Monday, December 15, 2008

El Viajero. Capítulo 6. La Gran Roca.

Detrás de aquel menudo ser saltarín, fueron atravesando grupos de aquellas casas-árbol que de cada vez eran más numerosas. En seguida, un camino empedrado se fue formando bajo sus pies, y seres risueños, charlatanes, desgarbados y menudos como Hrum, sus melenas enormes recogidas en trenzas que enrollaban alrededor de sus cuerpos o sueltas al estilo de su espontáneo guía, se amontonaban cada vez más numerosos andando junto a ellos, abrazando y besando a los forasteros de forma extrovertida, sin ningún pudor.

-¡Qué jovencita tan hermosa! ¿Cómo te llamas? ¿Te vienes con nosotros?

Un nutrido grupo de adolescentes, o eso parecía pues llevaban barbas menos pobladas y el pelo algo más corto, no paraba de rondar a Ichiro, la cual se sentía totalmente desbordada por aquel excesivo cariño que le brindaban. En su aldea jamás nadie le había dicho aquellas palabras tan halagüeñas, por lo cual el rubor de sus mejillas le quemaba el rostro.

-Gracias por vuestras palabras, pero tengo prisa.

Todos, a través de aquel camino que ya se había convertido en una ancha calzada, se encaminaban hacia una sola dirección que no era otra que un gigantesco y burdo agujero abierto en la Gran Roca, que ya se alzaba imponente sobre ellos, dibujando una sombra alargada provocada por un Sol ya desaparecido en el Oeste. Era aquella roca muy irregular, formando múltiples puntas en su superficie erizada, creciendo a una altura vertiginosa y con una anchura que podría compararse con la Torre Central de un Castillo.
Sin darse cuenta, Ichiro se había quedado pasmada, hipnotizada, tratando de adivinar la altura de la roca, observando la punta de arriba del todo, la cual se escondía tras una fina niebla blanquecina.

-¡Vamos Ichiro! - espetó Hanuil, agarrándola con firmeza por un brazo - Esas pulgas hediondas y hormonadas cada vez són más numerosas, y cada vez te rondan con más descaro - y, efectivamente, a su alrededor las risas y los chascarrillos empezaban a elevar su tono - Bajemos.

Y más gente. Risas, cantos, correrías y palmaditas en el culo de las jovencitas.

Conversaciones animadas.

Todos bajaban en gran número por unas anchas escaleras de piedra que se introducían hacia el interior de la Gran Roca, formando una gran galería . Entre el calor, la humedad, y aquella marabunta de seres bajitos que se precipitaba animada hacia abajo, Ichiro empezó a sentirse algo mareada, y para más inri, aquellos jóvenes aduladores la seguían muy de cerca, susurrándole zalamerías al oído y haciéndose luego los suecos cuando la fría y severa mirada de Elrik se encontraba con sus ávidos ojos. Tampoco faltaban las jovencitas que se insinuaban a los dos Viajeros, a lo cual respondían ellos con sonrisas queda y con educados ademanes que indicaban que no tenían tiempo de entretenerse con ellas.

Al fín, después de unos minutos de angustioso descenso por las blanquecinas escaleras rodeadas por la fría y húmeda roca, Ichiro observó como la galería se ensanchaba y desembocaba en una enorme plaza con un suelo recubierto de baldosas de color perla. Y lo que vió allí fue lo más raro, dantesco y surrealista que la joven hubiera visto jamás.

En un principio, si uno no reparaba en las gentes que poblaban aquella especie de plaza, podía incluso causar una extraña fascinación: en el centro del recinto se hallaba una fuente con un grueso ciruelo florecido en el centro cuyas hojas nadaban libres y caóticas sobre sus aguas.

Alrededor de aquel recinto una gran cantidad de pequeños agujeros se abrían, unos agujeros a los que se ascedía por una suerte de estrechas escaleras de piedra que llevaban a una plataforma de madera que conectaba todos aquellos agujeros entre sí, para que las gentes pudieran ir de unos a otros sin recurrir a más escaleras. Quizá daban a alguna cueva o alguna otra habitación aunque, por lo que pudo observar, sin duda eran entradas a una suerte de recintos privados: constantemente, parejas de aquellos seres, entre grandes risotadas, entraban en aquellos sitios semi-desnudos o desnudos completamente, sin ningún pudor y sin reparar en miradas ajenas.
Ahí dentro se escuchaban gemidos, más risas, sonoras persecuciones y gritos de placer, todo ello apagado por el estruendo alocado instalado a lo ancho de toda la plaza. Hombres y mujeres, también parcial o totalmente desnudos, bebían en grandes jarras el mismo líquido que manaba de la fuente. Algunos incluso hacían el amor, fornicaban, totalmente al descubierto, mientras un bardo obeso, con los púmulos rosados, interpretaba sobre un estrado, al fondo, unas canciones de danza con un instrumento de cuerda que recordaba a una mandolina, pero más dulce y menos estridente.
Los niños también correteaban alrededor del recinto y por la plataforma de madera que llevaba a aquellos agujeros del amor, como si nada. La luz rojiza del Sol ya puesto entraba a través de una serie de grandes ventanales labrados en la roca, los cuales dejaban pasar haces de luz transportando colores vivos que parecían danzar constantemente en una especie de calidoscopio mágico y sensual. Y otra vez vió a una pareja haciendo el amor en un rincón, ante ellos.

-¡¿Qué haces Ichiro?! - Hanuil la zarandeó por los hombros. Cuando ella se giró, entonces, para mirarle, sonreía en una mueca entre burlona y pícara - ¿Qué ocurre? No me digas que aún crees que los niños nacen del fruto del Mandro...

-No digas tonterías... - replicó ella, avergonzada y sorprendida, pero a la vez fascinada ante aquella visión, pues era todo tan natural y directo que le traía unos sentimientos contradictorios muy fuertes - Vámonos.

-Oye, ¿Quieres probarlo? - una voz surgió tras ella, una voz de adolescente algo ronca - ¡Es Cristal Ancestral, recién salido del manantial!

Bajo las barbas rojizas de aquel joven se escondía una sonrisa franca, sus ojos brillaban, como emocionados. Ichiro, embelesada por lo que acababa de ver en aquella especie de fiesta orgiática, aceptó el ofrecimiento y se llevó el cuenco a la boca con una sonrisa tímida, dándole las gracias con un educado ademán. Los otros adolescentes apostados tras él reían entre dientes y murmuraban por lo bajo.

-Dame esto - espetó Hanuil con el ceño fruncido y arrebatándole el cuenco a la chica, con rapidez, justo cuando estaba a punto de darle un trago - Esto contiene otro componente aparte del rico licor del Cristal Ancestral y, a juzgar por la actitud que lleva toda esta gente, ya puedes imaginarte cuál es - añadió, con una sonrisa, observando a otra pareja más que parecía hacer algo más que demostrarse su amor incondicional dentro de la fuente - Pero, ¿Para qué derrocharlo?

El joven Viajero empinó el codo dispuesto a ingerir aquel líquido y, justo cuando las primeras gotas caían sobre su lengua ante las airadas protestas y pataleos de Ichiro, una pesada mano empujó el cuenco y lo tiró al suelo, desparramando todo el líquido.

-Aquí no hemos venido a fornicar. Eso lo dejáis para cuando ya estemos en Espiral, niños, y si queréis además os regalo algunas protecciones para evitar males evitables - exclamó Elrick, con su voz cavernosa e implacable, empujando a los dos jóvenes hacia otra escalera más ancha que la anterior que se hundía a una profundidad mayor - Por cierto - añadió, con una semi-sonrisa irónica - no sabía que fueras un aficionado a los afrodisíacos, Hanuil. ¿Los necesitas?

Por fín les dejó de empujar justo cuando llevaban unas decenas de escalones andados y el hombretón, sin mirar atrás, empezó a bajarlas con paso largo y firme.

-El próximo que vuelva a hacer otra gilipollez, le dejo aquí, fuera viajar. Andando.

Hanuil e Ichiro se miraron, tras él, ambos encogiéndose de hombros.

-¿Qué le ocurre a Elrick? Está muy huraño - se preocupó ella.

Hanuil rió, rascándose la nuca mientras sorteaba la incesante multitud que bajaba por aquella nueva galería, en una gran algarabía.

-Oh, ¿Acaso le has conocido de otra forma?

Bajaron y bajaron, hasta que, por fín, llegaron a lo que parecía ya el centro de la Gran Roca, a tenor de la multitud de gente que taponaba el final de la galería, haciendo esfuerzos por avanzar entre aquella marabunta. Los niños gritaban y saltaban felices y emocionados, las parejas se abrazaban, jóvenes y viejos cantaban canciones a coro, todos al parecer ansiosos por llegar al final de la galería, matando el tiempo.

¡A Cristal Ancestral
y a mujer
olemos!

¡Apestamos a hombre
aún por saciar!

¡A comer, a comer
a beber, a beber
hasta que veamos
dos firmamentos
dos lunas
y cuatro tetas!

¡A Ancestral Cristal
y a mujer
olemos!

¡Apestamos a hombre
aún por saciar!


Hanuil pronto se había unido a los cánticos más obscenos sin hacer caso a las miradas asesinas de Elrick. Ichiro también sonreía, alegre, viendo como unas alegres mozuelas se habían puesto a bailar juntando los brazos y dando palmadas. Afuera de la galería, podía entrever que se alzaba un salón gigantesco iluminado por una luz azulada que ya se internaba a través de aquel último tramo de escaleras que quedaba. Casi todos llevaban un cuenco de agua de Cristal Ancestral en sus manos.

Se trataba de una felicidad de esas que se contagian.

-¡Viajeros! - se giró hacia ellos con una amplia sonrisa y gritó tanto cómo pudo Hrum, después de haber estado cantando, bailando y hablando con la gente que se había ido encontrando por el camino - He guardado muchas piedras para vosotros, por si no os apetecía acudir al banquete. Aquí en la Gran Roca sentiros como en casa, sois libres como pájaros. Hay piedras para todos los gustos - sacó un saquito y, de dentro de ella, sacó un puñado de piedras cada una de un diferente color - La negra os adentrará en el palacio de la meditación, aunque creo que no estareis muy interesados en ella - añadió, encogiéndose de hombros.

Piedras...¿Qué significaba aquello?

-Oh no, me temo que no. Aunque quizá se la guarde para Elrik - dijo Hanuil, con una sonrisita traviesa.

El hombretón calvo no contestó, pero le fulminó con la mirada.

-Oh veamos esta otra, me tienen que disculpar, no las recuerdo de memoria... - hizo una pausa y sacó una piedra roja - Uuh... - guiñó un ojo hacia Ichiro y Hanuil - esta es la piedra de las parejas. La Sala se convierte en un bosque iluminado por una perenne primavera, pero no todo se halla a la luz del día. También hay muchos rincones oscuros...

-Al grano, Hrom. Sácanos la del banquete - dijo Elrik, en un suspiro cansado e impaciente.

Sacó otra más, una piedra azul y sus ojos se le iluminaron.

-¡Oh! ¡Mira por dónde! ¡Esa es la piedra del banquete! A vosotros dos no hace falta que os lo explique - dijo, colocándoles una piedra azul en un bolsillo de sus pantalones - Pero la bella Ichiro - se inclinó exageradamente en una sonrisa seductora - debe saber que debe introducirse esa piedra en un bolsillo y llevarla ahí toda la noche.

Se acercó a ella (mucho más cerca de lo que lo había hecho con los otros dos) y le fue a introducir una gruesa mano en el interior del bolsillo que tenía Ichiro en su vestido carmesí, justo en el muslo. Elrik le había quitado la piedra a tiempo y se la tendió a la joven.

-Toma Ichiro, y haz el favor de estar más atenta.

Ichiro se la introdujo en el bolsillo y siguió andando, turbada, hacia abajo, por las escaleras. Hrum había desaparecido, corriendo, entre la marabunta, asustado por la actitud de Elrick aunque, en verdad, ya le conocía de sobras. En no más de cinco minutos volvería a rondar alrededor del grupo de Viajeros, seguro.

Una vez llegaron a destino, abriéndose paso entre aquella gente menuda a empujones y entre alabanzas dedicadas a ellos (parecían disfrutar de la presencia de extranjeros), Ichiro abrió sus ojos de ámbar hacia la inmensidad increible que se alzaba sobre ella y a los alrededores. Si el espectáculo de antes, en aquella plaza, le había causado una gran impresión, aquello lo superaba con creces.

Aquello tenía tal tamaño que ni siquiera se lo podía llamar Salón. Aquella arquitectura, aquel diseño...en el colegio le habían enseñado que la raza de los Namia habían desaparecido hacía cientos de años... Pero sin duda, aquello era obra de ellos: los enormes ventanales acristalados, diseñados con motivos vegetales y con espirales, todos de diferentes colores azules desde el celeste hasta llegar al violeta, dispuestos de tal forma que la luz de las estrellas que ya se apiñaban en el firmamento entraba en cientos de frágiles haces azulados por toda la sala. Alrededor, formando un círculo perfectoo, se alzaba una docena de árboles con aquel fruto malva y grande que solamente había visto en aquella región. Miró hacia arriba y aquella sala gigantesca se alzaba, efectivamente, cientos de metros hacia arriba en forma piramidal, los ventanales labrados hasta en la zona más alta, formando una espiral y una orgía de color que embelesaba a cualquiera. Pero aquello no fue lo que más le impactó.
Ver como unas alfombras de distintos colores ondeaban como hojas alrededor de todo el salón de forma libre, moviéndose con gran lentitud, y con aquellos seres comiendo sobre ellas, riendo y tirándose restos de comida a la cabeza cuando pasaban junto a otras alfombras, la dejó sin habla.

Habían dispuestas, a la vez, ante cada uno de aquellos árboles frutales, una escalera de piedra, cuyo arrambador se hallaba labrado de forma exquisita con motivos de danzas y de seres haciendo el amor entre ellos. Las escaleras desembocaban todas a una enorme galería que daba la vuelta entera al Salón en una especie de balcón también adornado con motivos vegetales y repleto de enredaderas florecidas, y los menudos seres en una gran masa subían por ellas, repletos de júbilo, entre grandes risotadas y canciones obscenas y divertidas. Una vez arriba, cada uno escogía una alfombra, ninguna igual a la otra, y la extendía con un golpe seco hacia el centro de la estancia, se subían sobre ellas en grupos y luego como en un acto natural aquellos objetos volaban de forma liviana alrededor de toda la estancia.
Las jarras de cerveza y las copas de Cristal Ancestral se sucedían en brindis incontables, y cada vez que alguien caía por error o empujado desde la alfombra ante la broma de algún camarada, caía al suelo de forma amortiguada.

Aún no se había servido la comida, al parecer.

De repente, una alfombra que había estado acercándose al grupo de Viajeros con marcha calmada y balanceada, se detuvo frente a ellos, a corta distancia, repleta de más seres menudos aunque si se prestaba algo más de atención, uno podía darse cuenta que no era un grupo más de aquellas gentes, sinó una versión anciana de estas, unos ancianos joviales, de ojos relampagueantes, pero parecían más educados y ponderados, y solamente tenían en sus manos pequeñas copitas. El que parecía el más anciano de todos ellos, tenía una barba blanca y rala, e iba vestido con un sencillo jubón esmeralda sin ningún adorno y unos pantalones anchos de seda marrón. A Elrick pareció iluminársele el rostro cuando le vió, por primera vez desde que llegaron a Fölmendal.

-¡Bienvenidos a la Gran Roca! - exclamó el anciano, abrazándose efusivamente a Elrick y a Hanuil - ¡No sabeis cuánto júbilo nos produce vuestra visita! ¡Sabíamos que tarde o temprano volveríais! - analizó a Elrick de arriba a abajo, con una sonrisa franca - La naturaleza es generosa contigo, amigo.

-Gracias por tus halagos, Kirin, aunque dudo que pueda llegar a una vejez tan satisfactoria y alegre como la tuya, compañero - dijo Elrik, esbozando una reverencia.

-Hanuil y Elrik, los últimos grandes Viajeros, hermanos - sentenció el anciano, girándose hacia la comitiva restante que les miraba con ojos curiosos y ligeramente emocionados. Se volvió de nuevo hacia ellos - Nuestros bardos han compuesto algunas canciones hablando de vosotros y de vuestro Gremio. Cada noche las cantamos. Sois muy queridos aquí.

Hanuil se desesperezó, estirando ambos brazos hacia el techo con un semblante triunfal.

-¡Aahh! ¡Uno se siente con fuerzas para todo una vez dentro de la Gran Roca! - se giró hacia Ichiro - ¿No opinas lo mismo, Ichiro? Aquí nos adoran, respetan nuestro oficio.

La chica parecía haber perdido el habla después de todos aquellas visiones y acontecimientos que había podido observar desde que entraran por la apertura que llevaba al enorme Salón. Se sentía avergonzada, empequeñecida y sentía como sus mejillas le ardían. ¿Qué pintaba ella en un lugar tan maravilloso, junto a dos héroes legendarios como Elrik y Hanuil?

-¿Cómo te llamas, jovencita? - el anciano le pasó una suave mano por los cabellos azulados de la chica y la miró a los ojos - Tu edad es corta, pero en tus ojos veo una gran valentía y nobleza que ya les gustaría tener a muchos que se creen valientes, con sus inútiles bravuconadas. ¿Eres una nueva Viajera?

La joven no supo qué responder y buscó alguna palabra que le pudiera ser apropiada. No había pasado ningún rito de iniciación y prácticamente aún no conocía a sus dos nuevos compañeros. Ella no podía ser considerada una Viajera, aunque en el fondo, en aquellos momentos, nada en el mundo le habría hecho más feliz que ser considerada uno de ellos.

-Sí, es nuestra nueva compañera de Viaje - respondió Elrik con una sonrisa cálida y rodéando con su gran brazo la espalda de Ichiro, la cual ya solo deseaba que la Tierra se la comiera y no dejara ni los huesos.

-¡Estupendo! - Kirin dió dos palmadas, satisfecho, respirando hondo - En fín, basta de charlas aquí de pie, que estoy siendo muy maleducado. ¡Compartid con nosotros esa gran velada!

Los tres Viajeros (Ichiro casi arrastrada por Elrik, pues aún se mantenía paralizada con una mezcla entre miedo, vergüenza y fascinación) subieron sobre la alfombra y ésta, de forma lenta y ondulante, se alzó poco a poco hacia el resto de alfombras que volaban,entrelazadas, sobre ellos, por todas partes, y con gran alboroto por parte de sus ocupantes.

El primer bardo apareció saltando sobre su alfombra plateada con unos dibujos cómicos de notas musicales bien estilizadas y portando una especie de lira con un diseño de finísima realización que también era indudablemente diseñado por los Namia. Estaba subido a solas sobre aquel objeto que, más rápido que los otros, daba vueltas alrededor del Salón de forma ágil y liviana, pero tampoco a una velocidad mareante. Ichiro no pudo reprimir una risita y tuvo que taparse la boca, disimulando, mientras Elrik y Hanuil parecían enfrascados en una animada conversación.
El bardo...¡Estaba desnudo! Sin embargo, la cantidad de barba y cabellos color rubio sucio se enroscaba y le cubría todo el cuerpo tapándole el cuerpo por completo, lo que le daba aún un aspecto más cómico e hilarante. Aquel extraño ser, menudo como los demás, alzó los brazos hacia arriba y sonrió, enseñando sin ningún pudor sus dientes mellados.

-¡Antes de nada quiero decir unas cuantas palabras, dedicadas a todos vosotros! - exclamó, con una voz atrompetada y traviesa, visiblemente borracho.

Todos recibieron aquella frase con aplausos y con risas, mientras los chiquillos y jóvenes más alocados (y algunos entrados en edad también), aprovechaban cuando este pasaba al lado de su alfombra para lanzarle copas y jarras vacías a la cabeza.

-¡Cállate y canta! - gritaban todos, casi a una misma voz.

-Bien, bien... - hizo una pausa para afinar su instrumento y, una vez terminada la operación, sonriente, rasgó dos acordes - Esa canción está dedicada a todos vosotros, se llama... ¡Guarros y Borrachos!

Los aplausos y vítores se alzaron de nuevo, y Hanuil, al escuchar aquello, rompió en carcajadas. Ichiro se dejó llevar por la marabunta, y también empezó a aplaudir al principio de manera tímida, pero luego, cuando ya una divertida y desenfadada canción nacía de las cuerdas del instrumento, empezó a animarse.

-¡Bebe! ¡Bebe! - gritó Hanuil, que parecía nadar en su ambiente, y mirándola con ojos divertidos y pícaros - ¡Ese es Cristal Ancestral sin innecesarios añadidos! - le tendió una copita de madera y ella, sin pensárselo dos veces, bebió de ella. Un calor reconfortante recorrió su cuerpo desde los pies hasta la cabeza y pareció flotar incluso por encima de la propia alfombra. Su sonrisa se acentuó y, ya con la timidez desterrada, se levantó y empezó a corear junto a los demás, aplaudiendo.

Esta noche
no sabrán dónde estamos
nadie menos nosotros
inconscientes
y orgullosos,
la tristeza es pasajera
la alegría no la buscamos:
ella nos encuentra.

Todos a una
viajeros, seres menudos
y más escoria
alzaremos nuestras copas
y entre unos pechos hallaremos
poesía y virtud.


¡Guarros y borrachos!
Borrachos y guarros!

¡Borrachos y guarros!
¡Guarros y borrachos!


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