristalino después del paso de la lluvia - Me encaminaré hacia lo desconocido, solamente guiado por rumores. Puede que tras las montañas no haya nada más que desiertos. Puede que los sabios de Ciriol tengan razón. Piensa en ello.

-Yo no sabría decirte por qué - Ichiro le acariciaba la mano mientras hablaba con su dulce voz - pero tengo la sensación que el camino escogido por Elrick es demasiado...evidente.

-De momento no sabemos más que unos pocos detalles. Aún tengo que hablar con Nuán y, luego, quizá podrás tomar una decisión. Aunque Nuán no parece muy interesado... - hizo una mueca de impaciencia - Pero seguramente Elrick elegirá el mejor camino posible. Es un hombre muy inteligente y sabe lo que hace.

Un agradable silencio se instaló entre ellos mientras andaban por el bosque, los suaves susurros de las hojas mecidas por el viento nocturno. Los grillos y los búhos eran los únicos testigos, junto con los faroles, del tranquilo paseo de los dos jóvenes.
El joven se giró momentaneamente, para observarla con sus intensos ojos grises. Ichiro notó la fuerte energía de su mirada sobre su rostro y se giró hacia él, con sus ojos muy abiertos irradiando una luz ámbar mezclada con el color plateado de las lámparas circundantes. Lúne se sonrojó ligeramente y sonrió, manteniendo la mirada de nuevo hacia adelante.

-¡Qué adorable!

La feérica lo abrazó por detrás con fuerza, casi haciendo trastabillar al humano. El sonrojo de Lúne fue en augmento hasta transformar su rostro en una hoguera bien alimentada. Nunca jamás se había sentido tan incómodo y tan feliz a la vez al observar a una chica. Era un sentimiento muy extraño que le daba la sensación de hacerle flotar y de ser capaz de hacer cualquier cosa y de ir a cualquier parte que pudiera pensar o soñar. Pero era más que eso. Era...inexplicable.

-¿Sabes? - prosiguió la feérica, abrazada al joven mientras andaba - Es curioso que lo diga una feérica, y creo que te hará...mucha gracia - sonrió, observando las estrellas - Pero me siento como en un cuento de hadas.

Lúne la miró, con una sonrisa sorprendida.

-¡Pero si eres un hada! Yo soy quien debería decir eso.

-Elrick me prohibió hacerlo en Espiral, pero... - se paró en seco, separándose un poco de él, sus dos manos tras la espalda y una mirada coqueta. Sacó la lengua, llena de picardía - Te voy a enseñar algo...¡Pero no se lo digas al gruñón!

El humano se rascó sus cabellos oscuros y frunció algo el ceño sin perder su leve sonrisa.

-Oh...adelante. Te prometo que no se lo diré a nadie...Te confieso que me estás dando algo de miedo - bromeó.

La feérica alargó su mano derecha, la cual, no sabía si por una ilusión óptica, pero brillaba con un apagado color azulado recorriendo las lineas de la palma.

-Dame la mano de nuevo - susurró ella, con un rostro lleno de confianza y de un extraño poder que emanaba de sus ojos, un poder latente e invisible.

Lúne obedeció, agarrando su mano algo dubitativo. Ichiro cerró los ojos y perdió su cálida y tierna sonrisa. Suspiró, profundamente, y fue ahí cuando el joven se dió cuenta que no andaba errado respecto a la mano de la feérica. Aquel color azulado, casi invisible, empezó a rodear a Ichiro en una especie de aura azulada en movimiento que parecía un fuego crepitante. Sentía un intenso calor en su mano y rápidamente notó que aquel calor reconfortante se expandía por todo su cuerpo, liberándole de algo que no sabía explicar bien. Se miró a él mismo y a su alrededor se había formado, de la nada, un aura de un verde muy intenso.

-¿Qu...Qué ocur...?! - masculló, algo nervioso.

-Calma - abrió los ojos, y el iris se había acristalado, como un prisma, resaltando aún más la belleza de la feérica. Resplandecían como dos enormes zafiros. De repente, sus ojos, por arte de magia, habían cambiado de color.

Era increíble...

Ni siquiera se dió cuenta cuando empezó a levitar pues, estando en el suelo, ya sentía su cuerpo frágil como una pluma. Miró hacia abajo y de repente ya se encontraban a varios palmos por encima del suelo, flotando y ascendiendo con lentitud hacia las copas de los viejos y altos árboles.

-¡Es...estamos volando! ¡Ichiro! ¿¡Cómo...?!

-Shhht... - se abrazó a él y, por fín, sonrió, sin ya tener que hacer esfuerzos para concentrarse - He invocado magia del mundo feérico. Quería mostrarte...un pedazo de mi mundo.

Ascendían y ascendían, como dos hojas arrastradas por un viento, en ese caso, un viento mágico que los rodeaba por completo.

-¿Y esa aura verde que me rodea? ¿Por qué no es como la tuya? - preguntó Lúne, parpadeando, repleto de confusión, mientras se agarraba a la feérica con fuerza, como si se viera en el suelo, de un momento a otro.

-Cada uno de nosotros tiene un aura diferente. Eso es lo que nos une a humanos y feéricos - dijo con visible alegría y besándole en los labios, sintiendo el joven la energía de la feérica fluir a través de su boca, lo cual le hizo temblar de placer - No somos tan diferentes. Es lo que en Ciriol denominan Sén. ¿Recuerdas? Piensa en algo que te gustaría hacer conmigo, ahora - añadió, resolutiva.

-Bailar contigo entre las ramas de los árboles, bajo las estrellas - replicó él, sin pensar, recordando algunas leyendas de enamorados que hacían lo mismo, en el Mundo Feérico.

-¡Me encanta esta idea! Eso es...de la leyenda de Briac y Lória, ¿verdad?

Lyr asintió, mirándola a los ojos y recuperando la confianza perdida debido a la anómala situación en qué se encontraban, ya a la altura de algunas de las copas más altas del bosque iluminado por las lámparas plateadas. De hecho, aquello parecía un inmenso océano de plata que se agitaba con el viento. A lo lejos, las parpadeantes y débiles luces de Firya.

-Y nosotros crearemos nuestra propia leyenda. ¿Qué te parece?

Ichiro lo soltó, agarrándolo sólo de una mano, y sus mejillas se colorearon de rojo, los ojos brillantes de excitación.

-¡Me parece fantástico! Y ahora...¡Déjate llevar! ¡No temas!

Lúne hizo lo que la feérica le pedía, cerrando los ojos y sintiendo cómo fluía con fuerza su propia aura alrededor de su cuerpo y el agradable hormigueo que le producía.

-"Quiero sentirme libre, por una vez en mi vida. Libre, y lleno de amor. ¡Y quiero bailar, reir!" - pensó, sintiendo como su cuerpo respondía al instante a sus pensamientos y empezaba a volar entre las ramas de los árboles junto con la feérica.
Ambos empezaron a bailar en círculos, dándose las manos, el perfume de las acacias y los fresnos llenándoles por completo los corazones.

Tenía la sensación que, en la lejanía, como proviniendo de un mundo que no era el suyo, podía escuchar una apagada y alegre canción de voces femeninas cantando al unísono. Ambos reían, se besaban, daban saltos sobre las últimas y más altas copas de los árboles y ascendían de nuevo para abrazarse sobre la marea forestal, bajo ellos, y sobre ellos una media-luna bañándolo todo con su melancólica y hechizante luz.

Ellos dos, juntos, eran el verdadero Cuento de Hadas.

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Los tres jóvenes se hallaban sentados ante una pequeña hoguera encendida sobre las pocas ramas secas que habían sido capaces de recoger del bosque, aún empapado por la reciente lluvia. Habían dispuesto unas mantas en el suelo para no mojarse los traseros con la hierba encharcada.
Lily había traído a escondidas, de su lujosa casa, un grande y estilizado candelabro para iluminarles en la oscuridad. Era negro y tenía una forma retorcida, recordando a las ramas de un viejo y fantasmagórico árbol.

Evan estaba tocando la guitarra, con la misma indumentaria que había traído a clase solo que con un sombrero distinto: era rojo, lo llevaba de lado y con una pluma azul sobre él meciéndose ligeramente con el viento. Se hallaba sentado solo, a un lado de la hoguera, ante Lloyd y Lily. Ambos escuchaban atentamente, concentrados, lo que estaba relatando Evan en aquel momento junto con una bonita melodía de guitarra.

-Conseguís infiltraros con éxito en la Fiesta de la Primavera, vestidos con unas bonitas túnicas color turquesa. Veis muchos vendedores en puestos, vociferantes, a uno y otro lado, y una música de timbales y de flautas resonando de fondo. Al fín, veis a un hombre que os hace señas sentado en el suelo. Lleva una larga barba y tiene una serie de objetos destinados a la adivinación. Está todo repleto de gente con vestiduras igual que las vuestras, pero solamente se ha fijado en vosotros. ¿Qué hacéis? - preguntó, mirándolos con una sonrisa enigmática.

Lily y Lloyd se miraron ambos, interrogantes, empuñando con fuerza sus dados. Aquel juego de rol estaba basado en la Orden de Féntar escondiéndose aún en la clandestinidad, durante los turbulentos y agitados años en el Mundo Ordinario durante los cuales estuvieron organizándose. Una época llena de guerras y de traición, las más bajas pasiones de los hombres saliendo a la luz. El objetivo principal del juego se trataba de ir captando adeptos y de ir potenciando la magia mediante la adquisición de libros de conjuros, escondidos por todo el mundo. Se llamaba "El Inicio del Retorno" y era, sin lugar a dudas, el juego favorito de todos ellos.

Lily, para aquellas ocasiones, siempre se vestía con algo mucho más cómodo que los caros vestidos con la que iba ataviada en los días de clase. Llevaba puesta una cómoda blusa granate manga larga y una falda del mismo color y lisa, sin ningún adorno. No es que la apasionara vestir de una forma tan poco elegante, es que, de todas formas, a aquellas horas no hacía falta presumir ante nadie, y menos durante un juego de rol. Además, aquello le servía para relajarse y dejar a un lado sus preocupaciones.

-No creo que sea buena idea hablar con extraños, y menos ahora - susurró Lily, con el ceño fruncido, pensando en alguna salida a aquello - Debemos ser cautos. Recordemos que estamos infiltrados en una fiesta de un Reino que se halla en guerra. Si nos delatan, nos ejecutarán, por alquimistas y herejes.

Lloyd se quitó sus grandes gafas para limpiarlas con un trapo y suspiró, con la mirada fija en la hoguera.

-No hace falta decirle quienes somos, podemos inventarnos nombres falsos - espetó, encogiéndose de hombros y jugueteando con los dados entre sus manos - Por algo debe ser que nos ha llamado sólo a nosotros. Y si nos ha reconocido, igual ya es demasiado tarde. No hay nada que perder y puede que quiera decirnos algo de importancia...

Lily negó con la cabeza y sonrió, con ironía.

-¡Vamos a ver, cabeza hueca! Acabamos de entrar en la fiesta y ya quieres que nos delaten. ¿Es eso? ¿Y no sería más inteligente de nuestra parte seguir caminando y escuchar, con disimulo, posibles conversaciones interesantes entre cortesanos y nobles? Tenemos un largo camino por recorrer y no podemos perder el tiempo hablando con mendigos - se apartó de delante de sus ojos sus cuidados y oscuros cabellos. Su piel morena relucía bajo la luz de la Luna mientras Lloyd la miraba con sus grandes ojos morados tras sus gafas.

-Bien, entonces decido separarme de tí - contestó el menudo y enclenque joven, resolutivo - Yo me quedaré hablando con el apestoso mendigo - pronunció aquellas últimas palabras con algo de sarcasmo - Y si consigo buena información no te la pienso comunicar.

Lily se limitó a sonreir y a asentir con la cabeza, mientras Evan se ponía a tocar de nuevo la guitarra y a relatar la separación de ambos miembros de la Orden de Féntar ahora reconvertidos en nobles de un Reino en guerra y en plenas fiestas nacionales.

Pero algo sucedió ante los ojos de Evan mientras éste relataba los acontecimientos acompañado por su instrumento. Dejó de tocar la guitarra y sus ojos se empequeñecieron, extrañados y sobresaltados, como si estuviera tratando de entrever alguna cosa muy lejana.

-¿Qué són aquellas dos cosas que están sobrevolando los árboles, ahí, a lo lejos? - preguntó, señalando con un dedo y haciendo que ambos compañeros se giraran también. En efecto, con gran velocidad, veían como dos objetos de color verde y azul se entrelazaban y flotaban como si se trataran de dos luciérnagas. Si eran dos luciérnagas, eran las más grandes que había visto en su vida. De repente, le vinieron ganas de salir de ahí. No le gustaban los insectos. Para nada.

Lloyd se levantó, agitado y tocándose las gafas, como si eso le permitiera ver mejor.

-Pues yo no veo nada.

-¿Qué vas a ver, cegato? No me ves ni a mí - Lily sí los veía, y bien claro. No, aquello no eran dos insectos, precisamente. No sabía qué eran, pero era algo muy, muy extraño. De hecho, volaban de una forma muy consciente, como si supieran en todo momento lo que estaban haciendo - Vamos a ver qué es eso y saldremos de dudas. Van deprisa, pero a veces se detienen sobre los árboles, juntándose.

-No creo que sea una buena idea... - se levantó Evan del suelo, dejando la guitarra a un lado - ¿Y si se trata de monstruos parecidos a los Lamat? Igual han conseguido flanquear la magia de Firya...

Lily lo miró con gran desprecio y empezó a encaminarse hacia allí, levantando algo su falda para no manchársela de barro.

-Para el rol sois muy valientes, pero para la vida real sois dos cobardes - gritó, mientras se alejaba de ahí.

Era realmente difícil conseguir acercarse a aquellas dos figuras pues a veces desaparecían en el interior del bosque y les perdía la pista. Tuvo que empezar a correr por el interior de la floresta, sin seguir los caminos, y empezó a lastimarse las piernas con algunos espinos sueltos. Pero de alguna forma, aquello la atraía y tenía que descubrir de qué se trataba. No podía permitir que aquellos dos mentecatos se rieran de ella por haber vuelto con las manos vacías.

Y por fín observó cómo aquellas dos formas coloreadas se quedaban quietos durante un tiempo sobre uno de los árboles, a poca distancia de ahí. Aún así, solamente podía ver una especie de auras muy juntas, pegadas la una a la otra.

-"Bien" - se dijó, corriendo con sigilo entre los árboles - "¡Esta vez no escaparéis!"

Se acercó más y más, y aquellas dos formas que al principio le parecían vagas y borrosas empezaron a coger forma humana. ¿¡Eran dos personas con poderes mágicos!? No podía ser. No existía forma humana de crear magia a partir de la nada y allí que ella supiera no existía ninguna Morada dónde la magia pudiera realizarse sin ningún problema ni atadura. Tenía que ser un efecto óptico, sus ojos seguro que la estaban engañando.

Lily se escabulló detrás de un árbol cercano a aquel y, aguantando la respiración, se asomó por detrás del tronco, y lo que vió casi la hizo trastabillar.

Lúne y una chica de cabellos azules, que jamás había visto en Firya, estaban flotando a poca distancia de una de las ramas y se estaban besando con pasión, ahí mismo, envueltos por aquellas extrañísimas auras. Las manos escurridizas de ambos amantes se acariciaban por todo el cuerpo y, poco a poco, se iban desnudando paulativamente. Lily notó como el calor le inundaba el rostro y, sin querer, retrocediendo un paso hacia atrás, pisó una rama quebradiza, produciendo un ruído más que evidente en el tranquilo silencio de aquella noche. Lúne e Ichiro dejaron lo que estaban haciendo y sus auras desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos, cayendo ambos sobre una rama baja del árbol.

-¿Hay alguien ahí? - musitó Lúne, con voz de gran sospecha - Seguro que es un mirón de esos que disfrutan de ver esas escenas.

-Lo siento Lúne - susurró Ichiro, acariciándole el brazo y poniéndose de nuevo la blusa que el joven le había quitado en un arrebato de deseo. Lo mismo hacía el joven, que se había puesto de nuevo la camisa - Si nos ven así, tendremos problemas. Y yo he sido la culpable.

-No te preocupes por eso, Ichiro, ha sido maravilloso - la miró, con ojos tiernos - Vamos a echar un vistazo tras aquel árbol.

Lily empezó a sentir temblores en sus miembros y siguió aguantando la respiración, notando como su frente se llenaba de sudor. ¿Qué iban a pensar de ella? ¡Ella no era ninguna pervertida! Tan sólo había tenido curiosidad, eso era todo. ¿Y a qué se refería aquella chica diciendo que si les veían así tendrían problemas? ¿Acaso...eran feéricos? No, eso era imposible. O bueno, ya no sabía qué pensar. Lo único que quería era que se la tragara la tierra y que no la vieran, por nada del mundo.
Entonces, oyó un cuchillo que se desenvainaba. ¡Oh, por Firya! Un terror inmenso empezó a apoderarse de la opulenta chica. Si se ponía a correr quedaría en evidencia que había hecho algo malo, pero si se quedaba ahí...¡Un cuchillo! ¿La iba a matar? Se habían oído muchos rumores de Lúne, y no eran todos precisamente buenos.

-Ajá, aquí tenemos a la ratita que nos espiaba - el joven de Varmal volvió a envainar su cuchillo en una pequeña vaina que le colgaba de un lado del pantalón - ¿Qué? ¿Te lo pasabas bien? - se puso a reir, un poco nervioso. Seguramente era una jovencita que había sentido curiosidad, pero no estaría mal asustarla un poco.

-¿Y vosotros? ¿Qué hacíais ahí con esas auras tan extrañas? - decidió contraatacar Lily, recuperando algo de su orgullo y cruzando los brazos, mirándolos de forma acusadora - Vi dos luces a lo lejos y quise averiguar qué eran, eso es todo. No tenéis derecho a realizar prácticas extrañas en una ciudad que no es la vuestra.

-Creo que todo ha sido un malentendido - dijo Ichiro, reconciliadora - Solamente estábamos jugando en el árbol, pasándolo bien y... - no supo cómo terminar la frase, colapsada por la vergüenza.

Lúne apoyó una mano en el tronco y miró a Lily, desafiante.

-Lo que hagamos o dejemos de hacer no es de tu incumbencia.

Cuando la aludida estaba abriendo la boca, algo insegura de lo que iba a replicar (la mirada grisácea, intensa y helada del joven la hacía sentirse muy nerviosa) unas voces se alzaron desde los lindes del ya lejano claro.

-¡Lily! ¡No te vayas en medio de una partida de rol, aguafiestas!

-¡Te has ido porque sabes que elegiste mal no hablando con el vagabundo! ¡Lo sé! - Lloyd estaba convencido que así era, pues con su corta vista no había logrado ver aquellas luces.

La joven se dirigió hacia la dirección desde dónde provenían las voces y contestó de nuevo con plena confianza en su voz.

-¡Corred! ¡Venid aquí! ¡He encontrado 2 feéricos!

Ichiro se agarró al brazo de Lúne, temerosa y sorprendida por aquella situación que se había creado.

-Vámonos, Lúne - susurró, sintiéndose muy culpable - No quiero causarte más problemas.

Él sonrió con tranquilidad y la atrajo hacia sí sin moverse un ápice del sitio dónde estaba.

-Al contrario, Ichiro - espetó con un tono grave y calmado - Esto se está poniendo muy interesante - sus ojos brillaban de forma maquiavélica.

Al cabo de poco tiempo, los dos compañeros llegaron, resoplando, al lugar dónde ellos se hallaban. Lloyd, acostumbrado a una vida sedentaria y sepultado por el peso de la sabiduría de los libros, se tuvo que sentar en el suelo, agarrándose el costado con fuerza. Evan, que llevaba ahora su estilizada gorrita apretada con ambas manos en su cabeza para que no se le cayera, observó la escena con infinita curiosidad.
Nunca había visto el rostro de Lúne, pero no parecía diferenciarse del de un joven humano corriente con mirada algo arrogante y presuntuosa. La chica, que se hallaba a su lado agarrada a él, era tan bonita que casi le deslumbraba, por lo cual su corazón se aceleró, sin remedio, al observar sus enormes ojos color ámbar.

-Pues yo no sé dónde les ves el aspecto feérico, Lily - dijo él con toda rotundidad. Luego se acercó unos pasos hacia la pareja y simuló una cortés reverencia de saludo - Me llamo Evan, un placer conoceros. Perdonadle - señaló a Lloyd con el dedo, el cual aún se hallaba sentado en el suelo y respirando con dificultad - Él se llama Lloyd, es muy listo, a veces demasiado, pero de pocas palabras. Además, si trata de hablar ahora se quedará en el sitio - añadió, sonriente.

-El placer es nuestro - Ichiro, inesperadamente, se erigió como portavoz de la pareja con su dulce y delicada voz - Mi nombre es Ichiro y este es mi novio, Lúne - le besó, con dulzura, y una sonrisa alegre. A Lúne se le ruborizó el rostro inevitablemente al escuchar la palabra "novio" saliendo de los labios de la feérica y una secreta alegría le invadió el pecho - Y ahora, si sois tan amables, debemos partir.

-¡Un momento! - espetó Lily, sus ojos felinos resplandeciendo, fieros, bajo la Luna - Estoy harta de tanto secretismo y de tanta soberbia - puso los brazos en jarras y estrechó aún más sus ojos - Os hemos acogido excepcionalmente en la aislada y pacífica ciudad de Firya para que escapéis de la guerra. Creo, pues, que merecemos una explicación sobre vuestras verdaderas intenciones. Y, sobretodo, por lo que acaba de suceder.

La reacción más lógica y acorde con el carácter de Lúne hubiera sido contestarle de forma airosa y dejar a aquellos 3 metomentodo atrás y con la palabra en la boca. Sin embargo, en vez de eso, esbozó una torcida sonrisa. Respiró profundamente, controlando su enfado, y se colocó las manos en el cinturón de cuero, hinchando el pecho.

-En primer lugar - empezó, con una voz calmada y amistosa - tenemos el beneplácito y el apoyo de vuestra alcaldesa, así que no tenemos por qué explicarles nada a 3 desconocidos que deambulan por el bosque en busca de un buen sitio para jugar a rol, escondiéndose de los demás. En segundo lugar - repasó a sus 3 interlocutores con una mirada intensa y haciendo creer que era algo desconfiada - Nos han asignado unas misiones a nosotros, no a vosotros. Me pregunto por qué os interesa tanto de repente conocer la vida privada de unos desconocidos, sobretodo a tí, ricachona entrometida - se acercó a ella y le clavó sus ojos oscuros.

-¡No...no hay derecho que un extranjero venga aquí con esos delirios de grandeza! ¡La guerra no es culpa nuestra, es culpa vuestra, del resto de Espiral! - Lily no esperaba que Lúne se mostrara tan seguro de sí mismo en una tierra que no era la suya y se sentía algo desarmada. Sus mejillas habían enrojecido ligeramente: odiaba sentirse menospreciada y tratada como una niña pequeña.

-Oh, vamos Lily! - Evan mantenía su sonrisa alegre y dspreocupada, y la observaba con algo de sarcasmo - Reconoce que te encanta el Mundo Feérico y deseas conocer a todos estos seres. Lo demás són solamente excusas - miró a Iciro y le guiñó un ojo, poniendo la feérica cara de circunstancias y sin saber cómo reaccionar ante aquello.

Lily le miró con rabia contenida.

-¡Siempre tienes que hablar de más! - miraba hacia un lado, sin poder aguantar más la mirada divertida de Lúne - ¿Y qué más da si me gusta el Mundo Feérico? ¡Y a tí te gusta no hacer nada en todo el día! - cerró los ojos y alzó la barbilla, tratando de recuperar su dignidad perdida.

-Oh, perdóname - Evan se quitó el sombrero y le hizo una reverencia a Ichiro, trazando unos armoniosos círculos con él en el aire - Ciertos tipos de belleza arrebatan la poca razón que aún se balancea, peligrosamente, en el corazón del poeta.

Ichiro sonrió confundida y halagada, sin saber qué decir, mientras Lily fulminaba a su amigo con la mirada. ¿Qué les pasaba a aquellos humanos? Eran gente muy extraña.

-Ven Ichiro - espetó Lúne, echándole una mirada poco amistosa a Evan - Quiero decirte un par de cosas sin que estos tres desgraciados me escuchen.

-Oh...de acuerdo - la feérica alzó las cejas, algo sorprendida, y se vió arrastrada por él tras él árbol, con gran rapidez. El joven acercó sus labios a su oído y empezó a susurrar.

-Demos la vuelta a todo, Ichiro. Ya estoy harto de esconderme de todo y todos - esbozó una sonrisa divertida.

-¿Cómo? - lo miró extrañada, alzando la voz - ¿Qué quieres decir?

-¡Sshhht! - se llevó un dedo en los labios y prosiguió, acercándo de nuevo su boca a la oreja de la feérica - ¿Te importaría volver a repetir aquel hechizo? Esta vez en su presencia - su sonrisa se intensificó, volviéndose algo traviesa.

-Pero Lúne... - Ichiro no comprendía nada, susurrando ya al oído del humano - ¿Por qué deberíamos hacer esto? No me digas que... - alzó una ceja y lo miró, reprobativa - ¿Quien te has creído que soy? ¿Una proveedora de magia feérica? - puso los brazos en jarras y giró la cabeza hacia otro lado, enojada.

-Venga, vamos Ichiro - se encogió de hombros y le acarició las mejillas con dulzura con sus dedos - De todas formas ya nos han visto. No tenemos nada que perder.

-Está bien, pero no te acostumbres. Estudié en mi escuela que si un hechizo feérico se usa varias veces en un humano, este puede quedar un poco impregnado de magia feérica. Y las consecuencias - entornó los ojos, visiblemente preocupada - són imprevisibles. ¿Estás seguro?

El humano la agarró de la mano y sonrió, lleno de confianza.

-Sé cuales són las consecuencias, y no me importa. Será el último favor que te pediré, no te preocupes.

-Bueno, entonces hagamos uno sencillito - Ichiro le guiñó un ojo y, por fín, ambos se dirigieron a los 3 compañeros de clase, de los cuales Evan ya estaba tras ellos tratando de escuchar lo que se susurraban, sin éxito.

Sin decir una sola palabra, Ichiro cerró los ojos y, sin esfuerzo aparente, sus azulados cabellos empezaron a brillar levemente flotando con un viento invisible que parecía aparecer de la nada. Los pliegues de su vestido también empezaron a flotar y su piel parecía estar volviéndose oscura por momentos, apagada, pero más bella que nunca.
Al principio Lúne solamente pudo sentir las suaves vibraciones que acariciaban su mano derecha agarrada a la de la feérica, pero pronto empezó a sentir como aquel invisible viento mágico le sacudía de pies a cabeza. Sintió un intenso cosquilleo por todo el cuerpo y tuvo una sensación idéntica a cuando, unos meses atrás, había viajado al Mundo Feérico por primera vez.
No sabía explicar exactamente cómo se sentía, pues solamente aquellos que han viajado alguna vez al Otro Lado saben exactamente qué les ocurre, aunque sus palabras no alcancen a poder transmitirlo. Era algo muy, muy agradable, y sentía cómo si su alma se hubiera desligado de su cuerpo de forma suave y paulatina.

Abrió los ojos y no pudo dar crédito a lo que veía en aquellos momentos. Se encontraba junto con la feérica, dándose ambos la mano, sobre un alto puente plateado que colgaba entre unos árboles gigantes. Miró a su alrededor y vió algunos seres con los cabellos azules paseando con tranquilidad sobre los numerosos puentes iluminados por luces que flotaban, incandescentes, sobre ellos, de diferentes colores según en el árbol en qué estaban. Las que les rodeaban a ellos eran de color morado, esferas del tamaño de pequeñas frutas, como si fueran grandes luciérnagas durmientes.
Acto seguido se observó su propio cuerpo y lo que vió aún le sorprendió más: era transparente, como si su cuerpo fuera una leve brisa que flotaba en aquel sitio y, aún así, podía oler el arrebatador perfume de flores nocturnas y observar como, bajo aquellos enormes árboles, flotaba una especie de marea verde y transparente.

-Ichiro... - susurró él, con la voz entrecortada - ¿Dó...dónde estamos?

La feérica le observó, alegre y sin ningún síntoma de preocupación en su rostro. De hecho, parecía feliz, muy feliz a su lado. Sus ojos de color ámbar, a pesar de ser transparentes, parecían concentrar una cantidad de magia de inimaginable poder.

-Estamos en mi pueblo, Lúne - su voz sonaba más melancólica y lejana que de costumbre - No te preocupes, nadie nos puede ver, puesto que aparecemos como una niebla ante ellos - hizo una pausa y acarició la mano del humano - ¿Te gusta? Este es mi mundo.

Lágrimas empezaron a escurrirse por las mejillas del joven, mientras observaba las preciosas casas de mármol que se alzaban alrededor de aquella plaza repleta de mosaicos de colores.

-Me encanta, me siento...como en casa.

La ensoñación, sin embargo, desapareció tan rápido como había parecido, dándole a Lúne la sensación como si le estuvieran arrancando violentamente de un sueño en el que habría querido quedarse para siempre. Se encontró de pie, justo en el sitio dónde había estado, y parpadeó varias veces para asegurarse que aquel fantástico lugar desde dónde la feérica procedía había desaparecido. Se sentía muy agitado, nervioso, y también muy abatido y con una gran sensación de impotencia, aunque no sabía por qué.

Alguien le palpó el antebrazó haciando que volviera por fín a la realidad.

-¡Lúne! - Ichiro esbozaba una media sonrisa, encogida de hombros - ¡Aquellos se han marchado! ¡Corriendo! - se tapó la boca, ahogando una carcajada - ¡Deberías haber visto la cara de la chica! ¡Era el terror personificado!

El humano recobró la sonrisa, sacudiendo ligeramente la cabeza, pues ésta ahora le dolía, y mucho.

-Ya verás qué resultados más inmediatos vamos a obtener de esto - le guiñó un ojo, abrazándola y acariciándole los azulados cabellos - Va a ser muy divertido.