Tuesday, June 10, 2008

Introducción. Capítulo 3. Melodía

Extraído del libro: "La luz menguante" de Nuán.

Una leve y dulce melodía era arrastrada por el viento, mientras el sol se ponía detrás del oscuro horizonte recortado de grandes montañas que se perdían en la distancia. Un viento frío del norte se desplazaba por entre las ramas de los altos abédules y fresnos, los cuales rodeaban bellas fuentes decoradas con dibujos de trazo exquisito de aves de todo tipo, que rebosaban agua por todos sus lados.
Yo andaba, como de costumbre, ensimismado con toda la belleza extravagante que me rodeaba, las fragancias que respiraba ávidamente las recibía con un estremecimiento de sumo placer, el canto de las aves las cuales habitaban entre familias risueñas y felices en aquellos parajes de ensueño me había olvidado de todo, las flores que lamían aquella misteriosa casa rústica que siempre me parecería extraña e inquietante y aquella música...si, ya la conocía, me era familiar, me traía una melancolía que me hería el corazón, pero que a la vez necesitaba, anhelaba con locura...Me dejé llevar por mis sentimientos, como solía hacer demasiado a menudo.

No os lo creeréis, pero me puse a bailar, había perdido el sentido del tiempo, y desde que había aprendido a disfrutar de todo lo bueno que me ofrecía la vida, nunca desechaba los buenos momentos, los cuales eran escasos y duraban muy poco.
No estaba completamente seguro que mi proyecto presentado a la Orden funcionara, ya que era el miembro más nuevo de esta, y, además, yo ya empezaba a desconfiar en las Ordenes que pululaban por este mundo.

Oí lejanas risas, no sé si dirigidas a mi forma de exteriorizar mis sentimientos, pero me fue indiferente.

Llegamos los dos a la puerta y yo fuí el encargado de abrirla con lentitud. Ante nosotros apareció una sala austeramente decorada, no había ni sillas ni mesas, estaba todo igual que cuando estuve por última vez, y toda era de piedra con un techo de madera oscura. Había situados dos ventanales, y los dos miraban hacia el oeste, donde ahora se ponía el Sol, la luz del cual entraba levemente por ellas hacia una roca tallada con unos signos que sólo los miembros de la Órden éramos capaces de leer.

La roca estaba situada en el centro de la casa, y hacia allí nos dirigimos.

Llegábamos bastante tarde, y eso me preocupaba más que nada por mi reputación y no podía evitar, aunque no lo quisiera, que me preocupara lo que pensasen los demás de mí en aquel preciso momento. Saqué un pergamino que tenía aferrado en el costado de mis pantalones, y empecé a leer la complicadísima fórmula necesaria para entrar en el acceso secreto de la reunión.

El anciano estaba más tranquilo de lo que esperaba, aunque tampoco me parecía tan raro. Yo estaba seguro que escondía un as en la manga y que no era precisamente algo bueno. Me pasaban por la cabeza mil suposiciones, pero no me atreví a darles absoluta credibilidad. Con un movimiento armonioso, Hyunde se sacó algo de debajo de su túnica, me sonrió y me clavó su mirada y le pude ver por primera vez el extraño fuego que alimentaban sus ojos, pero me pareció que un halo de extraña armonía y bondad acariciaba y jugaba con dicho fuego, como viento perfumado que mece la hoguera.
Me cogió una mano con extrema suavidad, y depositó en mi palma una flor verde aparentemente corriente pero que nunca jamás había visto.
_Toma, ya sé que recelas de mí, lo he estado notando desde que nos encontramos por primera vez. Yo solo te digo una cosa: te pido que tomes eso de mi parte. Tu mismo sabrás ver algún día lo que quise decir con ese gesto.
Acto seguido me cerró la mano, y se dirigió escaleras abajo, y yo le seguí sorprendido y a la vez confundido por su sinceridad y solemnidad.

Ya se habían reunido casi todos, y todas las caras eran las mismas que de hace un año, sin ninguna novedad, solo que esta vez todos me entregaron una sonrisa de complicidad que era nueva para mi. El sitio elegido por la orden para las reuniones de alto secreto no era ni mucho menos una sala propiamente dicha. Era un espacio circular, cerrado por enormes robles muy ancianos, engalanados por cintas de colores que se mecían por un perfumado viento que provenía de unos espacios misteriosos que solamente al jefe de la Órden le estaba permitido visitar. Detrás de los robles primigenios había un arroyo que lo circundaba y el suave ruido de este era una música de fondo celestial que ambientaba las reuniones. Los reunidos en vez de sentarse en sillas alrededor de una mesa, se sentaban en la fina hierba de un intenso verde, recostados en los árboles y formando un amplio círculo. En otro tiempo, cuando la Órden era más numerosa, todos los robles habían sido ocupados por sabios, pero ahora muchos permanecían vacíos, quizá aliviados de no tener a un intruso humano sentado al lado de sus raices.

Cuando Hyunde y yo ocupamos nuestros respectivos sitios, uno a cada lado del lugar arbolado, los susurros que hasta ahora se oían entre los presentes se suavizaron hasta permanecer en absoluto silencio. De acuerdo a la tradición de la orden, cerré los ojos justo cuando sabía que el silencio volvería a ser roto. Entonces el tierno sonido del Arpa Mágica de Hulen empezó a moldear las primeras melodías sagradas que nacían de lo más alto del roble más elevado y anciano de todos. Hulen era una orden musical y bárdica, y como tal, los bardos tenían una posición envidiable dentro de ella, de hecho, el actual jefe de la Órden era bardo aunque no era él el que interpretaba la sagrada canción. Por alguna extraña razón que se pierde en la noche de los tiempos, estaba prohibido por tradición oral que el jefe interpretara dicha canción.
Así pues, todos los presentes fueron hacia el centro del círculo, sin abrir los ojos, e instintivamente se dieron las manos, creando un círculo perfecto. El bardo empezó a cantar con una voz dulce y calmada.

Ünan fentar
fentar ünan
leyo keni tentra
lomanach nyo entam

Ünan fentar
fentar ünan

La canción estaba compuesta en un lenguaje ritual del que ya nadie sabía nada, ni siquiera el jefe de la orden. Se rumoreaba que había sido la lengua con la que se expresaron miles de años atrás los pertenecientes a la orden, para hacerla todavía más secreta y hermética. Sin duda, la canción antaño había constado de más versos y con más riqueza de melodía. Pero era un auténtico milagro que aún se conservaran estas palabras después de tantos siglos usando la lengua común y habiendo desaparecido mucho tiempo atrás la Alta Lengua, se dice que de orígenes feéricos.

Al cesar la música del harpa, una energía calida se congregó en el centro del círculo, alimentada por el suave cuchilleo de los árboles mecidos por la brisa y, de repente, se hizo de noche apareciendo las estrellas y las galaxias a millares en un conjuro súbito. Los congregados flotábamos a varios centímetros sobre el suelo. Seguidamente, todos caímos con suavidad al suelo y ya estábamos listos y preparados para empezar la reunión, ya en otro plano de existencia y de tiempo. Un fuego ígneo se había encendido en el centro del círculo, un fuego incombustible creado por la alta magia de todos nosotros. Y así una nueva reunión de la orden secreta de Hulen empezó.

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