Thursday, December 17, 2009

Capítulo 13: Misterios del norte

-No deja de sorprenderme que un desconocido confiara en vosotros... - dijo Anie, bebiendo un sorbo de su pinta de cerveza que tenía ante ella y mirando a Lúne con ojos extrañados y las cejas enarcadas. Dejó de nuevo el vaso sobre la mesa y apoyó sus manos sobre sus mejillas, interesada en todas aquello que le había contado el joven de Varmal, fiel a su promesa - ¿Y todo pasa por hablar con Nuán? ¿Qué garantías tienes de encontrar algo ahí, si él solamente ha escrito sobre leyendas que hay en la zona? - no entendía realmente hacia dónde quería llegar el joven, pero en el fondo sentía una secreta fascinación con todo lo que tenía que ver con secretos y misterios.

Lúne dió una calada a su pipa y se acomodó en su silla. Observó el sitio que había elegido Nuán para hablar con ambos y sonrió con algo de ironía: se trataba de una tosca posada situada en los muelles de Firya y, en aquellas horas (justo acababa de ponerse el Sol) aquel antro se había empezado a llenar de marineros, algunos de ellos de aspecto siniestro y vociferantes, bebiendo grandes tragos de licor mientras piropeaban a una camarera que se paseaba de arriba a abajo de la estancia sin ninguna expresión aparente en su rostro. Otros, simplemente, comían o bebían con tranquilidad después de un duro día de trabajo en alta mar. Seguramente había por ahí algunos piratas y cazarecompensas. Recordó que, en su pueblo natal, ese tipo de esbirros solían también frecuentar las tabernas en busca de nuevos tripulantes que quisieran enrolarse en una arriesgada pero fructuosa aventura dedicada al saqueo.
Nuán le había dicho que se verían precisamente justo al ponerse el Sol en aquella posada llamada "El Rincón del Mar" y, observando la cantidad de grandes peces disecados colgando de las paredes, las pinturas de barcos navegando en mares rugientes, muestras de nudos marineros y el penetrante olor a pescado fresco que brotaba desde la cocina, no era difícil imaginarse el por qué de aquel nombre.

-¿Lúne? ¿Me has escuchado?

Efectivamente, se había quedado pensando en las musarañas. Dió un brinco, como recién despertado de un profundo sueño.

-Oh, perdona, de repente me puse a pensar por qué precisamente Nuán quiere reunirse con nosotros aquí - se encogió de hombros y sonrió - Nunca imaginé que nuestro antiguo director frecuentara esas tabernas de mala muerte - agregó, observando a un hediondo marinero bajando las escaleras que llevaban a las habitaciones de la posada con una jovencita que, a tenor de cómo iba vestida y de su exagerado maquillaje, se trataba de una prostituta - Pues sinceramente no tengo garantía alguna, pero tampoco la tienen los que creen que infiltrándose en la Órden de Wail van a conseguir averiguar qué es lo que está ocurriendo en Espiral, como ya te expliqué antes. Además, entre tu y yo - se combó hacia adelante apoyando sus brazos en la mesa y susurró - no confío demasiado en esta secta de Ciriol. ¿Por qué confiar en gente que nos viene odiando siglos atrás y no en personas íntegras como Nuán?

Anie puso los ojos en blanco.

-Puede que Nuán lo sea pero...¿Y qué me dices de este tal Solfka? ¿No decías que también pertenece al Concilio? - murmuró, emulando a su compañero y mirando a ambos lados por si había alguien escuchando. Sabía de sobras que en Firya era preferible no hablar de la Orden, tan apreciada allí.

Una vez Lúne iba a contestar siguiendo aquel código de secretismo que ambos habían adoptado, la puerta de la posada se abrió y apareció, justo a la hora acordada, Nuán vestido con una de aquellas túnicas de color azul que tanto le gustaban forrada con un forro de lana para protegerse del frío. Le bastó pasear su mirada unos pocos instantes por la atestada posada para, al fín, reparar en los dos jóvenes que se hallaban sentados ante una pequeña mesa en un rincón de la estancia. La primera en reparar en él fue Anie, sentada de tal forma que podía ver la desgastada puerta de madera frente a ella. No obstante, tras él la puerta volvió a abrirse y, mientras Nuán ya se dirigía hacia ellos con el rostro sonriente y tranquilo (¿Cómo podía mantener siempre aquella tranquilidad de espíritu con todo lo que había sucedido?), apareció para tremenda sorpresa de Anie aquella joven feérica de cabellos azules que les había acompañado hacia Firya. ¿Qué hacia con Nuán aquella chica? Alzó las cejas y avisó al joven.

-Ahí vienen - espetó, sonriendo ya a Nuán y asintiendo con la cabeza a modo de saludo - Ha venido la feérica aquella de los cabellos azules, la que fue contigo a Ciriol junto con los otros viajeros. Creía que ellos se dirigían hacia otro camino. ¿Por qué habrá venido?

¡Ichiro! El joven se giró con rapidez y se sobresaltó sobremanera al verla, sin fijar sus ojos en ningún momento en Nuán, pues todo a su alrededor había desaparecido excepto ella. Sus miradas se encontraron y ambos desviaron sus miradas, como si de nuevo un muro extraño e invisible se hubiera levantado ante ellos. Había deseado verla por última vez antes de que ambos se separaban, pero resultaba muy doloroso, demasiado. Pero no quería olvidarla, jamás. El amor que sentía por la feérica era mucho más poderoso que el desasosiego que le producía el separarse quizá para siempre jamás...De hecho, ella ya le había comentado que si desobedecía a Elrick y no era leal a la orden de Viajeros, sería expulsada de ella. Que no tenía más remedio que irse con ellos. Eso, recordaba, le había enfurecido tanto que se había marchado de su habitación sin darle una contestación. Pero...¿Y si había cambiado de idea?

Ambos se sentaron en dos sillas que les proporcionó la inmutable camarera, alrededor de la mesa, y Nuán, abriendo su sonrisa, agarró las manos de los dos jóvenes, con fuerza y visiblemente emocionado. Lúne se vió forzado a devolverle aquella sincera sonrisa, aunque sus pensamientos estuvieran vagando en otra parte tratando que su corazón se acallara, por fín. Ichiro se hallaba mirando por la ventana apoyando su mano en la mejilla, y parecía molesta por algo. ¿Quizá viéndoles juntos a Anie y a él había creído lo que no era?

-¡Estoy encantado que hayais querido compartir conmigo vuestras inquietudes! ¡Y más viniendo de Solfka, uno de mis mejores amigos! - exclamó Nuán, dirigiéndose sobretodo a él y a la feérica con sus ojos castaños brillantes y vivos como barro encendido. Se amasó la barba con insistencia mientras pedía para él un vaso se agua - Antes de adentrarnos en el tema...Ichiro, ¿Vas a tomar algo? La camarera se impacienta.

La feérica no contestó y siguió contemplando los muelles nevados con la mirada perdida. Nuán frunció un poco el ceño sin perder su sonrisa y luego miró a Lúne y le hizo una leve seña girando los ojos hacia ella como diciéndole: "Anda, dile algo, que parece molesta contigo". Sin duda, Nuán tenía una mirada muy expresiva.

-Ichiro... - murmuró Lúne, con la voz algo quebrada, sintiéndose culpable por no haber contado con ella, a pesar que ella misma le había asegurado que no podría acompañarle en su aventura - Yo...solamente es una amiga. Además tu ya me dijiste que...

-Ya lo sé - contestó, sin apartar su mirada de la ventana empañada por el hielo y el vaho del penetrante viento helado que soplaba fuera - Quizá esperaba, ilusa de mí, que me vendrías a buscar a pesar de todo. Pero se ve que tus planes són más importantes que según qué personas - lo miró, por fín, con sus ojos de color miel llenos de desprecio. El joven de Varmal bajó los ojos, sin saber qué responder.
Anie se sentía incómoda con el ambiente creado entre aquellos dos. Ahora lo comprendía todo, todo lo que había pasado entre Lúne y Yume aquellas últimas semanas: él y la feérica estaban saliendo juntos. No se lo terminaba de creer...¿Qué podía ver en aquel ser soberbio y frío que no viera en otros chicos más apuestos y amables? En fín, el amor era ciego.

-¿Acaso creías, Ichiro, que me iba a quedar con los brazos cruzados mientras decidías separarte de mí, después de haberme prometido que seguiríamos juntos? - replicó él, visiblemente ofendido por la reacción de la feérica, queriéndole hacer sentirse culpable.
Ahora fue Ichiro quien no contestó a aquello y volvió a girarse hacia la ventana con los brazos cruzados, haciendo morritos.

Nuán soltó una cristalina carcajada ante la riña entre los dos jóvenes que duró un buen rato, hasta que se atragantó y tuvo que beber unos sorbos de su vaso de agua.

-¡Pero bueno, Anie, mira lo que tenemos aquí! - se giró hacia ella y la muchacha, al ver el rostro fingidamente asustado del profesor, no pudo más que secundar sus risas - ¡Parecen un matrimonio! Me pregunto, cuando en el pasado eran más frecuentes las uniones entre humanos y feéricos, si estos últimos acabaron cerrando los portales por este tipo de disputas - se encogió de hombros, sin abandonar su sonrisa - Ahora no es momento de discusiones que no llevan a ningún lado. Ichiro vino en mi busca porque también había hablado con Solfka, eso es todo. Y ahora tenemos que centrarnos en lo realmente importante.

La feérica y el humano se miraron de reojo y luego, posando sus miradas sobre la mesa, enrojecieron ligeramente, permaneciendo en silencio. Anie, entonces, aprovechó aquella oportunidad para hablar.

-Lúne ya me ha hablado sobre la conversación que Ichiro y él tuvieron con Solfka, pero sigo excéptica en cuanto a todo esto que tienen planeado hacer, o tiene...en este caso - observó a Ichiro pero aquella aún parecía ajena a la conversación, enfrascada en una disputa silenciosa con Lúne, así que su mirada se focalizó de nuevo en el profesor - Solamente se basa en leyendas.

El rostro alegre de Nuán adquirió, entonces, unos tintes algo melancólicos con su mirada errática hacia el techo y sus ojos brillando, como si recordara algunas cosas maravillosas que ocurrieron hacía mucho tiempo.

-Solfka sabe tan bien como yo que no se trata de simples leyendas - murmuró, con un tono algo sombrío lleno de hermetismo - Cuando aún habitaba en Taürion escribí un libro sobre mis viajes a través de aquellas montañas, en los tiempos cuando yo todavía era un músico bohemio y viajero sin mayores preocupaciones que conseguir una cama, algo de comida y compañía femenina a mi lado, sobretodo en las frías noches de invierno - suspiró, y esbozó una sonrisa - Cuando ya hube publicado el libro, una neblinosa y fría mañana de Primavera me visitó un extraño personaje encapuchado que decía llamarse Solfka y pertenecer a la enigmática y para muchos en Espiral inexistente orden de Ciriol. ¡Aún recuerdo la cara de sorpresa que puse! Os juro que no sabía si dejarle entrar o cerrar la puerta en sus narices, pues al principio creí que era un estafador...

-¿Y cómo pudo escapar de los cercos mágicos de Ciriol para venir hasta a tí? - le interrumpió Ichiro, por fín, ya recuperada del enfado con Lúne. Sus ojos ya habían recuperado su luz repleta de curiosidad.

-Y es más... - murmuró también Lúne, con sus ojos grises entrecerrados y también tratando de olvidar la riña que había tenido con ella - ¿Cómo consiguió localizarte?

-¡Oh, calma, a eso iba! - bebió un sorbo de agua y prosiguió. En aquella ocasión cerró los ojos, como si así le fuera más fácil visualizar las escenas del pasado - Estaba muy interesado sobre todo lo que había escrito, pues según me contaba, jocoso, lo único que unía a Ciriol con el resto de Espiral era la absoluta ignorancia sobre las misteriosas leyendas de Ilmaren, considerándolas todos como invenciones de pueblos aislados de las montañas.

-¿Y qué tienen de especial estas leyendas? - preguntó Anie, impaciente - Conozco algunas de ellas, sobretodo contadas por mi abuela y por mi madre. Pero no recuerdo que tuvieran nada de especial. Recuerdo que tenían un regusto feérico, como el resto de leyendas en Espiral...

-Disiento - replicó Nuán, justo en el momento que Lúne abría la boca para contestar - Precisamente Solfka quiso que hablarais conmigo porque algunas cosas que observé en las montañas de Ilmaren nunca las escribí, más que nada, porque en aquel tiempo nadie me hubiera creído. Preferí quedármelas para mí, hasta que alguien estuviera preparado para escucharlas. Y ahora creo que es el momento para contároslas - justo en aquel momento, un hombre empezó a tocar un laud junto al fuego encendido en la chimenea de la posada. Era una canción lenta y melancólica que hablaba sobre viajes alrededor de los mares. Los 2 humanos y la feérica le miraban con los ojos abiertos como platos, dispuestos a escucharle - Una noche, mientras los músicos de mi compañía y yo dormíamos sobre la paja, en un establo a las afueras de un pueblo de Ilmaren, fuí despertado a mitad de la noche por ruídos apagados de ramas crujiendo, que parecían provenir del bosque que se alzaba cerca del establo, a los pies de una alta montaña. Me levanté, algo alarmado, y fuí a inspeccionar los lindes de aquel bosque, solamente iluminados por la débil luz de la Luna menguante. Hacía frío, mucho frío... - hizo una larga pausa, y así pudieron escuchar al bardo cantar con una voz llena de dolor.

"Navegaba ciego
aunque de día fuera
atado al palo mayor
para no sucumbir
al deseo de un comienzo
inesperado
lleno de olvido
y de nuevas decepciones"

-
Mientras me acercaba al linde de la floresta, más audibles se hacían los incesantes ruídos de algo que se movía entre los matorrales de forma intermitente. También empecé a escuchar unos susurros que parecían camuflarse con el viento - Nuán seguía teniendo los ojos cerrados, pero acompañaba la historia con gestos de sus manos - Estaba realmente asustado, pero una fuerza me impulsaba a seguir hacia adelante y cuanto más me acercaba, más cosas extrañas ocurrían a mi alrededor: sombras que me rodeaban: caras sonrientes y alargadas que provenían del bosque como si me dieran una macabra bienvenida que volaban arriba y abajo. Era aterrador, pero no podía detenerme - abrió sus ojos aterrorizados para fijarlos en cada uno de los presentes en la mesa. Se estremecieron - Aquellos extraños espíritus desaparecieron y el aire se aclaró bajo las estrellas. Y un brazo desnudo, que parecía del de una mujer, apareció tras el tronco de un árbol que se hallaba ante mí, yo estando apunto de entrar en el bosque. Todo estaba cubierto por tinieblas menos aquel brazo, que parecía resplandecer con una luz propia provinente de una fuente desconocida. Tenía el puño cerrado - hizo el ademán - y poco a poco fue abriendo la mano hasta tenerla extendida del todo, invitándome a darle la mano. Y no dudé, no pensé un solo segundo si aquello estaba bien o mal, si aquello era razonable o peligroso: corrí hacia aquella mano y se la di, entusiasmado. Entonces, creí que tiraría de mí, guiándome así por el bosque y arrastrándome hacia un olvido que estaba anhelando, pues mi mente ya no me pertenecía. Pero permaneció en su sitio, sin soltarme - Nuán suspiró, pasándose una mano por el rostro y, de repente, viéndose visiblemente cansado - Perdí la consciencia y tuve la extraña e increible sensación que mi alma abandonaba mi cuerpo internándose dentro, muy dentro del sombrío bosque. Corría y corría, en busca de aquel ser que me había prestado su mano, loco de desesperación, como si me fuera la vida en ello. Y aquí y allá, empecé a vislumbrar, a lo lejos y entre las ramas, claros iluminados por hogueras y sombras alargadas moviéndose de forma frenética conformando círculos. ¿Acaso estaba soñando, o realmente estaba viajando en otra dimensión, sobrevolando un extraño bosque sin mi propio cuerpo? ¿Dónde estaba aquella muchacha de la cual solamente había visto su brazo, que me había invitado a entrar? - bebió otro sorbo de agua y sonrió, al observar cómo sus interlocutores parecían contener la respiración, rogándole que siguiera su relato con miradas ansiosas. De repente, se sintió como un anciano que les contaba un cuento a sus nietos. Abrió aún más su sonrisa - Bien, vayamos al grano - cruzó sus piernas y se amasó de nuevo la barba - En aquel misterioso sueño, el tiempo era flexible. Me explico: a veces era de día, a veces de noche y en otras ocasiones amanecía y atardecía, y eso en cuestión de segundos, y cada vez me hallaba en sitios diferentes. Aquellos claros iluminados por hogueras desaparecían con un simple parpadeo, y de repente me hallaba sobrevolando cascadas, ríos y fuentes cristalinas, y también a veces me hallaba pasando entre arcadas llenas de vegetación que llevaban hacia unas cavernas vacías pero llenas de colores y presencias invisibles. Y, he aquí la parte más importante de mi historia: me encontraba explorando una cueva llena de pequeñas salas, cada una de las cuales aguardándome con más presencias invisibles que podía sentir perfectamente, pero no verlas, y entonces, en una de ellas, por fín encontré a la muchacha que me había ofrecido su mano: estaba bañándose en un estanque natural, en el centro de la estancia creada por la naturaleza, su desnudez bañada por los rayos del Sol teñidos de la esmeralda de las hojas del bosque, puesto que un gran agujero abierto en la estancia daba directamente al bosque que había dejado minutos antes, que ya me parecían años. Me sonrió, su cabellera era rubia y larguísima y flotaba sobre el agua transparente del estanque y con sus ojos celestes me sonrió sin mover los labios, sin pronunciar una palabra...¿Cómo supe que era ella? Lo supe, y no sé cómo. Volvió a alargarme una mano, invitándome a que me uniera a ella y me zambullí sin pensarlo en el estanque, sintiendo el agua manar por todo mi cuerpo a pesar de haberlo dejado atrás, sin conocimiento, en el linde del bosque. Me acarició el rostro con sus manos, y me besó el pecho con dulzura, y sentí cómo mi alma flotaba, se regocijaba de tal manera que ya no quería volver al mundo de dónde venía. Acercó sus labios a mi oído y me susurró:

-Entraste sin miedo en Gäul, con el corazón de un niño, sin pretender encontrar. Solamente aquel que conserva la inocencia, el dón de creer, puede caminar por nuestros senderos sin principio ni final. Un sabio vendrá del Oeste, y entonces el destino empezará a allanarse aún ciego por el odio. Y desde el odio y la muerte, llegará un nuevo viento perfumado: y así a Gaül, nuevos soñadores se encaminarán sin pretender encontrar...y encontrarán.

Me besó en los labios y aquella vez me sonrió de verdad, con alegría, como si, diciendo aquello, se hubiera quitado un peso de encima. Luego, desde dentro del agua, sacó una diadema de madera con extraños símbolos grabados en ella de color azul y me la colocó suavemente sobre mi cabeza, sí, a pesar de no tener mi cuerpo conmigo - Ichiro y Lúne, ya habiendo olvidado del todo su riña de hacía unos minutos, ya se daban la mano bajo la mesa, mirándose de vez en cuando de reojo, emocionados, y Anie tenía los ojos abiertos y brillantes como el de una niña pequeña - Y, por última vez, me dijo...

-Dásela a aquellos que, en los tiempos más difíciles, sean capaces de entender lo que hay ahí escrito. E irán más allá de las montañas, más allá...

Se produjo un nuevo silencio, observando todos cómo Nuán había vuelto a cerrar los ojos y su voz aterciopelada y melancólica se escuchaba más profundamente que todos los gritos de los marineros, que el bardo que ahora cantaba estridentes canciones, que las risas picarescas de los piratas...

-¿Y todo fue un sueño, finalmente? - preguntó una ansiosa Ichiro, con la cabeza descansando sobre el hombro de Lúne, el cual le acariciaba los cabellos azules con ternura, aún escuchando las enigmáticas palabras del profesor en su interior. Lúne y Anie se limitaron a esperar que Nuán contestara a aquella pregunta, pero aquel permaneció en silencio con los ojos aún cerrados. Contrastando con la tensión del momento, se escuchaban las risas y los aplausos de los marineros y la pervertida poesía del juglar, que ahora tocaba un rápido reel con una mandolina mientras guiñaba un ojo a las muchachas que reían entre dientes en las mesas.

-A la hija de Orbei
le gusta vestirse de seda.
¡Pero más le gusta mi flauta
que no es de hierro
ni de madera!

La hija de Orbei
detesta mi música
mis modales.
¡Pero bien que le gusta
que le rasgue sus cuerdas
gritando a raudales!

-Perdona Ichiro...¿Decías algo? - preguntó Nuán, simulando no haberla escuchado y luego se echó a reir - ¡Ya nos ha estropeado la magia este maldito bastardo!

Todos se echaron a reir en medio de aquel momento tan surrealista, en el qué habían pasado de conocer una de las historias más misteriosas que jamás hubieran escuchado, a unirse a las palmadas de todos los parroquianos que seguían vitoreando y gritando ante las fantásticas ocurrencias del bardo sobre sus supuestas aventuras amorosas.

-No te vas a librar, Nuán. Ahora mismo nos cuentas este final, que nos has dejado en ascuas... - espetó Lúne, encendiendo su pipa y sonriendo de medio lado, empezando a sentir cómo la cerveza le subía a la cabeza poco a poco después de la segunda pinta - ¿Quién diablos es Orbei?

Nuán y todos los que escucharon la pregunta, formulada en esta ocasión con voz bastante fuerte debido ya a la deshinibición que producía el alcohol, estallaron en una carcajada unánime y uno de los marineros que parecía un pirata por sus indumentarias ajadas, sus numerosas cicatrices y la presencia de un cuchillo clavado sobre la mesa repleta de ron derramado se giró hacia él con el rostro congestionado por la borrachera.

-¡Niño! ¡Debería apalearte por no saberlo! ¿En qué mundo vives? - sus compañeros se unieron a las carcajadas y el marinero prosiguió - ¡Orbei es el jefe de la puta Orden de Wail, y su hija como ya has visto se lo traga todo menos la sopita que le da su mami!

Más carcajadas y Lúne se sonrojó un poco al empezar a ser objeto de todas las burlas por no haberse sabido el nombre del hombre más odiado ahora mismo en Firya. Pero luego empezó a reirse de sí mismo y pronto le dejaron en paz. Ichiro le abrazó, riendo también a carcajada limpia.

-¡Pobrecito! ¡Yo tampoco lo sabía!

-Pero tu eres feérica... - replicó él, dándole un beso en los labios y simulando estar decepcionado y triste por haber quedado en ridículo.

-Bueno, míralo por el otro lado - espetó Anie, la cual seguía más interesada en seguir escuchando el resto de la historia que en toda aquella retahíla de estrofas picantes y de bardos fantasmas. Aún así, esbozó una sonrisa burlesca y le guiñó un ojo - Ahora todo el Colegio cree que eres feérico. Así te puedes excusar.

-¡Bueno, bueno! - exclamó el joven de Varmal, cruzando los brazos y simulando estar enfadado con el resto de los presentes - ¿Por dónde íbamos, profesor Nuán?

-¡Oh! - Nuán carraspeó, justo después de soltar una carcajada aún recordando lo sucedido antes - Tienes razón, este juglar nos desvió del tema que estábamos tratando - apuró el agua que le quedaba en el vaso y prosiguió - Contestando a la pregunta de Ichiro, sobre si todo fue un sueño: al día siguiente desperté en los lindes del bosque tumbado en la hierba y con un insoportable dolor de cabeza. Al principio creí que, efectivamente, todo se había tratado de un extraño sueño, inducido por el cansancio acumulado durante nuestra gira por los pueblos de Ilmaren: íbamos de pueblo en pueblo como músicos ambulantes y apenas teníamos tiempo de descansar. Pero entonces vino uno de mis compañeros y, al verme, se echó a reir. Aún recuerdo sus palabras.

-"¿Dónde diablos has conseguido esta diadema de madera? ¿Te fuiste de borrachera al pueblo y después de acostarte con una zorrita le robaste su diadema? ¡Eres un monstruo!"

El profesor sonrió con los ojos mirando hacia ningún sitio y siguió con su relato.

-Con asombro me palpé la cabeza y, efectivamente, llevaba una diadema puesta en la cabeza y me la quité, observándola de cerca, esperando poderle enseñar los extraños símbolos azules que estaban escritos sobre ella y así poderle contar el resto de la historia para que me creyeran. Pero no, ya no había nada escrito sobre ella. Los símbolos habían desaparecido.

-Eso con magia es posible, pero... - Anie frunció el ceño, pensativa - Tiene que obrarse un contraconjuro para hacer desaparecer inscripciones o eso es lo que nos enseñaron en clase. Es muy extraño...

-En el mundo feérico eso sí es posible - respondió Ichiro, que se había quedado anonadada ante aquella historia - Con un solo pensamiento o sentimiento, la magia puede aparecer o desaparecer. Pero esto no es el Mundo Feérico...

-¿Y por qué una diadema? ¿Qué simboliza esto? - se unió Lúne a la invasión de preguntas - ¿Y qué se supone que quería decir con aquello:
y así a Gaül, nuevos soñadores se encaminarán sin pretender encontrar...y encontrarán? ¿A quien se refiere, a nosotros? ¿A los que lleven la diadema?

Nuán se encogió de hombros y parpadeó, dubitativo.

-Lo de la diadema sigue siendo un misterio para mí, pero he llegado a suponer que para volver a entrar en Gaül la diadema tiene que volver a mostrar las inscripciones azules en ella. Tengo ese presentimiento - suspiró, enjuagándose el sudor que inundaba su frente, de tanto pensar - ¿Cómo hacerlo para que vuelvan a aparecer? Busqué y rebusqué en muchas bibliotecas, en todo tipo de leyendas, cuentos e historias, y también en libros de conjuros y de objetos mágicos pero no encontré absolutamente nada.

Anie seguía muy excéptica con todo aquello.

-No me jodas que se trata de otra historia típica de los "Elegidos" tan manida en las leyendas...Porque según estoy entendiendo, se supone que nosotros somos ellos y ahora viene la parte en qué nos das la diadema. ¿Verdad? - dijo, con algo de ironía.

-Oh, Anie, eso es muy relativo... - Nuán esbozó una sonrisa, mirándola con sus ojos luminosos - ¿Cómo puede saber uno si es un Elegido o el mero producto del Azar? Lo importante es actuar como el corazón dicte y no pensar en esoterismos inútiles. Y sí, os daré la diadema puesto que, aunque quizá sea una simple ilusión, es lo único que tenemos para proseguir y tener esperanzas. ¿No crees? - Justo dicho aquello, el profesor rebuscó en su jergón y sacó una simple diadema tallada en madera oscura y la colocó sobre la mesa con un ruído sordo. Algunos marineros se giraron para observarla, pero al ver que se trataba de un objeto tan común, prosiguieron sus acaloradas conversaciones alzadas de tono - Y ya me estoy imaginando la siguiente pregunta: ¿Por qué nosotros y no otros? - se encogió nuevamente de hombros y sonrió - Es muy sencillo: Solfka, por alguna razón que desconozco, confió en Ichiro y en Lúne para esta misión y él es uno de mis mejores amigos. Os aseguro que alguna razón importante tendrá para quereros enviar a Ilmaren, puesto que tras su personalidad afable y sencilla, se esconde uno de los hombres más sabios que jamás he conocido. Por otro lado, cuanta más gente quiera emprender esta aventura, mejor, y sobretodo si se trata de soñadores, de personas que aún conservan la fe en lo desconocido, en un más allá y en un otro lado invisible pero existente. Y Anie me parece perfecta para ello también, ella y Yume, y algunos más - abarcó con sus manos a toda la posada, como si allí se hallara más gente dispuesta a emprender el viaje con ellos - Abrid vuestros corazones a soñadores llenos de coraje como vosotros, a los incomprendidos, a los inconformistas, a los que aún conservan su inocencia y su capacidad de asombrarse, y estoy seguro que Gaül os abrirá los brazos con una calurosa bienvenida.

Ichiro había cogido cuidadosamente la diadema y la acariciaba con suavidad, totalmente abstraída en sus pensamientos.

-Iré - dijo finalmente la feérica, levantando la vista y sonriendo, llena de alegría - Me da igual si me expulsan de los Viajeros, me da igual si tengo un tiempo limitado para volver a mi Mundo, pero siento que eso es lo correcto.

Lúne la abrazó con fuerza y la besó, feliz de escuchar aquellas palabras, y Anie sonrió ante aquella escena. De verdad se querían, y así era la vida, y a su amiga Yume le había tocado sufrir un amor que, aquella vez, no le había correspondido. Quizá a ella, algún día, le pasaría lo mismo. Aún albergaba muchas dudas sobre aquella alocada e irracional aventura, pero algo le decía que aquella sería, para ella, una oportunidad única, que no podría perderse por nada del mundo.

-Yo también iré, con Lúne e Ichiro...y trataré de convencer a Yume - Nuán sonrió, satisfecho y visiblemente emocionado, sus ojos resplandeciendo hasta el punto que parecía como si estuviera a punto de llorar de felicidad y acarició los cabellos castaños de la joven.

-No sabéis la alegría que me habéis dado esta noche - los miró a todos, de uno en uno - a pesar de toda esa oscuridad que se cierne sobre nosotros. Siento como si, por fín, alguien confiara en mis palabras, en mis historias. No sabéis lo importante qué es eso para mí. Mañana debéis partir, pues la guerra se acerca. Partiréis junto con los Viajeros bajo los túneles de la Escuela.

-¿Aún sigues estando segura, Ichiro? - preguntó Lúne, acariciando sus mejillas con cariño - Ser Viajera era la ilusión de tu vida...

La feérica agarró su mano y se la llevó hacia su regazo.

-¡Tan segura como que te amo! - exclamó, ante las sonrisas cómplices de Anie y Nuán.

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