Tuesday, June 10, 2008

Capítulo 8. Fiesta

Una vez Lothan entró en el interior de la Cerca, la noción de distancia y la noción de tiempo cambiaron radicalmente. Observó una extensión enorme de praderas y pequeños montículos del color de la esmeralda que brillaban encendidos por cientos de hogueras solitarias, dispuestas en varios kilómetros a la redonda. Con gran satisfacción se colocó su máscara parcial, una curiosa y pequeña máscara de zorro. Siguió andando por un camino empedrado, entre decenas de vociferantes y alegres miembros de la orden que se daban palmadas en la espalda, brincaban, danzaban y se besaban. El sendero empedrado brillaba pulcro bajo sus pies, como si nada pudiera mancharlo jamás, aunque arrastraras tus pies llenos de fango por encima. Instintivamente miró hacia atrás y su asombro fue mayúsculo. Una gran extensión de montañas y bosques se extendía más allá del horizonte y a lo lejos, en las lomas, observaba a grupos aislados de Veliren que se dirigían hacia la celebración con antorchas. La cerca había desaparecido. Sin duda, aquel año los archimagos de Varmal habían creado un prodigio digno de los memorables tiempos del Nacimiento, cuando la orden de Varmal era joven y la sangre bullía más caliente que nunca. Sin más dilación, siguió andando por aquel precioso sendero el cual llegaba a una bifurcación de caminos varios cientos de metros más adelante.
Justo en el centro de aquella bifurcación, desde dónde partían tres caminos uno hacía el norte, otro hacia el este y otro más hacia el oeste, se alzaba un enorme ciruelo florecido, cuyas hojas caían gráciles, flotando como si quisieran despertar una poesía terrible y bella en su pronta muerte. Bajo el árbol un trobador galantemente vestido con ropajes de un azul claro y brillante recitaba sus poemas acompañándose con un laud finamente decorado con delfines y barcos estilizados bailando bajo y sobre olas que dibujaban espirales violeta. Llevaba puesta una máscara de ciervo, con dos enormes cuernos incorporados. Una pequeña congregación de miembros lo escuchaba sentado, varios de ellos fumando en pipa, otros con copas de vino especiado en la mano y algunos otros sencillamente estirados junto al camino, en la hierba.

-...pues la lluvia dorada
se filtra dentro de nuestros miedos
tres sendas y solamente una
será la afortunada
de acoger a otro de sus hijos.
El sello se abre en el interior
del misterio
Los caminos pueden separarse
pero algún día vuelven a su cauce
juntos.

¡Danzad hoy bajo la terrible
oscuridad!
Vuestros deseos permanecen
escritos en mi gentil laud.
Regocijaros ahora
el tiempo es una ilusión
y aquí vosotros sois
esa ilusión.


A Lothan aquella canción le relajaba de una forma inaudita y, al mismo tiempo, le encendía el alma a fuego lento. No podía evitar sonreir y abrir más los ojos. Sus piernas no respondían, flaqueaban pero en el fondo las sentía llenas de energía, fuertes como el tronco de aquel ciruelo. Sin querer esperar un solo instante se decidió por seguir el camino del Oeste.

El Oeste siempre le traía buenos recuerdos.

Hacia allá se dirigió, y pudo observar que el mismo camino lo había tomado una delgada y menuda joven ataviada con una bella máscara de Yrissi, las hadas pálidas como solían llamarlas los humanos antiguamente. La máscara sin embargo solamente le tapaba parte de su rostro, y tras ella se veían unos ojos de color violeta muy expresivos igual que una boca de piñón que parecía cincelada por un artesano feérico.
A ambos lados del nuevo sendero, ahora repleto de flores de loto que despedían una fragancia inexplicablemente maravillosa, se alzaban enormes pinos de clima templado sobre las cuales había encendidas linternas con forma de caballito de mar enroscado. La luz era profundamente azulada, de un azul tremendamente oscuro que casi rivalizaba con el negro. Así pues, aquellas pequeñas linternas convertían todo el ambiente y también sus propios corazones en aquel azul que parpadeaba armónicamente por la breve influencia de un viento perfumado por aquellas flores que hollaban.

Lothan se dirigió hacia aquella muchacha que le precedía, totalmente despojado de los límites que marcaban su propio Yo.

-Todo se mueve dentro de mí como si en mi interior se albergara un profundo océano de sensaciones inexplicables, pero conmovedoras y apasionantes - habiendo dicho eso, se puso a su lado andando a un paso más relajado, y miró hacia su rostro. El magenta relajaba aún más sus delicadas facciones, su belleza intrínseca. A Lothan se le cayó una lágrima - Tú le das sentido a todo lo que rodea este lugar. Eres la Esencia, la Reina perdida de las Yrissi que eternamente buscarán.

La joven no pareció ruborizarse al escuchar aquellas galantes palabras. Más al contrario. Le devolvió una inocente sonrisa y muy coqueta se echó sus largos y rizados cabellos de color negro hacia atrás. Un resplandor rojizo empezaba a entreverse en el horizonte, un ténue resplandor que lo cubría todo y se mezclaba con delicadeza con aquel intenso color dentro del cual estaban inmersos.

-Yo me siento como un capullo que de repente se ha abierto para siempre al amor, a la pasión, a la armonía y al placer - dijo ella, acariciando con fragilidad los cabellos cobrizos de Lothan sin por eso dejar de andar hacia aquella luz carmesí - Siempre te he admirado, Lothan, eres el poeta que moldea mis pensamientos con unos colores perdidos en las profundidades del paraíso onírico. Te amo.

Y así se dieron la mano, sin más, como si aquel impulso fuera tan obvio que no albergara otra importancia. Los simbolismos habían desaparecido pues no hacía falta explicar nada. La intuición reinaba y, juntos, subieron una pequeña loma ya ligeramente encendida por unos rojos que danzaban con las sombras de los últimos pinos que ya iban desapareciendo en pos de grandes arenales poblados por aisladas encinas.
Justo cuando remontaron la loma se encontraron con un espectáculo que les volvió a moldear sus sentimientos sin que ellos fueran conscientes de ello. Sobre una gigantesca playa que abarcaba kilómetros y kilómetros de una arena negra y fina, había encendidas un número inabarcable de hogueras con músicos tocando por todas partes y Vermel bailando alrededor y sobre ellas, cuentacuentos que, aparcando las guitarras, interpretaban a héroes legendarios con magnífico brío. Otros hacían el amor sin ningún pudor, organizando grandes orgías y, jugando con un silencio benévolo, gritaban sin disimulo.
Pero lo que más impresionó a Lothan fue observar como cientos de enormes barcos de vela flotaban alrededor de toda la costa. Largas escaleras de plata llevaban a cada uno de ellos, los cuales estaban atestados de Vermel bebiendo en grandes cuernos, riendo y cantando. Parecía además que en los camarotes había actividad, pues en las pequeñas ventanillas que daban hacia el vasto mar se podían entrever vagas luces amarillas y sombras que oscilaban suavemente en el interior. Los dos amantes se miraron bajo sus máscaras, ahora pudiendo discernir mejor sus ojos y entendieron al instante el deseo que tenía el uno por el otro.

Así pues, y sin más dilación, bajaron la loma corriendo, con rapidez, con una amplia sonrisa en sus rostros. Gritaban sin saber realmente qué decían, aunque aquello era lo que tenía menos importancia en aquel momento. Se dirigían a aquellas preciosas escaleras argentinas que llevaban a uno de aquellos imponentes barcos que flotaban cerca de la costa y, en vez de sortear las hogueras que obstaculizaban su camino, saltaban sobre ellas mientras que el resto de Veliren les aplaudían con entusiasmo alegres por ver aquel arrojo pasional que llevaban los dos nuevos amantes.

Finalmente llegaron a las estrechas escaleras de plata, las cuales albergaban a ambos lados unos bellos arrambadores de madera oscura decorados con dibujos de vivos colores que representaban bellas escenas de naturaleza indómita: árboles frutales, montañas nevadas con grandes nieblas, solitarios desiertos con dunas que se perdían en los horizontes y junto a ellos se entremezclaban otros dibujos que representaban escenas trobadorescas en las que aparecían dibujados con rasgos impresionistas bardos vestidos con trajes de gala tocando música para bellas damas semi-desnudas con túnicas azules, blancas y violetas. Junto a ellas también aparecían seres feéricos danzando junto a hogueras, andando sobre las copas de los árboles y besándose mientras correteaban sobre los ríos y entre las colinas esmeralda. Al ver aquello, los ojos de Lothan se maravillaron y su corazón se aceleró. Tan rápido corría hacia el gran barco varado que la complejidad y la gran cantidad de pinturas dejaban impresiones tan diferentes y arrebatadoras en su interior que aquellos colores frescos parecían cobrar vida creando una amalgama en sus sentimientos diversa que no podía discernir con claridad.

Justo al pisar la cubierta del navío, Lothan abrazó a su compañera a la cual solamente le llegaba al ombligo, y empezaron a danzar y a dar vueltas chocando a menudo con otros vermel algunos tambaleándose borrachos blandiendo grandes cuernos repletos de vino especiado y otros sencillamente fornicando sobre dicha cubierta forrada de madera de sauce. Abajo, en la zona de los camarotes por la que se accedía a través de una gran trampilla forrada de platino, se oían risas y música adornada con violines, gaitas, flautas, arpas, acordeones y guitarras. Aquello era todo lo que Lothan había soñado durante toda su vida. La jovenzuela, después de danzar durante media hora sin parar de reir, cantando y besándose en los labios, llevó al enano hacia proa. Una vez allí se desvistieron a toda prisa, con un súbito y enorme arrebato lujurioso que les proporcionaba el olor a salistre que arrastraba el templado viento marino. Algunas golondrinas despistadas, pues era ya de noche, aún cantaban sobrevolando sus cabezas, aquel reconocido sonido que evoca el comienzo de la victoria de la luz sobre la oscuridad, una oscuridad simpre adorada por su Orden. La Luna Negra, de hecho, simbolizaba el triste comienzo que suponía para Varmal la primavera y la siguiente etapa, el verano. Era tiempo de despedir la amada negrura, las largas noches evocadas magicamente por los sueños de los seres feéricos.

Ambos se tumbaron en el suelo, y una vez uno encima del otro, la joven agarró el miembro de Lothan bajo su blanca túnica y empezó a moverlo con un movimiento ascendente y descendente. Se besaban con fuerza y a Lothan le parecía como si su alegría fuera tan gigantesca que su mente ya no pudiera soportarlo más y muriera abrumado por la maravilla y el deseo. Moría en deseos de poseer a aquella joven y de emborracharse con su belleza hasta morir. Estaba preparado para ello.

El barco, bajo la sorpresa de Lothan, zarpó y levó anclas, pero aquello no le importaba ahora lo más mínimo e incluso le llenaba aún más de regocijo. Ahora aquella brisa marina era más intensa y dejaban atrás los rituales fuegos y la alegre música. ¿Hacía donde se dirigirían? Si aquella fiesta de cada vez era más mágica y sublime, quizá se dirigirían a un lugar aún mucho mejor, pero tampoco le importaba. Donde querría morar siempre era junto a aquella joven con el rostro parcialmente escondido bajo aquella preciosa máscara.

Mientras seguía estimulando su pene, ella le sonreía y sus ojos violeta brillaban con frescura, como si con solamente una simple mirada se bañara en una límpida fuente repleta de suaves silencios que le acariciaban un amor renovado, un renacimiento jamás soñado y una dicha sobrenatural que le hacía sentirse eterno junto a ella. Eran ya solamente una persona, fundidos en un arrebato más intenso que los colores que el Sol deja al ponerse en el horizonte. Mientras él le acariciaba ya su vagina y le metía dos y tres dedos en su interior con delicadeza y sin pausa y le estimulaba el clítoris con el pulgar, ella gimoteaba con una sonrisa entre virginal y maliciosa a la vez, pidiendo con su mirada que no parara.

Diez minutos más tarde, después de unos intensos preliminares, ambos se desnudaron completamente. Sus senos, ¡Oh! Aquellos dos pequeños senos eran como dos flores de azahar abiertas, apuntando hacia las estrellas que los adoraban, pues dos flores como aquellas jamás vieron los pálidos astros sobre ningún otro sitio en el vasto universo. Si alguien le hubiera dicho que aquella mujer era la hija de dos bellos Yrissen, cuya belleza era legendaria en los cuentos que se narraban sobre ellos y cuyas mujeres pálidas se deslizaban grácilmente dentro de los manantiales que contenían un líquido cristalino llamado Irem, un líquido que bebido por un mortal tenía un sabor tan bueno que este moría porque el alma al sentirse ya plena para siempre se desligaba del cuerpo, lo hubiera creído sin dudarlo un momento.
También se decía que este líquido simplemente era la imagen y la respuesta que daba la naturaleza a la pureza blanquecina de aquellas jóvenes y ahora Lothan, al observarla con detenimiento, se daba cuenta que aquella leyenda podía ser cierta.

Colocándose sobre ella de nuevo la volvió a besar, esta vez detrás de las orejas y en su cristalino cuello que sabía a aroma de violetas caídas, dormitando en un lago. Sin poder aguantarse un minuto más, decidió susurrarle al oído en un tono de voz varonil y sereno que él jamás había tenido y que no reconocía en él mismo.

-¿Cómo te llamas?

Ella entre pequeños gimoteos lo miró a los ojos, esbozando una complaciente sonrisa y abriendo aquellos violaceos y grandes ojos infantiles que aún le hacían acrecentar más y más su deseo.

-No lo recuerdo. Poséeme - contestó, con ligera impaciencia y abriendo poco a poco aquellos finos labios que dibujaban un corazón carmesí.

Lothan, sin más dilación, la agarró con fuerza por la cintura acariciándole unas duras y respingonas nalgas que le ofrecían un tacto cercano a lo que se siente cuando se acaricia un pedazo de seda del país de Rone. Colocó el pene a la entrada de su vagina y, de repente, un sonido casi imperceptible de campanas sonó provinente de estribor y fue haciendose cada vez más audible a los pocos segundos de escucharlo por primera vez. Sin apenas darse cuenta, la joven lo había empujado a un lado con violencia, se había levantado como un resorte, y había recogido su toga vistiéndose de nuevo. Habiendo hecho esto, le ofreció la mano a Lothan para que se levantara.

Lothan no cabía en su sorpresa.

_Pero...¿no íbamos a...?

-Cállate, ven conmigo a babor y cuando veas el tren pasar salta conmigo. No des un paso en falso, te lo advierto - la mirada de aquella joven había cambiado por completo, tornándose dura, fría y severa. Y mientras tanto, Lothan se quedó con una erección casi insoportable, una erección dolorosa. ¿Por qué le había rechazado? ¿Por qué?

El enano tenía ganas de llorar, no comprendía nada.

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