Tuesday, June 10, 2008

Capítulo 4. Agros

Estaban en una habitación oscura y forrada de madera, una habitación repleta de potingues, libros y pergaminos. Había muchos tipos de relojes, cuadros inmensos con dibujos de paisajes desiertos y decadentes, y seres siniestros danzando o morando en soledad, y colgados en las paredes todo tipo de espejos e instrumentos musicales como liras, arpas, laudes, violines y guitarras. Tanto el suelo como el techo estaban decorados con una alfombra azul oscura. En el techo habían colgados una serie de ramilletes de lana de diferentes colores y tamaños, algunos de ellos llegando a tocar el suelo. Sobre una mesa rectangular había una cantidad ingente de diferentes objetos y mecanismos extraños, a saber: un péndulo con forma de ojo rasgado en contínuo movimiento, una brújula con signos herméticos cuya aguja cambiaba constantemente de dirección, plumas de diferentes aves exóticas en un cuenco, etc. En el centro de la superficie había colocado un antiguo candelabro de bronce en dónde 5 velas ardían lentamente, dando una luz sombría e intermitente a aquella habitación tan peculiar.

El jefe de la Orden de Varmal en persona había citado a Lúne para tener con él una charla personal y secreta, en la intimidad. Agros, el joven jefe de la orden, esbozaba una sonrisa franca con unos labios carnosos, ligeramente rojizos, dirigida hacia Lyres que estaba al otro lado de la larga y ancha mesa. Sus cabellos oscuros eran largos y caían como una cascada hasta el suelo, tras una silla alta adornada con distintas flores y espirales esculpidas en la madera. Sus ojos grises y almendrados transmitían tranquilidad y confianza, parpadeando con suavidad y delicadeza mientras hablaba con una voz dulce y clara como el alba de un día primaveral.

-Muy bien, Lúne, puedo observar en tu pecho, y ya me fue informado con antelación, que eres el representante de Varmal en el Colegio. ¿Cierto?

-Así es - dijo Lyres, mirándole con un rostro sin vida, apagado.

-Dejémosnos de convencionalismos y cordialidades - Agros se echó hacia adelante, sin perder la sonrisa - Fuí informado sobre el hecho que asesinaste a dos amigos tuyos. Sin duda, con toda seguridad serás expulsado. Ahora bien, desearía que me contaras todos los detalles. Me explico: tu versión de la historia.

Lúne se recostó en su silla y plegó las manos ante su rostro.

-¿Por qué se la iba a contar? No se va a creer nada de lo que diga. Nadie me cree. Además - enterró su cara en sus manos - merezco ser expulsado. No quiero hablar sobre ello, es demasiado doloroso.

Lúne empezó a sollozar. Agros le acarició la mejilla derecha con su gran mano.

_Entiendo tu dolor, chico, lo entiendo perfectamente - dijo con un tono melancólico y paternal - Pero sin querer acabas de escoger un camino del que ya no hay vuelta atrás.

Agros se levantó de su alto asiento, se dirigió hacia un rincón de la habitación, agarró una pequeña silla brodada con peces de colores y la colocó al lado del chico, sentándose en ella, a su lado. El jefe le pasó un brazo por la espalda y con la otra mano le levantó la barbilla. Los ojos grises de Lúne parecían dos bellas fuentes fluyendo, repletas de agua.

_Tómate el tiempo que quieras - le dijo, sonriendo - Sé que no es fácil para ti. No lo sería para nadie.

Entonces, al cabo de un tiempo, Lúne, entrecortado aún por súbitos ataques de llanto, le contó todo lo que les había ocurrido a él y a sus amigos desde que entraron en el Mundo Feérico por la Puerta. Agros no paraba de asentir, como si todo aquello le sonara familiar o, incluso, propio.

-Así pues os reunisteis, en contra de las normas, con seres feéricos - Agros esbozó una media sonrisa después de parpadear con cierto asombro, se levantó de la silla y se dirijió tranquilamente hacia una ventana que daba hacia las montañas recubiertas de nieve reciente - Juegos absurdos como ese de saltar sobre una hoguera en el mundo feérico no tiene valor simbólico, tiene valor real - Agros le acarició el pelo al muchacho desde atrás - Lúne, te hablaré sin rodeos. Te has convertido, sin querer, en un ser con facultades mágicas, lo que significa que tienes un vínculo invisible con otro mundo. En tu caso tienes un vínculo con el Mundo Feérico. Quieras o no, tendrás que empezar a afrontarlo.

-¿Qué tendré que afrontar?

-El dolor de ser diferente.

Lúne lo miró con una mezcla de odio y de tristeza.

-A mí esas frases tan rotundas que se dicen para quedar bien no me interesan. Sé más concreto.

Agros estalló en carcajadas y volvió a sentarse frente a él, tras la gran mesa de roble.

-Veo en tus ojos una personalidad dura, incorruptible. Pero también veo mucha ambición y oscuridad.

-¿Tú què sabràs de mi? Solamente dices lo que te conviene para intentar influirme. Te aprovechas de mi abatimiento.

-¿Ves? Comprendres a Varmal. Por eso eres uno de los nuestros, y ahora más que nunca - Agros se recostó en su alta silla y suspiró - Verás...a mi me ocurrió lo que te ha ocurrido a tí. Yo soy como tú, por eso me importas. No tiene que ver con nada más. Simplemente compartimos la misma carga. La Orden de Varmal siempre ha sido malinterpretada por esos que ahora están asolando el mundo con las guerras. Supongo que ya sabrás lo que són los Lamat.

-Si pero, ¿Qué me importa ya eso después de lo que he hecho?

-Yo no te culpo por lo que te pasó. Culpa al destino, culpa a la suerte, pero no te culpes a tí. En nuestra orden, Lúne, hay muchos que como tú són vistos como los malvados de esta sociedad, cuando en realidad es que lo único que pasa es que vivimos por un ideal y estamos fuera de sitio. Queremos construir la libertad entre todos, pero desde siempre nos han intentado demonizar. ¿Entiendes? Acabas de dar el paso más importante de tu vida, y ese paso siempre viene precedido por la incomprensión y el dolor que trae la pérdida. Siento decirte eso a tu edad, pero estás madurando a un ritmo muy rápido y vale más que te des cuenta de ello.

-¿Qué esperanza me queda en este mundo más que la muerte? ¿Por qué demonios los maté? ¡¿Por qué a ellos y no a los que se lo merecen?!

Agros lentamente se dirigió hacia su extensa biblioteca, y, silbando una dulce melodía empezó a buscar un volumen con el ceño ligeramente fruncido. Finalmente, escogió un enorme libro de piel roja, ribeteado con espirales verdes, y lo colocó encima de la mesa. En un instante lo abrió por una página y empezó a leer.

-Y así aquel ancestral poder me arrebató la esperanza y la vida, y por ignorancia hice cosas de las que siempre me arrepentiré. Controlad la fuerza que llevais en vuestro interior y seréis virtuosos. Al fín he abierto el Portal que nos llevará hacia una libertad eterna y ahora sé que todos los errores que cometí y los sacrificios que hice valieron la pena. Por el honor y la gloria de nuestro pueblo yo, Fentar Löwich, guiaré como una llama imperecedera los destinos de toda la humanidad - el jefe de la orden cerró el libro con cuidado y levantó los ojos hacia el joven - Este hombre, Fentar Löwich, a los 18 años era un demonio. Se rumorea que fue a esa edad que por primera vez entró en contacto con el mundo feérico y de una forma mucho más vinculante pues él era del Mundo Ordinario. Nadie se acercaba a él pues a veces parecía entrar en posesión y mataba a quien tuviera delante, hasta que un día consiguió focalizar todo su poder en liberar a la humanidad. Gracias a él pudimos volver al Mundo Espiral y se convirtió en el héroe más laureado de la historia. Tienes que empezar a controlar tu poder, y tienes que empezar a distinguir entre lo que ven tus ojos de este mundo y lo que ven tus ojos desde la dimensión feérica, y elegir el camino que te conviene - seguidamente abrió un cajón bajo su mesa y sacó de él una pequeña lámina. Agros se la enseñó al joven. En ella estaban dibujados jóvenes como él bajo un abedul gigante, todos sonrientes y abrazados.

-Yo soy el que está a la izquierda de la imagen, ¿ves? El único que aparece con semblante serio y grave. Los que me rodean fueron mis mejores amigos.

-Se os veía felices, sin duda.

-Al cabo de un año todos murieron. Yo los maté - dijo Agros, con un tono amargo, como si aún le costara hablar de forma natural sobre el tema. El jefe de la orden lo miró y le sonrió con melancolía - ¿Entiendes ahora?

A Lúne no le hizo falta escuchar nada más. Rompió de nuevo a llorar. Agros se acercó a él y lo abrazó como ya hiciera anteriormente, acariciándole sus largos y oscuros cabellos.

-No te preocupes, Lúne. No te abandonaremos. No te dejaremos sólo. Tu eres nuestra esperanza. Además, haré todo lo que esté en mi mano para que todos se olviden de este incidente. Nadie sabrá lo que hiciste, excepto yo claro - le guiñó un ojo, de forma amistosa.

-A mi me importa un rábano, la esperanza - balbuceó y, acto seguido, se separó de él y corriendo salió de la habitación dando un portazo.

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