Thursday, December 11, 2008

El lago ciego. Capítulo 3

Sin duda había caído en una trampa.

Rívon se hundía lentamente hacia el fondo de aquella oscuridad insondable y ya ni siquiera se molestaba en pensar en nada. Y si lo hubiera querido, estaba demasiado aterrado para que ningún pensamiento lógico cruzara su mente por un segundo. Solamente pensaba en qué estaba condenado a morir de hambre y sed en aquel abismo durante días y más días, como en una malvada condena. Aquellas hadas habían jugado con él.

Entonces se puso a llorar. No quería morir, no aún, tan joven, tantos sueños por cumplir y tantos caminos por recorrer. Pensó en lo injusta que siempre había sido su vida, y pensó en sus padres, en Ichiro, en Húgaldic y se dió cuenta de algo de lo que jamás había sido consciente hasta aquel momento: a su manera, allí era feliz. Nunca en su vida había sentido tantos deseos de volver a aquella aldea, de volver a ver a los suyos y de poder sentir el calor de su casa de nuevo, aunque solamente fuera una vez más.

Se dió cuenta de cómo odiaba y temía la soledad.

Sentía deseos de gritar y de aferrarse a cualquier cosa a la que le latiera un corazón, aunque fuera frío como el metal, o pequeño como el de un insecto. Tenía ansiedad por vivir, por hablar de nuevo, por tener fe en cualquier cosa, aunque fuera por una tontería, por una pequeñez. Por favor...jamás había creído en los Dioses, pero pedía por favor...que si algo existía, le ayudara a salir de ahí.

Una fuerte mano le agarró del brazo y, sin más dilación, tiró hacia arriba con tal violencia que sintió como si se lo fuera a desgarrar. Entonces, el agua de aquel lago empezó a zumbar en sus oídos con el sonido de millones de burbujas y, al instante, sintió cómo se mareaba y perdía el conocimiento.

Despertó con un agudo dolor en la nuca, con el cuerpo tirado sobre una especie de losa de piedra fría que le entumecía los músculos.
Abrió los ojos y todo seguía oscuro. ¿Acaso algo o alguien le había devuelto a tierra firme, o aún querían jugar más con él, torturarlo cómo habían hecho hasta ahora? No se fiaba, pero aún así se incorporó sobre sus codos y lanzó un suspiro de alivio y una sonrisa dibujó sus labios resecos. Al fín y al cabo, al menos por ahora, aquella pesadilla había terminado. ¿En verdad solamente había sido eso, una pesadilla?

Al cabo de un rato, la euforia de estar vivo y fuera de aquel lago que le condenaba a los abismos se transformó en rabia y en ira contra las que le habían hecho sufrir de aquella manera.

-¡Yrissi! ¿¡Por qué me habeis hecho eso?! ¿¡Qué mal os hice yo para odiarme de esta manera?! - hizo una pausa, y solamente una levísima brisa que se desparramaba entre los árboles cercanos era audible - ¡Salid de vuestro escondite de una vez! ¡Quiero volver a casa! ¡Quiero salir de aquí! - gritaba con todas sus fuerzas, fuera de sí, harto de toda aquella situación y con un dolor martilleante en las sienes.

-¿Ahora quieres irte?

Rivon dió un respingo hacia un lado, sorprendido por una voz clara y musical a la vez que burlona que había aparecido a su lado, en medio de aquellas tinieblas. Intentó levantarse, pero las rodillas se le doblaron y volvió a caer al suelo.

-¿Eres una de ellas, verdad? Una de las que me quiere torturar hasta matarme, supongo. ¡Muéstrate!

-Acabas de mostrarte tal y como eres en realidad - prosiguió aquella voz femenina, con musicalidad burlona.

Rívon echó la cabeza hacia atrás y empezó a reirse con nerviosismo.

-¿Y eso quien me lo dice? ¿Eres mi madre?

Unos dedos suaves le pellizcaron un moflete.

-Seguramente te encantaría que ahora yo fuera tu madre, para refugiarte bajo mis faldas - unas risas bajitas y traviesas aparecieron tras ella - Eres un niño que ha salido de casa creyendo que era un héroe, y solamente es eso: un niño asustado por la realidad que quiere volver a casa, olvidándose de su princesita.

-¡¿De qué princesita me estás hablando?! ¡¿Por qué me tratas así, que os he hecho yo?! ¿¡De qué os reís, después de haberos portado así conmigo, tirándome a un abismo?!

Más risas y una leve caricia en los labios temblorosos del chico.

-Tú sabes bien de quien estoy hablando. Pero, por si tus miedos te han convertido en un idiota, te diré que se trata de Ichiro. Y para tu información, querido y bienamado Rívon, está a punto de encaminarse hacia Mundo Espiral con el Gremio de Viajeros, junto a dos valientes y gallardos feéricos. Me temo que ya no te necesita, Rívon, y más después de ver que eres incapaz de amar a nada que no sea a tí mismo.

Rívon, al escuchar aquellas dulces pero duras y penetrantes palabras, se levantó como un resorte, airado, y con el rostro congestionado de la vergüenza y la rabia que le corrían por dentro.

-¡Es Ichiro la que es incapaz de amar a nada que no sea ella! ¡Fue ella la que dejó Húgaldic sin decir nada a nadie! Cuando me ha necesitado, siempre me ha tenido a su lado. Y ahora que ya no le soy útil me ha abandonado, así como también a sus padres y a todos los que la quieren. ¡Nos ha tratado a todos como a perros!

-¿Y acaso alguna vez te preocupaste por sus sueños, sus deseos, sus frustraciones? Me temo que no. Aquí siempre venía solamente porque sabía que nosotras le contabamos bonitas historias y leyendas, se sentaba, se reía, y nos contaba todo lo que a nadie le interesa en tu pueblo. Y tu no fuiste una excepción, Rívon. Tampoco fuiste capaz una sola vez de acompañarla a este bosque, por miedo, por cobardía, algo que parece que te caracteriza. Y eso a ella le hería más profundamente de lo que piensas.

-¿Qué...qué cosas os contaba? - la voz de Rívon aparecía algo quebrada.

-Si quieres saberlo, ve tras ella. Pero que sepas que tendrás que sacrificar algo de tí mismo para ello, y más para viajar a Espiral - contestó aquella voz, en un susurro tajante y enigmático.

-¿Sacrificar algo de mí mismo?

-Si de verdad la amas, deberás corresponderla de esta forma. ¿Entiendes lo que te digo?

-No, pero creo que me hago una idea... - su voz se había envuelto de timidez y de inseguridad.

-Quizá cuando te des cuenta ya sea demasiado tarde, Rívon - dichas aquellas palabras se escucho un murmullo creciente de aquellas voces musicales y alegres - Dame la mano.

-No - se limitó a decir el chico, arrastrándose hacia atrás hasta el punto que, resbalando, cayó a la fría agua de lo que parecía ser de nuevo aquel terrible lago.

De nuevo risas, y el chico debatiéndose, como si no supiera nadar, pidiendo auxilio. Pero cual fue su sorpresa al darse cuenta que la profundidad de aquel lago o estanque no superaba el metro. Rívon se sonrojó. Aquello ya era demasiado para él. Jamás se había sentido tan rídiculo y tan insignificante. Las lágrimas empezaron de nuevo a brotar de sus ojos.

-Es verdad, soy un maldito cobarde. Ichiro no se merece a nadie tan rastrero como yo a su lado. Pero igualmente iré tras ella. ¡No quiero volver a casa! - dijo, en un ataque de rabia - ¡Quiero seguir adelante, sin mirar atrás! ¡Estoy harto de huir, harto de no escuchar mi corazón!

-Dame la mano, Rívon - dijo la Yrissi, con un tono de voz más suave y comprensivo - No te avergüences por llorar. Acabas de dar tu primer paso, con esas palabras. Quizá aún no eres consciente del sacrificio que tendrás que realizar, pero todo empieza por dejar atrás las ligaduras que te atan. ¿Ahora entiendes mejor a Ichiro, Rívon?

-Si, ahora sé que he sido un idiota que pretendía saberlo todo sobre ella y que ni siquiera fue capaz de rozar su corazón. Ahora sé por qué se ha ido. Y pienso...pienso ir con ella a ese sitio dónde se encamina.

Una vez las palabras de Rívon, acompañadas por una suave brisa que traía dulces perfumes del interior del bosque que parecía rodearles, terminaron de resonar en aquella terrible oscuridad, una suerte de niebla empezó a disiparse arrastrada por un repentino y fuerte viento. Y así, poco a poco, desde la negra bruma, empezaron a aparecer las miríadas de estrellas que adornaban el cielo nocturno. Aparecieron árboles iluminados por sencillos faroles azulados y esmeralda, y, alrededor del chico, aquel lago que había estado escondido tras una noche infinita se había transformado en un precioso estanque, repleto de joyas preciosas cada cual diferente de la otra. Todas tenían un brillo casi imperceptible, gracias a la luz de los astros.

Aquella bruma negra parecía surgir de un lugar concreto y, cuando Rívon dejó de maravillarse ante la belleza que se le descubría ante él, asombrado vió exactamente de dónde procedía toda aquella oscuridad. Procedía de él mismo, y hacia él mismo volvía a introducirse lentamente, sin tregua, dentro de cada poro de su piel. Al ver que empezaba a temblar, el hada que había sido su guía se acercó a él, con pies livianos, a través de aquellas aguas cristalinas y enjoyadas, y le abrazó, tendiendo su cabeza hacia sus pechos.

-No temas, ahora ya todo está bien. Ha vuelto a tí, y ya no volverá a cegarte nunca más.

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