Friday, June 20, 2008

Capítulo 17. Guerra. Parte 1

Los aguerridos soldados de Varmal Auténtico, comandados por Melack y su nuevo Druida Lothan, que hacía las veces de estratega oficial de los disidentes, se habían precipitado con furor y entre gritos bélicos apoyados por tambores, sobre el Templo para así rodearlo y esperar que los guerreros de Agros tuvieran que salir a defender la Fortaleza. Toda la infantería, unos 250, estaban provistos de falanges y espadas cortas. Algunos de ellos estaban congregados alrededor de los muros del edificio llevando catapultas y arietes, abriendo poco a poco brechas en él para obligar a los de dentro a salir como ratas apresadas.
Era un auténtico espectaculo observar como los habitantes de Fortaleza, los cuales en un gran número se habían congregado para ser testigos de la investidura del miembro de Varmal más joven de la historia, se habían echado atrás y se habían introducido en los bosques, totalmente sorprendidos, sin creerse lo que estaban viendo.

Lothan, mientras tanto, con una voz tranquilizadora y, sin embargo, dura e inflexiva, les exhortaba a abandonar el lugar, llevando consigo la vara de roble y vestido con una túnica blanca, al más puro estilo druídico.

-¡Amigos! ¡Esta no es vuestra guerra! ¡Estad tranquilos, solamente es la guerra contra el traidor! ¡Iros a vuestras casas! ¡Marchaos!

Pero era en vano. Aquellas gentes no tenían conocimiento algunos de los planes urdidos tanto por el jefe de Varmal ni tampoco de los del archimago disidente, Melack. Siguieron, entonces, espectantes y asustados, sin saber hacia dónde dirigirse y escuchando como aquél druida enano les daba instrucciones. Todo aquello era surrealista, pero sin embargo aquello estaba ocurriendo.

Como estaba previsto, finalmente los guerreros de Agros cedieron y, preparados para luchar hasta la muerte, salieron corriendo y gritando como posesos por la puerta principal llevando largas espadas, mazas, dagas y picas. A simple vista, el ejército que imponía más, sin lugar a dudas, era el de Agros, pues iban todos ataviados con bellas armaduras negras, el yelmo carmesí y una pequeña túnica esmeralda que colgaba tras sus espaldas. En cambio, el ejército de Melack se había quedado plantado en el terreno sin avanzar, un ejército de armaduras con cota de mallas blanca, una pequeña capa malva tras su espalda y sus yelmos amarillos que semi-ocultaban unas caras desencajadas por observar el mayor número de soldados que tenía disponibles el sumo archimago de Varmal: unos 400, y todos se dirigían de forma atropeyada hacia ellos.

-¡No retrocedais! ¡Bajo ninguna circunstancia! ¡Mantened la posición y dirigid las falanges hacia adelante! - rugía Lothan, el cual se hallaba en la retaguardia del ejército por su condición de druida desarmado y de dirimidor de contiendas. Varmal Auténtico había escogido el antiquísimo modelo druídico ya extinguido centenares de años atrás, el cual había sido traido directamente del Mundo Ordinario. Eran las figuras que mantenían a los pueblos humanos constantemente unidos con el Mundo Feérico, y en realidad sus figuras eran más importantes que los mismos Reyes. La Orden de Varmal, obviamente, carecía de aquella figura.

-¡Si seguimos el plan acordado triunfaremos, Yna! - exclamó ahora Lothan, alzando su vara de roble con energía - ¡Atención, ya están sobre nosotros! ¡Preparadas las falanges! - se hizo un silencio, pues, antes de que el ejército defensor llegara hacia sus filas, un nutrido grupo de arqueros se había apostado sobre las ruinas del Templo que ya empezaba a arder por dentro, sin duda unos arqueros con gran ímpetu suicida, y empezaron a lanzar andanadas de flechas hacia ellos.

-¡Escudos arriba y mantened las falanges derechas! ¡Mantenedlas! - siguió gritando Lothan.

El ejército de Lothan, apostado en largas filas formando un perfecto rectángulo totalmente repleto de aquellas larguísimas falanges, sufrió las primeras bajas por herida de flecha. Pero Melack no dió orden de replegarse, más al contrario.

-¡Un paso adelante! ¡No pasarán!

Aquel grito de "No pasarán" se extendió por toda la tropa la cual, antes poco convencida del éxito, ahora repetían aquella frase y, con fortura, aguantaron la estampida de aquella variopinta infantería. Entonces, causando las primeras víctimas en el ejército de Agros, se envalentonaron, y empezaron a avanzar lentamente con las falanges, reteniéndoles de cualquier tentativa de acercamiento. Sin duda, la estrategia arriesgada de llegar falanges con el inconveniente de limitar sus movimientos había tenido éxito y lograba que la lucha estuviera concentrada solamente en un punto, el punto que interesaba a Lothan y a Melack.

Y así, empezó la encarnizada lucha de espadas, pasando las falanges a retaguardía para que siguieran reteniendo al ejército de Varmal. Aquello empezó a ser una carnicería por parte de ambos bandos: cabezas y miembros cercenados, pechos atravesados, gritos desgarradores que preceden a la muerte y la huída generalizada de la población que había decidido quedarse a observar el espéctaculo resguardados en los bosques circundantes. Sin duda, nunca se habían esperado aquello, pues creían que formaba parte de una obra de teatro, de un choque ficticio entre ejércitos que iba a desarrollarse en honor al nuevo investido.

Cuando parecía que la batalla terminaría en tablas y tendría que decantarse tarde o temprano, de forma pírrica, a uno de los dos ejércitos (de momento el que parecía más favorecido era el de Varmal Auténtico, con su excelente organización), apareció lo que Lothan había esperado con una mezcla de horror y excitación (pues eso significaba que sus planes iban como la seda): un regimiento de caballería del ejército de Agros desde el flanco, apareciendo desde un bosque situado en el Oeste, dirigiéndose directamente hacia ellos. Lothan se giró hacia los jinetes retrocediendo algo sobre sus pasos y siguió pidiendo que siguieran luchando sin amedrentarse ante aquella súbita aparición.

Pero no todo había salido como esperaba.

A la vanguardia, cabalgando sobre un precioso semental negro e imponente, se acercaba al trote, con una espada bastarda en ambas manos, Agros, pero lo que dejó conmocionado a Lothan fue observar la figura que iba inmediatamente a su izquierda...

¡Era Lúne!

No, debía tratarse de una confusión. Aquel niño no sabía luchar, o eso creía, pues jamás había sido instruido en el arte de la guerra. No obstante, mayor fue su sorpresa al ver que en su mano derecha llevaba una larga espada sin ningún esfuerzo, erigida hacia arriba en señal de amenaza y con una endemoniada sonrisa en sus labios.

-¡Varmal, para siempre! - gritaban todos al unísono, organizados en forma de triángulo, que simbolizaba su intención de aplastarlos con una sola andanada. Ya estaban muy cerca, demasiado cerca, y empezó a cuestionarse si realmente el plan había funcionado. Lo mismo debían pensar la infantería, pues empezaban también a retroceder y a perder terreno frente a sus adversarios. Incluso algunos en la retaguardia habían empezado a huir hacia los bosques y, por mucho que dijera, sabía que no podría cambiar el ánimo de sus soldados hasta que...

...Hasta que por fín se escuchó el cuerno de Melack resonando por todo lo ancho de la Fortaleza e incluso hasta las lejanas montañas y valles.

-¡Ahora sí! ¡Al ataque! ¡A muerte, mis hombres! - espetó el druida, gritando como un poseso y enarbolando de nuevo su vara de roble - ¡Por Espiral!

Sus maltrechos hombres, entonces, reunieron las pocas fuerzas y energías que les quedaba, observando el arrojo de su Señor Melack y, en un último impulso, lanzaron las pocas falanges que aún blandían al suelo y se echaron hacia adelante con espadas cortas, los ojos en blanco, desorbitados e inyectados en sangre, como aquel que sabe que va a morir pero lo va a hacer luchando hasta su último aliento. Fue, sin embargo, tan dura la respuesta, que en pocos minutos los acorralaron al ejército de Agros contra las paredes del Templo.

Mientras tanto, el ejército de jinetes de Melack había hecho su estelar aparición en el momento más oportuno, un ejército mucho mejor compensado en armas que el de Agros, pues en aquel regimiento, dispuesto en perfecto círculo para así protegerse mejor los unos a los otros, había 3 grupúsculos: el de arqueros montados, el de lanzas y el de espadas. Por otro lado, el ejército de Varmal tenía la ventaja de tener armaduras más pesadas y una mayor cantidad de hombres que casi los doblaban: iba a ser una batalla muy igualada y sangrienta.

-¡Lothan! ¡Deja esto ya para nosotros! ¡Tengo un pequeño y joven caballo para tí! ¡Si hay suerte, nos vemos en unas horas en el campamento! ¡Has hecho un gran trabajo! - vociferó dijo Melack, ofreciéndole el caballo que le había llevado expresamente para él.

Lothan sonrió, satisfecho y orgulloso de sí mismo, por una vez en su vida.

-¡Por Espiral y por Melack! - gritó, antes de marcharse de aquel ensangrentado lugar. Todo el ejército repitió aquellas palabras.

Bajo la sorpresa de Agros, que se había esperado una ofensiva aparte de la infantería pero no con aquella pasmosa organización (había creido, por desgracia, que se trataba de un ejército disperso, desorganizado y poco preparado), observó como lejos de quedarse defendiendo con aquella estrategía de protección de Círculo, los jinetes disidentes los atacaron por un flanco, obligándoles a desorganizarse. Aún conociendo las intenciones de su enemigo, se había visto atrapado por ellos.

Se sintió desgraciado.

-¡Lúne! ¡Lucharemos hasta el final! - gritó Agros, con el ceño fruncido y con la rabia haciéndole temblar el cuerpo entero - Pero si por desgracia caemos, no te dejes atrapar por ellos. ¡Huye de la Fortaleza y no dejes que nuestro legado muera!

Lyres le hizo una pequeña reverencia con la cabeza, sin dejar de sonreir ante la perspectiva de la lucha.

-Esto haré, mi señor. Pero ahora hay que eliminar a estos traidores, Agros, no caigamos en el derrotismo - los miró a todos, y acto seguido exclamó, con un gritó que hizo retumbar el suelo.

-¡Por Varmal! ¡Al ataque!

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