Tuesday, June 10, 2008

Capítulo 7. Lothan.

Para Lothan, uno de los numerosos guardabosques de la Fortaleza, aquella sería una noche muy especial. Aquella noche se celebraba la Festividad de la Luna Nueva, la festividad más importante de la orden de Varmal. En ella se llevaban a cabo, se realizaban, todos los deseos que, por alguna u otra forma, habían quedado reprimidos a lo largo de todo el año. Existía libertad absoluta y ningún deseo, por macabro o indecoroso que resultara, podía ser reprimido de ninguna de las maneras. La única condición para poder entrar en aquella catársis multitudinaria consistía en ser miembro formal de la Orden, llevar una máscara, cualquier tipo de máscara, y una túnica blanca.

Antes de la Guerra contra los Lamat, esta festividad se veía como una aberración para el resto de órdenes. Por esta razón se celebraba en un lugar secreto, elegido a consciencia un año antes, alejado de cualquier población humana. Solían elegirse lugades de Energías Abiertas, o sea, profundamente ligadas al Mundo Feérico sin necesidad alguna de penetrar en él. Como curiosidad, Varmal, a diferencia del resto de órdenes, celebraba el principio de la Primavera con la luna nueva, una luna ausente en el cielo. Por eso a Varmal también se le llamaba, aparte de la Orden Maligna o Condenada, la Orden de la Luna Negra, lo cual hacía que su leyenda oscura, mistérica y tenebrosa se incrementara.

Cada año, al tener ahora que celebrarse en el interior de la Fortaleza, la festividad se celebraba en la zona más recóndita del robledal del nor-oeste, solamente alumbrada por unos pocos faroles y varias hogueras de gran tamaño. Como solamente a los miembros de Varmal se les permitía la entrada a dicha Festividad, el lugar dónde se celebraba el evento era rodeado y encerrado por una gran cerca de madera, guardada por los aspirantes más veteranos para entrar en la Orden, comunmente llamados pre-miembros (la palabra más culta, Velir, se dejó de usar hace unos siglos y ahora se usa esa palabra tan común. Los miembros de Varmal en cambio són llamados Veliren).

A la Fortaleza no solamente habían emigrado y huido de la Guerra famílias vinculadas a otras órdenes, sinó también muchas procedentes de los territorios vinculados a Varmal. Además, como todas las familias no vinculadas a Varmal se habían quedado sin orden debido a la destrucción producida por los monstruos feéricos, algunas de ellas habían decidido convertirse en aspirantes a miembros de Varmal y ya algunos adultos habían conseguido convertirse en miembros formales. Por eso aquella noche las túnicas blancas, contrarias a las negras que llevaban todo el año, y las máscaras eran abundantes, casi como en los años florecientes de la Orden de hace un millar de años.

Mientras se acercaba hacia el tenebroso y neblinoso robledal, Lothan ya escuchaba risas y gritos de júbilo lejanos. El viento también le traía las melodías sencillas de los juglares que animaban y daban colorido a los estrechos y escasamente iluminados senderos que llevaban a la cerca. Lothan se sentía ya sumamente excitado. Desde que hacía de guardabosques la vida se había convertido en una terrible rutina, en una pesadilla traducida en aburrimiento. Se sentía vacío, solo y cansado y se pasaba todo el año esperando aquella noche de frenesí y de locura multitudinaria.

Al fín, después de haber caminado un buen rato, llegó a una de las siete puertas de la Cerca custodiada por uno de los aspirantes a miembro de la orden, un joven alto y delgado, ataviado con la sobria armadura de los guardianes de Varmal antiguamente dedicados a la protección de la Orden contra los Lamat y contra la hostilidad de las otras Órdenes contra ellos, que ya duraba muchos siglos.
La armadura era toda negra con ribetes rojos en los costados, y el escudo de Varmal bordado en el centro de forma cuidada y perfeccionista. A aquel jovencito, en cambio, lejos de darle un porte épico y majestuoso, le quedaba ridícula y grande. Se extrañó al observar que aquel niño estuviera a punto de convertirse en miembro formal de Varmal. Se dirigió hacia él, con curiosidad, y le habló mientras con un gran jolgorio el resto de miembros entraban atropelladamente en la Cerca, ávidos de placer y de festividad. Entre el griterío de la muchedumbre era ya complicado hablar con normalidad así que tuvo que alzar algo la voz para dirigirse a él.

-Oye, muchacho - dijo, con una sonrisa de oreja a oreja - nunca antes te había visto por estos lares. ¿Cuál es tu nombre?

La mirada de aquel joven apenas cambió de expresión y, simplemente, bajó algo sus ojos grises para dirigirse a su interlocutor con una mirada gélida, como si repleta de nieve estuviera.

-Eso no es de tu incumbencia. Pasa.

-Oh, vamos, un poco de alegría jovencito. ¿Sabes qué dia es hoy? Tú dentro de poco tiempo podrás disfrutarlo. A muchos niños como tú aun les quedan años antes que puedan ser pre-miembros de Varmal.

-¡Que te digo que pases, enano! - dijo aquel joven, cambiando ya ligeramente de expresión. Su cara ya denotaba algo cercano al hastío y al odio, o a las dos cosas mezcladas.

Y así era. Lothan era enano. Enano de nacimiento. Medía solamente 1,20 m. de altura y eso, lógicamente y para qué negarlo u obviarlo, le había traido siempre problemas desde bien pequeño. Había nacido dentro de los territorios de la Orden de Mëra, la mítica Orden astronómica llamada comunmente la "Orden de las Estrellas". Lothan desde muy pequeño tuvo una gran pasión por la pintura, y ya desde los 4 años empezó a pintar sencillos oleos. Su padre, pintor solamente por afición, le enseñó las bases de la pintura y ya desde siempre mantuvo una forma de pintar muy original e independiente. Su pintura, muy reconocida más adelante por todo el mundo espiral, nunca fue bien acogida por la Orden de Mëra. Lothan nunca tuvo un interés especial por la astronomía, pues lo veía como una ciencia insulsa, sin sentido y aburrida. Prefería fijarse en las cosas cotidianas y del día a día que en estrellas a miles de años luz de la Tierra. A esta falta de interés se le añadía su enanismo, que era objeto de burla tanto por sus compañeros como por los mismos adultos y profesores. Muchas veces traía pinturas a la clase para enseñarselas a sus compañeros y se las rompían o el profesor se las requisaba para luego tirarlas a la basura sin ninguna contemplación. Pronto empezó a sentirse insignificante, solitario y decaído pese a ser un joven jovial y enérgico.

Sin embargo, su vida dió un giro radical cuando su família, por motivos laborales, tuvo que trasladarse a los territorios de la Orden de Varmal. Allí desde el principio le acogieron con los brazos abiertos y pronto su pintura fue muy bien acogida tanto por los miembros de la Orden como por el resto de los habitantes. Pronto, a los 20 años, se convirtió en miembro formal de la Orden y se convirtió en uno de los miembros más carismáticos y queridos, teniendo mucho valor además sus aportaciones tanto en el Arte como en sus conocimientos de cultura y tradiciones ancestrales. Incluso llegó a escribir un libro sobre los ritos perdidos del mundo espiral, en el que se basaron para añadir en el calendario dos festividades sagradas más. Su libro llegó a ser un libro de cabecera para toda la Orden.

Aún así, otra vez los problemas llegaron a su vida cuando 5 años atrás los Lamat empezaron a asolar el Mundo Espiral. Su entrada a la fortaleza le dejó en una posición nuevamente poco valorada pues ya no había tanto tiempo para el ocio ni para la contemplación. Sus pinturas, luminosas y enérgicas casi todas, en un mundo desolado perdieron interés y pasaron a ser olvidadas en un corto período de tiempo. Así pues, fue destinado como guarda forestal en el norte de la fortaleza, de alguna forma para quitárselo de encima. Pero no les guardaba rencor. Sabía que ahora aquel era su papel y que a pesar de todo siempre le debía lealtad y gratitud a Varmal.
Ahora la única festividad del año era la que se llevaba a cabo aquella noche y era su única ocasión para reunirse con sus antiguos compañeros de orden y para conocer alguna mujer, pues siempre había sido desafortunado en cuestiones amatorias.

-Hace ya 30 años que sé que soy enano - replicó Lothan, sonriente - pero me halagas por reconocer mi físico y decírmelo a la cara. Al fín y al cabo soy diferente a los demás y eso me hace feliz.

El joven no contestó y siguió mirando hacia adelante, sin inmutarse y con el semblante frío como una piedra.

-¿Qué ocurre Lúne? ¿Hay algo que te preocupa?

El joven de repente, en un impulso, agarró su lanza y la colocó en el cuello de su interlocutor. Sus ojos eran fieros y su cara se había enrojecido subitamente, como por arte de magia.

-¡¿Cómo demonios conoces mi nombre?!

-¡Hey! ¡Baja el arma jovencito! Todos en la orden de Varmal conocemos tu nombre, así como todos los nombres de los aspirantes. Pero tú por tu edad ya eres famoso en la orden. Como lo has hecho y qué has hecho para conseguirlo, eso sí que no lo sé. Pero algo tendrás que a ellos les interesa, ya sabes. Yo en cambio, ya ves, estoy olvidado por todos, pero bueno, poco me importa ya. Le estoy cogiendo gusto a esto de convivir con mi soledad y con mi pasado - dijo esto sin ponerse nervioso ante la amenaza del joven con su lanza y mirándole a la cara desde la diferencia abismal de estatura que había entre ambos. Su rostro sin embargo, se había tornado más amargo.

-Y ahora déjame pasar, chico. Pronto nos volveremos a ver - con suavidad, bajó el arma de Lúne con su mano derecha y pasó a su lado andando con paso renqueante y una recobrada sonrisa ante las espectativas de aquella magna fiesta. Lúne se giró y lo vió alejarse. Había algo en él que le había llamado la atención, pero no sabía qué. Pero siguió estoico en su puesto y vacío de alma.

Y nada le importaba, realmente.

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