Sunday, October 18, 2009

Capítulo 11: Ensoñación

Al día siguiente la lluvia seguía cayendo intermitentemente sobre la portuaria ciudad de Firya, las aves trinando nerviosas en los árboles buscando ahí sus refugios. Para algunas aulas ya habían terminado las clases por aquel día, así que muchos de ellos se dirigían o bien a casa o bien a la gran biblioteca situada al oeste del recinto, todos andando por los cobertizos que rodeaban todos los edificios de la escuela para evitar mojarse.

Una de tantos alumnos que recorrían los atestados cobertizos era Lily, una muchacha alta con un cuerpo muy voluptuoso para su edad. Sus anchas caderas y sus grandes pechos contrastaban visiblemente con el resto de chicas de la escuela, casi todas rondando los 16 años. Iba siempre vestida con una gran exquisitez debido a su alto rango social (era hija de una familia de comerciantes ricos de la ciudad). Llevaba siempre vestidos largos ricamente adornados con joyas y broches de oro y plata, calzas y zapatos altos de charol.

Aquel día vestía de color negro y púrpura.

Bajo el vestido dejaba entrever una blusa blanca inteligentemente desabrochada para dejar entrever una gran joya carmesí engarzada en un collar, brillando en su pecho.
Era de piel tostada y sus facciones eran felinas, cosa que solía ahuyentar a cualquier hombre que se acercara a ella. Sus ojos, de hecho, parecían los de un gato: eran de color dorado y muy penetrantes, y sus negros cabellos estaban finamente peinados en bucles y cubiertos por una casi invisible rejilla plateada.

Andaba con cierta altivez y con gran velocidad, haciendo resonar sus tacones con un amplio eco alrededor suyo, haciendo que su presencia fuera siempre advertida por todos la que la rodeaban.

Pero a ella, sinceramente, no le importaba en absoluto.

Bajo su brazo enguantado por un guantalete blanco llevaba una pila de libros de Encantamientos Mágicos, su asignatura preferida, y se dirigía sin vacilar hacia la biblioteca para terminar de preparar una receta mágica para luego llevarla a la práctica en la clase de Prácticas.

-¡Ey, Lily! - una voz masculina se alzó sobre todas las demás - ¡Con este paso marcial vas a terminar destruyendo la Escuela!

Lily se detuvo y, conociendo perfectamente aquel tono de voz, ya se puso en guardia, con los brazos en jarras. Sí, era ni más ni menos que Evan, el cual se hallaba sentado en un banco del cobertizo. El muchacho se mesó su barba de tres días mirándola de arriba a abajo, con aquellos ojos verdes claros y escrutadores que la ponían histérica. Luego, empezó a rizarse uno de sus cortos mechones de color plateado que le caían caóticamente sobre el rostro.

-Ya sé que nunca tienes nada que hacer, Evan, pero yo sí estoy muy ocupada - dijo, con su orgulloso y seco tono de voz la joven - ¿Qué quieres?

-Estoy aquí sentado esperando que salga Lloyd, así que pensé que tú también querrías esperarle junto a ese precioso sonido de la lluvia fluyendo entre los árboles - dijo, encogiéndose de hombros y colocándose bien su boina azul la cual llevaba pegada una pluma rojiza. Iba vestido con unos estrechos y ajustados pantalones negros y una camisa con motivos florales azules y grises. Siempre iba vestido de una forma muy llamativa y extraña. Lily suspiró, negando con la cabeza.

-Pff...Siempre con tu verborrea, Evan. Los filósofos, los poetas y los musicos sois unos cansinos. Siempre repetís las mismas frases hechas. Pero en fín... - se sentó a su lado y cruzó con delicadeza sus cubiertas piernas. Al levantarse algo la falda, aparecieron sus medias negras con florituras granate dibujadas en ellas - Hoy estoy muerta de asco con este tiempo, y encima hoy tuvimos un sustituto muy malo en clases de magia. Me vendrán bien unas cuantas risas, supongo. Aunque sea rodeada de dos tarados.

-¡Así me gusta, ricachona! - replicó Evan, con las manos tras la nuca y sonriente - Que te unas al reverso oscuro de los bizarros de la escuela. Aunque bueno, tú también lo eres, a tu manera. ¿Qué tal tu nueva clase?

Lily se quitó con un movimiento brusco sus dos guantaletes blancos pues sus brazos, debido a la alta humedad, empezaban a sudar de forma alarmante. Los puso a su lado y suspiró, visiblemente cansada.

-Un auténtico aburrimiento. La misma historia de siempre: el grupo de los aduladores al profesor; el grupo de las hormonas desesperadas; el grupo de las niñas histéricas; el grupo de los callados...Y encima este año hay 3 nuevos alumnos, de la expedición esa que huyó de Fortaleza. ¿Y a que no adivinas quien está ahí? - sus ojos resplandecieron como inundados en un enigma.

-No me digas que vas a clase con... - el joven alzó una ceja.

-Efectivamente. Lúne va a mi clase. Y es un auténtico antisocial.

-Como tú, entonces.

-Yo no llego a esos extremos - respondió ella, mirándolo de reojo y con el mentón levantado - Al menos uso mi voz, pocas veces, pero la uso. De él aún no he escuchado ninguna palabra.

-Se cuentan cosas extrañas de él. ¿Escuchaste esos rumores que le vinculaban con Agros? - Evan entrecerró los ojos, como si estuviera indagando en un misterio.

-Eso són chorradas. A la gente le encanta alimentar rumores. No está bien hablar de alguien sin conocerle.

Tras ellos, la lluvia había cesado concediendo una tregua a la ciudad. Unos claros se habían empezado a abrir por el norte, dejando entrever unos rayos de sol que caían oblícuamente sobre los rojizos tejados de la brumosa ciudad. Ante ellos seguían pasando los vociferantes alumnos que parecían haber notado el repentino cambio de la atmósfera alegrándoles un poco el corazón. Empezaron a escucharse risas y conversaciones ya más subidas de tono. Algunas de ellas iban dirigidas a Lily, y no eran precisamente buenas, refiriéndose a sus trajes y a su apariencia engreída y orgullosa. Pero ella ya había aprendido a convivir con aquellos susurros tras su espalda.
Tras aquella muchedumbre, ambos entrevieron a un joven menudo y con la mirada perdida en sus pensamientos. Llevaba grandes gafas montadas, sus cabellos pelirrojos recogidos en una larga cola. En su espalda llevaba un hatillo por el que sobresalían una ingente cantidad de libros que le hacían andar casi como un jorobado. Lily sonrió, divertida.

-¡Lloyd! ¡Aquí!

Pareció no escucharla y siguió andando con rapidez, como una pequeña ratita de biblioteca perdida entre la muchedumbre. Evan, sin hacerse esperar, se levantó y se dirigió hacia él.

-¡Bu! - le zarandeó desde atrás - ¡Sordo!

-¡Joder, que susto Evan! - el joven iba vestido con una desfasada toga grisácea y unos pantalones anchos y desgastados del mismo color. Sus grandes ojos lilas augmentados por las gafas parpadearon varias veces y se dirigieron tras el joven, directamente hacia Lily - ¡Hola Lily! ¡Me emociona saber que me habéis esperado! Lo siento, es que acababa de salir de clase de astronomía y estaba...

-Sí - Lily se levantó y le imitó, encorvándose ligeramente hacia el suelo y agravando su voz - "Estaba pensando en la supernova descubierta recientemente y haciendo los cálculos de tiempo y espacio pertinentes..."

Evan estalló en carcajadas, mientras que Lloyd la miraba con ojos rencorosos.

-Pues no. Estaba pensando en la relación de reciprocidad entre dos estrellas hermanas, listilla.

-Un día te va a estallar la cabeza, pequeñín - Evan le dió unas palmaditas en la mejilla a Lloyd - Deja de pensar en tanta estrella, que un día te las van a hacer ver de otra forma.

Lily ya estaba harta de estar en la escuela e hizo un ademán de marcharse, dejando atrás a aquellos dos extraños chicos.

-Bueno, yo me voy a la biblioteca. Ya me diréis si esta noche quedamos para ir al descampado, que yo tengo cosas que hacer.

-¡Oh sí! - Evan se acercó a ella e hizo una burlesca reverencia, como si se tratara de una dama de alta alcurnia (aunque en verdad, lo era) - Si a vuesa merced le parece conveniente, a las 11 de la noche en el descampado.

Lily puso los ojos en blanco y suspiró, mirándolo como diciendo: "¿Qué hago yendo con esos dos perturbados?"

-Ahí estaré, par de idiotas. Hasta esta noche - se volvió hacia el camino que antes había estado tomando y volvió a andar de aquella sonora y altiva manera que tanto la caracterizaba, alejándose de aquellos dos.

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-No sé cómo decirle a Elrick que me quiero quedar contigo, Lúne, pero lo haré. Te lo prometo.

Lúne e Ichiro, los cuales venían de cenar juntos, habían decidido dar una vuelta por los cuidados bosques que rodeaban la ciudad por la zona sur. Los caminos estaban todos iluminados con lámparas de color plateado que colgaban de algunos de los árboles dispersos aquí y allá, y se hallaba todo repleto de indicaciones. Sin duda, era un lugar perfecto para pasear en un sitio tranquilo y pacífico sin perderse. La tierra del bosque olía a lluvia reciente y ya los búhos y las aves nocturnas hacían acto de presencia entre los árboles. Ambos se daban la mano, caminando con lentitud.

-Me hicieron prometer que, al convertirme en Viajera, siempre viajaríamos por todo juntos, pasara lo que pasara - siguió hablando la feérica, con el rostro algo preocupado - Pero no sé por qué Elrick se empeña en seguir los consejos de esos sabios de Ciriol. Yo... - miró al joven de Varmal, con la mirada brillante y alegre - creo más en Solfka y en tí.

Lúne despreocupado y sereno, algo poco común en él. Los bosques siempre conseguían aquel efecto en él. Sentía como si su consciencia se expandiera con el aroma de los árboles y de las flores nocturnas.

-Yo jamás voy a tratar de convencerte para que te quedes - Ichiro le miró con sorpresa después de aquellas palabras, pero el joven le acarició la mejilla, sonriente - Obviamente, me encantaría que me acompañaras. Sin embargo, ten en cuenta una cosa - observó el cielo poblado de estrellas, un cielo limpio y cristalino después del paso de la lluvia - Me encaminaré hacia lo desconocido, solamente guiado por rumores. Puede que tras las montañas no haya nada más que desiertos. Puede que los sabios de Ciriol tengan razón. Piensa en ello.

-Yo no sabría decirte por qué - Ichiro le acariciaba la mano mientras hablaba con su dulce voz - pero tengo la sensación que el camino escogido por Elrick es demasiado...evidente.

-De momento no sabemos más que unos pocos detalles. Aún tengo que hablar con Nuán y, luego, quizá podrás tomar una decisión. Aunque Nuán no parece muy interesado... - hizo una mueca de impaciencia - Pero seguramente Elrick elegirá el mejor camino posible. Es un hombre muy inteligente y sabe lo que hace.

Un agradable silencio se instaló entre ellos mientras andaban por el bosque, los suaves susurros de las hojas mecidas por el viento nocturno. Los grillos y los búhos eran los únicos testigos, junto con los faroles, del tranquilo paseo de los dos jóvenes.
El joven se giró momentaneamente, para observarla con sus intensos ojos grises. Ichiro notó la fuerte energía de su mirada sobre su rostro y se giró hacia él, con sus ojos muy abiertos irradiando una luz ámbar mezclada con el color plateado de las lámparas circundantes. Lúne se sonrojó ligeramente y sonrió, manteniendo la mirada de nuevo hacia adelante.

-¡Qué adorable!

La feérica lo abrazó por detrás con fuerza, casi haciendo trastabillar al humano. El sonrojo de Lúne fue en augmento hasta transformar su rostro en una hoguera bien alimentada. Nunca jamás se había sentido tan incómodo y tan feliz a la vez al observar a una chica. Era un sentimiento muy extraño que le daba la sensación de hacerle flotar y de ser capaz de hacer cualquier cosa y de ir a cualquier parte que pudiera pensar o soñar. Pero era más que eso. Era...inexplicable.

-¿Sabes? - prosiguió la feérica, abrazada al joven mientras andaba - Es curioso que lo diga una feérica, y creo que te hará...mucha gracia - sonrió, observando las estrellas - Pero me siento como en un cuento de hadas.

Lúne la miró, con una sonrisa sorprendida.

-¡Pero si eres un hada! Yo soy quien debería decir eso.

-Elrick me prohibió hacerlo en Espiral, pero... - se paró en seco, separándose un poco de él, sus dos manos tras la espalda y una mirada coqueta. Sacó la lengua, llena de picardía - Te voy a enseñar algo...¡Pero no se lo digas al gruñón!

El humano se rascó sus cabellos oscuros y frunció algo el ceño sin perder su leve sonrisa.

-Oh...adelante. Te prometo que no se lo diré a nadie...Te confieso que me estás dando algo de miedo - bromeó.

La feérica alargó su mano derecha, la cual, no sabía si por una ilusión óptica, pero brillaba con un apagado color azulado recorriendo las lineas de la palma.

-Dame la mano de nuevo - susurró ella, con un rostro lleno de confianza y de un extraño poder que emanaba de sus ojos, un poder latente e invisible.

Lúne obedeció, agarrando su mano algo dubitativo. Ichiro cerró los ojos y perdió su cálida y tierna sonrisa. Suspiró, profundamente, y fue ahí cuando el joven se dió cuenta que no andaba errado respecto a la mano de la feérica. Aquel color azulado, casi invisible, empezó a rodear a Ichiro en una especie de aura azulada en movimiento que parecía un fuego crepitante. Sentía un intenso calor en su mano y rápidamente notó que aquel calor reconfortante se expandía por todo su cuerpo, liberándole de algo que no sabía explicar bien. Se miró a él mismo y a su alrededor se había formado, de la nada, un aura de un verde muy intenso.

-¿Qu...Qué ocur...?! - masculló, algo nervioso.

-Calma - abrió los ojos, y el iris se había acristalado, como un prisma, resaltando aún más la belleza de la feérica. Resplandecían como dos enormes zafiros. De repente, sus ojos, por arte de magia, habían cambiado de color.

Era increíble...

Ni siquiera se dió cuenta cuando empezó a levitar pues, estando en el suelo, ya sentía su cuerpo frágil como una pluma. Miró hacia abajo y de repente ya se encontraban a varios palmos por encima del suelo, flotando y ascendiendo con lentitud hacia las copas de los viejos y altos árboles.

-¡Es...estamos volando! ¡Ichiro! ¿¡Cómo...?!

-Shhht... - se abrazó a él y, por fín, sonrió, sin ya tener que hacer esfuerzos para concentrarse - He invocado magia del mundo feérico. Quería mostrarte...un pedazo de mi mundo.

Ascendían y ascendían, como dos hojas arrastradas por un viento, en ese caso, un viento mágico que los rodeaba por completo.

-¿Y esa aura verde que me rodea? ¿Por qué no es como la tuya? - preguntó Lúne, parpadeando, repleto de confusión, mientras se agarraba a la feérica con fuerza, como si se viera en el suelo, de un momento a otro.

-Cada uno de nosotros tiene un aura diferente. Eso es lo que nos une a humanos y feéricos - dijo con visible alegría y besándole en los labios, sintiendo el joven la energía de la feérica fluir a través de su boca, lo cual le hizo temblar de placer - No somos tan diferentes. Es lo que en Ciriol denominan Sén. ¿Recuerdas? Piensa en algo que te gustaría hacer conmigo, ahora - añadió, resolutiva.

-Bailar contigo entre las ramas de los árboles, bajo las estrellas - replicó él, sin pensar, recordando algunas leyendas de enamorados que hacían lo mismo, en el Mundo Feérico.

-¡Me encanta esta idea! Eso es...de la leyenda de Briac y Lória, ¿verdad?

Lyr asintió, mirándola a los ojos y recuperando la confianza perdida debido a la anómala situación en qué se encontraban, ya a la altura de algunas de las copas más altas del bosque iluminado por las lámparas plateadas. De hecho, aquello parecía un inmenso océano de plata que se agitaba con el viento. A lo lejos, las parpadeantes y débiles luces de Firya.

-Y nosotros crearemos nuestra propia leyenda. ¿Qué te parece?

Ichiro lo soltó, agarrándolo sólo de una mano, y sus mejillas se colorearon de rojo, los ojos brillantes de excitación.

-¡Me parece fantástico! Y ahora...¡Déjate llevar! ¡No temas!

Lúne hizo lo que la feérica le pedía, cerrando los ojos y sintiendo cómo fluía con fuerza su propia aura alrededor de su cuerpo y el agradable hormigueo que le producía.

-"Quiero sentirme libre, por una vez en mi vida. Libre, y lleno de amor. ¡Y quiero bailar, reir!" - pensó, sintiendo como su cuerpo respondía al instante a sus pensamientos y empezaba a volar entre las ramas de los árboles junto con la feérica.
Ambos empezaron a bailar en círculos, dándose las manos, el perfume de las acacias y los fresnos llenándoles por completo los corazones.

Tenía la sensación que, en la lejanía, como proviniendo de un mundo que no era el suyo, podía escuchar una apagada y alegre canción de voces femeninas cantando al unísono. Ambos reían, se besaban, daban saltos sobre las últimas y más altas copas de los árboles y ascendían de nuevo para abrazarse sobre la marea forestal, bajo ellos, y sobre ellos una media-luna bañándolo todo con su melancólica y hechizante luz.

Ellos dos, juntos, eran el verdadero Cuento de Hadas.

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Los tres jóvenes se hallaban sentados ante una pequeña hoguera encendida sobre las pocas ramas secas que habían sido capaces de recoger del bosque, aún empapado por la reciente lluvia. Habían dispuesto unas mantas en el suelo para no mojarse los traseros con la hierba encharcada.
Lily había traído a escondidas, de su lujosa casa, un grande y estilizado candelabro para iluminarles en la oscuridad. Era negro y tenía una forma retorcida, recordando a las ramas de un viejo y fantasmagórico árbol.

Evan estaba tocando la guitarra, con la misma indumentaria que había traído a clase solo que con un sombrero distinto: era rojo, lo llevaba de lado y con una pluma azul sobre él meciéndose ligeramente con el viento. Se hallaba sentado solo, a un lado de la hoguera, ante Lloyd y Lily. Ambos escuchaban atentamente, concentrados, lo que estaba relatando Evan en aquel momento junto con una bonita melodía de guitarra.

-Conseguís infiltraros con éxito en la Fiesta de la Primavera, vestidos con unas bonitas túnicas color turquesa. Veis muchos vendedores en puestos, vociferantes, a uno y otro lado, y una música de timbales y de flautas resonando de fondo. Al fín, veis a un hombre que os hace señas sentado en el suelo. Lleva una larga barba y tiene una serie de objetos destinados a la adivinación. Está todo repleto de gente con vestiduras igual que las vuestras, pero solamente se ha fijado en vosotros. ¿Qué hacéis? - preguntó, mirándolos con una sonrisa enigmática.

Lily y Lloyd se miraron ambos, interrogantes, empuñando con fuerza sus dados. Aquel juego de rol estaba basado en la Orden de Féntar escondiéndose aún en la clandestinidad, durante los turbulentos y agitados años en el Mundo Ordinario durante los cuales estuvieron organizándose. Una época llena de guerras y de traición, las más bajas pasiones de los hombres saliendo a la luz. El objetivo principal del juego se trataba de ir captando adeptos y de ir potenciando la magia mediante la adquisición de libros de conjuros, escondidos por todo el mundo. Se llamaba "El Inicio del Retorno" y era, sin lugar a dudas, el juego favorito de todos ellos.

Lily, para aquellas ocasiones, siempre se vestía con algo mucho más cómodo que los caros vestidos con la que iba ataviada en los días de clase. Llevaba puesta una cómoda blusa granate manga larga y una falda del mismo color y lisa, sin ningún adorno. No es que la apasionara vestir de una forma tan poco elegante, es que, de todas formas, a aquellas horas no hacía falta presumir ante nadie, y menos durante un juego de rol. Además, aquello le servía para relajarse y dejar a un lado sus preocupaciones.

-No creo que sea buena idea hablar con extraños, y menos ahora - susurró Lily, con el ceño fruncido, pensando en alguna salida a aquello - Debemos ser cautos. Recordemos que estamos infiltrados en una fiesta de un Reino que se halla en guerra. Si nos delatan, nos ejecutarán, por alquimistas y herejes.

Lloyd se quitó sus grandes gafas para limpiarlas con un trapo y suspiró, con la mirada fija en la hoguera.

-No hace falta decirle quienes somos, podemos inventarnos nombres falsos - espetó, encogiéndose de hombros y jugueteando con los dados entre sus manos - Por algo debe ser que nos ha llamado sólo a nosotros. Y si nos ha reconocido, igual ya es demasiado tarde. No hay nada que perder y puede que quiera decirnos algo de importancia...

Lily negó con la cabeza y sonrió, con ironía.

-¡Vamos a ver, cabeza hueca! Acabamos de entrar en la fiesta y ya quieres que nos delaten. ¿Es eso? ¿Y no sería más inteligente de nuestra parte seguir caminando y escuchar, con disimulo, posibles conversaciones interesantes entre cortesanos y nobles? Tenemos un largo camino por recorrer y no podemos perder el tiempo hablando con mendigos - se apartó de delante de sus ojos sus cuidados y oscuros cabellos. Su piel morena relucía bajo la luz de la Luna mientras Lloyd la miraba con sus grandes ojos morados tras sus gafas.

-Bien, entonces decido separarme de tí - contestó el menudo y enclenque joven, resolutivo - Yo me quedaré hablando con el apestoso mendigo - pronunció aquellas últimas palabras con algo de sarcasmo - Y si consigo buena información no te la pienso comunicar.

Lily se limitó a sonreir y a asentir con la cabeza, mientras Evan se ponía a tocar de nuevo la guitarra y a relatar la separación de ambos miembros de la Orden de Féntar ahora reconvertidos en nobles de un Reino en guerra y en plenas fiestas nacionales.

Pero algo sucedió ante los ojos de Evan mientras éste relataba los acontecimientos acompañado por su instrumento. Dejó de tocar la guitarra y sus ojos se empequeñecieron, extrañados y sobresaltados, como si estuviera tratando de entrever alguna cosa muy lejana.

-¿Qué són aquellas dos cosas que están sobrevolando los árboles, ahí, a lo lejos? - preguntó, señalando con un dedo y haciendo que ambos compañeros se giraran también. En efecto, con gran velocidad, veían como dos objetos de color verde y azul se entrelazaban y flotaban como si se trataran de dos luciérnagas. Si eran dos luciérnagas, eran las más grandes que había visto en su vida. De repente, le vinieron ganas de salir de ahí. No le gustaban los insectos. Para nada.

Lloyd se levantó, agitado y tocándose las gafas, como si eso le permitiera ver mejor.

-Pues yo no veo nada.

-¿Qué vas a ver, cegato? No me ves ni a mí - Lily sí los veía, y bien claro. No, aquello no eran dos insectos, precisamente. No sabía qué eran, pero era algo muy, muy extraño. De hecho, volaban de una forma muy consciente, como si supieran en todo momento lo que estaban haciendo - Vamos a ver qué es eso y saldremos de dudas. Van deprisa, pero a veces se detienen sobre los árboles, juntándose.

-No creo que sea una buena idea... - se levantó Evan del suelo, dejando la guitarra a un lado - ¿Y si se trata de monstruos parecidos a los Lamat? Igual han conseguido flanquear la magia de Firya...

Lily lo miró con gran desprecio y empezó a encaminarse hacia allí, levantando algo su falda para no manchársela de barro.

-Para el rol sois muy valientes, pero para la vida real sois dos cobardes - gritó, mientras se alejaba de ahí.

Era realmente difícil conseguir acercarse a aquellas dos figuras pues a veces desaparecían en el interior del bosque y les perdía la pista. Tuvo que empezar a correr por el interior de la floresta, sin seguir los caminos, y empezó a lastimarse las piernas con algunos espinos sueltos. Pero de alguna forma, aquello la atraía y tenía que descubrir de qué se trataba. No podía permitir que aquellos dos mentecatos se rieran de ella por haber vuelto con las manos vacías.

Y por fín observó cómo aquellas dos formas coloreadas se quedaban quietos durante un tiempo sobre uno de los árboles, a poca distancia de ahí. Aún así, solamente podía ver una especie de auras muy juntas, pegadas la una a la otra.

-"Bien" - se dijó, corriendo con sigilo entre los árboles - "¡Esta vez no escaparéis!"

Se acercó más y más, y aquellas dos formas que al principio le parecían vagas y borrosas empezaron a coger forma humana. ¿¡Eran dos personas con poderes mágicos!? No podía ser. No existía forma humana de crear magia a partir de la nada y allí que ella supiera no existía ninguna Morada dónde la magia pudiera realizarse sin ningún problema ni atadura. Tenía que ser un efecto óptico, sus ojos seguro que la estaban engañando.

Lily se escabulló detrás de un árbol cercano a aquel y, aguantando la respiración, se asomó por detrás del tronco, y lo que vió casi la hizo trastabillar.

Lúne y una chica de cabellos azules, que jamás había visto en Firya, estaban flotando a poca distancia de una de las ramas y se estaban besando con pasión, ahí mismo, envueltos por aquellas extrañísimas auras. Las manos escurridizas de ambos amantes se acariciaban por todo el cuerpo y, poco a poco, se iban desnudando paulativamente. Lily notó como el calor le inundaba el rostro y, sin querer, retrocediendo un paso hacia atrás, pisó una rama quebradiza, produciendo un ruído más que evidente en el tranquilo silencio de aquella noche. Lúne e Ichiro dejaron lo que estaban haciendo y sus auras desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos, cayendo ambos sobre una rama baja del árbol.

-¿Hay alguien ahí? - musitó Lúne, con voz de gran sospecha - Seguro que es un mirón de esos que disfrutan de ver esas escenas.

-Lo siento Lúne - susurró Ichiro, acariciándole el brazo y poniéndose de nuevo la blusa que el joven le había quitado en un arrebato de deseo. Lo mismo hacía el joven, que se había puesto de nuevo la camisa - Si nos ven así, tendremos problemas. Y yo he sido la culpable.

-No te preocupes por eso, Ichiro, ha sido maravilloso - la miró, con ojos tiernos - Vamos a echar un vistazo tras aquel árbol.

Lily empezó a sentir temblores en sus miembros y siguió aguantando la respiración, notando como su frente se llenaba de sudor. ¿Qué iban a pensar de ella? ¡Ella no era ninguna pervertida! Tan sólo había tenido curiosidad, eso era todo. ¿Y a qué se refería aquella chica diciendo que si les veían así tendrían problemas? ¿Acaso...eran feéricos? No, eso era imposible. O bueno, ya no sabía qué pensar. Lo único que quería era que se la tragara la tierra y que no la vieran, por nada del mundo.
Entonces, oyó un cuchillo que se desenvainaba. ¡Oh, por Firya! Un terror inmenso empezó a apoderarse de la opulenta chica. Si se ponía a correr quedaría en evidencia que había hecho algo malo, pero si se quedaba ahí...¡Un cuchillo! ¿La iba a matar? Se habían oído muchos rumores de Lúne, y no eran todos precisamente buenos.

-Ajá, aquí tenemos a la ratita que nos espiaba - el joven de Varmal volvió a envainar su cuchillo en una pequeña vaina que le colgaba de un lado del pantalón - ¿Qué? ¿Te lo pasabas bien? - se puso a reir, un poco nervioso. Seguramente era una jovencita que había sentido curiosidad, pero no estaría mal asustarla un poco.

-¿Y vosotros? ¿Qué hacíais ahí con esas auras tan extrañas? - decidió contraatacar Lily, recuperando algo de su orgullo y cruzando los brazos, mirándolos de forma acusadora - Vi dos luces a lo lejos y quise averiguar qué eran, eso es todo. No tenéis derecho a realizar prácticas extrañas en una ciudad que no es la vuestra.

-Creo que todo ha sido un malentendido - dijo Ichiro, reconciliadora - Solamente estábamos jugando en el árbol, pasándolo bien y... - no supo cómo terminar la frase, colapsada por la vergüenza.

Lúne apoyó una mano en el tronco y miró a Lily, desafiante.

-Lo que hagamos o dejemos de hacer no es de tu incumbencia.

Cuando la aludida estaba abriendo la boca, algo insegura de lo que iba a replicar (la mirada grisácea, intensa y helada del joven la hacía sentirse muy nerviosa) unas voces se alzaron desde los lindes del ya lejano claro.

-¡Lily! ¡No te vayas en medio de una partida de rol, aguafiestas!

-¡Te has ido porque sabes que elegiste mal no hablando con el vagabundo! ¡Lo sé! - Lloyd estaba convencido que así era, pues con su corta vista no había logrado ver aquellas luces.

La joven se dirigió hacia la dirección desde dónde provenían las voces y contestó de nuevo con plena confianza en su voz.

-¡Corred! ¡Venid aquí! ¡He encontrado 2 feéricos!

Ichiro se agarró al brazo de Lúne, temerosa y sorprendida por aquella situación que se había creado.

-Vámonos, Lúne - susurró, sintiéndose muy culpable - No quiero causarte más problemas.

Él sonrió con tranquilidad y la atrajo hacia sí sin moverse un ápice del sitio dónde estaba.

-Al contrario, Ichiro - espetó con un tono grave y calmado - Esto se está poniendo muy interesante - sus ojos brillaban de forma maquiavélica.

Al cabo de poco tiempo, los dos compañeros llegaron, resoplando, al lugar dónde ellos se hallaban. Lloyd, acostumbrado a una vida sedentaria y sepultado por el peso de la sabiduría de los libros, se tuvo que sentar en el suelo, agarrándose el costado con fuerza. Evan, que llevaba ahora su estilizada gorrita apretada con ambas manos en su cabeza para que no se le cayera, observó la escena con infinita curiosidad.
Nunca había visto el rostro de Lúne, pero no parecía diferenciarse del de un joven humano corriente con mirada algo arrogante y presuntuosa. La chica, que se hallaba a su lado agarrada a él, era tan bonita que casi le deslumbraba, por lo cual su corazón se aceleró, sin remedio, al observar sus enormes ojos color ámbar.

-Pues yo no sé dónde les ves el aspecto feérico, Lily - dijo él con toda rotundidad. Luego se acercó unos pasos hacia la pareja y simuló una cortés reverencia de saludo - Me llamo Evan, un placer conoceros. Perdonadle - señaló a Lloyd con el dedo, el cual aún se hallaba sentado en el suelo y respirando con dificultad - Él se llama Lloyd, es muy listo, a veces demasiado, pero de pocas palabras. Además, si trata de hablar ahora se quedará en el sitio - añadió, sonriente.

-El placer es nuestro - Ichiro, inesperadamente, se erigió como portavoz de la pareja con su dulce y delicada voz - Mi nombre es Ichiro y este es mi novio, Lúne - le besó, con dulzura, y una sonrisa alegre. A Lúne se le ruborizó el rostro inevitablemente al escuchar la palabra "novio" saliendo de los labios de la feérica y una secreta alegría le invadió el pecho - Y ahora, si sois tan amables, debemos partir.

-¡Un momento! - espetó Lily, sus ojos felinos resplandeciendo, fieros, bajo la Luna - Estoy harta de tanto secretismo y de tanta soberbia - puso los brazos en jarras y estrechó aún más sus ojos - Os hemos acogido excepcionalmente en la aislada y pacífica ciudad de Firya para que escapéis de la guerra. Creo, pues, que merecemos una explicación sobre vuestras verdaderas intenciones. Y, sobretodo, por lo que acaba de suceder.

La reacción más lógica y acorde con el carácter de Lúne hubiera sido contestarle de forma airosa y dejar a aquellos 3 metomentodo atrás y con la palabra en la boca. Sin embargo, en vez de eso, esbozó una torcida sonrisa. Respiró profundamente, controlando su enfado, y se colocó las manos en el cinturón de cuero, hinchando el pecho.

-En primer lugar - empezó, con una voz calmada y amistosa - tenemos el beneplácito y el apoyo de vuestra alcaldesa, así que no tenemos por qué explicarles nada a 3 desconocidos que deambulan por el bosque en busca de un buen sitio para jugar a rol, escondiéndose de los demás. En segundo lugar - repasó a sus 3 interlocutores con una mirada intensa y haciendo creer que era algo desconfiada - Nos han asignado unas misiones a nosotros, no a vosotros. Me pregunto por qué os interesa tanto de repente conocer la vida privada de unos desconocidos, sobretodo a tí, ricachona entrometida - se acercó a ella y le clavó sus ojos oscuros.

-¡No...no hay derecho que un extranjero venga aquí con esos delirios de grandeza! ¡La guerra no es culpa nuestra, es culpa vuestra, del resto de Espiral! - Lily no esperaba que Lúne se mostrara tan seguro de sí mismo en una tierra que no era la suya y se sentía algo desarmada. Sus mejillas habían enrojecido ligeramente: odiaba sentirse menospreciada y tratada como una niña pequeña.

-Oh, vamos Lily! - Evan mantenía su sonrisa alegre y dspreocupada, y la observaba con algo de sarcasmo - Reconoce que te encanta el Mundo Feérico y deseas conocer a todos estos seres. Lo demás són solamente excusas - miró a Iciro y le guiñó un ojo, poniendo la feérica cara de circunstancias y sin saber cómo reaccionar ante aquello.

Lily le miró con rabia contenida.

-¡Siempre tienes que hablar de más! - miraba hacia un lado, sin poder aguantar más la mirada divertida de Lúne - ¿Y qué más da si me gusta el Mundo Feérico? ¡Y a tí te gusta no hacer nada en todo el día! - cerró los ojos y alzó la barbilla, tratando de recuperar su dignidad perdida.

-Oh, perdóname - Evan se quitó el sombrero y le hizo una reverencia a Ichiro, trazando unos armoniosos círculos con él en el aire - Ciertos tipos de belleza arrebatan la poca razón que aún se balancea, peligrosamente, en el corazón del poeta.

Ichiro sonrió confundida y halagada, sin saber qué decir, mientras Lily fulminaba a su amigo con la mirada. ¿Qué les pasaba a aquellos humanos? Eran gente muy extraña.

-Ven Ichiro - espetó Lúne, echándole una mirada poco amistosa a Evan - Quiero decirte un par de cosas sin que estos tres desgraciados me escuchen.

-Oh...de acuerdo - la feérica alzó las cejas, algo sorprendida, y se vió arrastrada por él tras él árbol, con gran rapidez. El joven acercó sus labios a su oído y empezó a susurrar.

-Demos la vuelta a todo, Ichiro. Ya estoy harto de esconderme de todo y todos - esbozó una sonrisa divertida.

-¿Cómo? - lo miró extrañada, alzando la voz - ¿Qué quieres decir?

-¡Sshhht! - se llevó un dedo en los labios y prosiguió, acercándo de nuevo su boca a la oreja de la feérica - ¿Te importaría volver a repetir aquel hechizo? Esta vez en su presencia - su sonrisa se intensificó, volviéndose algo traviesa.

-Pero Lúne... - Ichiro no comprendía nada, susurrando ya al oído del humano - ¿Por qué deberíamos hacer esto? No me digas que... - alzó una ceja y lo miró, reprobativa - ¿Quien te has creído que soy? ¿Una proveedora de magia feérica? - puso los brazos en jarras y giró la cabeza hacia otro lado, enojada.

-Venga, vamos Ichiro - se encogió de hombros y le acarició las mejillas con dulzura con sus dedos - De todas formas ya nos han visto. No tenemos nada que perder.

-Está bien, pero no te acostumbres. Estudié en mi escuela que si un hechizo feérico se usa varias veces en un humano, este puede quedar un poco impregnado de magia feérica. Y las consecuencias - entornó los ojos, visiblemente preocupada - són imprevisibles. ¿Estás seguro?

El humano la agarró de la mano y sonrió, lleno de confianza.

-Sé cuales són las consecuencias, y no me importa. Será el último favor que te pediré, no te preocupes.

-Bueno, entonces hagamos uno sencillito - Ichiro le guiñó un ojo y, por fín, ambos se dirigieron a los 3 compañeros de clase, de los cuales Evan ya estaba tras ellos tratando de escuchar lo que se susurraban, sin éxito.

Sin decir una sola palabra, Ichiro cerró los ojos y, sin esfuerzo aparente, sus azulados cabellos empezaron a brillar levemente flotando con un viento invisible que parecía aparecer de la nada. Los pliegues de su vestido también empezaron a flotar y su piel parecía estar volviéndose oscura por momentos, apagada, pero más bella que nunca.
Al principio Lúne solamente pudo sentir las suaves vibraciones que acariciaban su mano derecha agarrada a la de la feérica, pero pronto empezó a sentir como aquel invisible viento mágico le sacudía de pies a cabeza. Sintió un intenso cosquilleo por todo el cuerpo y tuvo una sensación idéntica a cuando, unos meses atrás, había viajado al Mundo Feérico por primera vez.
No sabía explicar exactamente cómo se sentía, pues solamente aquellos que han viajado alguna vez al Otro Lado saben exactamente qué les ocurre, aunque sus palabras no alcancen a poder transmitirlo. Era algo muy, muy agradable, y sentía cómo si su alma se hubiera desligado de su cuerpo de forma suave y paulatina.

Abrió los ojos y no pudo dar crédito a lo que veía en aquellos momentos. Se encontraba junto con la feérica, dándose ambos la mano, sobre un alto puente plateado que colgaba entre unos árboles gigantes. Miró a su alrededor y vió algunos seres con los cabellos azules paseando con tranquilidad sobre los numerosos puentes iluminados por luces que flotaban, incandescentes, sobre ellos, de diferentes colores según en el árbol en qué estaban. Las que les rodeaban a ellos eran de color morado, esferas del tamaño de pequeñas frutas, como si fueran grandes luciérnagas durmientes.
Acto seguido se observó su propio cuerpo y lo que vió aún le sorprendió más: era transparente, como si su cuerpo fuera una leve brisa que flotaba en aquel sitio y, aún así, podía oler el arrebatador perfume de flores nocturnas y observar como, bajo aquellos enormes árboles, flotaba una especie de marea verde y transparente.

-Ichiro... - susurró él, con la voz entrecortada - ¿Dó...dónde estamos?

La feérica le observó, alegre y sin ningún síntoma de preocupación en su rostro. De hecho, parecía feliz, muy feliz a su lado. Sus ojos de color ámbar, a pesar de ser transparentes, parecían concentrar una cantidad de magia de inimaginable poder.

-Estamos en mi pueblo, Lúne - su voz sonaba más melancólica y lejana que de costumbre - No te preocupes, nadie nos puede ver, puesto que aparecemos como una niebla ante ellos - hizo una pausa y acarició la mano del humano - ¿Te gusta? Este es mi mundo.

Lágrimas empezaron a escurrirse por las mejillas del joven, mientras observaba las preciosas casas de mármol que se alzaban alrededor de aquella plaza repleta de mosaicos de colores.

-Me encanta, me siento...como en casa.

La ensoñación, sin embargo, desapareció tan rápido como había parecido, dándole a Lúne la sensación como si le estuvieran arrancando violentamente de un sueño en el que habría querido quedarse para siempre. Se encontró de pie, justo en el sitio dónde había estado, y parpadeó varias veces para asegurarse que aquel fantástico lugar desde dónde la feérica procedía había desaparecido. Se sentía muy agitado, nervioso, y también muy abatido y con una gran sensación de impotencia, aunque no sabía por qué.

Alguien le palpó el antebrazó haciando que volviera por fín a la realidad.

-¡Lúne! - Ichiro esbozaba una media sonrisa, encogida de hombros - ¡Aquellos se han marchado! ¡Corriendo! - se tapó la boca, ahogando una carcajada - ¡Deberías haber visto la cara de la chica! ¡Era el terror personificado!

El humano recobró la sonrisa, sacudiendo ligeramente la cabeza, pues ésta ahora le dolía, y mucho.

-Ya verás qué resultados más inmediatos vamos a obtener de esto - le guiñó un ojo, abrazándola y acariciándole los azulados cabellos - Va a ser muy divertido.

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